viernes, 26 de abril de 2024

4. Noemi Klein/ Necesitamos un éxodo del sionismo: PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA

 

Publicado originalmente en The Guardian
a partir del discurso pronunciado por Naomi Klein en el Séder de Emergencia en las Calles,
celebrado en la ciudad de Nueva York. 

el 24/04/2024
(Versión al Español: Zyanya Mariana) 

 

 
El martes 23 de abril de 2024, activistas se reunieron en Grand Army Plaza, en Brooklyn, Nueva York, para protestar contra el voto del Congreso de Estados Unidos a favor de más financiamiento y armas para Israel.  Naomi Klein* pronunció una homilía política reflexionando sobre la historia bíblica del becerro de oro en el Libro del Éxodo, diciendo que la ideología del sionismo es un ídolo falso para la actual generación de pueblo judío.
 
 
 
 


He estado pensando en Moisés, y en su ira al bajar del monte y encontrar a los israelitas adorando un becerro de oro.

La ecofeminista que hay en mí, siempre se sintió incómoda con esta historia: ¿qué clase de Dios tiene celos de los animales? ¿Qué clase de Dios quiere acaparar para sí todo lo sagrado de la Tierra? Pero hay una manera menos literal de entender esta historia. Nos habla de falsos ídolos. Sobre la tendencia humana a adorar lo profano y lo que brilla, a mirar lo pequeño y material en lugar de lo grande y trascendente.

Lo que quiero decirles esta noche, en este revolucionario e histórico Séder celebrado en las calles, es que muchos de nuestro pueblo están adorando, una vez más, un ídolo falso. Están cautivados por él. Borrachos de él. Profanados por él.

Este falso ídolo se llama sionismo.

Es un ídolo falso que usa nuestras más profundas historias bíblicas de justicia y emancipación de la esclavitud –la historia misma del Pésaj en Pascua– y las convierte en armas brutales del colonialismo para robar tierras, hojas de ruta para la limpieza étnica y el genocidio.

Es un ídolo falso que ha usurpado la idea trascendente de la tierra prometida –una metáfora de la liberación humana que ha viajado a través de múltiples religiones por todos los rincones de este mundo– y se ha atrevido a convertirla en un contrato de compra-venta para un etnoestado militarista.

La versión política de la liberación que nos presenta el sionismo es en sí misma profana. Desde el principio, requirió de la Nakba, la expulsión masiva de palestinos de sus hogares y tierras ancestrales.

Desde el principio ha estado en guerra con los sueños de liberación. En Séder, vale la pena recordar, que este ritual incluye los sueños de liberación y autodeterminación del pueblo egipcio. El falso ídolo del sionismo equipara la seguridad israelí con la dictadura egipcia y sus estados clientelares.
 
Desde el principio se produjo un tipo retorcido de libertad, donde se veía a los niños palestinos, no como seres humanos, sino como amenazas demográficas —de la misma manera que el faraón del Libro del Éxodo temía el crecimiento de la población de israelitas y, por ello, ordenó la muerte de sus hijos.

El sionismo nos ha traído al momento actual de cataclismo y es hora de que lo digamos claramente: siempre nos ha conducido a este lugar.

Es un ídolo falso que ha llevado a muchos de nuestro pueblo por un camino profundamente inmoral, que ahora lo justifican destruyendo los mandamientos fundamentales: no matarás. No robarás. No codiciarás.

Es un ídolo falso que equipara la libertad judía con las bombas de racimo que matan y mutilan a los niños palestinos.

El sionismo es un ídolo falso que ha traicionado todos los valores judíos, incluso el valor que le damos al cuestionamiento —una práctica incorporada en el Séder con sus cuatro preguntas formuladas por el niño más pequeño.

Ha traicionado, incluso, el amor que tenemos como pueblo por los textos y la educación.

Hoy, este falso ídolo justifica el bombardeo de todas las universidades de Gaza; la destrucción de innumerables escuelas, de archivos, de imprentas; el asesinato de cientos de académicos, de periodistas y poetas —esto es lo que los palestinos llaman escolasticidio, la aniquilación de los medios de educación.

Mientras tanto, en esta ciudad, las universidades llaman a la policía de Nueva York y se atrincheran contra "la grave amenaza" que representan sus propios estudiantes, los que se atreven a hacerles preguntas básicas: ¿cómo puedes pretender que crees en algo, y menos en nosotros, mientras habilitas, inviertes y colaboras con este genocidio?

Al falso ídolo del sionismo se le ha permitido crecer sin control durante demasiado tiempo.

Por eso esta noche decimos: esto termina aquí.

Nuestro judaísmo no puede ser contenido por un etno-estado, porque nuestro judaísmo es internacional por naturaleza.

Nuestro judaísmo no puede ser protegido por el ejército aniquilador de ese Estado, porque lo único que hacen los militares es sembrar dolor y cosechar odio, incluso contra nosotros en tanto judíos y judías.

Nuestro judaísmo no está amenazado por quienes alzan su voz en solidaridad con Palestina sin importar raza, etnia, capacidad física, identidad de género o generaciones.

Nuestro judaísmo es una de esas voces y sabe que en ese coro reside, tanto nuestra seguridad, como nuestra liberación colectiva.

Nuestro judaísmo es el judaísmo del Séder de Pesaj: la ceremonia que nos reúne para compartir la comida y el vino con los seres queridos y también con los extraños. El ritual que es inherentemente portátil, nómada, suficientemente liviano para llevarlo en la espalda, que no necesita se nada, sólo de nosotros: donde no hay muros, ni templo, ni rabino, sólo la labor devota de cada uno de nosotros, incluso –especialmente– la del niño más pequeño. La fiesta de Séder es una tecnología de la diáspora, si alguna vez la hubo, hecha para el duelo colectivo, la contemplación, el cuestionamiento, la memoria y la regeneración del espíritu revolucionario.

Así que miremos a nuestro alrededor. Éste, aquí, es nuestro judaísmo. Mientras las aguas suben y los bosques arden y nada es seguro, oremos ante el altar de la solidaridad y la ayuda mutua, sin importar el costo.

No necesitamos, ni queremos el falso ídolo del sionismo. Queremos liberarnos del proyecto que comete genocidio en nuestro nombre.

Liberarnos de una ideología que no tiene ningún plan para la paz, más allá de las negociaciones con sus vecinos, petro-estados asesinos y teocráticos, mientras vende al mundo las tecnologías del robo-asesinato.

Busquemos liberar al judaísmo de un etnoestado que quiere que los judíos tengan miedo permanente, que quiere que nuestros hijos vivan con miedo, que quiere que creamos que el mundo entero está en nuestra contra para que corramos hacia su fortaleza y nos cobijemos bajo su cúpula de hierro, o al menos para mantener el flujo de armas y donaciones.

Ese es el ídolo falso.

Y no sólo se trata de Netanyahu, es el mundo que él creó y el que lo creó a él: es el sionismo.

¿Que somos? Nosotros, en estas calles desde hace meses y meses, somos el éxodo. El éxodo del sionismo. Y a los Chuck Schumers[1] de este mundo, no les decimos: “Dejen ir a mi pueblo”. Les decimos: “Ya nos hemos ido. ¿Y tus hijos? ahora están con nosotros, a nuestro lado.



[1] 1. Líder de la mayoría demócrata en el Senado de Estados Unidos, articulador clave para aprobar una ayuda extra estadounidense de 26 mil millones de dólares a Israel. 
 
 

 

* Naomi Klein es columnista y escritora colaboradora de The Guardian en Estados Unidos. Es profesora de justicia climática y codirectora del Centro para la Justicia Climática de la Universidad de Columbia Británica. Su último libro, Doppelganger: A Trip into the Mirror World, se publicó en septiembre. 
 

PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR
EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA: ÍNDICE

 

jueves, 25 de abril de 2024

3. Jonathan Ben-Menachem/ Soy un estudiante judío en Columbia. No creas lo que te dicen sobre el “antisemitismo universitario”: PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA

 

Publicado originalmente en Zeteo
el 23/04/2024
Versión al Español: Zyanya Mariana)


Jonathan Ben-Menachem*
Soy un estudiante judío en la universidad de Columbia. No crean lo que se les dice acerca del “antisemitismo universitario”



“Reprochable y peligroso”. "Simpatizantes terroristas".
“No es el Berlín de 1938.
Estamos en el 2024, en la Universidad de Columbia, Nueva York”.



La Casa Blanca, los Republicanos del Congreso y los presentadores de noticias quieren hacernos creer que el campus de la Universidad de Columbia se ha convertido en un foco de violencia antisemita, pero la realidad es muy diferente. Como estudiante judío en Columbia, me deprime tener que corregir el apunte y explicar cuál es el verdadero riesgo a nuestra seguridad. Todavía no puedo creer cómo los acontecimientos en el campus de los últimos días han sido tergiversados, cínica e histéricamente, por los medios de comunicación y por nuestros representantes electos.

La semana pasada, la coalición Apartheid Divest (CUAD) de la Universidad de Columbia, grupo que representa a más de 100 organizaciones estudiantiles, incluidos grupos judíos, organizó el Campamento de Solidaridad con Gaza, una protesta universitaria pacífica en solidaridad con Palestina. CUAD se reactivó este año, después de que la universidad suspendiera a los grupos Estudiantes por la Justicia en Palestina y Voz Judía por la Paz el otoño pasado. En la mañana del miércoles, cientos de estudiantes acamparon en el jardín sur de la universidad de Columbia. Prometieron quedarse hasta que la universidad finalizara contratos e inversiones con empresas beneficiadas por sus vínculos con Israel. Los manifestantes oraron, cantaron, comieron pizza y condenaron la complicidad de la universidad en los ataques de Israel a Gaza. Hubo contra-manifestantes que ondearon banderas israelíes cerca del campamento, sin embargo, desde mi punto de vista, el campus permaneció en calma.

La universidad de Columbia respondió imponiendo un estado policial en miniatura. Un día después de que se formara el campamento, el presidente de la universidad, Minouche Shafik, pidió y autorizó la entrada, del Departamento de Policía de Nueva York, para despejar el césped y subir a 108 estudiantes –entre ellos varios estudiantes judíos– a autobuses del Departamento Correccional que los retendrían en la sede del Departamento de Policía de Nueva York. Una estudiante judía me dijo que ella y sus compañeros manifestantes fueron esposados con bridas durante ocho horas y retenidos en celdas donde compartían un baño sin privacidad. El jefe de patrulla del Departamento de Policía de Nueva York, John Chell, dijo más tarde al periódico de la universidad de Columbia, Columbia daily Spectator que “los estudiantes que fueron arrestados eran pacíficos, no ofrecieron resistencia alguna y decían lo que querían decir de manera pacífica”.

Desde entonces, decenas de estudiantes universitarios han sido expulsados de sus dormitorios sin previo aviso. Barnard College, una filial de Columbia, sólo les dio 15 minutos a los estudiantes para recuperar sus pertenencias, después de regresar de la celda se encontraron desalojados.

Los estudiantes suspendidos no pueden regresar al campus y están teniendo dificultades para acceder a alimentos y/o atención médica. Los estudiantes que siguen el Shabat y no usan dispositivos electrónicos en sábado, se vieron obligados a depender de la tecnología para obtener alimentos y alojamiento de emergencia. Esta represión fue la mayor violencia infligida a nuestro alumnado en décadas. Les imploro, como lo hace nuestro capítulode Voz Judía por la Paz, que reconsideren si el arresto de estudiantes judíos nos mantiene a nosotros y a Columbia a salvo.

Las difamaciones de la prensa y de personas influyentes proisraelíes, que han presentado acusaciones de antisemitismo y violencia contra estudiantes judíos, son una peligrosa distracción de las verdaderas amenazas a nuestra seguridad. Vi a políticos comparar a los organizadores estudiantiles con los neonazis y exigir un despliegue de la Guardia Nacional, ignorando aparentemente las vidas perdidas en Kent State y Charlottesville, y con muy poca respuesta de los medios nacionales. Ésta es una forma repulsiva de autoengaño que sólo puedo entender como una forma de preservar las relaciones con donantes influyentes. Los llamados a una vigilancia más estricta en nuestro campus ponen en peligro a los estudiantes judíos y amenazan las operaciones habituales de la universidad de manera mucho más grave que las protestas pacíficas.

Es cierto, que a pesar de que los organizadores de la CUAD rechazan como fundamento la intolerancia y el odio, eso no ha impedido que actores no relacionados aprovechen la oportunidad para acosar de manera vergonzosa a estudiantes judíos con declaraciones grotescas o antisemitas. Yo condeno el antisemitismo —lo cual debería parecer obvio ya que yo mismo lo he experimentado muchas veces. (Es probable que esto no impida que el controvertido profesor de la Escuela de Negocios de Columbia, Shai Davidai, me llame kapo). Pero las acciones, a menudo fuera del campus, de unos pocos individuos no afiliados, no caracterizan esta campaña disciplinaria estudiantil. Los esfuerzos por conectar estos incidentes ofensivos, pero relativamente aislados con el movimiento de protesta pro palestino, reflejan una estrategia más amplia para deslegitimar toda crítica a Israel.

Este discurso nacional sobre el “antisemitismo universitario” alcanzó su climax el fin de semana en el Campamento de Solidaridad con Gaza, cuando los organizadores de la CUAD dirigieron sesiones de oración conjuntas entre musulmanes y judíos y honraron mutuamente a sus muertos. Esto es algo sano y sobre todo humano: no merece titulares sensacionalistas que difunden que los miembros de la Ivy League odian a los judíos.

El lunes, me uní a mis compañeros, cientos de estudiantes, en una huelga en solidaridad con el campamento; escuchamos respetuosamente que un grupo igualmente numeroso de profesores de Columbia realizaba una manifestación en las escaleras de la biblioteca. Francamente, no sentí el ambiente muy diferente al de la huelga más reciente de mi sindicato en el campus; me sentí inspirado nuevamente por el compromiso de mis colegas de hacer de la universidad de Columbia un mejor lugar, más seguro para trabajar y estudiar.

Más tarde esa noche, se celebró un servicio del Séder de Pesaj en el campamento. ¿Un movimiento estudiantil antisemita daría la bienvenida a los judíos de esta manera? Yo creo que no.

Esto es lo que no te dicen: las amenazas más apremiantes a nuestra seguridad como estudiantes judíos no provienen de las tiendas de campaña en el campus. En cambio, sí provienen de la administración de la universidad de Columbia impulsando la entrada de la policía al campus, de ciertos miembros del profesorado y de terceros que engañan a los estudiantes universitarios. Francamente, lamento el hecho de que escribir para confirmar la seguridad de los estudiantes judíos de la Ivy League. No he visto a muchos expertos lamentarse por la seguridad de mis colegas palestinos que lamentan la muerte de familiares o la destrucción de las queridas universidades de Gaza.

Desconfío de un discurso histérico en el campus –alegremente amplificado por muchos de los mismos charlatanes que han convertido “DEI” en un insulto– que desvía la atención de la matanza en curso en la Franja de Gaza y de la violencia de los colonos en la Cisjordania ocupada. Deberíamos centrarnos en la realidad material de la guerra: las municiones que nuestro gobierno está enviando a Israel, que matan a miles de palestinos, y la participación de estadounidenses en la violencia. Olvídense de la gente marginal y de los agitadores externos: los organizadores de la CUAD, que están detrás de las protestas universitarias, han insistido, con razón, en que su demanda más importante a la administración de Columbia implica la desinversión y una atención sostenida a la situación en Palestina.


No estamos solos. Los campus universitarios de todo EstadosUnidos han seguido el ejemplo de Columbia. Por eso, tengo la esperanza de que todos podamos aprender de sus ejemplos para mantenernos lúcidos sobre lo que está en juego en esta crisis y centrarnos en la violencia real que se está perpetrando en nuestros nombres.



* Jonathan Ben-Menachem, es estudiante de doctorado en la Universidad de Columbia.



PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR
EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA: ÍNDICE

 

 

miércoles, 24 de abril de 2024

ÍNDICE: PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA



Gaza está en llamas
madres palestinas
madres israelíes
lloran.

Ella vivía en un barrio
y una mañana todo estaba ardiendo
y las hogueras salían de la tierra
y por las calles corría la sangre de los niños

Todos los ejércitos son iguales
y marchan jóvenes alegremente a la gloria
y regresan viejos entrelazados a la muerte
y la sangre de sus manos no se puede lavar

en un rincón de la tierra, la madres lloran
desde el río hasta el mar, lloran
(fragmento)

:ZM



Imagen ganadora del World Press Photo.
Del fotoperiodista palestino Mohammed Salem.
(Inas Abu Maamar, de 36 años, abraza el cuerpo inerte de su sobrina de cinco años.
17 de octubre de 2023 en el hospital Nasser de Gaza)


1. Ariel Feldman/ Gaza: sobre sionismo, judaísmo, racismo y barbarie

2. Yanis Varoufakis/ El discurso por el que me prohibieron en Alemania

3. Jonathan Ben-Menachem/ Soy un estudiante judío en Columbia. No creas lo que te dicen sobre el “antisemitismo universitario”

4. Noemi Klein/ Necesitamos un éxodo del sionismo

viernes, 19 de abril de 2024

Cine: Dune (2021-2024) de Denis Villeneuve (3/3)


 

 

Dune
Denis Villeneuve
Basada en Dune de Frank Herbert
Estados Unidos, 2021 y 2024

 

En el desierto sin agua, he lavado a mis hermanos con arena,
he cavado el azeka y los he acostado del lado derecho,
con la faz vuelta hacia la Meca.

: Cantos de los oasis del hoggar
(tradición oral de los tuareg)


 

Dune, segunda parte (2024) inicia con una escena que bien podría ser una metáfora de lo que sucede hoy en Medio Oriente: Glossu Rabban, llamado también la Bestia, golpea a uno de sus generales y le recuerda que los habitantes del desértico planeta Arrakis, los Fremen, no son seres humanos, sino ratas. La lógica colonial de deshumanizar a una población para poderla exterminar mejor y adueñarse de su territorio y riqueza, está presente en la historia de Dune. El destino de Rabban también profetiza el destino de personajes como Netanyahu, utilizados para el trabajo sucio como el genocidio, y luego desechados por el poder. Pero regresemos a la historia.

            Después de la guerra de exterminio contra los Artreides, Rabban ha sido designado por su tío, el barón Vladimir Harkonnen, patriarca de la casa Harkonnen, como encargado de gobernar Arrakis. No es cosa fácil, Rabban debe aumentar la producción de la Melange (asegurar pétroleo y gas para Europa) y acabar con las revueltas de los habitantes autóctonos del planeta (palestinos). Por eso, la segunda parte de Dune se centra en el desierto y en la vida y costumbres de los Fremen (free men). Una amalgama (vestuarios, constumbres, palabras) de las singularidades y características de los hombres del desierto (palestinos, árabes, drusos, kurdos, tuaregs, bereberes, persas...).

            Arrakis, gobernado por los Shai-Hulud, gusanos de arena, ha convertido a los Fremen en un pueblo único. Su vida está marcada por las dunas, los gusanos y la falta de agua. Los guerreros bailan arítmicamente sobre las dunas y cabalgan a los gusanos. Utilizan los dientes monstruosos para la elaboración de cuchillos sagrados y la orina como camino hacia lo sagrado. La orina, que otros llaman Melange, se usa como especie en la comida y como agua de muerte y resurrección. El agua es sagrada, no se desperdicia, ni el sudor ni las lágrimas. La de los vivos, se mantiene en circulación gracias a unos trajes especiales; la de los muertos, se acumula dentro de las oquedades de la montaña. ¡A ningún Fremen se le ocurriría el crimen de mezclar agua limpia con excremento en los inodoros!

            En la película, el agua es una totalidad que se confunde con la Melange y compite con el absoluto del desierto. Ella, con su azul intenso, es veneno y transformación; ella, como líquido corpóreo, es sobrevivencia; ella, como caudal acumulado de los ancestros, es trascendencia. Ella, es muerte y rito encarnado por la dama Jessica. Más allá de la profecía que la sororidad de las Bene implantaron en el inconsciente colectivo de los Fremen; el agua, la Melange y la Dama Jessica representan un antiguo arquetipo religioso: La madre cosmos, la madre tierra, la madre agua, la madre mujer con un niño en brazos. La madre con el hijo muerto en brazos, como la escultura de la Piedad de Miguel Ángel en el Vaticano, como la foto del fotoperiodista palestino Mohammed Salem (la cual tiene los mismos colores azul y ocre, que usa Villeneuve). Este arquetipo primitivo, en términos mesiánicos, se convierte en la madre y su hijo el Mesías, el esperado, el mensajero de una nueva era. Así, en la secuencia de las dos películas, Paul pasa de muchacho ingenuo a el muadbib del desierto. En efecto, el arco del personaje de Paul Artreides, que va de la ingenuidad en la primera parte, al maquiavelismo y control de una población para su venganza en la segunda parte, es multi interpretativo.

    Al respecto, Villeneuve ha dicho, en diferentes entrevistas, que ha seguido el reproche y análisis que Herbert hace de las figuras mesiánicas a partir de la transformación de Paul en Muad'Dib. En realidad, nos gusta olvidar que todo héroe, si vive largo se convierte en tirano. El ejercicio del poder, y cierta idea exaltada que tienen los héroes de sí mismos, incluso los de Marvel, les corrompen el espíritu y la mente. Solemos olvidar que si Aquiles, Héctor, Alejandro y el Che Guevara, no llegaron a ser tiranos fue porque murieron jóvenes.

            No es la primera vez, que una película, con mesías blancos, convierte al desierto en un personaje con igual o mayor protagonismo que los actores principales. Antes del desierto de Arrakis de Villeneuve; antes del desierto de Tatooine de George Lucas, existió el desierto árabe de David Lean. Este director británico hizo de las dunas una encarnación de lo absoluto. Las presentó como un tapete de arena coronado por unas inmensas formaciones rocosas que desprendían calor y mostraban la limpieza del desierto bajo el sol radiante. Quizás por ello, Villeneuve utiliza las mismas dunas, las mismas piedras y la misma psicología cromática que la película de Lean. Los azules militares que plantean el contexto de Thomas Edward Laurence —Arab Bureau (inteligencia británica) estacionada en el Cairo— y el origen de los Artreides —un Caladan de azules acuosos— se oponen a la paleta de rojos que colorean el desierto, y al blanco y negro que determina a los Harkonnen.

            En 1962, esa película de más de cuatro horas, sin estrellas, sin mujeres, sin ninguna historia de amor, sin muchas escenas de acción, cara y rodada en el desierto ganó siete Oscares; seis Globos de oro y cuatro Baftas. Todas las academias incluyeron el premio a la mejor película y dirección. La película se llamó Laurence de Arabia y narra la participación de Thomas Edward Lawrence, oficial y escritor británico, en la Gran revuelta árabe (1916-1918) contra el Imperio Otomano. En la película se ve como los territorios prometidos al chérif Hussein por los británicos, han sido previamente negociados. El chérif y otros jefes árabes soñaban con un Estado que iría de Alepo, en Siria, hasta Aden, en Yemen, casi la extensión del creciente fértil en Medio oriente, pero este sueño panislamista nunca se materializó. Los acuerdos Sykes-Picot, firmados el 16 de mayo de 1916, contemplaban dividir la región en cinco zonas de influencia y control administrativo: dos para Francia, dos para Inglaterra y una quinta zona, Palestina, de administración internacional. Así, la lucha árabe, que se desarrolla en el desierto —un personaje más de la película—es traicionada por los británicos. La traición incluye a un arabizado Laurence que peleó junto a las tribus árabes implementando tácticas de guerrilla, que hoy calificaríamos de terroristas. En su momento, la película fue considerada un alegato contra el imperialismo inglés, Dune, segunda parte (2024), también puede ser leída como una crítica al imperialismo de Estados Unidos y su política de guerra en Medio Oriente. Justamente, en esa misma región y desierto que atravesó Laurence de Arabia.

            En entregas pasadas explicaba que el temor del Imperio a los Artreides (Rusia) y sus posibles alianzas es viejo, pero más viejo es el temor de Occidente al Mundo islámico (Fremen). El Islam, como otredad, puebla los relatos medievales que entrelazan amor y Cruzadas. En las novelas de caballería, mahometanos armados aparecen a veces como aliados y a veces como enemigos. El Occidente naciente, en cambio, los empuja a la inferioridad. Otelo, el Moro de Shakespeare, a pesar de sus talentos en el combate, es descrito por Yago, como un salvaje de piel obscura que no merece la mano de Desdémona, la hija del Dux veneciano. Por su parte, los ilustrados, siguiendo a Voltaire, llamarán a los creyentes de Alá, islamista. En el siglo XX, el término se confundirá con ideología política, cultura de salvajes, despotismo y últimamente como actos terroristas. Con la caída del muro de Berlín y la URSS, el nuevo enemigo será el Islam, según Huntington el teórico estadounidense, una civilización enfrentada a Occidente ("Clash of civilizations" (Foreign Affairs, 1992). Este orientalismo, deshilado y denunciado por Edward Said en su libro Orientalismo (1978), Kissinger lo utilizaba para señalar dos tipos de conocimiento, para él los únicos posibles: el que busca adentro y el que busca afuera.

            En su libro Orden mundial (World Order Penguin Books, 2014), Kissinger afirmaba que a diferencia de Occidente, que desarrolló un compromiso hacia la idea de que el mundo era externo al observador y que el conocimiento se obtenía por medio de la recolección y la clasificación de la información de afuera; el mundo islámico concibió la idea contraria. Entendía, según Kissinger, que el mundo se comprende por medio de la experiencia religiosa (interna) del creyente. 
            Este argumento tiene varias falacias. Para empezar, el Islam es una religión heterogénea, como la cristiandad (ortodoxos, católicos, diversas ramas protestantes). Tiene pueblos de diversos orígenes (turcos, persas, árabes, indios, beréberes...), tiene diferentes ramas (chiítas, sunitas, wahabitas...) y varios misticismos (sufismos múltiples, fuentes  zoroástricas y las interpretaciones del Corán). Y a diferencia de lo que se cree comúnmente, su difusión no fue vía la guerra (la Yihad) sino vía el comercio. Hoy por hoy, es la religión con más conversiones adultas. Por otra parte, el Islam puede ser muy práctico, Mahoma lo era.

        En su clasificación, Kissinger simplifica hasta esconder lo complejo. Olvida que el chiismo se ha alimentado del zoroastrismo, la primera religión mesiánica del planeta, prima del hinduismo. Que en Asia, en general, pienso particularmente en China y Japón, la naturaleza es la única verdadera fuente de conocimiento, no los especialistas ni el método científico.  Que la existencia es un constante equilibrio entre el  mundo interior y el contexto. Los Fremen de Herbert y de Villeneuve, se parecen a los múltiples pueblos del Islam. Como ellos son diversos y pragmáticos. Han logrado sobrevivir a las leyes del desierto, pero también son un pueblo de creyentes que ven en Paul (afuera) las esperanzas de un mundo venidero mejor (adentro).

            Sin embargo, para Kissinger, y para Occidente en general, ver a los Fremen como un pueblo de fanáticos siguiendo el liderazgo de paul-Muad'Dib, un Harkonnen-Artreides, el enemigo, es casi una necesidad. Por ello, la película de Villeneuve puede leerse como una convocatoria a la guerra santa, tan deseada por Israel. En ese sentido, la lectura aparentemente crítica sería a las figuras mesiánicas y a los pueblos que se dejan manipular por ellas. Sin embargo, también puede leerse como un engarce de arquetipos visuales que anuncian, como lo hizo Laurence de Arabia en su momento, el fin del imperial monocrático de los Estados Unidos y el declive de Occidente.

             Al final de la película, el Padishah Emperador, Shaddam IV de la Casa Corrino, antes de inclinarse ante Paul, le confiesa que instigó la muerte de su padre y amigo, Leto Atreides, porque este era débil, gobernaba con el corazón. Se sabe que el Duque de los Atreides prefería, en el juego de la política, la diplomacia, incluso con los Fremen, al enfrentamiento directo. Esto le había permitido acumular suficiente influencia dentro del Landsraad. Increíblemente, el hacer político de Leto Artreides o de Putin o de Xi Jinping es mucha más cercano a la figura de Kissinger que a cualquier halcón de Washington y a la agenda actual de guerra en Medio Oriente.

 ZM

Tercera y última parte


Primera parte

Segunda parte 

Tercera parte


miércoles, 17 de abril de 2024

2. Yanis Varoufakis/ El discurso por el que me prohibieron en Alemania: PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA

Yanis Varoufakis*
El discurso por el que me prohibieron en Alemania
Traducción: Pedro Perucca 



En los últimos días, el Ministerio del Interior de Alemania emitió un «betätigungsverbot» en mi contra, una prohibición de cualquier actividad política, que incluye no solo la prohibición de visitar Alemania sino también la de participar en eventos por Zoom organizados en el país. Ni siquiera se puede reproducir un vídeo mío en actos alemanes. Los problemas empezaron en serio la última semana, cuando la policía alemana irrumpió en un local de Berlín para disolver nuestro congreso sobre Palestina, organizado por el Movimiento Democracia en Europa 2025 (DiEM25). Juzguen ustedes mismos en qué tipo de sociedad se está convirtiendo Alemania si su policía prohíbe los sentimientos que se exponen a continuación.



My Berlin speech on Palestine that I never could deliver because German police invaded


 
Enhorabuena y gracias de corazón por estar aquí, a pesar de las amenazas, a pesar de la férrea policía fuera de esta sede, a pesar de la panoplia de la prensa alemana, a pesar del Estado alemán, a pesar del sistema político alemán que os demoniza por estar aquí.

«¿Por qué un congreso palestino, señor Varoufakis?», me preguntó recientemente un periodista alemán. Porque, como dijo una vez Hanan Ashrawi, «no podemos confiar en que los silenciados nos cuenten su sufrimiento».

Hoy, la razón de Ashrawi ha cobrado una fuerza deprimente, porque no podemos confiar en los silenciados, que también son masacrados y pasan hambre, para que nos cuenten las masacres y el hambre.

Pero también hay otra razón: porque un pueblo orgulloso y decente, el pueblo de Alemania, es conducido por un camino peligroso hacia una sociedad despiadada al hacerle asociarse con otro genocidio llevado a cabo en su nombre, con su complicidad.

No soy judío ni palestino. Pero me siento increíblemente orgulloso de estar aquí entre judíos y palestinos, de unir mi voz por la paz y los derechos humanos universales a las voces judías por la paz y los derechos humanos universales, a las voces palestinas por la paz y los derechos humanos universales. Estar juntos hoy aquí es la prueba de que la coexistencia no sólo es posible sino que ya está aquí.

«¿Por qué no un congreso judío, señor Varoufakis?», me preguntó el mismo periodista alemán, imaginando que se hacía el listo. Agradecí su pregunta.

Porque si un solo judío se ve amenazado, en cualquier lugar, por el mero hecho de ser judío, llevaré la estrella de David en la solapa y ofreceré mi solidaridad, cueste lo que cueste, cueste lo que cueste.

Así que seamos claros: si los judíos fueran atacados, en cualquier parte del mundo, yo sería el primero en solicitar un congreso judío en el que dejar constancia de nuestra solidaridad.

Del mismo modo, cuando los palestinos sean masacrados por ser palestinos —bajo el dogma de que para ser muertos y palestinos, deben haber sido de Hamás— me pondré mi keffiyeh y ofreceré mi solidaridad cueste lo que cueste, cueste lo que cueste.

Los derechos humanos universales o son universales o no significan nada.

Con esto en mente, respondí a la pregunta del periodista alemán con algunas de las mías:

-¿Dos millones de judíos israelíes, que fueron expulsados de sus hogares e internados en una prisión al aire libre hace ochenta años, siguen encerrados en esa prisión al aire libre, sin acceso al mundo exterior, con alimentos y agua mínimos, sin posibilidad de llevar una vida normal ni de viajar a ninguna parte, mientras son bombardeados periódicamente durante estos ochenta años? No.

-¿Están los judíos israelíes siendo matados de hambre intencionadamente por un ejército de ocupación, con sus hijos retorciéndose en el suelo, gritando de hambre? No.

-¿Hay miles de niños judíos heridos sin padres supervivientes arrastrándose entre los escombros de lo que fueron sus hogares? No.

-¿Están siendo bombardeados los judíos israelíes por los aviones y bombas más sofisticados del mundo? No.

-¿Están sufriendo los judíos israelíes un completo ecocidio de la poca tierra que aún pueden llamar suya, sin que les quede un solo árbol bajo el que puedan buscar sombra o cuyos frutos puedan saborear? No.

-¿Asesinan hoy francotiradores a niños judíos israelíes por orden de un Estado miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)? No.

-¿Son expulsados hoy los judíos israelíes de sus hogares por bandas armadas? No.

-¿Está Israel luchando hoy por su existencia? No.

Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas fuera afirmativa, hoy estaría participando en un congreso de solidaridad judía.

Hoy nos habría encantado celebrar un debate decente, democrático y mutuamente respetuoso sobre cómo llevar la paz y los derechos humanos universales a todos, v judíos y palestinos, beduinos y cristianos- desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo con personas que piensan de forma diferente a nosotros.

Lamentablemente, todo el sistema político alemán decidió no permitirlo. En una declaración conjunta que incluye no sólo a la CDU-CSU (Unión Demócratacristiana-Unión Socialcristiana de Baviera) y al FDP (Partido Democrático Libre), sino también al SPD (Partido Socialdemócrata), a los Verdes y, sorprendentemente, a dos líderes de Die Linke (La Izquierda), el espectro político alemán ha unido sus fuerzas para garantizar que un debate civilizado como éste, en el que podemos estar en desacuerdo, nunca tenga lugar en Alemania.

Yo les digo: queréis silenciarnos, prohibirnos, demonizarnos, acusarnos. Por eso no nos dejan otra opción que responder a sus ridículas acusaciones con nuestras propias acusaciones racionales. Ustedes han elegido esto, no nosotros.

Ustedes nos acusan de odio antisemita. Nosotros los acusamos de ser los mejores amigos del antisemita al equiparar el derecho de Israel a cometer crímenes de guerra con el derecho de los judíos israelíes a defenderse.

Ustedes nos acusan de apoyar el terrorismo. Los acusamos de equiparar la resistencia legítima a un Estado de apartheid con las atrocidades contra civiles que siempre condené y condenaré, las cometa quien las cometa: palestinos, colonos judíos, mi propia familia, quien sea. Los acusamos de no reconocer el deber del pueblo de Gaza de derribar el muro de la prisión abierta en la que lleva encerrado ochenta años y de equiparar este acto de derribar el muro de la vergüenza, que no es más defendible de lo que lo fue el Muro de Berlín, con actos de terror.

Ustedes nos acusan de trivializar el terror del 7 de octubre de Hamás. Los acusamos de trivializar los ochenta años de limpieza étnica de palestinos por parte de Israel y la erección de un férreo sistema de apartheid en todo Israel-Palestina. Los acusamos de trivializar el apoyo a largo plazo de Benjamin Netanyahu a Hamás como medio para destruir la solución de dos Estados que ustedes afirman favorecer. Los acusamos de trivializar el terror sin precedentes desatado por el ejército israelí sobre la población de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este.

Ustedes acusan a los organizadores del congreso de hoy de estar, y cito, «poco interesados en hablar de las posibilidades de coexistencia pacífica en Oriente Próximo con el trasfondo de la guerra en Gaza». ¿Lo dicen en serio? ¿Perdieron la cabeza?

Los acusamos de apoyar a un Estado alemán que es, después de Estados Unidos, el mayor proveedor de las armas que el gobierno de Netanyahu utiliza para masacrar palestinos como parte de un gran plan para hacer imposible una solución de dos Estados y la coexistencia pacífica entre judíos y palestinos. Los acusamos de no responder nunca a la pregunta pertinente que todo alemán debe responder: ¿Cuánta sangre palestina debe correr antes de que se lave su justificada culpa por el Holocausto?

Así que seamos claros: estamos aquí en Berlín con nuestro congreso palestino porque, a diferencia del sistema político alemán y de los medios de comunicación alemanes, condenamos el genocidio y los crímenes de guerra independientemente de quién los perpetre. Porque nos oponemos al apartheid en la tierra de Israel-Palestina, independientemente de quién tenga la sartén por el mango, al igual que nos opusimos al apartheid en el Sur de Estados Unidos o en Sudáfrica. Porque defendemos los derechos humanos universales, la libertad y la igualdad entre judíos, palestinos, beduinos y cristianos en la antigua tierra de Palestina.

Y para que tengamos aún más claras las preguntas, las legítimas y las malignas, que debemos estar siempre dispuestos a responder:

¿Condeno las atrocidades de Hamás?

Condeno todas y cada una de las atrocidades, sea quien sea el autor o la víctima. Lo que no condeno es la resistencia armada a un sistema de apartheid diseñado como parte de un programa de limpieza étnica que arde lenta pero inexorablemente. Dicho de otro modo, condeno todo ataque contra civiles y, al mismo tiempo, celebro a cualquiera que arriesgue su vida para derribar el muro.

¿Acaso Israel no está librando una guerra por su propia existencia?

No, no lo está. Israel es un Estado dotado de armas nucleares, con el ejército quizá más avanzado tecnológicamente del mundo y la panoplia de la maquinaria militar estadounidense a sus espaldas. No hay simetría con Hamás, un grupo que puede causar graves daños a los israelíes pero que no tiene capacidad alguna para derrotar al ejército de Israel, ni siquiera de impedir que Israel siga aplicando un lento genocidio de palestinos bajo el sistema de apartheid que se erigió con el apoyo de larga data de Estados Unidos y la Unión Europea.

¿No está justificado que los israelíes teman que Hamás quiera exterminarlos?

Por supuesto que sí. Los judíos han sufrido un Holocausto que fue precedido por pogromos y un antisemitismo profundamente arraigado que impregnó Europa y América durante siglos. Es natural que los israelíes vivan con el temor de un nuevo pogromo si el ejército israelí se repliega. Sin embargo, al imponer el apartheid a sus vecinos y tratarlos como subhumanos, el Estado israelí aviva el fuego del antisemitismo y fortalece a palestinos e israelíes que sólo quieren aniquilarse mutuamente. Al final, sus acciones contribuyen a la terrible inseguridad que consume a los judíos en Israel y en la diáspora. El apartheid contra los palestinos es la peor autodefensa de los israelíes.

¿Y el antisemitismo?

Siempre es un peligro claro y presente. Y debe ser erradicado, especialmente entre las filas de la izquierda global y los palestinos que luchan por las libertades civiles palestinas en todo el mundo.

¿Por qué los palestinos no persiguen sus objetivos por medios pacíficos?

Lo hicieron. La OLP (Organización para la Liberación de Palestina) reconoció a Israel y renunció a la lucha armada. ¿Y qué obtuvieron por ello? Humillación absoluta y limpieza étnica sistemática. Eso es lo que alimentó a Hamás y la encumbró a los ojos de muchos palestinos como la única alternativa a un lento genocidio bajo el apartheid de Israel.

¿Qué debería hacerse ahora? ¿Qué podría traer la paz a Israel-Palestina?

–Un alto el fuego inmediato.

-La liberación de todos los rehenes: los de Hamás y los miles retenidos por Israel.

-Un proceso de paz, en el marco de la ONU, respaldado por el compromiso de la comunidad internacional de poner fin al apartheid y salvaguardar la igualdad de libertades civiles para todos.

En cuanto a lo que debe sustituir al apartheid, corresponde a israelíes y palestinos decidir entre la solución de dos Estados y la solución de un único Estado federal laico.

Amigos, estamos aquí porque la venganza es una forma perezosa de dolor.

Estamos aquí para promover no la venganza sino la paz y la coexistencia entre Israel y Palestina.

Estamos aquí para decir a los demócratas alemanes, incluidos nuestros antiguos camaradas de Die Linke, que ya se han cubierto de vergüenza durante demasiado tiempo, que dos errores no hacen un acierto y que permitir que Israel se salga con la suya con crímenes de guerra no va a mejorar el legado de los crímenes de Alemania contra el pueblo judío.

Más allá del congreso de hoy, en Alemania tenemos el deber de cambiar la conversación. Tenemos el deber de convencer a la inmensa mayoría de los alemanes decentes de que lo que importa son los derechos humanos universales. Que nunca más significa nunca más para nadie. Judíos, palestinos, ucranianos, rusos, yemeníes, sudaneses, ruandeses… para todos en todas partes.

En este contexto, me complace anunciar que el DiEM25, partido político alemán inspirado en el MERA25, estará en las boletas de las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mes de junio, buscando el voto de los humanistas alemanes que anhelan un miembro del Parlamento Europeo que represente a Alemania y denuncie la complicidad de la UE en el genocidio, una complicidad que es el mayor regalo de Europa a los antisemitas en Europa y más allá.

Los saludo a todos y sugiero que nunca olvidemos que ninguno de nosotros es libre si uno de nosotros está encadenado.




*Yanis Varoufakis economista, catedrático universitario, político, escritor y bloguero griego. En 2015 fue elegido diputado del Consejo de los helenos en las elecciones parlamentarias por la Coalición de la Izquierda (SYRIZA) y luego nombrado ministro de finanzas de Grecia. Fue miembro del primer gabinete del gobierno de Alexis Tsipras, desde el 27 de enero, hasta su dimisión, el 6 de julio de 2015, por diferencias con la posición del gobierno griego frente a la troika europea en el marco de la Crisis de la zona euro. Este artículo nace de la prohibición por parte del gobierno alemán de visitar el país, participar, incluso en videoconferencias, para eventos políticos organizados en Alemania dado su alegato en favor de la humanidad y la justicia en Palestina.




PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR
EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA: ÍNDICE
















jueves, 11 de abril de 2024

Cine: Dune (2021-2024) de Denis Villeneuve (2/3)

 

Jodorowsky’s Dune Concept Art
Includes Brilliant Work By H.R. Giger And Chris Fo


Dune

Denis Villeneuve

Basada en Dune de Frank Herbert

Estados Unidos, 2021 y 2024



Nunca, cuando es la vida la que se va,

se ha hablado tanto de civilización y de cultura
 
:Antonin Artaud

 

A finales de los años setenta, Carl Sagan, astrónomo y divulgador científico, fue invitado a un programa de televisión para hablar de la película de Star WarsEn el programa de The Tonight Show, Sagan comentó que le parecía un hecho extraño que seres humanos, iguales a los del planeta tierra, poblaran la galaxia fílmica. Añadió que en en términos de evolución eso era imposible. Con sorna, se dijo sorprendido al comprobar que sólo los humanos de raza blanca dominaban el Imperio y dirigían a los rebeldes.

            Lo mismo podría decirse de la película de Villeneuve. A pesar de la belleza y las imágenes polifónicas, incluso contradictorias que engarzan la película, Dune sigue perteneciendo al imaginario de Hollywood: facismos en blanco y negro; políticos deshumanizados y antropófagos; ordenes religiosas de brujas poderosas; pueblos de los confines salvajes y riquezas custodiadas por monstruos. Es decir, las mitologías de Occidente, desde Heródoto hasta Hollywood, pasando por el imaginario monoteísta (judíos, cristianos y musulmanes). 

    Quizás las imágenes psicodélicas y esotéricas propuestas en el cine de Alejandro Jodorowsky (El topo, 1970; La montaña sagrada, 1973), hubieran variado ligeramente el mundo de Dune. Nunca lo sabremos, la película protagonizada por Salvador Dalí, Orson Welles, Mick Jagger y Gloria Swanson, con música de Pink Floyd y Magma, nunca se filmó, pero algo de esa idea estrambótica se materializó en otros proyectos. Pienso en El incal (1980 a 1988) una pequeña obra maestra de la novela gráfica con guión de Jodorowsky e ilustraciones de Moebius, pero sobre todo pienso en  el storyboard de la película.
    Me desvió un poco para contar
la historia de lo que vox populi dice ser "la mejor versión de Dune que jamás se filmó". En 1975, después del éxito de la Montaña sagrada, Jodorowski —mi místico de pacotilla preferido— quiso hacer la película de Dune. Para el equipo creativo unió al dibujante Moebius; al artista plástico, H.R. Giger y Dan O´Bannon como guionista y supervisor de efectos especiales. Este dream team se completó con Chris Foss, ilustrador de portadas de libros de ciencia ficción, al que Jodorowski solicitó el diseño de naves en forma de animales-máquina y naves-útero que funcionaran como portales, o mecanismos del alma, para el renacimiento de los personajes en otras dimensiones. Se dice que esos 3000 dibujos y fotos del storyboard preconfiguraron decenas de trabajos míticos del cine fantástico y de ciencia ficción. Desde La guerra de las galaxias (1977) hasta Alien (1979), pasando por Indiana Jones: en busca del arca perdida (1980), Flash Gordon (1980); He man and the master of the universe (1987); Contac (1997) y Prometheus (2012) entre otras. Lo cierto es que ese story board, que se llegó a pensar mítico e inexistente, producto de la fantasía de Jodorowski, fue vendido en 2.660.000 euros, en una subasta de Christie´s en 2021. Casi 110 veces su cifra de salida costó la epopeya melancólica.

            Digo melancólica, porque Dune no es la épica griega de un guerrero que muere joven, como Aquiles o Héctor. No es la historia cristiana de El Señor de los anillos, donde una alianza entre Elfos puros, enanos valientes y Hobbits candorosos derrocan a Mordor, el mal absoluto. Tampoco es el relato protestante de un superhombre al estilo Marvel que salva a la humanidad de los enemigos de Occidente. No, Dune no es una epopeya gloriosa entre buenos y malos, sino la lucha de la luz y de la sombra, al estilo Zoroástrico, que anida dentro de todo ser vivo.

            Es también una metáfora de la política actual, en clave de arquetipos: Paul es el héroe joven, blanco y barbado, que convoca la guerra y anida en su corazón la tiranía; Paul y su madre son el arquetipo de la virgen con el niño en brazos que deviene dogma y destrucción del no creyente. Mientras que los fremen, son los salvajes que viven en los confines del mundo junto a monstruos y riquezas. Esos arquetipos que pueblan lo que he llamado la estructura herodotiana[1], siguen vigentes en el imaginario occidental y en la política exterior de postguerra diseñada por Kissinger. Por eso la película también puede leerse en claves políticas.

            En ese sentido, la historia es simple y narra la fragilidad de un imperio y su moneda fiduciaria conocida como la especie o Melange, una droga que se utiliza en las transacciones comerciales de la galaxia. A diferencia de los petrodólares, nuestra moneda fiduciaria desde los años 70, la especie también sirve para los intercambios humanos y espirituales, pues trastoca la consciencia. La fuerza militar del Imperio, los Sardaukar, provienen de un planeta de presos y recuerda los soldados surgidos de las minorías, los negros, los migrantes y de los presos en las cárceles de Estados Unidos. La Cofradía espacial, monopolio en el transporte interestelar, inmortaliza a las Compañías europeas de las Indias orientales que dominaron el comercio hasta el siglo XX. La CHOAM está calcada en los organismos internacionales de posguerra, como el Banco mundial, que sirven como poleas de chantaje económico utilizando los préstamos, los intercambios comerciales y la divisa fiduciaria. Finalmente, el Landsraad es un cuerpo político supranacional que representa todas las casas del universo conocido. Un organismo paralelo a la ONU, pero más poderoso. Valdría la pena recordar que la ONU tiene menos credibilidad, obediencia y miembros que la FIFA. 

            Pero regresemos a la película. Dune primera parte  (2021), explica cómo el Padishah Emperador (EU) sostenido por lo militar , lo económico, y los organismos internacionales teme perder el control de la especie. Sospecha del poder creciente de la casa Artreides (Rusia) y sus posibles alianzas con otras casas del Landsraad e incluso con los Fremen (el Islam). Por eso decide provocar una guerra entre los Harkonnen y los Artreides; dos poderosas casas rivales (viejo Occidente). Para poder acabar con los Artreides, el Emperador los saca de su inexpugnable y fértil planeta Caladan, ofreciéndole a su amigo el Duque Leto Atreides, el feudo de Arrakis, único lugar donde se produce la especie, también llamada Melange. Todos saben — los Harkonnen, el emperador Shaddam IV Corrino e incluso los Artreides — que aceptar la concesión y el feudo de Arrakis es una trampa, pero la casa Artreides no se opone al fatum político. Lo acepta suponiendo que puede cambiar con sus alianzas el destino.      Una vez instalados en el planeta desértico, los Harkonnen y los Sardaukar, vestidos de Harkonnen, atacan a los Artreides hasta exterminarlos. Sin embargo, Paul, hijo del Duque, y su madre, la dama Jessica —educada en la Orden Bene Gesserit y esposa del Duque— escapan al desierto donde son cobijados por los Fremen.

             A diferencia de Dune, donde los Harkonnen asesinan al duque de Leto, los continuos fracasos políticos y militares en Ucrania no han conseguido aislar a Rusia ni destruir la popularidad de Putin entre los rusos. Antes de que se me acuse de pro rusa por equiparar a los Artreides con los rusos, me gustaría hablar de los signos de Occidente y del artículo que Robert Kagan escribiera en febrero del 2017 para la revista de geopolítica Foreign Policy: "El advenimiento de la Tercera Guerra Mundial" ("Backing Into World War III"). En el artículo, el analista y asesor político norteamericano advierte del posible advenimiento de la Tercera Guerra Mundial, ante el expansionismo territorial, el creciente militarismo y la política hegemónica de Rusia (en Europa del Este) y de China (sobre las islas Spratleys, Paracels y Senkaku). Los compara con la Alemania nazi —el mal absoluto en el imaginario occidental y en Hollywood— y el Japón expansionista de la primera mitad del siglo XX. Les llama "poderes revisionistas" y los acusa de estar insatisfechos con el orden internacional establecido después de la caída del muro de Berlín. Concluye, diciendo que estas potencias emergentes aprovechan la debilidad y la laxitud de las democracias occidentales para adoptar una actitud nacionalista, militarista y cada vez más belicosa. ​

            Kagan no es cualquier asesor político. Fue confundador del Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC, Project for the New American Century 1997-2006) un think tank neoconservador que buscaba consolidar la Pax Americana; una política de intervención en el mundo. Según sus críticos, pretendía la hegemonía militar y económica de los Estados Unidos sobre la Tierra, el espacio y el ciberespacio. Lo cierto es que su esposa, Victoria Nuland, diplomática de carrera, lobista del complejo militar-industrial y arquitecta de la guerra de Ucrania, es famosa por su diplomacia de injerencia: "dondequiera que vaya Nuland, sigue la guerra", se dice en las redes. Nuland instigó el bombardeo de la OTAN en Yugoslavia en 1999, sin aprobación del consejo de seguridad de la ONU; junto a John McCain, participó en la guerra de Afganistán (2001), en la invasión a Irak (2003) y en 2011, en la guerra de Libia, Siria y Yemen. En 2014, conspiraban juntos para derrocar a Víctor Yanukovich, el presidente de Ucrania que se oponía al ingreso en la OTAN.

            Huelga decir, que en el "imaginario americano" el esclavismo negro forma parte de sus raíces, es sistémico; que el héroe por excelencia es el cowboy solitario en territorio agreste; que los rusos son sus rivales imperiales desde los acuerdos de Breton Woods hasta el día de hoy; y que el Islam es un peligro civilizatorio. Por ello, hacer patria es conquistar territorios al estilo del oeste (forrajido o cowboy); odiar a los negros; rivalizar con los rusos y temer los 1900 millones de musulmanes, quienes desde diferentes culturas, orígenes y pueblos creen en someterse a un dios llamado Alá y a su profeta Mahoma. Esta historia de imaginarios bélicos occidentales está limitada a los monoteísmos. Deja fuera las mitologías de Asia y sus dos madres culturales India y China; a la inmensa África y al esplendor cultural del viejo continente americano, desde donde yo, una pagana, escribe. Carl Sagan diría que es chovinista y deja fuera la diversidad cósmica, yo añadiría que la película de Villeneuve, a pesar de su belleza, sólo se mira el ombligo. Olvidamos que más allá del imaginario monoteísta, existen otras religiones y miradas del tiempo. Que el mundo es ancho y diverso.

ZM 

Segunda parte