miércoles, 24 de enero de 2018

Cine: La forma del agua







LA FORMA DEL AGUA
Guillermo del Toro
EU, 2017






Así pues, por segunda vez los fariseos llamaron al ciego.
—Di la verdad ante Dios, sabes que él es un pecador.
—Si es pecador o no, no lo sé —dijo el hombre—. Todo
lo que sé es esto: una vez yo fui ciego, y ahora puedo ver.
Juan 9, 24-26






A Luis, Carcass, por los monstruos;
A Gaby por las largas pláticas de cine y vida



Muy posiblemente El laberinto del fauno (2006), sea la película más profunda de Guillermo del Toro. En ella, lo femenino encarnado —La fertilidad personificada por Carmen, la madre gestante; el umbral de niña a mujer representado por una Ofelia de trece añitos, huérfana de padre; y finalmente Mercedes, la mujer joven, una especie de Antígona—, se enfrenta a los abusos del poder. Las tres personajas están vinculadas al flujo de la vida a través del bebé (la madre que gesta, la hija-hermana que sacrifica, la mujer que cría), pero también están enlazadas a la muerte a través del capitán de la Policía Armada; un tal Vidal encargado de erradicar los últimos guerrilleros republicanos escondidos en las serranías después de la guerra civil en 1944.


Escena: El laberinto del fauno

Es cierto que del Toro, como en los cuentos infantiles, utiliza los arquetipos femeninos (madre, hija sacrificada y doncella rebelde) para criticar el poder patriarcal de las sociedades modernas, pero su genialidad no radica en ello, sino en la idea de que las estructuras autoritarias de poder se infiltran y erosionan la dimensión simbólica del ser humano. Para demostrarlo utiliza el género fantástico y los monstruos en sus películas.







En efecto, en el mundo onírico de Ofelia, huérfana de padre, existe un Fauno tiránico que le exige tres pruebas de obediencia ciega a cambio de su deseo; volver a ser la hija de un amantísimo padre subterráneo. La película narra el tránsito de Ofelia por las pruebas que aparecen paralelamente en los dos mundos, el material y el onírico, hasta llegar a la tercera prueba donde Ofelia debe elegir entre su deseo y la vida de su hermano recién nacido. En un mundo donde solemos sacrificar al otro en beneficio propio, Ofelia se distingue y se niega a derramar la sangre del bebé, como exigía el Fauno, eligiendo el sacrificio propio.


  

En cambio, como lo expresa el cartel publicitario, La forma del agua es una historia de amor cortés (hombre mujer, un Tristán e Isolda fundiendo sus cuerpos para rozar lo sagrado) y como tal es predecible y a veces simplista en su guión. ¿Por qué entonces tanta ovación?

Posiblemente se deba a las características de lo monstruoso. En el Laberinto del Fauno el monstruo es interno, no existe; es producto de la sensibilidad de Ofelia la protagonista, de sus temores y deseos. En cambio, en La forma del agua el otro monstruoso es un dios... y eso, que podría ser una tontería, me parece que es importante y la clave para que muchos la llamen, quizás en el calor de la emoción, una obra maestra.



La forma del agua es un mito, no un cuento ni una fábula, que utiliza el discurso tradicional del amor cortés para hablarnos de un mundo naciente. Recuerda en su propuesta al mito cristiano, cuando un dios, dice la tradición bíblica, preñó a una mortal. Quizás la amó, nada se dice al respecto, lo que sí sabemos es que era una mortal de la más baja escala.


Detalle de la anunciación.
Iglesias ortodoxas Rusia


Lo mismo sucede en La forma del agua, el personaje antagónico, que se asume a la imagen y semejanza del dios monoteísta (hombre, blanco, barbado y poderoso) le pregunta al científico ruso qué grupo, qué comando de élite fueron los responsables del secuestro de “la cosa”. El científico ríe burlón y responde que no fue ningún comando de élite, ningún enemigo preparado especialmente para la ocasión sino la última de los últimos. Esa que limpia los baños en un trabajo nocturno y subterráneo y elige entre sus afectos a homosexuales y negras. La que es mujer y no tiene voz, ni siquiera lenguaje para erigirse como superior entre las creaciones humanas. Un vínculo semejante al propuesto por del Toro —la empatía como acto de amor—, aparece en el multipremiado film corto holandés, The space between us de Marc S. Nollkaemper (2015),
pero contextualizada en un mundo apocalíptico. En ambos la empatía hacia el otro diferente deviene un acto de amor que se enfrenta a la norma, al poder y a las diferencias.




En un mundo post-nuclear, donde falta el oxígeno, una humilde limpiadora Juliette elige salvar a un sireno llamado Adam quien ha sido capturado para extraerle sus branquias, última esperanza para la humanidad





En esta época de moral señorial que divide a los seres humanos en inferiores y superiores; en donde el color de piel, el oficio, los estudios universitarios, el país de origen y las lenguas que se hablan determinan el estamento, la casta o la clase social, una película de amor cortés se quiere inquietante. Sólo échenle un ojo a nuestros precandidatos presidenciales y sus campañas, (al respecto una nota: Castas y usos políticos del español); incluyendo las valoraciones racistas que se le hacen en la red a la candidata independiente Marichuy, o lo dicho por Trump acerca de los países de mierda y los valiosos para confirmar el sistema diferenciado que nos rodea. Por ello, en este contexto de altos y bajos la película de del Toro, insisto, adquiere otra dimensión... va más allá que una simple crítica al poder y un homenaje a la otredad pues anuncia mundos nuevos.


Otros lo han hecho, pienso en la película Madre donde Aronofsky vincula, a partir de alegorías bíblicas, la idea de un dios padre demandante y absolutista con la violencia de las sociedades modernas y la destrucción de la madre naturaleza. Como Madre, La forma del agua cuestiona las estructuras simbólicas desde las cuales juzgamos el mundo, estructuras monoteístas y verticales que, yo intuyo, están muriendo.




La forma del agua,
Guillermo del Toro
EU 20017



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El laberinto del fauno,
Guillermo del Toro
España-México 2006

Madre,
Darren Aronofsky
EU 2017

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lunes, 22 de enero de 2018

Cine: Casablanca


CASABLANCA, 
Michael Curtis, 
EU, 1942
Revista Siempre, 2005







EL SIGLO QUE SE NOS FUE

1942, el día de acción de gracias se estrena en Nueva York una película de tintes propagandísiticos que se convertirá en un clásico del cine:  CASABLANCA.  La historia ambientada en un café, aparentemente de Casablanca (Marruecos), plantea el dilema de una mujer dividida entre la lealtad a los ideales y su pasión amorosa.  Ilsa entra al café de Rick con su marido Victor Lazlo, líder de la resistencia antinazi, en busca de unos salvoconductos que les permitirán refugiarse en los Estados Unidos y desde ahí continuar la lucha.  Pero el café de Rick no es cualquier café; su dueño, un norteamericano enigmatico, es su viejo y amoroso amante todavía dolido por el abandono.  En una ambiente de rivalidades privadas y políticas la elección de Ilsa transformará a los personajes y, profetizará el desenlace de la Guerra.
De la película se ha escrito mucho y lisonjero como afirmar que es uno de los mejores guiones de la historia fílmica.  Pero no es su guión, que de vez en vez se quiere cursi y melodramático, lo que la hace inolvidable sino su importancia en el imaginario del siglo XX.  Un siglo corto nacido de las guerras y la exacerbación de los fenómenos (todos los “ismos” del siglo XX). 




En efecto las guerras en Europa, tanto la Primera como la Segunda, destruyeron los viejos ideales decimonónicos.  Del Progreso, que llegaría con la industrialización y los bienes de consumo, sólo quedaba un olor a fuego y atomos convertidos en bombas; de la Razón, que permitía discernir entre el bien y el mal, quedaban los campos de trabajo y exterminio nazi donde escrupulosa y sistemáticamente se había planificado la muerte de hombres y pueblos y; de la Familia nuclear quedaba una liberalidad femenina muy amenazante.  Así, la idea de civilización y sus metrópolis estaban arruinadas. 

Regresemos.  Estamos en 1942, de Casablanca la ciudad marroquí ignoramos casi todo pues bajo regencia francesa, restos del imperialismo colonial, el lugar es una extensión de los conflictos europeos.  Apenas sabemos que en los mercados roban a los incautos y que existen dos cafés, el lugareño que ostenta un nombre extranjero “el blue parrot” y “el Rick’s café”.  Rememorando los cabarets y los grandes centros del naciente espectáculo norteamericano, el café de Rick es nocturno y luminoso como su dueño.  Oasis del glamour y la diversidad, recibe democráticamente a todos (siempre y cuando seas blanco europeo): Franceses, Judíos, Rusos, timadores, soldados, mujeres despechadas y simples migrantes buscando libertad.  Ciertamente el pasado quedaba atrás devastado como las ciudades, estos europeos sin embargo, huyendo de la ruina, fundaban otro siglo en otro lugar: América.  El progreso estaba en sus manos y se llamaba porvenir.

Iniciáticamente, antes del sueño se pasaba por CASABLANCA, (entiéndase el café de Rick), lugar de transición entre la vieja Europa y el porvenir americano.  Ahí se puede hacer de todo: enamorarse, jugar, beber, escuchar música negra y jazz; porque la única nacionalidad es ser “borracho”, los únicos ideales “trabajar en paz” y la única razón impartir justicia por encima de los intereses personales  (“No quiero saber qué haces en la noche, le advierte Rick al mesero después de asegurar los salarios.”).  Rick, prototipo del hombre americano, el WASP (White anglo-saxon protestant), domina el espacio a partir de una nueva racionalidad lejana al ideal ilustrado.  No es un sabio erudito rodeado de libros sino un hombre libre imponiéndose al paisaje porque la razón americana se inspira en la voluntad del cowboy.  El hombre Marlboro, como Rick, colonizan el mundo fundando libertades y esparciendo el bienestar a todos.  Ese es el mensaje, esa la proyección internacional de los Estados Unidos y ese será también el sueño americano que persigan todos los migrantes al cruzar las fronteras de la muerte (llaménse Estados Unidos o Europa). 

 
En cuanto a la familia nuclear y la posibilidad de conciliarla con la liberalidad femenina, por lo menos en apariencia, la película propone la Pareja;  pesadilla y anhelo del siglo XX.  Ilsa, bella y silenciosa, obediente a su hombre pero fuerte en la pasión, es la heroína del siglo XIX que se niega a desaparecer.  Lánguida, no es un mujer de entreguerras, de pelos cortos e ideas atrevidas, sino el prototipo que encerrará a las mujeres de los 50’s en sus casas.  Cabe recordar que los años 50’s son particularmente conservadores en los Estados Unidos mucho más que los viejos 20’s y 30’s donde las mujeres experimentaron en todos los campos.  Ilsa, cubierta elegantemente, es la Mujer que los hombres modernos buscaron sin encontrar: sumisa en lo público, impetuosa y tierna en lo privado.  Y es que fue la mujer del altar pero nunca aquella con la que despertaron cada mañana.   Ilsa no es madre ni ama de casa mas la siempre glamorosa compañera, eternamente joven. 

CASABLANCA  no fue simplemente un film sino la respuesta del siglo a los ideales de progreso, razón y familia.  Tipos y prototipos que alimentaron el imaginario colectivo de los hombres de un siglo XX que se nos fue.




CASABLANCA, 
Michael Curtis, 
EU, 1942
Humphrey Bogart e Ingrid Bergman
    

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Cine: Señora Venganza

SRA VENGANZA, 
Park Chan Wook, 
Corea del sur, 2005
Revista Siempre, 2005






“Para invocar la pureza que esperamos o deseamos del otro, se regala un pastel blanco de tofú.” Con esta explicación, hecha por un cura católico coreano, inicia la película Sra. Venganza, última de una trilogía (Sympathy for Mr. Vengeance y Old Boy) del director sudcoreano, Park Chan- Wook. “Vete a la mierda”, le responde una hermosa mujer de mirada dulce, mientras tira al piso el pastel. El cura, desconcertado, la ha esperado los 13 años de condena considerándola un ángel a pesar del crimen del que se le acusa: secuestro y asesinato brutal de un niño de 5 años.

¿Qué se oculta detrás de ese rostro infantil e ingenuo, un ángel o un monstruo? Sólo una venganza que ha sido lenta y cuidadosamente tejida. Al salir de la cárcel, escena tras escena, la bella solitaria va recogiendo fragmentos, hilos de una sola madeja que terminarán por conducirla al maestro de escuela infantil, Baek, secuestrador y asesino de niños. Cada persona es una deuda contraída en prisión. En efecto, durante su estancia carcelaria, siempre con rostro angelical, se dedicó a ser la necesidad de la otra: Una donante de riñón; un refugio para el desamor; la justicia para las humilladas o el cuidado para la vejez y el olvido…, y cada necesidad colmada aumentó su aura de santidad y belleza. Luz angelical equívoca, o dual, pues con sus actos, también crueles, hereda el apodo de la sádica que torturaba a las presas: La bruja. He aquí a una diosa que con una mano da la vida y con la otra la quita. En el principio fue una nacimiento al final una muerte…

A pesar de sus rasgos católicos dualistas, o de una estética tachada por la critica de mercadotecnia, (muchos afirman que la estética del cine asiático actual responde a la demanda occidental que imagina un Asia bello e inalcanzable), lo cierto es que la película se asienta sobre dos premisas muy interesantes (y por lo menos discursivamente, muy lejos de los valores modernos de tipo occidental). Por un lado la imposibilidad del acto individual (la necesidad de los otros), para amar, para asaltar, para secuestrar, para vengarse, para criar, para creer… y por el otro, la mezquindad humana que todos llevamos dentro pero que descargamos en el “malo” social; el convicto, el secuestrador, el asesino, el otro, el chivo expiatorio.



Por ello el climax narrativo se da cuando los padres, víctimas dolidas por la muerte de sus niños, al estar congregados deciden una venganza personal contra el secuestrador; más allá de la ley. La escena inicia con los padres mirando un televisor donde se proyectan las muertes de sus niños en llanto pidiendo al secuestrador: “No me mate”. El todo puede ser acusado de efectista, pero la narración es más compleja pues va revelando la pulsión de muerte y sadismo que todos llevamos dentro, incluso las víctimas. Más allá, un micrófono, castigo psicológico para el secuestrador inmovilizado, reproduce el debate de los padres. Todos cargan historias negras, pecados silenciosos; incluso el cura que unas escenas antes ha vendido las fotos de su ángel caído haciendo mueca frente al bajo precio obtenido.





Nadie está libre de culpa, todos somos culpables concluye la foto colectiva que se toman los antes víctimas ahora verdugos. Escena análoga a los ritos antiguos de escarnio público que purificaban a los habitantes de un pueblo con el sacrificio propiciatorio de una víctima. Rito frente al tótem que solía ser sacrificado para la redención de todos, y donde la sangre bebida limpiaba a la colectividad. En el caso de la cinta del director Park Chan Wook la sangre se convierte en un delicado pastel, negro con mermelada roja, que todos comen después de cantar una canción de cumpleaños. Es el nacimiento de algo, y todos lo saben cuando al despertar de su acto se levantan y se lanzan a la calle a recibir la nieve, gotas blancas que caen del cielo y los purifican.

Sola, sin haber podido encontrar la redención que esperaba en su acto de venganza colectiva, dirige sus pasos cabizbaja con un pastel envuelto en la mano. Suponemos que es un regalo para su hija, la niña que a pesar de haber sido criada por unos viejos y amables australianos, ha decidido, con chantajes, seguir a esta madre aparecida. Silencio y noche, mientras camina seguida por el joven ayudante de pastelero, única relación ajena a su cuidadosa planificación de venganza. A la mitad del camino se encuentran la madre vestida de cuero, botas y saco negro, y la hija descalza en camisón blanco. Entonces la bella desenvuelve el regalo, pastel blanco de Tofú que la hija prueba y ella no se atreve a comer.

Después de 13 años y una venganza sigue sintiendo la suciedad primera que la manchó cuando ayudó a secuestrar a un niño. Sin embargo la redención ha llegado, lo saben la niña y el joven enamorado, ambos hilos no usados en el telar de la venganza. Lo saben porque están ahí, alrededor del pastel de tofú, ahí, debajo de la nieve que cae para todos. Y es que la vida, afirman algunos, no es blanca ni negra sino una infinidad de grises posibles.

Zyanya Mariana
Revista Siempre 2005



SRA VENGANZA, 
Park Chan Wook, 
Corea del sur, 2005



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Cine: Suite Habana

SUITE HABANA, 
Fernando Pérez, 
Cuba, 2003
(de corte documental sin ser verdaderamente uno)
Revista Siempre, 2005
 








Una ciudad que despierta, una guardia que cambia de relevo, un Centro Habana que se va vaciando extrañamente sin sonido para iniciar las labores de trabajo.  La mañana se impone y con ella los gritos de mujeres en tubos, las máquinas, las guaguas pero la voz de los hombres permanece muda, insonora.  Es el principio de la película Suite Habana del director cubano Fernando Pérez.  Elocuente inicio de imágenes que esbozan la nimiedad del hombre frente al destino, frente al mundo y las enormes máquinas transformadoras del paisaje; incluso del paisaje habanero. Sin embargo las diez historias que se narran a lo largo del filme se van diluyendo y terminan por volverse melodrámaticas a pesar de la promesa inicial.
 


En realidad la película revela mucho del sentir cubano hoy.  Un aislamiento de casi medio siglo, altos niveles de educación y un discurso maniqueísta  (los malos están allá afuera) han forjado una identidad muy peculiar y poderosa (basta el milagro cultural para darse cuenta: el mayor número de escritores y de músicos en el continente para un pedacito de tierra).  Los cubanos, como cualquier otro pueblo incapaces de mirarse, se siente víctimas o héroes del mundo y el relato de los diez personajes lo confirma.  Son héroes de Centro Habana, el barrio de mayor negritud y densidad poblacional,  frente a la adversidad: como el zapatero de vestir impecable a la hora de la farándula o el blanquísimo enfermero trasvesti de lentejuela y zapatos rojos; como el payaso de fiestas infantiles que vive de la medicina o aquel saxofonista que de día funge como mecánico ferroviario; como la vendedora de manís  (la cacahuatera) que desesperanzado es su día como su noche.  

En la mayoría de los casos la doble vida enaltece la rutina laboral.  Esos hombres salidos de las ruinas, imágenes repetitivas del malecón golpeado por la marejada, se subliman al contacto de sus verdaderas pasiones artísticas: la actuación, el baile, la danza, la música o los lentes de John Lenon.  Sublimación que sólo es posible en un país pobre como Cuba porque los Olvidados, en otras latitudes, no pueden redimirse.  Buñuel, menos complaciente que el director cubano, hizo de su personaje con doble vida, estelarizada por Catherine Deneuve, una crítica a las pasiones del individualismo, un fatalismo de posguerra que perdurara a lo largo del siglo.  Bella de día más que un clásico fue una profecía.




 A esta viñeta de personajes dobles se añaden los dramas de época: el desamparo del viejo; el niño enfermo (con síndrome de Down), el conflicto del exilio (en Cuba cada cierto tiempo un ciudadano recibe “el bombo”, un fólder amarillo que contiene la posibilidad legal de salir del país y viajar a Miami.  Es el caso del personaje.) y, la propaganda como remanente de lo que un día fue lucha legítima y promesa.  Realidades políticas y sociales del mundo moderno, sin excluir países. 
            Lo leí, decíamos; hoy en cambio afirmamos: salió en la tele...  Huelga decir que la película en Cuba disfrutó del fenómeno de espejos que en México se dió con imágenes mucho menos poéticas como el Big Brother.  “Yo he vívido esto pero ahora que lo veo en la tele me doy cuenta que es real.”.  Curioso que en una sociedad menos mediatizada como la cubana el hecho se repita: la imagen vuelve las cosas suficientemente reales para la indignación o la apatía.
            Fernando Pérez logra un buena película de pinceladas poéticas y ciertas críticas con aires exquisitos pero, a diferencia del cineasta español,  prefiere el final fácil, de lagrimeo.  Una película, a pesar de todo, interesante.

Suite Habana

lunes, 8 de enero de 2018

Castas y otros usos políticos del Español ; LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA


Zyanya Mariana
“El primer estrato de esta sociedad discriminatoria por la piel está ocupado, como ha quedado expuesto, por el sector blanco de la población. Lo constituye una minoría de españoles peninsulares ricos y muy influyentes (los llamados "gachupines” en Nueva España y "chapetones" en Perú), y de criollos que les siguen por prestigio socioeconómico. Es un hecho manifiesto que a medida que la sociedad colonial se había ido estructurando durante la anterior centuria, se fue dando mayor importancia a la pureza de sangre, derivando en la adopción de un sentido jerárquico y aristocrático, perfectamente conformado a principios del siglo XVIII. Tal fue la importancia atribuida a la limpieza de sangre (que en muchos casos no era limpieza absoluta de sangre blanca) que con frecuencia los individuos de este sector recurrieron en este período a la Audiencia para certificarla.”
Navarro García, Luis (1989). 






LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA;  
Castas y otros usos políticos del español


El dialecto castellano, propio del condado medieval de Castilla, se expandió junto al cristianismo con el imperio Español. Vía el colonialismo se convirtió en la lengua institucional desde California hasta Tierra de fuego; hoy cuenta con 437 millones de hablantes. Lo más interesante, sin embargo es que su uso revela la historia, la organización y la normativa de la región; más aún devela nuestros miedos y racismos así como las singularidades de cada país. En Argentina por ejemplo, las lenguas migrantes se fueron quedando en el mar de la plata, en el puerto, en las orillas para avanzar en un aparente único cauce hacia el castellano, como le dicen allá a la lengua de la patria. De hecho, escritores como el cordobés Filloy o el porteño Borges la llevaron a niveles tan impecables en su obra literaria que se habló de la posibilidad de un castellano puro. 

Península Ibérica, año 1000 y el pequeño Condado de Castilla dependiente del Reino de León

En México, en cambio, el español es una lengua más entre muchas otras lenguas. Durante el siglo XVI rivalizó con el náhuatl como lingua franca. El proyecto de los misioneros franciscanos era hacer del “mexicano”, como le llamaban al náhuatl del valle central, la lingua franca del continente pero el proyecto se canceló cuando el muy católico Felipe II temió que los demonios de los paganos, sus nuevos súbditos, se infiltraran por medio de la lengua.
A pesar de ello, hasta la Independencia, sólo las ciudades con poblaciones criollas o criollizantes hablaban español, el resto del país hablaba una gran diversidad de lenguas nativas, muchas presentes hasta el día de hoy (68 originales y 264 variantes lingüísticas). A principios del siglo XX, sólo 30% de la población hablaba español pero el mito civilizatorio; el proyecto nacional surgido de la revolución mexicana; la educación pública, la radio y sobretodo la televisión terminaron por hispanizar al país. Muchos, tenemos hoy en México abuelos o bisabuelos que hablaban alguna lengua. Mientras la población se hispanizaba y se urbanizaba, las élites en México que hablaban español aprendían francés si eran porfiristas y después de los años 50 inglés. 


Aunque somos considerados el país con mayor número de hablantes constitucionalmente  el español no es la lengua oficial del país como lo indica el artículo 4º —pues tanto las lenguas indígenas como el español “son lenguas nacionales por su origen histórico, y tienen la misma validez en su territorio”— , hablamos diferentes españoles dentro del territorio y desgraciadamente su uso clasifica, como en el viejo sistema de castas colonial, a la población.


Anónimo, Museo Nacional Del Virreinato, Tepoztlán
1. Español con India, Mestizo
2. Mestizo con Española, Castizo
3. Castizo con Española, Español
4. Español con Mora, Mulato
5. Mulato con Española, Morisca
6. Morisco con Española, Chino
7. Chino con India, Salta atrás
8. Salta atras con Mulata, Lobo
9. Lobo con China, Gíbaro (Jíbaro)
10. Gíbaro con Mulata, Albarazado
11. Albarazado con Negra, Cambujo
12. Cambujo con India, Sambiaga (Zambiaga)
13. Sambiago con Loba, Calpamulato
14. Calpamulto con Cambuja, Tente en el aire
15. Tente en el aire con Mulata, No te entiendo
16. No te entiendo con India, Torna atrás





Este orden virreinal, basado en la desigualdad étnica y en la pureza de sangre, que aseguraba a peninsulares —tanto españoles o extranjeros viviendo en la Nueva España—, y criollos —de origen europeo y raza blanca—, el poder político, económico y de prestigio y que sometía a los “indios”, naturales americanos, y a los negros venidos de África es válido hasta el día de hoy en México y tristemente lo podemos ver en las precampañas políticas de nuestros candidatos.

Si usamos la pintura de castas para analizar los discursos presentados por los precandidatos, podemos notar que el precandidato del PRI es presentado como si fuera un peninsular, de origen anglosajón pero catolicísimo casado con criolla. Es tan peninsular que su baño de pueblo es viajar en clase turista. De su vida intima circulan videos de su boda con Juana, quien en el nombre lleva la cruz; notas que refrendan su catolicismo y explican que cada domingo asiste en familia, pater familias, a la misa de la iglesia del barrio de Chimalistac. Qué decir de las múltiples y breves referencias que alegan su origen familiar irlandés y legitiman la pronunciación de su apellido. En la propaganda insisten en que “se le llame MID aunque se lea ME-A-DE”. 



Las malas lenguas, sin embargo, insisten que como a sus abuelos y padre, vinculados a la comunidad libanesa fundamentalmente cristiana maronita, no les agradaba que el apellido ME-A-DE conviniera con MEÓN, con el que MEA y demás juegos lingüísticos relacionados con la orina, decidieron que se pronunciara MID. Me imagino al precandidato del PRI corrigiendo a sus maestros y evitando el escarnio infantil repitiendo constantemente: “No se dice ME-A-DE, se pronuncia MID”, respaldándose en el sistema de castas de clóset que alimentamos todos los días.



Por su parte la propaganda del joven Anaya, candidato del Frente (PAN-PRD y lo que se acumule esta semana), insiste en ubicar al queretano en la casta de criollos ilustrados, al más puro estilo del historiador decimonónico Lucas Alamán enemigo de Juárez. “Habla francés e inglés” insisten; nos defiende en esos idiomas contra el agresor extranjero, es guërito y toca en una banda. Sutilmente, la propaganda lo separa del castizo Enrique Peña Nieto quien no habla inglés a pesar de haber estudiado en universidades católicas privadas, del mestizo Grupo Atlacomulco (exceptuando al virrey Videgaray) y de las bases PRIistas en general.





Finalmente, AMLO se asocia con la izquierda por una cuestión simbólica-pigmentocrática, más que estructural. Se le acusa por su acento tabasqueño de “tropical”; se le cuestiona su nacionalismo, es hijo de la revolución, como arcaísmo frente a una globalización francamente en decadencia en términos internacionales. Su discurso “primero los pobres” y la defensa del petróleo como bien nacional siempre se ha basado en el modelo nacional desarrollista; aunque es un modelo capitalista de tipo keynesiano fue criticado por una casta peninsular y criolla como “un peligro para México”. 




Jugando con sus críticos el partido que se deslinda del PRD se convierte en Morena para identificarse con todas las castas técnicamente cerradas al ascenso social o pauperizadas sobretodo los últimos 30 años. Quizás eso explique las pasiones y casi autos de fe que provoca.




De Español e indio, mestizo
Miguel Cabrera

 Nada es puro y el sistema de castas jamás fue infalible, siempre se ha dado un permanente entrecruzamiento y una masiva mezcla en la sociedad mexicana. Si desde el virreinato había voces que afirmaban que de las castas "no habrá quién se atreva a distinguirlas", o que su distinción "nunca tendría fin", hoy eso no sólo es real sino una de las riquezas de la diversidad cultural de nuestro país. 
De mestizo e india, Coyote
Miguel Cabrera
Sin embargo, en este país de Mireyes y Wannabes como los clasificó Ricardo Raphael, las castas insisten en diferenciarse y hoy lo hacen a través del dinero, aparentemente única meta del hombre moderno. Esto se refleja como curiosidades y costumbres propias para cada lugar. Un mismo individuo puede pertenecer a diferentes castas según el lugar donde esté, así las élites indígenas, muchas veces vinculadas a partidos políticos o a los maestros rurales bilingues, cuando vienen a la ciudad de México son discriminados por su color de piel o su “castilla”, un uso del español más cercano a los modismo del castellano del siglo XVI e incluso del ladino, la lengua de los sefaradíes. 

De negro e india, China cambuja
Miguel Cabrera
En el caso de los negros de la costa del pacífico, a diferencia de las poblaciones Atlánticas de Veracruz por ejemplo, a pesar de hablar un español de esclavos, es decir cercano en usos y costumbres a los españoles que los comerciaban, son generalmente invisibilizados y denominados como morenos o prietos. 
Podríamos seguir en este análisis, ad infinitum, que en lo personal me avergüenza como mexicana, por ahora sólo quiero concluir diciendo que el sistema de castas de clóset se utiliza, como en la época virreinal y en los últimos 30 años de neoliberalismo mexicano, para legitimar una supuesta aristocracia que se asume hija de extranjeros, criolla o criollizante y que detenta el poder económico en términos de injusticia social y pobreza. Es tan racista que durante siglos la capital no ha tenido nombre y ahora nos nombramos a partir de la denominación americana "Mexico city/ciudad de México". Habría que replantearnos por qué los candidatos y sus seguidores aluden al sistema de castas en vez de cuestionarlo.