miércoles, 21 de marzo de 2012

Jacarandas; LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA

ZyanyaM
A Gabriela Olmos, que de muchas maneras es una Jacaranda
Jacarandas de marzo en ciudad universitaria,  UNAM, México

Las jacarandas en flor
Como en Japón, cual cerezos en flor, las jacarandas embellecen la entrada de la primavera en la ciudad de México; su ramaje son nubes púrpuras en el cielo.  Están en todas partes, en los cuatro rumbos de la ciudad.
Tímidas, se levantan en los patios de la Secretaria de Educación Pública sitiadas por los murales de Rivera; en los camellones de Reforma sobreviven al parque vehicular; embellecen la Noria y los jardines del Museo Dolores Olmedo y salpican de purpúreo todo el territorio de la Universidad Nacional Autónoma de México.  En la Colonia Roma y en los Parques de la Condesa crecen a sus anchas; bellísimas se extienden a todo lo largo de la calle Veracruz donde sus flores caídas se mezclan con  hojarasca otoñal que otros árboles, hoy desnudos, han regalado al viento.  Decoran también el paseo por la Alameda Central, pero no siempre estuvieron ahí.  Los árboles de fondo amarillo y soleado en el mural Sueño de una tarde de domingo en la Alameda Central no son Jacarandas.
Según la enciclopedia apócrifa, Wikipedia, la palabra Jacaranda proviene de la voz guaraní jacarandá, acentuada en la última sílaba como lo hacen los sudamericanos al referirse a ellas.  De hecho sabemos que el árbol es oriundo del sur, de las zonas tropicales y semitropicales donde la lluvia cae en abundancia.  Debe ser la razón de su frondosidad.  La mimosifolia fue traída del Brasil y en Buenos Aires existen especimenes con más de 100 años.  No es un dato menor, en la ciudad de México nuestras Jacarandas son aún muy jóvenes. 
Llegaron al altiplano cuando el auge del cine mexicano, con la arquitectura de finales de los 40’ e inicios de los 50’s, por eso son abundantes en los camellones de la Condesa, en algunas zonas de la del Valle, en CU y en Torres de Mixcoac.  Alguna vez, antes de los ejes viales que enriquecieron a Hank González, se extendían a todo lo largo del hoy eje 6 rodeando la Plaza de Toros, fueron arrancadas sin piedad y nadie las defendió; queríamos ser modernos y motorizados.  Su vida no es fácil, hay gente que las odia argumentando que arruinan las banquetas y las tuberías, que sus flores ensucian sus coches.  Olvidan que todos los árboles, si crecen frondosos, levantan las banquetas y amenazan los símbolos civilizatorios, como las tubos que aprisionan el agua.  Por fortuna son los menos, la mayoría a pesar de todo sigue sembrando Jacarandas.  Pienso en Alejandro Encinas, primer jefe de gobierno de nuestra ciudad sin nombre, que sembró de Jacarandas, desde Masaryk hasta Ejército Nacional, las viejas vías del tren que venían de Cuernavaca.  Salvó, dicen los vecinos, “a punta de jacarandazos” todo el corredor que hoy desemboca en el museo Soumaya.  Lo mismo sucede alrededor del Hospital de Especializaciones en el sur de la ciudad, que siguiendo la tradición de la Noria, está rodeado de Jacarandas. 
Pienso en la juventud de nuestras Jacarandas, ninguna es centenaria, las más viejas tendrán 60 quizás 70 años, pero si se extendieron rápidamente en el gusto urbano, seguramente fue por nuestra necesidad de colorear las fachadas, los muros y las calles.  Nos gustan los colores, aún en este valle semidesértico, somos tropicales.  Quizás por eso Alberto Ruy Sánchez afirmara esta semana que una calle sin Jacarandas es como un amante sin besos.  Y sin embargo, estoy convencida que la Jacaranda se ha multiplicado en esta ciudad por otras razones más invisibles; sus flores que llegan en marzo y caen a finales de abril recuerdan la sabiduría indígena antes de la conquista
Sólo así he de irme,
como flores que perecen
Nada quedará en mi nombre
nada de mi fama aquí en la tierra
al menos flores,
al menos cantos

También pienso que dada la diversidad de nuestro país es necesario refundarnos como un país plurilingüe. Que de las 53 lenguas indígenas que sobreviven hasta el día de hoy, se elijan 5 y junto al español se conviertan en nacionales; que se le exija a todo profesional hablar su lengua materna, una de ellas, además del castellano.  Es fundamental, por otra parte, que nuestra capital recupere con su nombre México Tenochtitlán, su vieja vocación de grandeza.

Zyanya Mariana

lunes, 12 de marzo de 2012

CRÓNICAS MESTIZAS; Chile y las nostalgias infantiles

ZyanyaM
Como la lengua, como la vida,
toda sangre es espléndidamente mestiza.       
Sólo la muerte es pura.
César Vallejo 

    
Santiago de Chile, detrás la cordillera; el Ritisiyu andino



Al poeta Reynaldo Lacámara que me ha regalado muchas cosas, incluso nostalgias 

NOSTALGIAS INFANTILES
La semana pasada, entre días de la mujer, feminismos y misoginias, me llegó desde tierras del sur un disco de folclore, también conocido como nueva canción chilena.  Música y cantautores que acompañaron la campaña, la presidencia y el golpe de estado a Salvador Allende, el primer y único presidente socialista electo.  Escucho “plegaria a un labrador” y no puedo olvidar las voces de esas mujeres que con acento sureño me contaban, cuando era niña, que las manos del que cantaba habían sido golpeadas con la culata de un revolver hasta romperlas.  Años después en Nicaragua sabría que esa historia era la de Victor Jara que también cantaba “te recuerdo Amanda”.  Algo parecido le sucedería al argentino Atahualpa Yupanqui en tiempos de Perón.  En sus memorias narraría que en esa época olvidable lo acusaban de todo, hasta de los crímenes de la semana que viene.  De esos tiempos conservaba el índice de la mano derecha quebrado pues habían puesto sobre su mano una máquina de escribir y se habían sentado sobre ella hasta quebrarla.  Claro, como hombres disciplinados que no cuestionan las ordenes, nunca se dieron cuenta que era zurdo.  De Allende y el golpe de estado hice mi primer trabajo escolar, me contaron todo, no usé ni un solo libro, y yo lo puse sobre cartulina blanca para exponerlo en la escuela.  Supongo que mis compañeros no entendían nada pues recuerdo mi sonrisa de satisfacción puberta que intuye que sabe algo que los demás desconocen. 
Mi casa era la de unos provincianos, universitarios de primera generación que creían en el trabajo, la familia y el progreso.  Miraban al norte, así que esos hombres y mujeres provenientes del sur trajeron a mi infancia y a mi casa muchas cosas.  En sus maletas cargaban el socialismo y la “izquierda latinoamericana”, que no es lo mismo, llena de canciones e ideales, entre chalecos de lana estaba también el feminismo.  En mi imaginario infantil eran maravillosos; argentinos, chilenos, algunos peruanos y pocos centroamericanos eran todos iguales hasta confundirse; venían de allá, muy allá.  Tuve que crecer para diferenciar y humanizarlos.  Pero de aquel entonces recuerdo las siguientes pinceladas: Eran de alguna manera más modernos que nosotros, por lo menos que mi casa.  Cultos, blancos y barbados cual Quetzalcoatls, provenían de una gran clase media.  Les gustaba el cine de arte y sus departamentos se decoraban con libros y artesanía mexicana.  Sus mujeres casi no se pintaban, ellos, fieles y desaliñados decía mi mamá, eran profesores universitarios que vivían añorando el regreso.  Mi casa, por mi madre, fue refugio muchas veces, siempre a regañadientes de mi padre que a pesar de él terminaba preocupado por esos extranjeros y su porvenir.
Aquel tiempo del exilio que un día pernoctó entre mis paredes de niña se ha extinguido, la izquierda es casi inexistente, los ideales y las utopías han pasado de moda y hoy en América latina nos matamos por un reloj, unos tenis o un “rush”.  Peor aún nos describimos para vendernos, para ser agradables al inversionista de la siguiente manera: “Alegres y generosos, somos arrogantes culturalmente cual insula.  Por ello no permitimos que ningún extranjero critique al país, deporte que solemos practicar entre nosotros cotidianamente.  Sobrevivientes, hemos visto pasar dictaduras, desparecidos, guerras sucias y muertos; muchos muertos.  Clánicos, en mayor o menor medida, agrupados alrededor de la madre que reproduce el sistema patriarcal y machista, solemos decir que nuestras mujeres son apasionadas y entregadas cual heroínas de telenovelas mientras los hombres se pelean, liberales contra conservadores, por el poder.  Si nos enfermamos buscamos en el mundo indio los remedios pero nos divididos en infinitas clases sociales y siempre le exigimos al otro “se ubique”, al final nos arropamos casi todos, evángélicos, ateos, masones, agnósticos y new ages, en la iglesia que funge como madre cuando no se alía con el poder.”  En esta descripción, manual de venta estandarizado, muy poco o nada queda de aquellas ideas y utopías, de identidad y diferencias.
El tiempo ha transcurrido y sigo escuchando mucho folclore latinoamericano: Silvio Rodríguez, Cafrune, la negra Sosa, los hermanos Godoy, Violeta Parra, Atahualpa, Zitarrosa y tantos otros… Ahora escucho este recién llegado del sur y me avergüenzo un poco al no compartir ya esos ideales recogidos durante mi infancia.  Sin embargo me avergüenza más pensar y repetir lo que pienso y lo que ahora escribo: “el mundo es miserable, fue miserable y será miserable y, de alguna manera que yo no logro entender, es perfecto tal y como es.”  Y mientras escribo esto y me reafirmo, no puedo dejar de recordar con agradecimiento, casi devoción, esos hombres y mujeres que fueron cómplices y artífices de mi educación sentimental, que me regalaron mis primeros libros, mi primeras películas de arte, mis primeros exilios.  Fueron indudablemente mi primera fragua, mis primeros modelos de vida; sin ellos la mirada con la que he transitado por el mundo no existiría.  De muchas maneras han sido una vela en mi camino.

También pienso que dada la diversidad de nuestro país es necesario refundarnos como un país plurilingüe. Que de las 53 lenguas indígenas que sobreviven hasta el día de hoy, se elijan 5 y junto al español se conviertan en nacionales; que se le exija a todo profesional hablar una de ellas, además del castellano.  Es fundamental, por otra parte, que nuestra capital recupere con su nombre México Tenochtitlán, su vieja vocación de grandeza.
Zyanya Mariana

lunes, 5 de marzo de 2012

Los días de la mujer; LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA

ZyanyaM
Autoretrato, Maitena


DÍA DE LA MUJER
El 8 de marzo es el día internacional de la mujer.  Es curioso que siendo mayoría numérica en el mundo nos traten como minoría o ¿acaso celebramos el día Internacional del hombre, un tal 19 de noviembre?  
El problema de la desigualdad entre hombres y mujeres es más grave de lo que creemos.  A pesar de los grandes avances, ni el feminismo ni los estudios de género han podido penetrar dos grandes rubros: las estructuras invisibles que alimentan el imaginario y los medios de comunicación, ambos interconectados.  De nuestro imaginario sólo cito una idea, para centrarme en la proyección de las mujeres en los medios; nuestro concepto de dios, de los dioses, es masculino.  Peor aún, en occidente y los países occidentalizados, la figura de dios es la de un hombre blanco y barbado.  Puede parecer una tontería, pero me pregunto ¿cómo le hace una mujer campesina o urbana de pocos recursos, indígena, negra o incluso blanca, para liberarse mentalmente de un hombre que la golpea, la humilla o le es infiel, si cuando busca misericordia le reza al símbolo del jefe, el patrón, el padre, el marido o el hijo varón?  No es tan evidente.  Sin embargo, no me detendré aquí pues exige un ensayo sesudo y no una pequeña nota, quiero hablar brevemente de la reproducción de la mujer en los medios.

Primeras mujeres en México con pantalones

En el transcurso del siglo XX hay dos grandes momentos donde la mujer mediática es utilizada para combatir las luchas feministas y los avances de las mujeres.  En los años 50’s, después de la emancipación ideológica que trajo la Segunda Guerra Europea, y en los 90’s cuando el físico femenino deviene en los medios la prolongación de un falo, pesamos 30% menos que nuestras abuelas y nuestras formas son más lineales que redondas.  No es la primera vez en la historia que se utiliza una imagen para atacar una idea, de hecho es común en la historia pues la imagen está muerta mientras que la idea, al evocarse con la palabra, es cambiante.    
Pero regresemos a las representaciones, a finales de la Edad Media en Europa la efigie de la virgen, rostro de puberta y cuerpo de mujer, fue promovido por la Iglesia y los pintores para contra restar la fuerza acumulada por las mujeres, acusadas de brujas.  Lo mismo sucedió en los años 50 cuando los medios, particularmente norteamericanos, le exigen a la mujer resolverse como ama de casa.  No sólo el vestido de novia de la época delata el ideal femenino, inútil y almidonado, sino los anuncios de electrodomésticos que imponen la felicidad femenina: Una mujer con vestido ajustado feliz de tener lavadora, plancha o licuadora para cuidar a su hombre y la casa de su hombre.  Lo mismo sucede cuando le compramos a nuestras hijas, para ser princesas, un burro de planchar de plástico rosa. 

Manual para ser una buena esposa

Pero el embate de los medios no se quedó ahí, después de los años 60’s y 70’s con los movimientos igualitarios (Hipismo, feminismo, derechos de minorías…), la mujer ama de casa salió de “su aburrida vida” para convertirse en mujer de la noche ávida de sexo.  La virginidad dejó de ser importante en su lugar apareció “la producción”. 
El término se utiliza comúnmente en argentina para definir el maquillaje y arreglo de las mujeres urbanas,  pero en realidad revela lo que la fotografía hace con las mujeres: las “produce”, las “photoshopea”, las transforma para acercarlas a un ideal masculino del placer sin compromiso, sustituyendo la belleza por la producción de una estética masiva.  Fotógrafos, publicistas, gente de los medios han tergiversado la búsqueda de la belleza, presente en todas las culturas, ligada a la contemplación y al encuentro azaroso o cuasi divino, por una imagen enferma y desviada de las mujeres: La femina de las revistas, el cine y la televisión es mujer sólo si su cuerpo está trastocado por el bisturí o el photoshop, sólo sí sus nalgas y chichis no corresponden a la fuerza de sus caderas, sólo sí su boca carnosa es la de una negra con piel blanca o si su actitud corporal es de desenfreno sexual.  ¡Por supuesto y sólo es mujer la hembra joven!  Lo importante no es la mirada, espejo donde belleza, horror y conciencia se entrelazan; sino el deseo que consume y desecha sin nunca ser trastocado.  De ahí que la fotografía parezca centrarse en la invocación de la pederastia o la pedofilia, pues al igual que las vírgenes medievales y renacentistas la mujer de los medios debe tener cuerpo de hembra voluptuosa y rostro de niña.  Lo mismo sucede en el cine, las personajas fuertes y exitosas económica o socialmente son unas malqueridas hasta que viene un hombre y las salva de su soledad y malestar.

Dibujo de Maitena, caricaturista Argentina

Es indudable que en su mayoría son hombres, y posiblemente misóginos, los que controlan los medios; pero también es cierto que las mujeres hemos jugado el juego.  En el fabuloso documental, Miss representation (2011), su directora Jennifer Siebel Newsom demuestra que desde los 80’s las jóvenes norteamericanas utilizan su energía y vida para parecerse al retrato femenino de los medios en vez de estudiar.  Ello ha provocado que menos mujeres tengan participación política y social.  Es obvio, sin modelos que seguir los jóvenes no encuentran esperanza ni utopías; así que este 8 de marzo no estaría mal proponer modelos diferentes, empezando por las calles.

También pienso que dada la diversidad de nuestro país es necesario refundarnos como un país plurilingüe. Que de las 53 lenguas indígenas que sobreviven hasta el día de hoy, se elijan 5 y junto al español se conviertan en nacionales; que se le exija a todo profesional hablar una de ellas, además del castellano.  Es fundamental, por otra parte, que nuestra capital recupere con su nombre México Tenochtitlán, su vieja vocación de grandeza.

Zyanya Mariana