jueves, 15 de diciembre de 2022

ENSAYO 2022; UN CAMPO SIMÉTRICO LLAMADO OCCIDENTALISMO

Zyanya Mariana 


 UN CAMPO SIMÉTRICO LLAMADO OCCIDENTALISMO

(REVISTA DE COMUNICACIÓN: RIC)



Westeros de Game of Thrones es una representación de Occidente




Bagdad estuvo en llamas
y sólo me importó arrullar el sueño de mi hija
Aleppo fue bombardeada
y sólo me importó la tarea y la cena de mi hija
Hoy hay guerra en Ucrania y sólo me importa lavar la ropa de los días...
ZM

 

Probablemente, nadie pueda imaginar un campo simétrico llamado occidentalismo.

Edward Said, Orientalismo 


 

 

"UN CAMPO SIMÉTRICO LLAMADO OCCIDENTALISMO."*

 

Los seres humanos contamos historias, las necesitamos. Entre trabajos y días, las historias sirven para dormir a los niños y despertar a los adultos, canta el refrán popular; su utilidad cotidiana, empero, va más allá. Con las historias compartimos la experiencia que sucede en nuestras mentes; al compartirla se transforma y regresa a nosotros, cual búmeran, con significados colectivos que generan mundos. Los mundos creados generan parámetros, lindes que otorgan sentido al tránsito humano en esta vida. El sentido, un camino para el futuro, una especie de esperanza o propósito, puede revelarse como algo personalísimo que llega a partir de la imagen de un poema, de un relato heroico o de la narración de un viaje interior pero, en general, aparece como un relato que se asume como una cosmología: en algunos casos abiertamente religiosa (cosmogonías) y, en otros, aparentemente laica ("religiones civiles").

            Con cosmología me refiero a un relato de creación, a la usanza de las narraciones cosmogónicas que hablan del origen del mundo, o de un mundo en específico, pero desde una racionalidad vinculada a las estructuras de poder y de conocimiento. Aunque se quiere absoluta, cuasi creación de dioses, e invisible, la cosmología aparece en el discurso político y en el económico, en las representaciones del arte, la literatura y los medios de comunicación; se sostiene a partir de discursos históricos, filosóficos e intelectuales que se repiten hasta organizar el pensamiento y el quehacer humano de una sociedad dada.         

            Cercana a la fenomenología de Husserl que hablaba de "realidades cándidas", este astrolabio discursivo puede denominarse como “Sistema de representación”. Cada pueblo, históricamente, ha conformado un sistema propio a partir de narraciones que explican su centralidad en el cosmos con mitos e historias que responden a preguntas existenciales de carácter básico, como ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos? y ¿por qué nacemos? Muchas veces, un pueblo conquistador impone su Sistema de representación sobre los pueblos vencidos, invisibilizando, en nombre de un concepto (dioses o dios verdadero, arios, virtud, mestizaje, progreso) otros sistemas de representación y otras realidades materiales.

            En efecto, cada sistema de representación, vinculado a lo sagrado y numénico, implica consecuencias materiales y mentales específicas que solemos llamar "realidad". Por ejemplo, las Madonas con niño en el Renacimiento no sólo despojan a la Coatlicue, madre de Huitzilopochtli, de su fuerza y su capacidad de engendrar guerreros, sino que la convierten en monstruo que debe erradicarse. Lo mismo sucede con Inanna, "Diosa del cielo y de la tierra" de las ciudades-estado mesopotámicas, que fue fraccionada en múltiples diosas y, en el caso de la mitología griega, en cuatro diosas limitadas y supeditadas al poder de Zeus: Afrodita (Deseo y sexualidad), Hera (hogar y los mantenimientos)  Atenea (Conocimiento) y Deméter (Crianza y agricultura). En el siglo X, entre los vikingos, el Cristo redentor crucificado se impondrá al gran banquete de Odín, en Valhalla, no perderán arrojo bélico, pero la organización social de los hombres del norte cambiará; algo paralelo sucederá con los nómadas turcomongoles en el siglo XIII, conquistarán tierras en nombre de Tengri, dios del cielo, pero se asentarán en ellas adoptando nuevas religiones donde la ley y el castigo permite una convivencia entre clanes diferentes, como el Islam o el budismo.

            En los últimos 500 años, el sistema de representación hegemónico del planeta, que sostiene el actual sistema económico de tipo capitalista, se conoce con el signo de 'Occidente'. Aparentemente es un territorio, una región que existe en el imaginario, popular y mediático, y se sitúa en un oeste equívoco. Por ello, en el imaginario, todo lo que viene de esa dirección es más bueno, más rico, más bello y más universal. Todas las respuestas, como los caminos de la vieja Roma, llegan hasta ese espacio ubicado en algún lugar del planeta que a veces parece ubicarse, en Europa, otras en norteamérica y a veces, incluso, en algunos espacios en América Latina.

            En México, puede referirse a las culturas del área mesoamericana conocida como "Occidente de México" que, por carecer de "arquitectura monumental", han sido relegadas a estudios periféricos; también puede aludir a una de las ocho regiones del país actual: el occidente de México, que mira al océano Pacífico; o referirse a la ciudad de Guadalajara, "la perla de occidente", símbolo de la identidad nacional posrevolucionaria encarnada por Jorge Negrete en la película ¡Ay Jalisco, no te rajes! Desde un punto de vista más internacional, la palabra 'Occidente' suele usarse como sinónimo de Europa que, en el imaginario criollo, incluye a España "la madre patria"; a Francia; Inglaterra y Alemania. Para muchos universitarios mexicanos, empero, quizás influidos por nuestra cercanía con los EU y al constante vaivén fronterizo, legal e ilegal, 'Occidente' es la región de los anglo-sajones con bienestar económico. En este caso, a la Europa del imaginario criollo se le suman "los nominados al Óscar": Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda; la imagen de un primer mundo rubio que elimina a las poblaciones originarias de Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Para el imaginario Ilustrado mexicano, y latinoamericano en general, con dejos de racismo colonial, el término se refiere a sí mismos, a Europa y a veces a los Estados Unidos; se consideran europeos fuera de Europa o quizás occidentales fuera de ‘Occidente’. Badiou (2016), el filósofo francés, clasifica a esas élites con poder adquisitivo que desean ser occidentales sin serlo, como "el deseo de Occidente"; la segunda categoría entre tres tipos de sujetos que propuso en una conferencia dada, en noviembre del 2015 a raíz de los atentados en el Bataclán de París, en La Comunne, centre dramatique national d' Aubervilliers: 1) Occidente, 2) Deseo de Occidente y 3) Nihilistas (Badiou, 2016). Quizás por ello, fue tan doloroso para la élite mexicana, que se consideraba a sí misma parte de ‘Occidente’, que Trump los considerara simplemente mexicanos.

            Esta narrativa binaria entre "ser o no ser ‘Occidente’", sinónimo de "ser o no ser civilizado", que viene como mandato de Europa o EU hacia América Latina, ha sido más evidente que nunca en la cobertura mediática de la "guerra en Ucrania". A diferencia de otras regiones del mundo, los titulares de los tradicionales medios de comunicación mexicanos, independientemente de sus posiciones entre izquierda y derecha, se alinean, a veces ambiguamente, a la posición de las grandes empresas mediáticas europeas y/o norteamericanas que podemos resumir con un: "Putin invade" [Putin invade]; frase que utilizó el periódico inglés The Guardian, perteneciente a The Guardian Media Group plc (GMG), el 25 de febrero como título de portada (The Guardian, 25/02/2022), simplificando un conflicto de viejas causas. No todos olvidaban la complejidad del conflicto, en diciembre del 2021, la corresponsal en Moscú, María R. Sahuquillo, resumía en su nota la rueda de prensa anual de Putin. En ella, el mandatario ruso acusaba a la OTAN de "sembrar sentimientos anti-Rusia" y de “lavar el cerebro a la población de Ucrania"; la nota concluía hablando de Donbás, región en guerra, donde separatistas y ejército ucraniano se enfrentan desde hace ocho años, cobrando, según estimaciones de Naciones Unidas, unas 14.000 vidas (El País, 23/02/2022).

            Regresemos a México, el Reforma no sólo difunde la mirada de EU y/o Europa en sus notas, sino que, para hablar de la guerra en Ucrania, propone en su diseño el mismo azul que usó el periódico El País para rotular, en su portada del 25 de febrero al iniciar la guerra, la siguiente frase: "El más grave conflicto en Europa en 80 años alarma al mundo" (El País, 25/02/2022). El uso del color azul da una sensación sutil de enlace y continuidad alarmista del Reforma con el medio del grupo español PRISA. La misma mirada de continuidad con El País y el Reforma eligió el portal de noticias de Aristegui con la siguiente frase: "Rusia invade Ucrania; Europa conmocionada | Primeras planas del mundo" (Aristegui Noticias, 25/02/2022). La Jornada prefirió el influjo norteamericano al europeo y puso en su portada del 25 de febrero: "Putin eligió la guerra y pagará, amenaza Biden" (La Jornada, 25/02/2022); parafraseando la nota del 24 de febrero de la portada del New York Times: "Biden golpea a Rusia con amplias sanciones por la guerra de Putin en Ucrania" [Biden Hits Russia With Broad Sanctions for Putin’s War in Ukraine] (New York Times, 24/02/2022). Quizás, la preferencia se deba a que el multimillonario Carlos Slim, desde el 2015, es el primer accionista en la empresa perteneciente a The New York Times Company (Galván Ochoa, 15/06/2021). En cambio, la portada de Al Jazeera, el canal de televisión satelital qatarí, complejizaba la guerra y la llevaba más allá de un enfrentamiento entre dos bandos, informando acerca de la geopolítica del Mar negro que involucraba los intereses de Turquía: "Turquía declara que no puede impedir el acceso al Mar Negro de los buques de guerra rusos" [Turkey says cannot stop Russian warships accessing Black Sea] (Al Jazeera, 25/2/2022).

            Lejos de los imaginarios coloniales decimonónicos latinoamericanos que oscilan entre los conservadores, leales a la cruz evangelizadora europea, y los liberales, fervientes seguidores de la doctrina Monroe (América continente para los americanos anglosajones y criollos), la guerra en Ucrania enfrenta mediáticamente a Rusia, que no es parte de ‘Occidente’, y a un ‘Occidente’ imaginario que, si bien se vincula a EU y a la OTAN, queda sin definir. La ambigüedad es evidente, por ejemplo, en una nota previa a la guerra del periódico francés Le Monde, compartida con AFP y Reuters, el título decía: "Crisis ucraniana: Occidente anuncia una serie de sancciones contra Rusia" [Crise ukrainienne: l’Occident annonce une série de sanctions contre la Russie] (Le Monde, 22/2/2022). El diario de Groupe Le Monde no definía en su nota quienes conformaban 'el Occidente’ sólo hablaba de las sanciones impuestas por el presidente de los EU, Joe Biden, a Rusia; así como las medidas que tomarían los socios occidentales: Alemania y Gran Bretaña. Una semana más tarde, la Redacción de la BBC News mundo, el Servicio Mundial de la BBC subvencionado por el gobierno británico, evidenciaba un 'Occidente' enfrentado a "la Rusia de Putin", con un título lleno de adjetivos que tampoco delimitaba lo que llamamos  ‘Occidente’: "Rusia y Ucrania: el histórico contraataque de Occidente a Putin, el "agitador[1] del orden internacional" (BBC News mundo 7/02/2022).

            Este "histórico" enfrentamiento entre un 'Occidente' y el "agitador ruso" se evidenció en todos los niveles; fue más allá de lo geopolítico y se expresó como "cultura de la cancelación". En Italia, "el escritor y profesor universitario Paolo Nori denunció que, su ciclo de cuatro conferencias sobre el escritor ruso Fiódor Dostoievski, había sido cancelado por la Universidad Bicocca de Milán, como reacción a la guerra de Putin en Ucrania" (ABC Cultura, 07/03/2022). Al final, ante las protestas de muchos profesores y una controversia en redes sociales que llegó incluso al parlamento italiano, la Universidad Bicocca dio marcha atrás. El episodio no es un hecho aislado, el alcalde de Florencia, Dario Nardella, denunció en Twitter que: "Me han pedido que derribe la estatua de Dostoievski en Florencia" (ABC Cultura, 07/03/2022). En España, la rectora de la universidad de Valencia, Mavi Mestre, instó a los estudiantes rusos a volver a su país, señalando que en caso de continuar en España lo harían bajo su responsabilidad y asumiendo las consecuencias que se derivarán de las sanciones a Rusia adoptadas por la comunidad internacional (El Mundo, 14/03/2022).

            Quizás el caso de cancelación más burdo fue el impuesto a la soprano rusoaustriaca Ana Netrebko, por la Ópera Metropolitana de Nueva York, quien no aceptó repudiar públicamente a Vladimir Putin. Cito un fragmento del comunicado oficial por parecer increíble:

La soprano Anna Netrebko, al no cumplir con la condición del Met de repudiar su apoyo público a Vladimir Putin mientras éste le hace la guerra a Ucrania, se ha retirado de sus próximas actuaciones en el Met...[2]

Not complying with the Met’s condition that she repudiate her public support for Vladimir Putin while he wages war on Ukraine, soprano Anna Netrebko has withdrawn from her upcoming Met performances... (MET Opera, 03/03/2022)

 

La "cultura de la cancelación" también se ejerció en el mundo de los coches y la competencia de la Formula 1: el equipo Haas (Haas F1 Team) puso fin al contrato con el patrocinador Uralkali y con el piloto Nikita Mazepin, ambos rusos (El País, 05/02/2022).

            Sin embargo, ha sido en el ámbito del deporte —herramienta educativa y moralizadora desde su imposición en las escuelas públicas inglesas en el siglo XIX y posteriormente arma al servicio del proyecto imperial británico (Ferrer Torres, 2012, p.119-130) — donde se ha manifestado de manera evidente el apoyo de ‘Occidente’ a Ucrania, así como la creación de una opinión pública contra Rusia. A diferencia de otras guerras, los deportistas ucranianos tienen mediáticamente el derecho de quejarse y ser difundidos por los medios, locales y globales; prerrogativa que ha sido negada a 'Otros' grupos humanos y nacionalidades víctimas de guerra, invasión y necesidad de asilo.

            En el 2008, el futbolista egipcio Mohamed Aboutrika, después de meter tres goles en el partido contra Sudán, en la Copa Africana de Naciones, se levantó la camiseta para mostrar la frase: Sympathize with Gaza ("Simpatiza con Gaza"). Inmediatamente se le sacó una tarjeta amarilla y se le recordó que, durante los partidos, no se puede dar ningún tipo de mensaje político, comercial o religioso (Peru21, 07/03/2022). En efecto, una regla no escrita indica a los deportistas "jugar y  guardar silencio". Lo expresó claramente un comentarista de Fox News a LeBron James, en octubre de 2018, a raíz de su apoyo público al movimiento Black lives matter [Las vidas negras importan]. La cruzada personal del basquetbolista contra la violencia policial y el racismo sistémico en los EU lo convertirían en blanco de los tuiters de Donald Trump quien lo compararía al impoluto Michael Jordan, "que nunca cometió el “error” de mezclar política y deporte" (ICON-El País, 31/08/2022).

            En el caso de Ucrania, empero, política y deporte se dan la mano y los grandes medios lo confirman difundiendo las declaraciones de los deportistas ucranianos; así pasó con las declaraciones en favor de la paz, hechas el 23 de febrero, por la judoca ucraniana Daria Bilobid a través de los canales oficiales del Comité Olímpico de Ucrania (El Español, 24/02/2022). Ese mismo día, lo testificaron también los fans del Atalanta, que vieron por televisión como el mediocampista ucraniano Ruslan Malinovskyi, tras anotar, se levantó la camiseta para mostrar un mensaje que decía: “No a la guerra en Ucrania" (La Jornada, 25/02/2022). Un día después, el 24 de febrero, al inicio abierto de la guerra con la invasión rusa en Ucrania, los señalamientos contra Putin hechos por deportistas ucranianos se multiplicaron en diversos medios europeos e incluso latinoamericanos: el tuiter del ucraniano Wladimir Klitschko, excampeón mundial de boxeo, acusando a Putin de querer "restaurar un imperio caído" trascendió rápidamente (INFOBAE, 24/02/2022). Los titulares también multiplicaron los llamados a la paz hechos por deportistas rusos como Rublev, Medvedev y Khachanov (La Jornada, 26/02/2022), obviando que en las notas los tenistas convocaban a la paz, sin señalar culpables, y afirmaban haber recibido ataques en redes sociales por el simple hecho de ser rusos (Punto de Break, 24/02/2022).

            Sin embargo, es en el ámbito del futbol, uno de los grandes negocios globales, donde se comprueba el apoyo de la industria del deporte a las posiciones de ‘Occidente’. El 24 de febrero, la condena de Vasyl Kravets, lateral zurdo del club de futbol de Gijón, Real Sporting de Gijón, pasó sin censura de los medios asturianos al mundo:

El comunicado del lateral zurdo de 24 años es muy claro: "Quiero dar las gracias a Europa y a Estados Unidos por el apoyo que están dando a mi país". Para el zaguero sportinguista, solo hay un responsable para explicar este conflicto armado: "En esta situación solo hay un culpable: Vladímir Putin". (DMQ Asturias, 24/02/2022).

 

Por su parte, la UEFA, ente rector del futbol europeo a nivel de clubes y selecciones, en un comunicado oficial condenaba "la invasión militar rusa que está teniendo lugar en Ucrania" (UEFA). Gianni Infantino, presidente de la FIFA, preocupado por Qatar 2022, no usaba la palabra "invasión" y expresaba con cautela lo siguiente:

La FIFA condena el uso de la fuerza en Ucrania por parte de Rusia, así como cualquier tipo de violencia para la resolución de conflictos. La violencia nunca es la solución, y la FIFA hace un llamamiento a todas las partes para restablecer la paz mediante un diálogo constructivo. La FIFA sigue mostrando su solidaridad con las personas afectadas por este conflicto. (FIFA, 24/02/2022)

 

Quince días después, la Federación anunciaba que la Fundación destinaría un millón de dólares a la guerra en Ucrania por acciones de ayuda humanitaria (FIFA, 19/03/2022). Mientras las asociaciones de futbol se solidarizaban con los deportistas ucranianos y se alienaban a ‘Occidente’, el jugador profesional de squash, Ali Farag, aprovechando su victoria en el Campeonato de Optasia, en el club Wimbledon, contrapunteaba la agenda occidental con  la siguiente declaración:

Ambos hemos visto lo que está pasando en el mundo en estos momentos con Ucrania y nadie está contento con lo que está pasando ... pero nunca se nos ha permitido hablar de política en el deporte, pero ahora de repente se nos permite ... Quiero decir, los palestinos han pasado por eso durante los últimos 74 años, pero supongo que como no encaja en la narrativa de los medios de comunicación de Occidente, no podíamos hablar de ello. Pero ahora que podemos hablar de Ucrania, podemos hablar de los palestinos.

We've both seen what is going on in the world at the moment with Ukraine and nobody is happy with whats going on ... but we've never been allowed to speak about politics in sports but all of a sudden now it's allowed ... I mean, the Palestinian have been going through that for the past 74 years, but I guess because it doesn't fit the narrative of the media of the West, we couldn't talk about it. But now that we can talk about Ukraine we can talk about Palestinians (MEE, 11/03/2022).

 

Las palabras del campeón egipcio fueron difundidas en redes sociales a través de medios independientes como Middle East Eye o rivales mediáticos de ‘Occidente’ como Al Jazeera que ya había enunciado la doble moral mediática: "Doble estándar: Crítica a la cobertura occidental en la guerra de Ucrania" [Double standards’: Western coverage of Ukraine war criticised] (Al Jazeera, 27/02/2022). En la nota del 27 de febrero, el portal de noticias Al Jazeera exponía los cuestionamientos, provenientes desde las redes sociales, al doble rasero utilizado por los medios de comunicación (occidentales) en la guerra de Ucrania frente a otros conflictos armados. La nota exhibía las expresiones racistas de corresponsales, periodistas y analistas que se horrorizaban de que un conflicto así sucediera en "una nación civilizada" como Ucrania y que los refugiados fueran gente rubia de ojos azules. El portal reprodujo los tuiters que recordaban la destrucción de Afganistán e Irak; de los bombardeos constantes al Medio oriente y África, así como el acoso a Palestina y Yemen por parte de Israel y Arabia Saudita, respectivamente, sin sancción alguna. La denuncia de la doble moral, hecha sobre todo por musulmanes, no especifica quiénes se pueden considerar ‘Occidente’, aunque sí revela que el Islam, como Rusia, no lo son.

            Esta división donde Rusia no es ‘Occidente’, proviene de los acuerdos de postguerra. Para Kissinger y su concepto de "Equilibrio de poder", que estructuró la política exterior norteamericana después de la Segunda Guerra Europea, ‘Occidente’ se dividía en dos: el ‘Occidente’ del viejo mundo y el del nuevo mundo (Kissinger, 1996, p.6). Ambos Occidentes estaban aliados en contra de la expansión soviética, hoy Rusia. El viejo occidente, de origen cristiano  —lo que explicaría por qué el Islam no es Occidente— estaba compuesto por los miembros fundadores de la Alianza del Atlántico Norte (OTAN) en 1948: Francia, Reino Unido y el Benelux (Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo) y algunos de 1949 (Dinamarca, Islandia, Italia, Noruega y Portugal[3]), mientras que el nuevo occidente, de tradición protestante (luterana, anglicana o calvinista), lo conformaban los países anglosajones de nuevo cuño: Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Del otro lado, se encontraban los "enemigos" de ‘Occidente’, agrupados por el Pacto de Varsovia, firmado en 1955, y vinculados a los soviéticos. Sus miembros fundadores (Albania, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, la República Democrática Alemania, Rumanía y la Unión Soviética), herederos de la tradición cristiana oriental, se consideraban países intermedios. Más allá, en los extremos, se ubicaban los países del Tercer mundo, subdesarrollados o "débiles" (Kissinger, 1996, p.5). Es decir, el aparente mundo bipolar de postguerra que enfrentaba el "bloque occidental-capitalista", liderado por los Estados Unidos, y el "bloque oriental-socialista", liderado por la Unión Soviética, estaba organizado en tres círculos concéntricos alrededor de un núcleo central, EU y URSS, que se disputaban el mundo. Después de la caída del muro de Berlín en 1989, la organización tripartita mundial se desdibujaría; EU añadiría a la OTAN algunos países del bloque este y, sobre todo, a la Alemania reunificada, un miembro fundamental de 'Occidente'.

            Tras la caída del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, donde hermosas mujeres eslavas se enfrentaban a James Bond, el agente 007, la escuela norteamericana de los años noventa sustituiría la división tripartita de postguerra por un Nuevo orden mundial; el nuevo orden se difundió en libros icónicos como El fin de la historia (1992), de Francis Fukuyama, y el Choque de Civilizaciones (1996)[4], de Samuel Huntington. Este esquema proponía un "viejo y nuevo Occidente civilizado" frente a los salvajes del mundo: un grupo amorfo, pluriétnico y plurinacional donde se encontraban los 'Otros' radicales y fanáticos, por ejemplo, el Islam. El enemigo imaginario y sus aliados se alterarían, no así el ‘Occidente’ y su esquema tripartita que se trasladaría a la idea de democracia: al centro un grupo en disputa por el poder (partidos políticos), rodeado en un primer círculo de élites (burocráticas, intelectuales, artísticas, económicas...), seguido de una segunda circunferencia de clases medias porosas o "deseos de occidente" y, al final, una circunferencia donde viven los extremos, los 'Otros': nihilistas, terroristas, fanáticos, musulmanes, antidemocráticos, autoritarios, pobres, desarrapados, salvajes... Este orden democrático es paralelo a los porcentajes económicos dados por Badiou: el 10% de la población es dueña del 96% de los recursos del mundo y está en disputa. De ese 10%, el 1% es dueña del 46% de los recursos; los llamados multimillonarios de la revista Forbes. El segundo círculo, lo conforman el 40% de la población, una clase media porosa que es dueña de 14% de los recursos planetarios y que habita sobre todo en 'Occidente'. El resto, un 50% de la población mundial no posee nada (Badiou, 1996) y en el imaginario mediático son los "salvajes de los extremos".

            Esta idea del mundo, donde otras civilizaciones y economías como China e India no tienen lugar, fue confirmada por las declaraciones de Barack Obama después de los atentados en París a civiles, el 13 de noviembre, reivindicados por el Estado islámico (Daesh/ ISIS): "Este es un ataque, no sólo contra París, sino que es un ataque contra toda la humanidad y los valores universales que compartimos" (La voz de América, 2015). Lo Universal, con mayúscula, que se supone compartimos toda la humanidad, según el discurso del primer presidente negro de los EU, se refiere a un sistema de valores determinado de raigambre cristiana que no sólo ha generado el discurso de "la civilización occidental", sostén del mundo moderno, sino una región imaginaria, ‘Occidente’, a la que suponemos con superioridad moral y epistémica.

            Cabría preguntarse, ¿de dónde proviene esta idea, esta universalidad de valores instalada en un esquema tripartita que funciona geopolíticamente para acumular o eliminar riqueza y que decide acerca de los cuerpos que importan y los que no? Es muy posible que sus raíces se instalen el el siglo XVIII, con las ideas de la Ilustración, y se hayan institucionalizado en el siglo XIX, cuando el llamado "Modelo ario" eliminó las raíces afroasiáticas de la civilización clásica (Bernal, 1993). El "Modelo ario", vinculado a los eruditos de las escuelas orientalistas, a la "idea de progreso" y al debate alrededor del caso Dreyfuss, convirtió a los griegos en el origen civilizatorio del mundo. Fue así como la ecúmene griega, retomada por Heródoto en su Historias, que organizaba el mundo conocido por los griegos en tres regiones identificables: Libia, Europa y Asia, llegó hasta nosotros los "modernos".

            Heródoto — siguiendo la tradición geográfica de Anaximandro, de Hecateo de Mileto y de la Periégesis griega en general— representaba el mundo conocido como un disco circundado por el océano y dividido en tres partes por barreras de agua: El Nilo, que divide Libia de Asia; el Phasis, frontera entre Europa y Asia, y el Mediterráneo que separa Libia de Europa (Heródoto, 2000). El esquema herodotiano no sólo indica la importancia histórica de las ciudades portuarias, también revela la importancia de los mares en la economía de la región, hecho que prevalece y que explicaría la multiplicidad de nombres con las que cada pueblo singularizaba, y controla hasta el día de hoy, los pequeños mares y brazos que conforman el Mar Medi Terraneum. Me refiero al mar Egeo (Atenas, Salónica y Esmirna); al mar de Cilicia (Halicarnaso, Salamina, Antioquia); al mar Levantino (Tiro, Sais, Alejandría, Cirene hasta Cartago), al mar Jónico (Siracusa, Tarento, Esparta) e incluiría, en esta enumeración, el mar de Mármara o Propontide (Constantinopla, Calcedonia, Redestós) que atraviesa la tierra y conecta el Egeo con el Mar Negro (Sinope, Trebisonda y Fasi), tan importante para Rusia en esta guerra. La trascendencia del mar en términos económicos nutre los imaginarios poéticos; si Europa, la tierra más allá del mar Egeo, se bautizó con el nombre de una mujer fenicia raptada por un toro; Egeo recuerda el dolor de un rey que creyó haber perdido a su hijo, Teseo.

            Como hoy en la guerra de Ucrania, el enfrentamiento entre griegos y persas —que duró más de dos siglos y que culminó con la disolución del Imperio Aqueménida por Alejandro Magno, llamado Iskander en  la mitología iraní— también fue un enfrentamiento de oikos; etimología de la palabra economía que designaba la casa en tanto señorío del pater de familia y unidad básica de la polis. El Oikos griego se anclaba en el mar; a diferencia del Oikos mesopótamico que surge de la agricultura. Este enfrentamiento entre el mar y la tierra se desplazaría al Atlántico y al imaginario Occidental, como si el Atlántico se hubiera convertido en el mar del centro, y aventurarse a la tierra, más allá, fuera adentrarse a lo desconocido e ignoto que describía Heródoto. Ello explicaría la singularidad histórica de la Ciudad de México que, a diferencia de otras capitales latinoamericanas fundadas en la costa, la capital mexicana, situada en un valle central en lo alto de la montaña, fue respetada.

            En efecto, los navegantes y conquistadores del siglo XV y XVI fundarán ciudades en las costas de América y África conformando una estructura colonial costera; idea comercial y de expansión política muy diferente a la de China. Desde el reino de Wudi (141-87 a.n.E.), consolidador de la dinastía Han (Botton Beja, 2000, p.110), los gobernantes favorecieron la penetración china en Asia central a partir de la ruta de la seda que atravesaba tierras y ciudades interiores; hoy en día esta expansión comercial sube a tierras eslavas, lejos del mar Mediterráneo, y llega en tren hasta Duisburgo, Alemania (El País, 26/07/2021).

            Regresemos al esquema tripartita de Heródoto, este se organiza en tres círculos concéntricos, parecido a la diana que se utiliza en el tiro con arco. En el núcleo central aparecen las diferentes batallas entre aqueménidas y helenos, que constituyen las Guerras médicas; le rodea un círculo poblado por extranjeros conocidos, le sigue la periferia habitada por nómadas y, finalmente, antes del océano límite del mundo, los extremos de la tierra abundantes en riquezas y donde moran los salvajes: antropófagos, hombres sin cabeza o con cabeza de perro, mujeres lúbricas (Rosellini y Saïd, 1978, p.949-1005) y seres que aún viven en la "Edad de oro", explica Hesíodo, "con el corazón libre de preocupaciones, sin fatiga, ni miseria" (Hesíodo, TyD, 110-115), como los Hiperbóreos, como el buen salvaje descrito en los Diarios de Colón (Colón, Diario, 12.10.1492).

            En el centro físico y narrativo de las Historias se encuentran la centralidad de griegos y persas, luchando; como después la tendrá, en el siglo XVI,  la disputa de Carlos V contra Francisco I de Francia; en el siglo XX los Aliados contra las potencias del Eje, y hoy 'Occidente' contra Rusia. Esta narrativa está implícita incluso en la lucha por el trono de hierro que sucede en la serie Juego de Tronos (Games of Thrones), basada  en los libros Canción de hielo y fuego (A Game of Thrones, 1991; A Clash of Kings 1998; A Storm of Swords, 2000; A Feast for Crows, 2005; A Dance with Dragons, 2011), del escritor estadounidense George R. R. Martin. Al territorio central, donde existe una vida reglamentada con problemas humanos y luchas de poder, teatro "hesiódico" de la ecúmene griega, le sigue una circunferencia donde habitan extranjeros conocidos, como los egipcios, los escitas y la gente de Libia, que comercian con los griegos o que eran vasallos de los Aqueménidas, y que muchas veces conformaban, como los etíopes, el ejército de Jerjes. Hasta aquí, los "ellos" diferentes de "nosotros", pero conocidos. A pesar de la diversidad de usos y costumbres, en estas regiones del mundo, la gente es gente y no seres fabulosos como los que habitan en los márgenes, la periferia de los tres continentes.

            En esos extremos del mundo, los eschatiai, donde hace mucho calor y se encuentran los desiertos del mundo abundantes en oro, habitan múltiples seres maravillosos que cruzarán el Atlántico y se instalarán en la literatura y el imaginario del Nuevo Mundo. Por ejemplo, reencontramos en los Diarios de Colón a los bellos, y longevos de 120 años, Macrobios. Al sureste de la Libia herodotiana moran los trogloditas, que viven bajo tierra y recuerdan a los inmortales de Borges, pues carecen de lenguaje articulado y su habla se parece al chillido de los murciélagos (Heródoto, Libro III, 17-25, 29, 114). Al extremo sur, los Atarantes que carecen de nombres propios y maldicen al sol cuando este quema en exceso (IV, 181-196). Al extremo de Arabia, donde abundan las serpientes, especialmente las aladas y la canela (III, 107-113), se encuentran los cinocéfalos ( IV, 191), cabeza de perro. Este monstruo recorre la mitología Lombarda medieval, el Diario de Colón y la literatura gauchesca argentina. Al extremo oriental, la India remota y sus hormigas gigantes que custodian oro (III, 101). Al noroeste, el pueblo numeroso de los Arimaspos, nobles guerreros de un sólo ojo y abundante vello en el cuerpo, ricos en caballos y ganado que luchaban contra fieras salvajes (IV, 16). Aunque los pueblos taínos no tienen ni abundante vello ni caballos, Colón los confundió con Cíclopes salvajes, que después denominó Caníbales. Más allá, al extremo septentrional de los arismapos, los argipeos, hombres con pezuña de cabra; potenciales luciferes. Y, al extremo del extremo norte, los afortunados Hiperbóreos donde Apolo vive la mitad del año por sus inmejorables condiciones climáticas (IV, 13).

            Este mapa cultural, que he enumerado incompleto, se convirtió en una estructura repetitiva en el imaginario occidental hasta nuestros días. Lo encontramos en el discurso geopolítico, en el histórico y en la ficción; aparece, como lo he mencionado, en los Diarios de Colón que convirtieron al continente en una especie de canibalia (Jáuregui, 2008); en la literatura gauchesca, que legitima la conquista del desierto argentino, el exterminio de poblaciones amerindias y también en la literatura anglosajona. Esta ecúmene, tripartita y fabulosa, estructura lo que sucede en Poniente amenazado por los 'Otros' en Juego de Tronos y transita de la Comarca al centro en disputa en la Tierra media de Tolkien.

            Narrativamente, la historia de El Señor de los anillos [The Lord of the Rings], (Tolkien, 1968) inicia en el mundo afortunado de los Hobbits, especie de Hiperbóreos, donde los magos, especie de dioses apolíneos, conviven y comen. La misión del anillo nos lleva por el extremo fabuloso donde habitan elfos, enanos, orcos y árboles hablantes para llegar a la perifería, el reino de Rohan. En ella, se desplazan a caballo los rohirrim, descendientes de los éothéod, que eran nómadas y, más allá, al centro, se encuentra el reino de Gondor (griegos) disputado por Sauron (persas). Huelga decir, que la batalla del abismo de Helm está inspirada en la descripción, que hace el historiador inglés Sir steven Runciman, del sitio a Constantinopla (Runciman, 2019): el ejército de Isengard (Uruk-Hai, orcos, semiorcos y huargos), paralelo al ejército de Mehmet (bachi-bazuks, anatolios, jenízaros, cañones y flota turca), se enfrenta a las fuerzas de Rohan (cristianos ortodoxos protegidos por las murallas). El sitio parece favorecer a los orcos pero la llegada, en el último momento, de los elfos (los cristianos latinos que nunca llegaron a Constantinopla), favorece la victoria de "los pueblos libres".

            El esquema herodotiano también aparece en el universo de Frank Herbert. A diferencia de El Señor de los anillos, la narrativa de Dune (1965) se centra en Arrakis, tierra extrema y desértica de los fremen, pueblo salvaje de feroces guerreros que cabalgan los gusanos de arena, monstruos prodigiosos que protegen, como las hormigas gigantes de Heródoto, la riqueza. El centro en disputa de la ecúmene herbertiana, está representado por la casa de los Atreides (los griegos de Heródoto) enfrentada a la casa de los bárbaros Harkonnen (los persas), pero su disputa se ha extendido, como la estructura colonial capitalista, al planeta lejano y fabuloso de Arrakis donde yace la especia melange, materia prima energética imprescindible del Landsraad, institución que repartió el mundo entre las grandes casas después de la batalla de Corrin, simil de lo sucedido después de la primera y la segunda Guerras Europeas.

            Mucho más queda por decir de Occidente, de su esquema tripartita y del eje este-oeste que recorre las narrativas del mundo moderno. Por ahora, sólo añadiremos que las raíces profundas e invisibles de este imaginario herodotiano no se encuentran en Grecia, sino en la interpretación que de ella hicieron los romanos, particularmente los territorios que conformaban el Imperio Romano de Occidente. Con la cristianización de este territorio alrededor del Mediterráneo, durante la Edad Media, la disputa enfrentó las huestes de Lucifer (paganismo y brujas) a los valores de la cristiandad; una vez el territorio cristianizado, la disputa se trasladó, en el siglo XVI, al Atlántico y convirtió al Nuevo Mundo en tierra de monstruos (caníbales); para el siglo XIX, el neocolonialismo hizo del Islam y del Oriente tierras extremas de monstruos lúbricos y hombres afeminados. Después de la Segunda Guerra Europea, la ecúmene cristiana se ensanchó y las colonias anglosajonas, lidereadas por los EU, se integraron al signo de Occidente y a la riqueza industrial del nuevo orden geopolítico. La idea que se reforzó en la literatura de ficción y fantasía, en los medios de comunicación tradicionales (periódicos, cine y televisión) y en los deportes, hoy vive cuestionamientos. Si los medios tradicionales se han atomizado, en términos de naciones y de usuarios por las redes, el futbol también se ha globalizado cuestionando la universalidad Occidental de raigambre cristiana-Ilustrada. En efecto, La'eeb, la mascota del Mundial de Qatar 2022, recuerda un Djin de la tradición preislámica árabe. De hecho, en la animación oficial del Mundial Qatar 2022, el turbante volador propone un mundo de realidad paralela donde las mascotas de los mundiales viven; donde los fenómenos futbolísticos se explican mágicamente, como el gol de Maradona a Inglaterra en 1986, y donde el futbol es más viejo que Occidente, pues surge del lenguaje cósmico (Página 12, 01/07/2022). Quizás recordaremos este 2022 como el año de la guerra en Ucrania, del Mundial en Qatar, de la amenaza latente de un virus y donde se vislumbraron nuevos imaginarios.

 

Zyanya Mariana
abril 5 y 2022, Mixcoac

 

(Este artículo fue escrito originalmente para la Revista de Comunicación de la Universidad Iberoamericana #52)

 

[1] Las cursivas son mías
[2] Las traducciones del francés y del inglés al español son mías. En todo el texto he puesto la traducción al español en un inicio, seguido del original en francés o inglés.
[3] España, que también forma parte de Occidente, entraría a la OTAN 1982 (mayo 30) convirtiéndose en el miembro número dieciséis de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
[4] Originalmente fue un artículo publicado en la revista estadounidense Foreign Affairs en 1993, ​ posteriormente transformado en libro en 1996.

 

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