miércoles, 27 de febrero de 2013

CONFERENCIAS 13; Espiritualidad y Diseño, la importancia de los mitos en las formas del diseño

ZyanyaM



Espiritualidad y diseño,
la importancia de los mitos en las formas del diseño*

Semana de diseño industrial
, UIA, 2013
 
 
 


De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro.
Los demás son extensiones de su cuerpo.
El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista;
el teléfono es extensión de la voz;
luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo.
Pero el libro es otra cosa:
el libro es una extensión de la memoria y la imaginación.

: Jorge Luis Borges
 






Espiritualidad y diseño,
la importancia de los mitos en las formas del diseño*



Semana de diseño industrial
, UIA, 2013
Auditorio Ángel Palerm,
Viernes 1 de marzo, 11:00 am,
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA,
Santa Fe, Ciudad de México, 2013


Borges sabía que toda creación del hombre son sólo extensiones de él mismo. Lo que llamamos ramas del conocimiento son ideas o lenguajes que se concretan en artificios, saberes u objetos materiales; las más de las veces extensiones de nuestros sentidos y nuestro cuerpo. El diseño, como la biología para el microscopio; la astrología para el telescopio, el teléfono para las tecnologías de la comunicación, el arado para la agricultura y la espada para la guerra son simplemente lenguajes conformados por ideas, vislumbres del mundo.

En la tradición de la India, Sanathana Dharma, el hinduismo como le llama occidente, todo lo que nos rodea es una idea materializada y por lo tanto pertenece, aunque nuestros sentidos nos engañen, al mundo de lo onírico; le llaman Maya. La idea no sólo la encontramos en oriente sino también en la poesía y la literatura occidental: “la vida es sueño, afirma Calderón de la barca. Pero de dónde provienen las ideas? Las ideas son acaso la manifestación de lo divino en este mundo dominado por la materia?

    Los ídolos, los objetos de madera o las imágenes de la tríada más popular de la India, Brahma, Siva y Visnú, son sólo metáforas de algo inexplicable e incognoscible. En occidente, los monoteístas lo llaman Yahvé, Dios, Alá pero aún esas palabras, con su carga sagrada (la palabra dios no debe escribirse en la tradición judía por ejemplo) no explican lo divino, afirman los hindús. En la antigua tradición de los gurús —la primera imagen de un yogui es del 2000 antes de la era cristiana y los Upanishads son del 800 a.e.C.—, se habla constantemente de lo divino como una gran bola de fuego, inalcanzable, infinita, amorfa. Algo paralelo encontramos en el pensamiento de místico de los tres monoteísmos, pienso en
Al hallaj el sufí que murió en la hoguera;  en San Juan de la Cruz enterrado en la noche lejos de las miradas o en el Zohar, lectura prohibida antes de los 30 años según la tradición judía.
    Esta espiritualidad asiática, profunda y carnal, indica que del cuerpo y la mente se desprenden ideas, como chispas de una fogata; estas ideas están llenas de energía que termina materializándose. Un poco como el pintor que sueña una pintura, al levantarse tiene unos deseos inexplicables por concretarla (la energía) y finalmente pinta y obtiene un cuadro que nunca se parece completamente a la idea. Para Sanathana Dharma todas las ideas, por más absurdas que sean, al pensarlas se invocan y al invocarlas se concretan. Esta idea tampoco es exclusiva de oriente, Platón en su República afirma que los artistas deben ser expulsados de ella pues al crear, como el gran fuego, distorsionan las ideas esenciales que para el filósofo griego se encuentran todas reunidas en el Topus Uranus. Lo mismo sucede con los artistas en la tradición musulmana. Existe la prohibición de competir con Alá de ahí que la representación de lo vivo esté prohibida, y cuando lo hacen como en el patio de los leones en la Alhambra de Granada los leones tienen un pequeño error; la perfección es coto de lo sagrado.

    El ser humano, dentro de la tradición India, en pequeña escala, funciona igual que esa bola de fuego de la cual se desprenden ideas, pero a diferencia de la gran bola de fuego, las nuestras tienen juicios culturales, morales, éticos sociales y políticos. Nunca percibimos la idea pensada desnuda, siempre la vestimos con nuestra carga cultural que suele estar llena de prejuicios. Empero para Maya, las leyes de la vida son simples y obedecen a ciclos elementales: El sol muere cada tarde y renace cada mañana y de esa ley simple debemos entender que nacemos y morimos muchas veces a lo largo de la vida. Muere la infancia para nacer el joven y lo hacemos gozosos con el primer beso que por cierto es carísimo, pues con él se va la inocencia. Pagamos felices ese beso porque lo que viene nos llena de curiosidad y gozo, no así la mirada otoñal que se acerca a la muerte. Curiosidad infantil, seguimos llamándole a aquello que nos produce una mezcla de alegría, ilusión y ansiedad; pero cuando la madurez muere y nace la vejez lo hacemos apesadumbrados. Olvidamos que el paso de la madurez a la vejez es el mismo oleaje que trajo la juventud después de la infancia, pero nos aferramos a las estaciones de la vida olvidando otra ley simple de Maya todo lo que nos rodea nace, se reproduce y muere. Todo ojo de agua desemboca en el mar. Por eso lo hindús comparan la muerte como un regreso al océano infinito reflejo del universo. Todo diseño tiene también su ciclo y su tiempo.

    Curiosamente la tecnología y su acelerado cambio actual nos permite entender que los sistemas operativos por ejemplo tienen ciclos de nacimiento y muerte. Claro están insertados en una estructura perversa de consumo pero la idea de cambio está sutilmente en ellos.

    En cambio, cuando la cultura occidental en el siglo XIX, basada en un tiempo lineal y apocalíptico que culminaba en un dios, perfecto y eterno, era la hegemónica, la idea de esencia y permanencia se manifestaba en todo. La pintura impresionista, por ejemplo, pretende como la fotografía eternizar los instantes. Piensen en la imagen de esta burguesía decimonónica comiendo en un barco, o en las bailarinas de Degas o en esa impoluta mujer de blanco mirando desde el balcón de Manet, todas esas imágenes pretenden ser instantes robados al tiempo. El ideal de la mujer del siglo XIX mira almidonada la lontananza mientras los caballeros, detrás, protegen. Había en las posturas una idea de permanencia, de que las cosas no cambian.

    Por supuesto, no es el caso de todos los impresionistas. Van Gogh absolutamente incomprendido en su tiempo intuye el siglo XX y la soledad del XXI. La noche llora junto a los seres, la noche estrellada; y el hombre está solo. Pero Van Gogh, adelantado a su tiempo, también intuye las leyes simples de Maya. Permítanme contarles una historia muy linda. Todos conocen el cuadro, la siesta de Van Gogh basado en el Ángelus de Millet.

    Así como la sexualidad anuncia la muerte, la muerte también anuncia la sexualidad. En todas las mitologías arcaicas, e incluso las que prevalecen vivas hasta nuestros días, se repite la misma idea: cuando nació la sexualidad nació la muerte. Todo lo que nace debe de morir, pero la tradición judeocristiana mezclada con los avances de la medicina y convertida en laica en el siglo XIX pretende construir un mundo que parezca eterno. Para ello desaparecen de la vista la importancia de la sexualidad y la muerte. En nombre de la civilización y la alta cultura se reprime la sexualidad y se confina a la familia nuclear (con apellido y propiedad privada), frente a ella sin embargo persisten las escandalosas putas de Lautrec y la vida disoluta de Shiele o los amoríos entre Verlaine y Rimbaud. El olor a muerte también será escondido: los huérfanos se encerrarán en orfanatorios, los viejos en asilos, los enfermos en hospitales y los locos en manicomnios. Pero el siglo XIX no sólo va a aseptizar la vida cotidiana, también intentará "esterilizar" la cultura, sobre todo la de dudosos orígenes, confinándola a los museos.

    "Cuando los hombres están muertos, entran en la historia. Cuando las estatuas están muertas, entran en el arte. Esta botánica de la muerte, es lo que nosotros llamamos la cultura". Con esta frase inicia el documental de Alain Resnais y Chris Maeker, Las estatuas también mueren (Les statues meurent aussi 1953), donde los cineastas defienden la concepción del arte africano, todavía inmerso en lo mítico, en oposición al arte occidental muerto en los museos.
El documental fue prohibido, pues cuestionaba el colonialismo francés en África. Paralelamente a la historia del arte africano se encuentra en pequeña escala la historia de Tláloc y su llegada al museo de Antropología, un día lluvioso un tal 16 de abril de 1953. La anécdota cuenta que fue arrancado de la cantera original donde fue labrado y traído custodiado por el ejército a la ciudad de México, en una estructura especialmente ideada para transportarlo. Los campesinos del pueblo de Coantlinchan se opusieron al traslado, temían que el dios de la lluvia se enojara y las cosechas no se dieran. Después de varias negociaciones la deidad fue transportada y enterrada en el Museo nacional, hoy de Antropología.

El museo es una estructura colonial que pretende con sus colecciones demostrar la superioridad civilizatoria de las metrópolis o de la ciudad sobre la provincia. El museo resguarda, asegura la cultura y se opone al paso del tiempo. De ahí lo incomprensible que resulta para un occidental que la cultura china destruya el pasado, incluso arquitectónicamente, y convierta Beijing en una ciudad moderna. El dolor y el horror que implicó la revolución cultural China sólo es comprensible en estos términos. De igual manera sucedió en Mesoamérica donde cada Tlatoani destruía la pirámide anterior y sobre la primitiva construía una más grande. Idea que permanece en nuestros rituales políticos sexenales (piensen en el Elbazo que al igual que el Quinazo implican destruir viejos pactos y construirse sobre nuevos supuestos). Pero la idea principal detrás de esto es que todo tiene ciclos y todo debe morir para renacer. En China, como en India o en Mesoamérica lo eterno es lo cíclico: la primavera que vuelve y el tsunami que todo destruye. Sin destrucción no hay avance pues en la palabra avanzar está la idea de dejar atrás, de cambiar de piel. De hecho, más allá de los museos, el diseño impuso hasta el día de hoy, la superioridad del ser humano sobre el animal y la del hombre sobre la mujer.

Como el caso de Tláloc, el arte africano, antes del colonialismo, estaba vivo y funcionaba mágicamente como la pintura rupestre, antecedente de todas las imágenes y por lo tanto de todos los diseños. Para qué pintaba hombre viejo, chamán, la cueva? Para agradecer el ciclo en el cual el hombre estaba insertado. El animal ente equivalente alimentaba al hombre, había que agradecerle su sacrificio para la continuidad de la especie humana. Más allá de la cadena alimenticia el hombre antiguo sabía que la vida se alimenta de muerte: tierra (madre de todo) alimenta plantita, plantita alimenta animal, animal alimenta ser humano ser humano debe alimentar algo. Si la muerte implicaba regresar a la tierra entonces el hombre era enterrado en posición fetal (entierros mesoamericanos donde los monstruos de la tierra y el Mictlán no son entidades inferiores), pero si el hombre alimentaba el cielo y el cielo era superior a la tierra entonces se inventa un dios masculino superior. Esa es parte de los fundamentos de un Zigurats, y la lógica fundamental de las columnas, los minaretes y las catedrales medievales en fin todo lo que conocemos como tradición monoteísta patriarcal. Miran al cielo, cual falos surgiendo de la tierra, hacia lo divino (1).

Aparentemente laico el hombre del siglo XIX anhelaba lo eterno convirtiendo las catedrales y los minaretes en edificios y ciudades. No estoy dando juicios de valor, ni decir lo que está bien o mal; sólo quiero explicar como las ciudades y sus diseños hablan de las ideas que están detrás. Pienso por ejemplo en los arquitectos (y discúlpenme si hablo más de ellos que de los diseñadores, pero los conozco más). Los arquitectos suelen enojarse cuando un cliente los limita en sus diseños pero los arquitectos olvidan que una casa es una extensión del cuerpo y el cuerpo se inscribe en la totalidad del mundo.

Permítanme explicar mi idea con uno de los diseños del arquitecto Mario Pani; el multifamiliar Miguel Alemán. Los departamentos hasta el día de hoy son bonitos, curiosos con sus dos plantas. Sin embargo, Pani olvidó que el cuerpo humano no sólo tiene corazón y pulmones (la cocina-comedor) hoguera y aire que respira el amigo y el enemigo, y mente con necesidad de silencio y sosiego (la recámara) sino también intestino (el lugar donde se cierne lo útil de lo inútil y se desecha) esos departamentos no tienen un espacio para tender la ropa ni para lavar un trapo. En cambio, tienen un gran estancia (pulmones donde se convive).

Al principio, cuando los conocí pensé que el error de Pani había sido nacer hombre, pero en los mitos como en los animales ser hombre o mujer no te desvincula del mundo. El problema no es la guerra entre sexos sino los valores que les damos. Así las ciudades hoy, valorando más el mundo de los hombres que el de las mujeres son grandes falos que miran al cielo y olvidan todo lo que nos vincula a la tierra. Para una muestra basta mirar Santa Fe. Urbanísticamente es una metáfora del culto al individualismo, cada arquitecto quiso hacer su gran obra eterna, resultado es inhumana. Además de antiecológicos y de mentalidad colonial, cambiaron los pinos y encinos por palmeras para sentirse en Miami, olvidaron quienes la planearon que las casas, los barrios y las ciudades son extensiones del cuerpo humano y que así como un cuerpo tiene corazón y pulmones, así una urbanización debe tener centro y lugar donde convivir. Cabría recordar que el corazón es el centro del cuerpo, que en los pulmones se sitúan nuestras ideas del otro y que la felicidad, dicen los Hindús está en el matrimonio del corazón con los pulmones, del centro del yo con los otros.



Zyanya Mariana,
México-Tenochtitlán, febrero y 2013

 





lunes, 25 de febrero de 2013

1.- Antología poética; Carlos & Zyanya

Cuando uno escribe, el lector es uno.
Jorge Luis Borges




Dicen, en las platicas de cantina o en los pasillos de las ferias del libro, que los novelistas sólo leen novelas, que los dramaturgos son empresarios de las letras, que la poesía nadie la lee ni siquiera los poetas y que el único escritor que no discrimina y lee de todo es el ensayista.  Puede ser, sin embargo la poesía es la único que vuela.










Esta semana dos mexicanos Othón y Chumacero (¿Será por la decena trágica y la muerte de Madero?), hablando del amor y por supuesto del desamor.  




ENVÍO


En tus aras quemé mi último incienso

y deshojé mis postrimeras rosas.

Do se alzaban los templos de mis diosas

ya sólo queda el arenal inmenso.

Quise entrar en tu alma, y qué descenso,

¡qué andar por entre ruinas y entre fosas!
¡A fuerza de pensar en tales cosas
me duele el pensamiento cuando pienso!
¡Pasó...! ¿Qué resta ya de tanto y tanto
deliquio? En ti ni la moral dolencia,
ni el dejo impuro, ni el sabor del llanto.
Y en mi ¡qué hondo y tremendo cataclismo!
¡Qué sombra y qué pavor en la conciencia,
y qué horrible disgusto de mi mismo!

Manuel José Othón






Alí Chumacero (1918-2010)
México, Nayarit
@Zyanyamariana



Poema de amorosa Raíz

Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.
Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.
Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.
Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.

Ali Chumacerro












domingo, 24 de febrero de 2013

0.- Antología poética; Carlos & Zyanya

Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mi me enorgullecen las que he leído"
Jorge Luis Borges




Independientemente de las notas; LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA y CRÓNICAS MESTIZAS; añadiré cada semana dos poemas, uno de @CarlosAzar y otro de su servidora @Zyanyamariana.  
La Antología C&Z, un capricho de gustos, se podrá ver completa en la página, de este mismo blog, con el rimbombante y supercomercial nombre de "Antología poética; Carlos & Zyanya



Carlos Azar, Cuauhtemoc Cuacuas y Zyanya Mariana,
un día en Veracruz



Esta es un Antología poética.  El escritor y poeta, Carlos Azar y yo, hemos decidido publicar algunos poemas.  Todo inició porque nos los regalábamos como talismanes.  Era una forma de convocar palabras para protegernos y vincularnos en el camino.     
No son últimos ni prístinos, tampoco son los mejores; son simplemente los poemas que más nos gustan.  No lo hacemos con afanes de orden o pretensión alguna, a lo mucho queremos recopilar la belleza de los versos más amados, las páginas con historia o que nos han trastocado; en fin los textos más significativos de dos amigos, que una vez a la semana, se regalan palabras.  
Es así una Antología subjetiva, como son todas las antologías.
Ojalá que la disfruten tanto como nosotros; dos amigos de la vida, la palabra y el camino. 







José Asunción Silva (1865-1896)
Colombia
@CarlosAzar


NOCTURNO III


Una noche
Una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de músicas de alas,
Una noche
En que ardían en la sombra nupcial y húmeda las luciérnagas fantásticas,
A mi lado lentamente, contra mí ceñida, toda,
Muda y pálida
Como si un presentimiento de amarguras infinitas,


Hasta el más secreto fondo de las fibras te agitara,

Por la senda florecida que atraviesa la llanura florecida

Caminabas,

Y la luna llena

Por los cielos azulosos, infinitos y profundos esparcía su luz blanca,

Y tu sombra

Fina y lánguida,

Y mi sombra

Por los rayos de la luna proyectada

Sobre las arenas tristes

De la senda se juntaban

Y eran una

Y eran una
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Y eran una sola sombra larga!
Esta noche
Solo, el alma
Llena de las infinitas amarguras y agonías de tu muerte,
Separado de ti misma, por la sombra, por el tiempo y la distancia,
Por el infinito negro
Donde nuestra voz no alcanza,
Solo y mudo
Por la senda caminaba,
Y se oían los ladridos de los perros a la luna,
A la luna pálida,
Y el chillido
De las ranas,
Sentí frío, era el frío que tenían en la alcoba
Tus mejillas y tus sienes y tus manos adoradas,
Entre las blancuras níveas
De las mortuorias sábanas!
Era el frío del sepulcro, era el frío de la muerte
Era el frío de la nada...
Y mi sombra
Por los rayos de la luna proyectada,
Iba sola,
Iba sola
¡Iba sola por la estepa solitaria!
Y tu sombra esbelta y ágil
Fina y lánguida,
Como en esa noche tibia de la muerta primavera,
Como en esa noche llena de murmullos de perfumes y de músicas de alas,
Se acercó y marchó con ella
Se acercó y marchó con ella,
Se acercó y marchó con ella... ¡Oh las sombras enlazadas!
¡Oh las sombras que se buscan en las noches de negruras y de lágrimas!...

José Asunción Silva








Wislawa Szimborska (1923-2012)
Polonia
@Zyanyamariana

LAS NUBES


Con la descripción de las nubes
debería darme mucha prisa,
después de una milésima de segundo
dejan de ser ésas y empiezan a ser otras.

Es propio de ellas
no repetirse nunca
en formas, matices, posturas y orden.

Sin la carga de ningún recuerdo
se elevan sin problemas sobre los hechos
¡De qué van a ser testigos!,
en un segundo se disipan en todas direcciones.

En comparación con las nubes
la vida parece tener los pies sobre la tierra,
se diría que es inmutable y prácticamente eterna.

Frente a las nubes
hasta una piedra parece un hermano
en el que se puede confiar
y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.

Que exista la gente si quiere,
y después que se muera uno tras otro,
poco les importan a las nubes
esas cosas
tan extrañas.

Sobre toda Tu vida
y también la mía, aún incompleta,
desfilan pomposas igual que desfilaban.

No tienen la obligación de morir con nosotros.
No necesitan ser vistas para poder pasar.


Wislawa Szymborska 


 


lunes, 11 de febrero de 2013

El sabio del lenguaje, Rubén Bonifaz Nuño, in memoriam LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA

 ZyanyaM
Nada tenía yo, no pedí nada
—nada en amor puede pedirse—
y, así, me diste todo. 
: Rubén Bonifaz Nuño


 

28

Lleno de compasión y celos,
he llegado a cegarme en el orgullo
de contemplar la púrpura y el oro
de tu fastuoso amor. He conocido
el lujo inagotable de tus ojos
a punto de cerrarse, el siempre nuevo
sabor de tu saliva, y el suntuoso
sabor que a nada sabe
sino a ti sola.

A conciencia he luchado.
Para darte placer.

Como el buzo que salva las lucientes
arcas de un barco sumergido
he descubierto en ti la ardiente
luz de collares húmedos, coronas,
tiernos metales pálidos,
abiertas gemas increíbles,
fulgor de cetros claros
en los pliegues de sedas intachables.

Nada tenía yo, no pedí nada
—nada en amor puede pedirse—
y, así, me diste todo.

Me enriqueciste tú con el oriente
de tus pechos pequeños, con tus piernas
como lechos nupciales,
con tu gozo de reina embarazada
para siempre a salvo de la muerte.

Y he tenido en mis brazos, en mis ojos,
dócilmente entregados,
la gloria, el brillo, la belleza.

En mí, para mí solo, deslumbrado,
ciego de tanta lumbre.
Y el prodigio de todo ha sido mío.
: Rubén Bonifaz Nuño





LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA, 
El sabio del lenguaje, Rubén Bonifaz Nuño, in Memoriam

  

Acababa de terminar “El Arte de Amar y Remedios para el amor” cuando leí por primera vez: Rubén Bonifaz Nuño.  Era el nombre del traductor mexicano a la obra más divertida de Ovidio.  De su mano seguiría leyendo al romano “Las metamorfosis” con solapa morada de la biblioteca de clásicos que él no fundó pero que llevó a las cimas; la Scriptorum Graecorum et Romanorum.  Tradujo 22 clásicos.  Entre los poetas latinos a Cátulo, Lucrecio y Píndaro, de los griegos al apasionado Eurípides e incluso a Homero.  Curiosamente su traducción de la Iliada es la única que no le gusta a su gran amigo Avilés Fabila; a mi tampoco.  Debo confesar que más allá de mi envidia, (en mi siguiente vida, sin culpa, estudiaré letras clásicas), prefiero otras versiones de los poemas homéricos.  
Años después haciendo la maestría embarazada, me quedaría dormida en la Biblioteca del Instituto de Investigaciones Filológicas que lleva su nombre; merecido honor a su fundador. 
A pesar de su larga vida nunca conocí al traductor, poeta, catedrático y funcionario universitario que este 31 de enero del 2013 nos dejaba.  Tenía 89 años y le pesaban.  En 2009, al cumplir 85 años le confesaría a Carlos Rojas Urrutía de EL UNIVERSAL: 

Ya ciego y cansado junto a su amigo,
el escritor René Avilés Fabila
“Me siento terriblemente viejo, terriblemente inútil. Estoy privado de la vista y del movimiento de las piernas. Soy un bulto que habla".  Y sin embargo con sus 89 años a cuestas no murió solo, lo acompañaron 36 muertos por la explosión de PEMEX; pero a diferencia de ellos que no debieron morir, Bonifaz Nuño seguirá cantando y su voz hará primavera. 


La voz que canta y la furia del silencio son quizás las únicas diferencias que existen entre los poetas y los demás mortales; en todo lo demás padecemos los mismos dolores de la existencia: “Fui atrozmente tímido”, cuenta en De otro modo, el hombre;título de una larga entrevista que le hiciera su amiga y también escritora Josefina Estrada al maestro cuando la ceguera ya lo había alcanzado.  “Seguí sintiendo vergüenza de mí mismo hasta muy mayor. Fue una cosa que me hizo la vida triste; digamos, infeliz. Por mi incapacidad de acercarme a la gente”.

Dice un refrán kukuana: "Una lanza afilada no necesita brillo",
en el HOnor del peligro, prólogo de V. Quirarte

Sin embargo si algo caracterizaba al maestro era justamente su sonrisa y sentido del humor.  Narra Josefina Estrada, en esa misma entrevista, que en su departamento en Tlatelolco festejaron su cumpleaños número 60.  Para halagarlo su marido Sandro Cohen tocó un preludio de Bach y al finalizarlo exclamó sin malicia: ¡Esa pieza la compuso Bach cuando era un viejito de sesenta años!  Poco después Rubén le comentaría a Josefina con picardía: “Lo bueno es que ya falta poco para que Sandro también sea un pinche viejito de sesenta años”. Me lo imagino carcajeándose con su sonrisa franca de dientes grandes como granos de maíz. 

Gonzalo Celorio, Rubén Bonifaz Nuño, Fernando Curiel y Vicente Quirarte

Y es que dicen que estar con Rubén era desatar el puro relajo, contar chistes y simplezas pues rara vez se ponía serio.  Vicente Quirarte, alumno y amigo, en su texto, Un adolescente llamado Rubén Bonifaz Nuño, confirma estas características: “Todo niño es un héroe y es un brujo. La diferencia es que Rubén Bonifaz Nuño, leal a su infante interior, lector tanto de Homero como de Harry Potter, con el paso de los años ha continuado siendo mago y héroe”

Su amigo de juventud Ricardo Garibay
Cómo podía ser mago, héroe y sonriente si otros, como su amigo de juventud Ricardo Garibay (1923-1999), lo consideraban un sabio casi inalcanzable: “Es un sabio, ha estudiado toda la vida a fondo; yo, todo lo contrario; eso nos fue separando. Él veía con desdén mi mundanidad; y yo (…) su academia. Nos encontramos mucho tiempo después, con cariño franco, abierto, pero (…) teníamos muy poco que decirnos…” 
Uno se pregunta, quizás ingenuamente, porque dos escritores no se pusieron a hablar de literatura.  Posiblemente porque para Rubén la literatura fue siempre un rito y pocas veces hablaba de ella: 



“Escribí siempre formalmente por respeto a la máquina y por respeto a lo que estaba tecleando (...) nunca me quité la ropa para escribir”.  Podemos casi adivinar que las ropas que no se quitaba frente a las palabras eran trajes, como aquellos que lo caracterizaban en los pasillos de la Facultad y del Instituto.  Compraba cuatro trajes al año, lucía elegante con su traje y su bigote. “El bigote me tapa las cicatrices que tengo en los labios (porque...)  yo era muy peleonero (…y) en la secundaria con Ángel Bassols, me habré dado de moquetes una docena de veces, siempre me ganó.  
 No recuerdo haber ganado una sola pelea en mi vida.  No sé pelear pero nunca me rajo, eso dijo Bassols de mi y me gustaría que quedara.” 
Cuenta que en la infancia nunca sintió la pobreza. Vivía en el barrio de las fábricas la Alpina, la Hormiga y Loreto, hoy San Ángel.  Exactamente en la calle de Frontera # 5.  En el mismo predio estaban el telégrafo y su casa.  “Mi padre, Ruben Bonifaz Rojas, era telegrafista.  Su oficio consistía en comunicar a las gentes entre sí, yo lo heredé.”

Los jefes de estación de los trenes, como mi abuelo, solían ser también telegrafistas

 En las mañanas como todos los niños cursaba la primaria pero las tardes eran libres y muchas de ellas, con su amigo Amílcar y Cecilio, iban hasta el Jagüey; un laguito donde hoy se encuentra el estadio de CU.  Los días eran largos, se podía pasear por las calles, atravesar la fauna, capturar luciérnagas y hacer los mandados: “Como la familia era grande (3 hermanos y 3 hermanas), compraba veinticinco centavos; eran dos por cinco.  (…) No había diferencia entre las piezas de dulce y los bolillos de pan.  (…) También me mandaban a comprar las tortillas y el carbón. (…) cuando había lujo, iba a la carnicería y podía comprar cinco centavos de carne común y corriente.  Porque un bistec de filete valía 10 centavos.”

Pancho Villa y otros generales de la División del Norte


Su madre, Sara Nuño Scott, nació en 1888. Cuenta que, según contaba, había combatido en la división del norte con grado de coronel.  "Decía que con la pistola no valía gran cosa pero el rifle lo manejaba bien".  Como era de Tapachula vivió el barrio como un rancho y la casa la llenó de animales: “pájaros enjaulados, gallinas en la azotehuela, gatos, perros, conejos y patos”.  Cuando tuvieron radio los ponía a escuchar ópera Rigoletto y Lucía. “Juntos, cuenta, conocimos las sonatas y sinfonías de Beethoven”. 

Durante muchos años, con sus hermanas, Olga y Alma, fueron a la casa del Dr Magaña, tío de su amigo Amílcar, a escuchar radio.  De esa época “hay una multitud de canciones (de Cri Cri) que recuerdo de memoria perfectamente, por la felicidad y curiosidad por vivir que me dieron”.  Además de que “las canciones de Gabilondo Soler son uno de los elementos básicos de mi experiencia literaria (…)  porque la poesía “no se escribe nunca para los ojos, se escribe siempre para las orejas”.  Pero fue en la secundaria número 10 en Mixcoac, hoy Leopoldo Ayala, donde realmente inició su aventura literaria.  Como un Epicureo cualquiera Rubén no transitó ni la vida ni la literatura solo sino con amigos, como Fausto Vega a quien conoció en la secundaria. “Sin duda el mejor de mis amigos”.

Escuela secundaria 10, en el pueblo de Mixcoac,
su director se llamaba Leopoldo Ayala.
Era 1939, se conmemoraba el aniversario luctuoso de Ruiz de Alarcón, y Rubén ingresaba a su tercer año de secundaria.  Su maestro de literatura, nada menos y nada más que Emilio Abreu Gómez aprovechó los homenajes para iniciar a sus alumnos en la poesía española del siglo XVII: “Leí por primera vez los sonetos de Góngora, Quevedo y Garcilazo, recuerda Rubén, a Fray Luis de León no lo supe comprender hasta que supe latín, porque la lengua de Fray Luis está metida en el origen de la lengua”.

Escuela Secundaria Leopoldo Ayala, en el barrio de Mixcoac
 Como para Fray Luis, la lengua para Bonifaz Nuño fue el origen y el final de todo.  Un acto sacro pero fundamentalmente un quehacer de libertad: “Todos decíamos (Ricardo, Fausto, Rubén) que éramos genios, pero yo me diferenciaba de ellos en una cosa: los demás pensaban que tenían que vivir de la literatura cuando fueran grandes, y yo pensaba -y lo sigo pensando- que la literatura era como una diversión, como una especie de ámbito para la libertad personal, que aparte estaba la manera de ganarse la vida. Por eso, mientras los otros estaban fiándose a la literatura, yo me fui al Derecho... toda mi vida, hasta hoy, he visto a la literatura como una cosa marginal; repito, como un acto de libertad.”   Y así fue Rubén estudió derecho y conoció, más allá de la legalidad la idea de justicia:  “Aprendí lo que es la justicia: aquella voluntad constante y perpetua de dar a cada quien su derecho. Es decir, no un pensamiento teórico ni un imperio emotivo, sino una voluntad de contenido moral; y una voluntad que no admite tregua, porque es constante, y que carece de término, porque es perpetua”.
En 1989 escribiría una rara avis
de la poesía,
"pulsera para Lucía Mendez"
Pero no se dedicó a la abogacía, vivió de la academia y protegió el rito literario de la erosión cotidiana convirtiéndola en una libertad más allá de todo,  incluso de las mujeres. 
“Las mujeres no son musas, confesará en la entrevista a su amiga Josefina, son pretexto para escribir, con excepción quizás de Victoria.”  Cuenta que estaba sentado en la biblioteca de San Ángel, cuando ella entró y le dijo la maravillosa palabra “Quiúbole”, “Desde ese momento me enamoré de ella”.  Compartían el tranvía, platicaban y si no hubiera sido tan tímido, dice, le hubiera hablado de amor.  “No ha pasado un día de mi vida sin que piense en esa mujer (…) ella no me inspiraba versos me inspiraba vida (…) después he amado a muchas.  Pero estar enamorado, el hecho, el sentimiento, lo recuerdo con Victoria”.




Dice que la timidez se le quitó a los cuarenta años, la vergüenza en cambio se le quitó sola mucho antes cuando se dio cuenta de que la gente no era tan tremenda como el la imaginaba.  Quizás esa sensación de vergüenza nos ocurre a todos un poco.  Levantarse y enfrentar el mundo lleno de gente es algo que en lo personal me aterroriza cada mañana.  Curiosamente, como el maestro Rubén le decía a los jóvenes poetas que pedían consejo, yo les repito a mis alumnos del taller: “para escribir quítense la vergüenza.  Ahí en lo que ustedes llaman vergüenza está la literatura.”  No hay que tenerla, dice el maestro,  “Si estoy escribiendo un verso, no tengo vergüenza (… pero ) sí tengo vergüenza de escribir palabras chocantes, con defectos técnicos.”
Que nuestras palabras sin vergüenza sean vientos que acompañen al maestro hasta la otra orilla. Hasta pronto.

También pienso que dada la diversidad de nuestro país es necesario refundarnos como un país plurilingüe. Que de las 53 lenguas indígenas que sobreviven hasta el día de hoy, se elijan 5 y junto al español se conviertan en nacionales; que se le exija a todo profesional hablar su lengua materna, una de ellas, además del castellano.  Es fundamental, por otra parte, que nuestra capital recupere con su nombre México Tenochtitlán, su vieja vocación de grandeza.
Zyanya Mariana