lunes, 3 de diciembre de 2018

Cine: Roma Alfonso Cuarón







Roma
Alfonso Cuarón
México 2018



A María Elena, 
porque sin su presencia y las labores que realiza en mi casa, yo no podría escribir esta nota, ni ninguna otra.



La última película de Cuarón, Roma, recientemente premiada con el León de oro en el Festival de Venecia, no es una historia tradicional con cabeza, cuerpo y cola, sino una serie de bellísimas viñetas en blanco y negro que recuerdan La dolce vita de Fedérico Fellini (1960), umbral del cine neorealista italiano. Si Fellini, siguiendo los pasos de Marcelo (Mastroianni), un mujeriego con sueños de escritor, reconstruye por episodios, un día en la vida de Roma, la capital italiana; Cuarón recrea su propia Roma, un año en la vida de una familia de clase media urbana mexicana, a partir de viñetas alrededor de Cleo; una Yalitzia Aparicio que interpreta a una empleada doméstica venida de la mixteca. No es un año cualquiera el que sucede en Roma, sino aquel que va de la primavera de 1970 al verano de 1971.



En esta tercera película mexicana, filmada 27 años después de su debut como director con la película Sólo con tu pareja y 18 años después de su éxito Y tu mamá también, al premiado cineasta (Oscar por Gravity 2013), no le interesa profundizar ni en el temblor de abril de 1970 ni en la matanza del jueves de Corpus; cuando un grupo de paramilitares, conocido como los Halcones y creados por Echeverría pocos años antes (1966 o 1968), reprimió y mató a universitarios en una manifestación estudiantil. Tampoco le interesa ahondar en  los diálogos, ni en los personajes, ni siquiera en las tres protagonistas femeninas Cleo, Adela (Nancy García García) y la señora Sofía (Marina de Tavira), pues la película es una serie de gestos poéticos, de recuerdos infantiles, de memoriosas imágenes de un México que aparentemente se fue y, sin embargo, no ha cambiado nada. De ahí, que no concluya como una historia clásica sino como un continuum donde los aviones y la modernidad siguen pasando sobre los patios, llenos de cacá de perro, que mujeres anónimas siguen limpiando.



A pesar de una aparente falta de profundidad en los diálogos, de presencia de arquetipos en vez de personajes, y de un ritmo lento, la película es un poema en movimiento, lleno de símbolos, de metáforas, de verdades acalladas. Carece de palabras pero revela tanto la educación fílmica del autor el neorrealismo italiano que no usaba actores profesionales sino gente común, no sólo aparece en la escena del embotellamiento antes de llegar al halconazo como en 8 y medio 1963, sino en ese mar último, vasto silencioso y baustimal que recuerda el final de La strada 1954, ambas de Fellini, así como fragmentos de películas estrenadas en el México de su infancia (2001:Odisea del espacio de Kubrick, 1968) y programas televisivos (Siempre en domingo presentando a Zovek jalando un carro, el mismo personaje disfrazado que entrena a los halcones); mezclado todo con estructuras sociales ignominiosas. Pienso en la secuencia donde el padre estaciona con esmero, música de concierto de fondo, un Ford galaxie en la cochera mientras la familia lo observa con respeto; y aquellas donde la joven Cleo “ayuda” al patrón con sus maletas o carga el equipaje de la familia entera de vacaciones en la playa. Si la primera escena revela el culto al coche que se tiene en la sociedad mexicana, particularmente los hombres, porque representa el poder del patriarca sobre la familia —tener un coche te convierte en señor—; la segunda habla de la opresión que las clases pudientes ejercen sobre los empleados. Sin embargo, ninguna secuencia tan reveladora como aquella donde una abuela “patrona buena gente”, lleva a la empleada doméstica embarazada a comprar una cuna y posteriormente al hospital público, donde se descubre que ignora los datos más elementales de esa mujer que cuida de sus nietos.





Insisto, no estamos frente a personajes sino arquetipos: la abuela, vieja matrona, de cuerpo torpe; la señora de la casa que sufre; “las muchachas” que aman y sirven de manera incondicional; el marido que se va con una mujer joven; el chofer que solícito abre la puerta del coche; los sirvientes que festejan, entre mezcales y bailes populares, el año nuevo en el submundo al que se llega bajando unas escaleras rulfianas, mientras la clase alta baila con fatuidad los ritmos de moda; los extranjeros liberados y modernos; el terrateniente y su gusto por las armas y la caza; el porro lleno de carencias y voluntad de salir adelante al costo que sea; el músico pobre, greñudo, marihuano y buena gente.



Empero, estos arquetipos son suficientes para entender la triste realidad política y social del México que plasma la película: un PRI mexiquense que inició un linaje de corrupción con el maestro Hank González (un abandonado y pobre Estado de México al que llega Cleo buscando al novio), y se perpetuó hasta la presidencia de Peña Nieto, o una “guerra sucia” que inicia con los desamparados convertidos en paramilitares (jóvenes disciplinados vía las artes marciales) y continúa hoy con jóvenes convertidos en policías o militares involucrados en la desaparición y muerte de otros jóvenes. Peor aún, las bellísimas escenas poéticas, con gran maestría y técnica por parte de Cuarón, son suficientes para avergonzarse de las estructuras sociales y económicas, entre ricos blancos y pobres morenos, que permean todo el país y se sintetizan en el gesto amoroso y silencioso de Cleo arriesgando su vida para salvar la vida de sus patrones chiquitos. 



Una pequeña joya de la cinematografía, que nos recuerda que el cine mexicano no sólo es capaz de retratar el mundo del narco o la comedia amorosa, sino que puede expresar cosas trascendentales e incluso generar semillas de cambio y consciencia. Una pena que las grandes cadenas mexicanas de cine, cinépolis y la muda cinemex, le hayan dado la espalda al oficio y la cara a los intereses corporativos. 


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viernes, 2 de noviembre de 2018

CRÓNICAS MESTIZAS; México se escribe con X

ZyanyaM

La muerte toma siempre la forma de la alcoba
que nos contiene.
Xavier Villaurrutía

Hijas y ofrenda 2009

 

Me asalta la muerte de Levy Strauss (2009), mientras hacemos tamales para la fiestas de muertos. Siguiéndolo a él, mis obsesiones han sido las estructuras, esas que van más allá de los dogmas y las clasificaciones del bien y del mal; esas que unen en parentesco y lealtad a dos familias más por matrimonio y alianza que por un origen en común. Pensando en la estructuras, que en México son viejas y pesadas, hacemos tamales para los muertos y sentamos alrededor de una mesa al clan, al elegido y al de sangre. Esta vez, por puritito antojo, siguiendo la tradición de la Costa chica, de donde viene mi hija adoptiva (sólo lo que dure la universidad), hemos decidido hacerlos de camarón seco, guajillo, hierba Santa y comino, el todo envuelto en hoja de plátano. En cambio los dulces, que sólo llevan masa y piloncillo, serán envueltos en hoja de maíz.
Tamales de frijol con hierba santa para el 6 de enero

Como en todas nuestras tradiciones, honramos en la persistencia (en la tangente etnocentrista) el vaivén y la multitud de mestizajes que nos componen. Del pacífico viene el camarón, del centro el guajillo, de la sierra mixteca la Hierba Santa, del Islam (turco o sunita) el comino y, de los confines asiáticos, las hojas plataneras. Sin embargo no hay que olvidar que a México los plátanos llegaron vía áfrica, con los primeros esclavos encargados de la caña de azúcar. A ello le añado el maíz, ese cereal que a diferencia del trigo, autosuficiente, necesita del hombre para reproducirse. Paralelo a nuestros antiguos dioses, el maíz no es autónomo; necesita la sangre del hombre, su trabajo y sudor, para multiplicarse.



Ofrenda 2016

Siguiéndolo a él y sus estructuras, levantamos un arco lleno de flores de cempasuchitl: naranjas, olorosas y de 400 pétalos, infinitas pues. Lo escoltan, a cada flanco del arco, dos columnas de flores blancas, este año elegí gladiolas para decirles a mis muertos que no sólo los recuerdo y honro; este año también los extraño. Bajo este templo de flores, efímero, se resguardan los muertos y los alimentos: están en fotos los padres de mi padre, el padre de mi madre y más abajo, en las raíces, mi abuela niña rodeada de sus padres, tías y abuela. Una foto de principios de siglo XX. Los rodean las velas, una por cada espíritu; los alimentos frescos, vivos o recién hechos (frutas, dulces, camote en piloncillo, tamales, pan de muerto) y también los pequeños vicios y placeres públicos (cigarros, tantito tequila para brindar o una cerveza). Junto a los alimentos terrenales no puede faltar el agua que siempre fluye, la sal para alejar a los malos espíritus y convocar el linaje y, el sahumerio caliente, para purificar, con el humo del copal, los cuatro rumbos cardinales. Ahí, en esa mesa de tres pisos, está mi heredad, mi herencia y seguramente mis herejías.

Paisaje alteño
Foto Efraín Ascencio 2009

Arandas, los Altos de Jalisco, Jalisco Foto Efraín Ascencio 2011

Mi madre, proveniente de otra región más blanca, más católica y judaizante de origen (los altos de Jalisco) se limitará a decir, como cada año: “que bonita tradición”, alejando con sus palabras el rito que convoca a la familia purépecha y mestiza de mi padre. Mientras mi hija, ya con 6 años, participará activamente de los preparativos. Trae la sonrisa orgullosa del niño que es parte de los ritos adultos. Amasará la harina con el aceite hasta darle consistencia; con sus deditos extenderá la masa en las hojas de plátano y tomará con el cucharón (demasiado grande para ella) dos o tres camarones con salsa, luego doblará la hoja, como el ritual Origami japonés, hasta lograr un pequeño rectángulo verde. Más tarde, en la mesa, exigirá su lugar en los honores “qué rica comida”, “yo ya soy cocinera”, y así será, ya es grande pues. Olvidará, por unos momentos, la fiesta celta que los norteamericanos han convertido en dulces de Halloween que tocan a la puerta. Sólo unos instantes, pues nosotros en México, al fin y al cabo mestizos, incluimos en lo sagrado lo otro (da lo mismo, desde la antigüedad, tener 1000 dioses que 1001), así mi hija podrá abrir la puerta de la casa para repartir dulces entre los niños que felices tocarán a nuestra vivienda.

"De tul el cielo"
Foto Efraín Ascencio 2017


Mujeres alteñas
Foto Efraín Ascencio 2017

En casa se levanta una ofrenda al estilo Michoacán, nuestro linaje (vía mi padre y mi abuela) proviene de allá, aunque yo sea chilanga y mi rostro tenga dejos de “alteña”, la región de mi madre. Digo lo de la ofrenda y su origen porque no todas las ofrendas son iguales, ni tampoco todo el país tiene la costumbre. Cuando era niña, la ofrenda era mal vista, “costumbre de indios”, decían, y eso significaba el atraso, la barbarie, lo imperdonable. Allende que la identidad nacional se había forjada con las películas del Indio Fernández, a quien le gustaba retratar el bajío con sombrero y traje charro. Mi familia no era de antropólogos, ni de humanistas, sino de migrantes pueblerinos en busca del milagro industrial. "La revolución les hizo justicia". Así que mi padre casándose con mi madre estudió, se modernizó e intentó borrar todo vestigio indio de su existencia. Pero la historia social y personal es un pendúlo, lo que se fue ya viene y lo que se negó resucita…
Caballito, San Cristóbal de las Casas
Foto Efraín Ascencio 2016



Niño huichol y violín
Foto Efraín Ascencio 2016



Todas las fotos en blanco y negro son del fotógrafo jaliscience, Efrn Ascencio Cedillo, radicado en san Cristóbal de las Casas, Chiapas, y quien amablemente permitiió su reproducción. 


Zyanya Mariana



viernes, 26 de octubre de 2018

Cine: El hijo de Saúl Nemes







El hijo de Saúl
Lászlo Nemes
Hungría 2015

Revista Siempre 2018*

“Es mi hijo”, declara Saúl. “Saúl no tiene hijos”, cuestiona en voz alta su amigo Abraham. El médico nazi ordena abrir el pedazo (Stück), como se nombra a los cadáveres en el campo, pero Saúl un judío húngaro miembro del Sonderkommando —unidad especial de deportados judíos especializados en organizar la matanza de judíos—, roba el cuerpo; lo envuelve con cuidado, lo esconde en su dormitorio, busca un rabino para darle simbólica sepultura e incluso, en plena huida, desliza su chamarra debajo de la cabeza del cuerpo envuelto, en un gesto inútil y elocuente. Así, eligiendo a un hijo, un adolescente que había sobrevivido a las cámaras de gas, buscando su entierro ritual y caminando a contra corriente, de lo eficiente hacia lo sagrado; Saúl invierte la lógica y la ley que reina en los campos de concentración.

Saúl Aüslander es el muriente, como lo nombra Didi-Huberman, el filósofo de arte, en la carta que le escribe, Sortir du noir (Minuit, 2015), al joven director László Nemes. El Hijo de Saúl, su primer largometraje, que ganara el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes y el Oscar a la mejor película extranjera en el 2016. Saúl, el personaje principal, es interpretado por Géza Röhrig —poeta húngaro, quien publicara dos poemarios acerca de la Shoa al reencontrar la fe de sus padres después de visitar Auschwitz—, es también un extranjero por elección y por apellido destinal (Aüslander). Un muerto viviente que se salva a sí mismo eligiendo, en vez de la sobrevivencia sin significado, cuidar de un cadáver cual hijo y dejarlo ir por el río sin haber sido profanado (ver al hijo partir es el destino de todo padre), y sonreír, al final de todo, porque la existencia humana tuvo sentido.

A partir de la ficción, Nemes nos revela los posibles acontecimientos ocurridos en el otoño de 1944 al interior de los campos de concentración, dadas las cuatro fotografías históricas tomadas por un prisionero polaco que integran la narración, pero siempre desde la mirada que los deportados podían tener sobre los otros deportados, los únicos posibles sobrevivientes. Entre ellos, se encuentra Saúl, nuestro guía. 
Desde la primera escena, con la nuca de Saúl siempre en primer plano y las imágenes desfiguradas, el espectador testimonia con un sonido clínico y atroz, la muerte colectiva de cientos de personajes en una cámara de gas. Más que un guía la cámara nos convierte en Saúl que siempre mira al suelo, a lo pequeño y al otro que esconde en su interior un rabino. Somos Saúl, el abandonado de todo y de todos, el que nunca mira de frente, ni de manera panorámica aunque su búsqueda lo lleve por las diferentes aéreas de la estructura infernal organizada por seres humanos.

A esta estructura, donde “los hombres parecen estar de más”, Hannah Arendt la señaló como el germen de los regímenes totalitarios. A partir de 5 artículos para el NY Times que siguen el juicio de Adolf Eichman, responsable directo de la Solución final, particularmente en Polonia, Hannah Arendt publica en 1963 Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal. En el libro, reflexiona acerca de la personalidad del juzgado y el mal. Afirma que Eichmann no era un «monstruo» o un «genio del mal » como lo definía la prensa y sus lectores, sino un tipo normal; un burócrata preocupado por el cumplimiento de las órdenes. Concluye, para estupor de sus viejos colegas alemanes-israelíes, que las acciones de Eichmann son fruto de la subordinación de la cual es víctima un individuo dentro de un régimen totalitario. De hecho, las relaciones de los prisioneros judíos dentro del Kommando reproducían el lenguaje y la brutalidad de la organización Nazi. De ahí “la banalidad del mal”, explica Hannah Arendt, que termina siendo parte de un sistema burócrático.
             
Siguiendo el pensamiento de Arendt y de Adorno, 35 años después, el sociólogo polaco Sygmunt Bauman publica Modernidad y holocausto (Sequitur 1998), donde afirma que el Holocausto no es un hecho singular, ni una regresión a la barbarie, sino una estructura moderna e ilustrada (racional) que se expresó en el centro mismo de la cultura que lo creó. Es decir, que no importa si la ganancia proviene de fábricas de jabones, de la industria cárnica o de campos de exterminio; mientras la organización sea eficiente y con ganancias no importa si se exterminan seres humanos o se desaparecen.
e iendo el pensamiento de Arendt y de Adorno, donde afirma que euida personajes en una c
En esta época de nacionalismos y racismos crecientes, de campos de producción alimenticia cruel, de migraciones masivas, de bombardeos a civiles para controlar recursos, de “monstruos” feminicidas, de asociaciones delictivas y criminales, ver la película El Hijo de Saúl se convierte en un imprescindible recordatorio de lo que hemos construido los últimos 30 años como sociedades que han perdido lo sagrado.

Zyanya Mariana
Octubre 22 y 2018
*Esta nota debió aparecer en la Revista Siempre el 25 de octubre del 2018. Sin embargo, el cierre repentino del suplemento cultural "La cultura en México", nos ha dejado huérfanos a sus colaboradores. Aquí una una nota al respecto.   


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La cultura en México, LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA


El hecho de que [...] encontremos un refugio en Siempre!
no es, en modo alguno, un hecho fortuito. 
Esta revista, asilo tradicional de perseguidos, 
lejos de construir un refugio del sectarismo, un coto cerrado, 
una manifestación de ciertos intereses, demuestra, 
en una hora difícil para la convivencia humana, 
que en sus páginas pueden tener cabida y resonancia 
las voces más dispares, los criterios más encontrados 
[...] reunir esas opiniones, hacer que se manifiesten sin inquisiciones ni censuras, es expresar a la nación 
como un todo y no como una de sus partes [...] 
Fernando Benítez

 
 Primera portada de la Revista Siempre, 27 de junio 1953, diseño Antonio Arias Bernal
La imagen representa a el Quijote y a la Venus de Milo,
quizás Pagés Llergo y la bailarina Simone Claris,
pues el Quijote será el emblema que ilustre todos los aniversarios de la revista.



Para Ricardo Muñoz Munguía,
editor generoso


Esta semana, bajo la dirección de Beatris Pagés, cerró la sección de la Revista Siempre, "La cultura en México". El gesto pregona la repetición de los ciclos, de los berrinches de la casta política y empresarial de un México que, a pesar de los sesentas y un 68, se niega a dejar el imaginario de los años 40.


Portada de diciembre de 1963


La revista Siempre nació a mediados del siglo XX (junio 27 y 1953), la fundaron
los periodistas tabasqueños Regino Hernández Llergo y el también cronista de guerra, José Pagés Llergo (1910-1989), en una época de revistas informativas dirigidas por periodistas y no por empresarios. En efecto, la revista privilegiaba el quehacer periodístico y no el análisis de especialistas de las ciencias políticas, tan de moda hoy. Era y fue una mirada particular del mundo y los hechos. Su primera edición fue una provocación y un hito en la sumisa y vertical prensa mexicana. Publicaron una fotografía donde se veía a la hija del ex presidente Miguel Alemán, Beatriz Alemán, mirando con desaprobación, como su esposo, Carlos Girón, miraba con picardía y lascivia el trasero semidesnudo de la bailarina Simone Claris, en Paris. Originalmente la foto fue publicada en la revista Hoy, semanario dedicado a la fotografía, el 25 de abril de 1953, provocando enojo en la casta política y un desenlace anunciado: la renuncia del director Pagés al semanario. Este incidente originó el semanario que se convertiría, posteriormente, en plaza pública donde desfilaron plumas plurales y extremas.


Aquí París…! Gran sensación ha provocado en la capital francesa, la ex estrella del Casino de París, Simone Claris, que ahora se presenta en el Carrolls, con una nueva versión de la Danza de los Siete Velos, pero en la que usa solamente uno, y muy relativamente.
En la foto, observando muy atentamente, el licenciado Carlos Girón y su señora esposa, Beatriz Alemán de Girón, hija del ex presidente Miguel Alemán.
Revista Hoy, abril 25 y 1953


La sección cultural tuvo la misma historia. Un suplemento singular “México en la cultura”, creado por Fernando Benítez, en el periódico Novedades se publicó semanalmente de 1949 hasta que lo cesaron en 1962. Al respecto el periodista cultural y escritor explicó: La situación del suplemento en el periódico siempre fue muy difícil. En 1958, la publicación en primera plana con dibujos de Elvira Gascón, del poema de John Donne, llamado “Going to bed”, traducido por Octavio Paz, casi me costó el cese. Se me acusó de hacer pornografía y de manchar la reputación del diario. La reproducción de “Las tres gracias”, de Rubens, provocó la cólera de don Alejandro Quijano, el director que no dirigía el diario. Me dijo que su mujer, al mirar aquella inmundicia, había tirado el suplemento, y al pisotearlo, colérica, se dislocó el tobillo. Cualquier innovación provocaba reproches y censuras. El fin llegó al ocuparnos de la Revolución China y sobre todo de la Cubana. En diciembre de 1961 se me cesó del modo más arbitrario y despótico



Cartel de poesía #8, Ilustración de Elvira Gascón para el poema "La ciudad" de Kavafis, 1980
Universidad Autonóma Metropolitan, UAM

 

De la moralina social mexicana, anclada en los 40, podríamos llenar páginas, sólo diremos que gracias a ella “La cultura en México”; Benítez, y una idea del periodismo cultural, llegó a la Revista Siempre; se organizó bajo la dirección de Gastón García Cantú (1917-2004) y el diseño del enorme Vicente Rojo (1932-). Toda una época.

El suplemento cambió de editores, de plumas y de artistas, pero permaneció, a pesar del tiempo que todo erosiona y, sobretodo, a pesar de las nuevas tecnologías que lo obligaron al cambio. Esta semana, sin embargo, los colaboradores nos acostamos con la noticia de su desaparición. 

Al respecto, su editor Ricardo Muñoz Munguía escribe: Un tremendo golpe, otro más, recibe la cultura de este país. La Lic. Beatriz Pagés, directora de la revista "Siempre!", me dio aviso de que el suplemento que he editado por dos décadas de manera ininterrumpida pero, sobre todo, el de mayor tradición de México, el que se iniciara con Fernando Benítez y después, entre otros, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Margarita Michelena, Ignacio Solares..., ha llegado a su final.
Me hubiera encantado tener la oportunidad de hacer un suplemento más de "La Cultura en México" para despedirnos pero no fue posible, de hecho, el número correspondiente a esta semana ya no fue incluido.
Siento muchísimo dar esta noticia porque, sin duda, es una desgracia que los espacios dedicados a la cultura sean desaparecidos como si la raíz de nuestra esencia sólo merezca el olvido.

No deja de sorprenderme la repetición de los hechos, por un lado el periodismo es atacado por diversos frentes, los periodistas críticos de hoy se enfrentan a perder el trabajo o ser asesinados. Cabe recordar que del año 2000 hasta febrero 2018 fueron asesinados 134 periodistas y 20 desaparecidos según la CNDH, convirtiéndonos en uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Por otro lado, la cultura y lo humano parecen innecesarios para las élites eficientistas y neoliberales de este país cambiante.
Sólo me queda abrazar solidariamente a todos los que colaboramos en la “Cultura en México” y desear que esto sólo sea un inicio de otras aventuras. Acaso, no dicen por ahí, que los Sanchos y los Quijotes echaron a andar enfrentando molinos de viento?

martes, 16 de octubre de 2018

Cine/Teatro: Entre Ortigas




Entre ortigas
Gabriela Ynclán
México 2018

Revista Siempre*


Para Gaby,
maestra, amiga y guía


Este 30 de septiembre de 2018, en el teatro Rodolfo Usigli, Gabriela Ynclán cumplió 30 años como dramaturga estrenando la obra Entre Ortigas. A un año del #MeToo, en plena ola verde de liberación femenina y a 50 años de la matanza del 2 de octubre; esta pieza, dirigida por la también dramaturga y poeta Edna Ochoa, deshila la tragedia cotidiana de los viejos matrimonios —una Alicia Labra y un espléndido Álvaro Espinoza festejando 50 años de actuación; representando el vínculo de nuestros abuelos que tras años de convivencia y secretos invertían los papeles, el uso del poder y saldaban cuentas.

Esta verdad femenina, otrora silenciada, cierra en lo íntimo, en la familia, el ciclo crítico al poder capitalista y patriarcal que Gabriela Ynclán iniciara hablando del 68 en  Nomás que salgamos, dirigida por Wilebaldo López y estrenada en la UAM-Xochimilco en 1988.

            50 años políticos y 30 años después de la fársica Cuarteto con disfraz y serpentina (1993) dirigida por el inolvidable maestro Solé; de Escaleno (1995) escrita antes de que la palabra queer se integrara al vocabulario; después de los desencantados y divertidos cuentos Humor de amor (1999), y después de la crítica a los empresarios sin linaje y conocimiento plasmados en Aristeminis en Tacuba, pieza traducida y montada en Francia como Aristeminis en cité (2004).

Y es que la obra de Gabriela Ynclán está trastocada por la historia del país, no es casual que haya escrito y montado cerca de la mina de carbón Pasta de Conchos en la región Nueva Rosita de Coahuila La Endiablada: ¡Ese diablo de la Mina!, para recordar con las familias de los mineros muertos y enterrados, la decisión de Grupo México de no salvarlos como se hiciera en Chile.

            Gabriela Ynclán dice que llegó tarde al teatro. Miente, aunque no llegó joven a la dramaturgia pues comparte las palabras con la investigación pedagógica y el placer de enseñar. Muchos hemos sido sus alumnos. En realidad, ella nació en el teatro y proviene del linaje de los Inclán, la familia con mayor tradición teatral en este país.

Como la dramaturgia de Gabriela, el quehacer de los Inclán revela ríos profundos del México contemporáneo. Los fundadores del clan fueron María de Jesús Delgado y Miguel Inclán García, actor y director que dirigía una compañía de teatro itinerante antes de la revolución. Una alternativa cultural para los más pobres. La pareja tuvo dos hijos, el extraordinario Miguel Inclán, actor, director y libretista a quien le gustaba reunir bajo las carpas, esa estructura física pórtatil, a toda la familia Inclán- Padilla- Zayas para representar comedias y programas de variedad. En el cine dejó huella y entre los múltiples papeles de villano que encarnó, quizás el más entrañable y terrible sea el del resentido y libidinoso ciego “Don Carmelo” en la mítica cinta de Buñuel Los olvidados (1950). Cómo olvidar a su hermana Lupe Inclán, quien debutó en 1919 en el teatro con una obra que exaltaba la figura de Porfirio Díaz, ya en ese entonces odiado por la opinión pública. A finales de los 30, entraría a la pantalla grande interpretando a una mezquina ranchera en Allá en el Rancho Grande (1936). Cómo olvidarla como la abnegada y rezongona criada de Acá las tortas (1951). Lupe tuvo dos hijas gemelas, Gloria Alicia y Elena Inclán que decidieron desde los 12 años dedicarse a la farándula. Después de "chinampear" (ir de gira para obtener experiencia), trabajaron en la carpa Procopio formando una pareja cómica de baile y canto. Gloria Alicia hacía de hombre y Elena de mujer. Tuvieron mucho éxito como vedettes y vieron surgir, a un lado y otro de la avenida de Niño Perdido, hoy Eje Central, muchas carpas post revolucionarias donde se iniciaron personajes como Cantinflas, Tin tan y los populares Resortes y Clavillazo. Gloria Alicia, que dicen siempre se distinguió por un singular sentido del humor, tuvo cuatro hijos, Rafael, Alfonso, Gabriela y Ana Luisa. Aunque todos aprendieron a caminar y hablar en el escenario sólo Rafael Inclán se convirtió en actor y su hermana Gabriela Ynclán en dramaturga. Muy posiblemente eso signifique la Y que diferencia su apellido, el vínculo de la otredad teatral. Felicidades Gabriela por 30 años y más.

Zyanya Mariana
Octubre 1 y 2018


*La nota apareció en la Revista Siempre el 6 de octubre del 2018, aquí el enlace
 



                           GABRIELA YNCLÁN




                           ALVARO ESPINOZA



miércoles, 3 de octubre de 2018

¿Quién ordenó todo ésto?, LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA

Zyanya Mariana




Eran las seis y diez. Un helicóptero
sobrevoló la plaza.
Sentí miedo.

Cuatro bengalas verdes.

Los soldados
cerraron las salidas.

Vestidos de civil, los integrantes
del Batallón Olimpia
–mano cubierta por un guante blanco–
iniciaron el fuego.

En todas direcciones
se abrió fuego a mansalva.

Desde las azoteas
dispararon los hombres de guante blanco.
Disparó también el helicóptero.



Rectoría en memoria del 2 de octubre de 1968, Universidad Nacional Autónoma de México
Foto: Sergio Mejía Ontiveros

#2DeOctubreNoSeOlvida

#CaminamosSobreLosHuesosDeNuestrosDesparecidos



Eran las seis y diez. Un helicóptero
sobrevoló la plaza.
Sentí miedo.

Cuatro bengalas verdes.

Los soldados
cerraron las salidas.

Vestidos de civil, los integrantes
del Batallón Olimpia
–mano cubierta por un guante blanco–
iniciaron el fuego.

En todas direcciones
se abrió fuego a mansalva.

Desde las azoteas
dispararon los hombres de guante blanco.
Disparó también el helicóptero.

Se veían las rayas grises.
Como pinzas
se desplegaron los soldados.
Se inició el pánico.

La multitud corrió hacia las salidas
y encontró bayonetas.
En realidad no había salidas:
la plaza entera se volvió una trampa.

–Aquí, aquí Batallón Olimpia.
Aquí, aquí Batallón Olimpia.

Las descargas se hicieron aún más intensas.
Sesenta y dos minutos duró el fuego.

–¿Quién ordenó todo esto?

Los tanques arrojaron sus proyectiles.
Comenzó a arder el edificio Chihuahua.

Los cristales volaron hechos añicos.
De las ruinas saltaban piedras.

Los gritos, los aullidos, las plegarias
bajo el continuo estruendo de las armas.

Con los dedos pegados a los gatillos
le disparan a todo lo que se mueva.
Y muchas balas dan en el blanco.

–Quédate quieto, quédate quieto:
si nos movemos nos disparan.

–¿Por qué no me contestas?
¿Estás muerto?

–Voy a morir, voy a morir.
Me duele.
Me está saliendo mucha sangre.
Aquél también se está desangrando.

–¿Quién, quién ordenó todo esto?

–Aquí, aquí Batallón Olimpia.

–Hay muchos muertos.
Hay muchos muertos.

–Asesinos, cobardes, asesinos.

–Son cuerpos, señor, son cuerpos.

Los iban amontonando bajo la lluvia.
Los muertos bocarriba junto a la iglesia.
Les dispararon por la espalda.

Las mujeres cosidas por las balas,
niños con la cabeza destrozada,
transeúntes acribillados.

Muchachas y muchachos por todas partes.
Los zapatos llenos de sangre.
Los zapatos sin nadie llenos de sangre.
Y todo Tlateloco respira sangre.

–Vi en la pared la sangre.

–Aquí, aquí Batallón Olimpia.

–¿Quién, quién ordenó todo esto?

–Nuestros hijos están arriba.
Nuestros hijos, queremos verlos.

–Hemos visto cómo asesinan.
Miren la sangre.
Vean nuestra sangre.

En la escalera del edificio Chihuahua
sollozaban dos niños
junto al cadáver de su madre.

–Un daño irreparable e incalculable.

Una mancha de sangre en la pared,
una mancha de sangre escurría sangre.

Lejos de Tlatelolco todo era
de una tranquilidad horrible, insultante.
–¿Qué va a pasar ahora, qué va a pasar?
José Emilio Pacheco
Las voces de Tlatelolco




LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA, 
¿Quién, quién ordenó todo esto?



A mi hija, 
que sus senderos bifurcados 
sigan confluyendo un dos de octubre, 
50 años después





Es posible afirmar que, desde el siglo XVI, —en realidad desde 1494 cuando en la provincia de Valladolid se firma el Tratado de Tordesillas a fin de evitar conflictos de intereses entre la Monarquía Hispánica y el Reino de Portugal— el planeta está organizado como un “Sistema-mundo”. El término que acuñara Braudel, y posteriormente utilizara su discípulo Wallerstein, permite analizar los pequeños acontecimientos de una localidad dada desde una perspectiva de larga duración y en términos mundiales de engranaje económico, político y social. Lo que llamamos mundo moderno no es otra cosa que esa estructura centro-periferia que cruzó el Atlántico, y posteriormente el Pacífico y Mediterráneo, vía el colonialismo y asentó sus reales en la familia burguesa y nuclear. Hoy, a 50 años de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco, me parece pertinente hablar del Sistema-mundo que rodea la decisión y el discurso de Díaz Ordaz (un análisis exhaustivo al respecto se encuentra en “días de narrar” artículo del especialista en el 68 Pablo Tasso).

                 Una guerra de palabras, de historias oficiales como el diario ficticio de un inexistente líder estudiantil Móndrigoque aseguraba conspiraciones e intervención extranjera, de loas nacionalistas que intentaban borrar, como las cuadrillas de limpieza enviadas un día después, la sangre que salpicaba el edificio Chihuahua y coloreaba la plaza de las Tres culturas. Una decisión política local que sigue teniendo consecuencias hoy en México y América Latina.


2 de octubre 1968



A partir de los Acuerdos de Bretton Woods (1944), se inician los años dorados del capitalismo central, período (1945- 1971), que no sólo consolidó las economías de EU, Europa occidental y Japón sino todo el imaginario patriarcal, monoteísta e ilustrado que permanece, tambaleante, hasta el día de hoy. Sin embargo, desde finales de los años 60 —con la Primavera de Praga, el Mayo francés, el 2 de Octubre en Tlatelolco y la última etapa de la Guerra de Vietnam—, los síntomas de una crisis del Estado de bienestar y del modelo civilizatorio y cultural difundido por occidente se percibían.

                No es casual que los jóvenes checos, eslovacos, franceses y mexicanos cuestionaran las estructuras de autoridad, que las mujeres objetaran el pensamiento monolítico y patriarcal, que los checos y eslovacos exigieran mayor libertad institucional, que los parisinos fraternizaran con las causas independentistas de los países periféricos y que los jóvenes mexicanos impugnaran la estructura colonial capitalista. La respuesta en todos los casos fue una mayor represión, una represión velada e ideologizada.

                  De alguna manera la crisis del capitalismo central reeditó la Guerra Fría, el mundo entero, pero sobretodo los países periféricos, se convirtieron en el campo de batalla de las dos potencias. En ese contexto, debe entenderse la entrada de la República popular China (1971), la mal llamada China comunista, al Consejo de Seguridad de la ONU como aliada de los EU; la guerra árabe-israelí y el aumento de los precios del petróleo (1973), ambos acontecimientos, así como el derrocamiento del Sha de Irán y el triunfo de una revolución abiertamente anti-Estados Unidos (1979), reorganizarán el mapa político de Medio oriente imponiendo jóvenes líderes nacionalistas, en general aliados de los intereses norteamericanos, que después de las primaveras árabes y envejecidos, se convertirán en tiranos por derrocar.




El discurso oficial en los medios, 3 de octubre 1968

De este lado del mundo, la crisis económica y el surgimiento de movimientos sociales contestatarios aparecieron desde los años 60, con ellos se inaugura la era Kissinger y la “operación cóndor”, el apoyo a gobiernos colaboradores y represivos como Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela y el respaldo total a los militares en la región: Paraguay con Stroessner (1954-1989), Brasil (1964-1985), Bolivia (1971-1978) y la junto cívico militar en Uruguay (febrero de 1973-1985).
              Fue, sin embargo, el golpe de estado en Chile, financiado por las transnacionales norteamericanas, entre ellas el gigante de telecomunicaciones ATT, al primer gobierno de orientación marxista representado por Salvador Allende, que convulsionó a las consciencias latinoamericanas (11 de septiembre de 1973-1989) e inauguró un cambio radical del papel del Estado (economía libre, abierta al mundo, Estado pequeño y subsidiario, de riguroso equilibrio fiscal y libre mercado). Tres años después, Argentina seguiría la receta con otro golpe de estado (marzo 1976-1983). No es casual que la gran oposición, a un gobierno militar, patriarcal y capitalista, hayan sido mujeres con pañales en la cabeza exigiendo la aparición de sus hijos y posteriormente el reconocimiento de sus nietos.

              En México, con un discurso de paz social, una política exterior de alianza con el Tercer mundo y asilo político, se organiza la “guerra sucia”. Bajo las banderas de izquierda y derecha, no sólo se mataron a los jóvenes en las plazas de Tlatelolco (1968) y en las calles chilangas manifestándose en apoyo a los estudiantes regiomontanos (Matanza del jueves de Corpus Christi 1971), sino que se les persiguió y desapareció (liga 23 de septiembre 1973), sobretodo en Guerrero, Chihuahua y Monterrey, donde surgió el comité Eureka (1977), primera organización de madres de desaparecidos.

Un 11 de septiembre de 1973.
Allende, saldría muerto de la casa de Moneda después de los bombardeos.

El trabajo del Estado en la región, aunque también en otras periferías, se centró en la desaparición de opositores políticos y sociales, el debilitamiento o pérdida de los derechos sociales y laborales, la venta de recursos naturales y la privatización del espacio público. Las empresas inmobilirias gentrificaron las ciudades y expulsaron la pobreza hacia la perifería. Durante los años 80, el tránsito de los regímenes autoritarios hacia aparentes democracias, continuaron el trabajo de las dictaduras y el libre mercado pero legitimando, como democrático, el debilitamiento del Estado vía la deuda externa. El FMI y el BM  promovieron la privatización  de los activos más rentables de los países periféricos (empresas estatales  e infraestructura de diverso tipo). Lo hicieron a través de diversos programas de “ajuste estructural” (denominados PAE), que disfrazados de una supuesta modernización buscaban el desmantelamiento del Estado y el fortalecimiento del sector privado o empresarial, sustituyendo al Estado en una serie de funciones (otorgamiento de crédito a instituciones de gobierno y prestación de servicios tradicionalmente estatales que incluían la Banca Nacional, la Seguridad Social y el Sistema Educativo.


Resiliencia, Siria 2016



En algunos casos, el debilitamiento se convirtió en destrucción total. El caso de Libia y Siria son paradigmáticos, pero muchas zonas de México anárquicas y sujetas al crimen organizado, como Tamaulipas, también ejemplifican territorios controlados por capos donde el Estado y el derecho no existen, y donde las empresas transnacionales, y ahora ecológicas, pactan con el crimen organizado sin ninguna consecuencia legal.
                         Durante casi 30 años, se transfirió un enorme flujo de capitales desde la perifería hacia el centro, particularmente a partir de la deuda externa y las políticas neoliberales. México y las periferías se convirtieron en fábricas de pobres que alimentaban el sistema financiero y una élite central, transnacional y anónima, cada día más ávida. Podemos afirmar, sin embargo, que esta avidez fracturó el sistema centro-perifería; hoy, el centro también está generando cinturones de miseria que han puesto a las llamadas "democracias liberales centrales", exmodelos de imposición, en crisis.
                Alemania, la economía más poderosa de la Unión Europea y la cuarta más importante del mundo, tiene un 20% de pobres y el último discurso del presidente de Francia Macron, hablando de los pobres en el Museo del hombre en Paris, es una perla. Cabe recordar que en términos planetarios el 1% de la población detenta el 46% de los recursos del planeta, el 9% controla el 40%; es decir que sólo un 10% de la población sin nacionalidad definida posee el 86% de los recursos del planeta. Queda un 14% de la población concentrada en los países centrales, de imaginario poroso y moralino, temerosa de caer en la pobreza que se divide el 14% de los recursos del palneta. El 50% de la población del planeta no tiene nada, son los desheredados.




Por ello, aunque sea muy importante marchar el 2 de octubre
y recordar los 50 años de la matanza, aunque sea una sublevación que nos hace más humanos, no hay que olvidar que fue un acontecimiento local dentro de una estructura económica global que sigue vigente. Marchemos, pero recordemos con nuestros pasos que hoy México sigue siendo una fábrica de pobres, que el debilitamiento del Estado ha creado zonas controladas por el crimen organizado que pactan con transnacionales, que el fracking provocará más fosas comunes alrededor del golfo, que la voracidad inmobiliaria parece no tener fin y que caminamos sobre los huesos de nuestros desaparecidos… desde el dos de octubre, hasta los 43 de Ayotzinapa y más. 


También pienso que la minería debe salir de las áreas naturales reservadas; que quienes insisten en el NAICM no entienden que el sistema lacustre del valle de México está vivo, no extinto, que no se trata de ríos secos y tierras baratas sino de la viabilidad de la ciudad y la permanencia ecológica e hídrica de nuestro hábitat. Además, se deben preservar las lenguas indígenas incluyendolas en el mundo institucional, es una forma de asumirnos como el país plurilingüe que somos. Se puede empezar este proceso regresándole a la ciudad su nombre, México Tenochtitlán, y con él su vieja vocación de grandeza.