miércoles, 19 de noviembre de 2014

49.- Antología poética; Carlos & Zyanya, José Revueltas, dos poemas, 1914-1976

“yo creo que, en cierta forma, 
el verdadero artista siempre ve la vida con los ojos de la muerte, 
y este es su gran drama. Es como si insistiera, tercamente, 
en que atendiéramos más a nuestra sombra que a nuestro cuerpo mismo”

José Revueltas


"-Pero, ¿por qué todo esto, señor Revueltas? 
¿Por qué ese afán de rebeldía? ¿Por qué esa terquedad?
-Porque la historia es terca y yo tengo su misma insistencia.”

Conversaciones con José Revueltas.


El Santo Hereje

José Revueltas, a 100 años de su natalicio

Para mi amigo Gerardo Farias, el gran lector de Revueltas


José Maximiliano Sánchez Revueltas nació en el municipio duranguense de Santiago Papasquiaro, dentro de una familia excepcional; hubo en ella compositores (Silvestre), pintores (Fermín ), y actrices (Rosaura). Singular como su familia, Pepe se resistió política y, sobretodo literariamente, al servilismo exigido por el Estado posrevolucionario y la moral de la época. Escribió en los márgenes de lo permitido, cual hereje, trabajando para el país cual santo. 
En efecto José, como tantos otros, se desarrolló en las entrañas del Ogro filantrópico (Paz, 1979), ese que se asumía revolucionario pero nada tenía que ver con la gente que había dado su vida en el movimiento armado de 1910-1917; ese gobierno PRIista que en los años 70 arrojaba disidentes al océano mientras daba asilo a los perseguidos políticos de los gobiernos dictatoriales sudamericanos, esos que se habían salvado de una sepultura en altamar. Ese mismo que ha homenajeado, con bombo y platillo, al escritor José Revueltas aunque en vida lo encarceló más de tres veces. 
Lecumberri, todavía siendo prisión. Década de los 60
La primera vez fue apresado por participar en un mitín en el Zócalo; con 14 años fue acusado de sedición y motín, y liberado sólo seis meses después bajo fianza. Posteriormente será enviado dos veces a las Islas Marías; la primera en 1932 y la segunda en 1934 después de organizar una huelga de peones agrícolas en Camarón, Nuevo León. Finalmente con motivo del movimiento estudiantil del 68 será encarcelado en Lecumberri. 
Pero, ¿cómo huir de ese ogro esquizoide si era el gran empleador revolucionario que se decía padre de los más deseheredados y general de sus soldados empresariales? El partido era quien dictaba la vida cotidiana y regulaba las tradiciones estéticas, artísticas y literarias en México; era quien se comunicaba a través de rituales oficiales y discursos arítmicos. Era también quien dictaba la moral, daba trabajo a las clases medias y otorgaba o denegaba premios a sus hijos desobedientes... Casi, casi como ahora. 
Pero más interesante que este estado efímero y violento, es la trascendencia de un hombre con "varias existencias paralelas", como lo definiría su hijo Román Revueltas Retes. Y en efecto, además de un Revueltas genuino, fue "escritor furioso, luchador infatigable, bebedor consumado, amador (aunque no siempre amante) de las mujeres, rebelde indomable" e incluso, el "hombre más puro de México",  como lo definiera Octavio Paz. 
Difícil hablar de la semilla que dejó en los demás aunque hoy se le considere pionero del "realismo sucio" (antes que Bukowski y otros) y uno de los grandes prosistas del siglo XX. Yo sólo puedo decir que su novela "Los días terrenales", mi preferida entre su prosa, la leí por primera vez siendo aún adolescente; que aún ahora regreso deslumbrada y angustiada a ciertos diálogos y ciertas páginas. Que fue Revueltas el primero en hablarme de los clarosobscuros de la existencia y la inviabilidad del absoluto (del cual siempre estoy nostálgica); el primero en dejarme ver las sutiles debilidades y miserias del ser humano; su gran angustia y objeto de amor... debo decir que quizás, sólo quizás, comparta con ese maestro de la novela su desolación y amor por mis iguales...

Los dejo con unos pocos versos de los 33, que hasta hoy se sabe escribió Revueltas y nunca publicó en vida; pues la poesía fue una actividad marginal del escritor mexicano. Así como la carta que escribiera Pablo Neruda al presidente Díaz Ordaz pidiendo su liberación. 



Revueltas estudiando en su celda en Lecumberri

José Revueltas, Cortesía de la familia Revueltas para Milenio
Artículo Sus niños desamparados de Román Revueltas Retes



EN ESTE SITIO


Que cierren los ojos, que tapen con siglos las edades
y nieguen la tierra y la aborrezcan y la escupan
si no quieren saber nada de la luz y la santa agonía.

Yo estoy aquí como la hormiga, como el arado,
porque no soy nadie y estoy de boca al suelo, besando todo loque pasa.

Si me invitan a morir lejos digo que no,
que mi sitio es el de la muerte aquí donde todos los planetas lloran
y los niños estan con las plantas esperando que amanezca.

Sé que debe amanecer y no en el cielo
sino entre las piedras y entre las manos de las gentes,
que debe amanecer antes de Cristo, después de Cristo,
en esta era y en este verbo que nos sale destrozado y dando gritos.

Que se tapen, que se queden cerrados, que nadie les dé auxilio,
que la voz les estalle antes de la palabra, que no puedan llorar nunca,
que no lloren jamás y la vida les sea alegre, horrorosa,
atrozmente alegre sin una sola lágrima,
si no levantan las manos y no se piden perdón
y no tienen la soberana, hermosa virtud de la agonía.

Yo estoy aquí sentado, yo estoy aquí caminando.
Yo estoy aquí.

Nadie me quiere aquí, yo lo sé.
Nadie quiere que me vaya de aquí, lo sé también.
No quiero que nadie venga y nadie se retire.
(1939)




Reclusión en Lecumberri





Estoy aquí.


“Yo estoy aquí sentado, yo estoy aquí caminando,
con las manos extendidas y en mis manos los ojos
para que yo no pueda ver
y todos puedan verlos, sin embargo llorando.
Estoy aquí, como la hormiga y el arado
buscando la agonía, buscando piedras hondas,
las más remotas piedras del hombre;
como un trozo de semilla impura,
como una noche sin perdón
que baja hasta los pues negando pecados.
Soy un pecado sólo sin brazos que derribar
y sin sollozos, perseguido por la certidumbre.
Estoy aquí, esperando que me busquen,
que desaten la amarillenta y perturbada humanidad
de lebreles y bestias criminales
para encontrarme tapando mis lágrimas
con un poco de tierra, como se hace con los muertos.
Yo tapo mis lágrimas, las llevo en lenta procesión,
las encierro en todos los lugares,
y sobre ellas coloco lápidas eternas
improrrogables y vencidas.

Estoy aquí detenido, en medio, sin objeto.
Puede caer el mundo sobre mi cabeza
y con el mundo los hombre y los animales.
Mas yo busco las piedras, las más profundas pierdas,
busco las iglesias y las piedras de las iglesias,
las piedras de los apóstoles y de los profetas,
las piedras de las piedras.
Porque sólo las piedras lloran
y tienen ojos
y están tristes en mitad del camino
como yo, que soy una piedra sin límites
cansado y sin océano. ”
 La expiación, José Revueltas.
México, D.F., mayo de 1939



La Familia Revueltas, 1921.
De pie: Consuelo, la prima Margarita, Silvestre y su primera esposa, Jule, Fermín, Emilia; 
sentados: Rosaura, doña Romana con Agustín en los brazos, Don José, Cuca; 
sentados en el piso: Luz, María, José.




Carta de Pablo Neruda, 
enviada al presidente de México, 
Lic. Gustavo Díaz Ordaz, 
Febrero de 1969. 
(Pidiendo la liberación de José Revueltas).


Me escriben que José Revueltas, el novelista, está preso en su patria, México. La noticia es áspera para quien lo conozca y a mí me provoca recuerdos y tristeza.

Esta familia Revueltas tiene “ángel”. En un país de creación perpetua, como el país hermano, ellos se revelaron excelentes y superdotados. Es una familia eficaz en la música, en el idioma, en los escenarios. Pasa como con los Parra de Chile, familia poética y folklórica con talento granado y desgranado.

Una tarde, al regresar de mis trabajos, encontré a un desconocido sentado en la sala de mi casa, en la ciudad de México. Yo no le veía claramente la cara porque se había puesto uno de mis sombreros de paja, pequeño y multicolor, comprado en la Feria. Debajo de sus alas una melena profusa y entrecana protegía su robusto cuello. Más abajo, venían unos hombros de coloso y un traje desaliñado. Junto a él había varias botellas de mi precioso vino chileno, estrictamente vacías. Se trataba del más grande, más original y poderoso compositor de México: Silvestre Revueltas. Me senté frente a él y de pronto levantó su cabeza de minotauro. Apenas abrió los ojos me dijo:

-Tráeme otra botella. Hace ya varias horas que te espero. Se me ocurrió pensar esta mañana que puedo morir un día de estos sin haberte conocido. Por eso estoy aquí. Es malo que los hermanos no se conozcan.

Era fantástico, pletórico y pueril. Era el gigante genial de la música de México. Tres días y tres noches se pasó en mi casa. Yo salí a mis quehaceres y volvía a encontrarlo sentado esperándome en el mismo sillón.

Repasamos nuestras vidas y las vidas ajenas. Conversábamos hasta muy tarde en la noche y luego él se echaba sobre una cama con el traje y los zapatos puestos. Al verlo dormido, yo le dejaba otra botella de vino, abierta, cerca de su inmensa cabeza. Así como llegó a mi casa, un día desapareció sin despedida y sin ceremonia. Se había ido a dirigir los ensayos de su Renacuajo paseador, ballet clásico de nuestra época contemporánea.

Algún tiempo después, la noche del estreno, estaba yo en un palco. En el programa se acercaba el momento en que debía presentarse Silvestre a dirigir su obra. Pero en ese momento no llegó. Sentí que desde la sombra me tocaban el hombro. Mire hacía atrás. Su hermano José Revueltas me susurró:

-Vengo de casa. Acaba de morir Silvestre. Eres el primero en saberlo. Salimos a conversar. Me contó que se había agravado en los últimos días y que poco antes de morir había pedido que colgaran en la pared, frente a su lecho, el sombrerito de paja que se llevó aquella vez. Al día siguiente lo enterramos. Yo leí mi Oratorio menor, dedicado a su memoria. Nunca un muerto me había oído con más cuidado. Porque mi poema lo sacaba de las circunstancias y del territorio para darle la verdadera dimensión continental que le correspondía.

Hablando de los Revueltas, contaré que en Berlín me invitó Helene Weigel, viuda de Bertolt Brecht, a una función del Berliner Emsemble. Se daba una obra rusa del siglo pasado, en alemán, se comprende, con muchas damas y caballeros cazadores en escena. La protagonista era bella, festejada, fatal y natural. Miré el programa. La actriz era la hermana de los Revueltas, la mexicana morena Rosaura Revueltas. Allí estaba con su mirada negra, echando rayos y centellas y hablando en alemán, en una capital de Europa y en el centro del conjunto teatral más famoso del mundo.

Después de la función, le pregunté:

-¿Y qué hiciste para aparecer tan blanca en ese teatro de rubios? Pensé que te verías como una mosca en la leche. ¿Te pintaron?

-No –me respondió-. No te imaginas lo que pasó. Oscurecieron a los otros.

Pero, ahora, nuestro importante Revueltas es José. Contradictorio, hirsuto, inventivo, desesperado y travieso es José Revueltas: una síntesis del alma mexicana. Tiene, como su patria, una órbita propia, libre y violenta. Tiene la rebeldía de México y una grandeza heredada de familia.

Yo siento amor carnal por México con los altibajos de la pasión: quemadura y embeleso. Nada de lo que pasa allí me deja frío. Y a menudo me hieren sus dolores, me perturban sus errores, y comparto cada una de sus victorias. Se aprende a amar a México en su dulzura y en su aspereza, sufriéndolo y cantándolo como yo lo he hecho, desde cerca y desde lejos.

Por eso, con la tranquilidad que da el derecho ganado con amor, termino así esta prosa:

Señor Presidente Díaz Ordaz:

Yo reclamo la libertad de José Revueltas, entre otras cosas, porque seguramente es inocente. Además, porque tiene la genialidad de los Revueltas y también, lo que es muy importante, porque lo queremos muchísimo.

Pablo Neruda.

Tomado de
Los Revueltas: biografía de una familia” de Rosaura Revueltas.
Editorial UJED, segunda edición 2010.

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