viernes, 26 de abril de 2024

4. Noemi Klein/ Necesitamos un éxodo del sionismo: PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR EN TIEMPOS DE GAZA BOMBARDEADA

 

Publicado originalmente en The Guardian
a partir del discurso pronunciado por Naomi Klein en el Séder de Emergencia en las Calles,
celebrado en la ciudad de Nueva York. 

el 24/04/2024
(Versión al Español: Zyanya Mariana) 

 

 
El martes 23 de abril de 2024, activistas se reunieron en Grand Army Plaza, en Brooklyn, Nueva York, para protestar contra el voto del Congreso de Estados Unidos a favor de más financiamiento y armas para Israel.  Naomi Klein* pronunció una homilía política reflexionando sobre la historia bíblica del becerro de oro en el Libro del Éxodo, diciendo que la ideología del sionismo es un ídolo falso para la actual generación de pueblo judío.
 
 
 
 


He estado pensando en Moisés, y en su ira al bajar del monte y encontrar a los israelitas adorando un becerro de oro.

La ecofeminista que hay en mí, siempre se sintió incómoda con esta historia: ¿qué clase de Dios tiene celos de los animales? ¿Qué clase de Dios quiere acaparar para sí todo lo sagrado de la Tierra? Pero hay una manera menos literal de entender esta historia. Nos habla de falsos ídolos. Sobre la tendencia humana a adorar lo profano y lo que brilla, a mirar lo pequeño y material en lugar de lo grande y trascendente.

Lo que quiero decirles esta noche, en este revolucionario e histórico Séder celebrado en las calles, es que muchos de nuestro pueblo están adorando, una vez más, un ídolo falso. Están cautivados por él. Borrachos de él. Profanados por él.

Este falso ídolo se llama sionismo.

Es un ídolo falso que usa nuestras más profundas historias bíblicas de justicia y emancipación de la esclavitud –la historia misma del Pésaj en Pascua– y las convierte en armas brutales del colonialismo para robar tierras, hojas de ruta para la limpieza étnica y el genocidio.

Es un ídolo falso que ha usurpado la idea trascendente de la tierra prometida –una metáfora de la liberación humana que ha viajado a través de múltiples religiones por todos los rincones de este mundo– y se ha atrevido a convertirla en un contrato de compra-venta para un etnoestado militarista.

La versión política de la liberación que nos presenta el sionismo es en sí misma profana. Desde el principio, requirió de la Nakba, la expulsión masiva de palestinos de sus hogares y tierras ancestrales.

Desde el principio ha estado en guerra con los sueños de liberación. En Séder, vale la pena recordar, que este ritual incluye los sueños de liberación y autodeterminación del pueblo egipcio. El falso ídolo del sionismo equipara la seguridad israelí con la dictadura egipcia y sus estados clientelares.
 
Desde el principio se produjo un tipo retorcido de libertad, donde se veía a los niños palestinos, no como seres humanos, sino como amenazas demográficas —de la misma manera que el faraón del Libro del Éxodo temía el crecimiento de la población de israelitas y, por ello, ordenó la muerte de sus hijos.

El sionismo nos ha traído al momento actual de cataclismo y es hora de que lo digamos claramente: siempre nos ha conducido a este lugar.

Es un ídolo falso que ha llevado a muchos de nuestro pueblo por un camino profundamente inmoral, que ahora lo justifican destruyendo los mandamientos fundamentales: no matarás. No robarás. No codiciarás.

Es un ídolo falso que equipara la libertad judía con las bombas de racimo que matan y mutilan a los niños palestinos.

El sionismo es un ídolo falso que ha traicionado todos los valores judíos, incluso el valor que le damos al cuestionamiento —una práctica incorporada en el Séder con sus cuatro preguntas formuladas por el niño más pequeño.

Ha traicionado, incluso, el amor que tenemos como pueblo por los textos y la educación.

Hoy, este falso ídolo justifica el bombardeo de todas las universidades de Gaza; la destrucción de innumerables escuelas, de archivos, de imprentas; el asesinato de cientos de académicos, de periodistas y poetas —esto es lo que los palestinos llaman escolasticidio, la aniquilación de los medios de educación.

Mientras tanto, en esta ciudad, las universidades llaman a la policía de Nueva York y se atrincheran contra "la grave amenaza" que representan sus propios estudiantes, los que se atreven a hacerles preguntas básicas: ¿cómo puedes pretender que crees en algo, y menos en nosotros, mientras habilitas, inviertes y colaboras con este genocidio?

Al falso ídolo del sionismo se le ha permitido crecer sin control durante demasiado tiempo.

Por eso esta noche decimos: esto termina aquí.

Nuestro judaísmo no puede ser contenido por un etno-estado, porque nuestro judaísmo es internacional por naturaleza.

Nuestro judaísmo no puede ser protegido por el ejército aniquilador de ese Estado, porque lo único que hacen los militares es sembrar dolor y cosechar odio, incluso contra nosotros en tanto judíos y judías.

Nuestro judaísmo no está amenazado por quienes alzan su voz en solidaridad con Palestina sin importar raza, etnia, capacidad física, identidad de género o generaciones.

Nuestro judaísmo es una de esas voces y sabe que en ese coro reside, tanto nuestra seguridad, como nuestra liberación colectiva.

Nuestro judaísmo es el judaísmo del Séder de Pesaj: la ceremonia que nos reúne para compartir la comida y el vino con los seres queridos y también con los extraños. El ritual que es inherentemente portátil, nómada, suficientemente liviano para llevarlo en la espalda, que no necesita se nada, sólo de nosotros: donde no hay muros, ni templo, ni rabino, sólo la labor devota de cada uno de nosotros, incluso –especialmente– la del niño más pequeño. La fiesta de Séder es una tecnología de la diáspora, si alguna vez la hubo, hecha para el duelo colectivo, la contemplación, el cuestionamiento, la memoria y la regeneración del espíritu revolucionario.

Así que miremos a nuestro alrededor. Éste, aquí, es nuestro judaísmo. Mientras las aguas suben y los bosques arden y nada es seguro, oremos ante el altar de la solidaridad y la ayuda mutua, sin importar el costo.

No necesitamos, ni queremos el falso ídolo del sionismo. Queremos liberarnos del proyecto que comete genocidio en nuestro nombre.

Liberarnos de una ideología que no tiene ningún plan para la paz, más allá de las negociaciones con sus vecinos, petro-estados asesinos y teocráticos, mientras vende al mundo las tecnologías del robo-asesinato.

Busquemos liberar al judaísmo de un etnoestado que quiere que los judíos tengan miedo permanente, que quiere que nuestros hijos vivan con miedo, que quiere que creamos que el mundo entero está en nuestra contra para que corramos hacia su fortaleza y nos cobijemos bajo su cúpula de hierro, o al menos para mantener el flujo de armas y donaciones.

Ese es el ídolo falso.

Y no sólo se trata de Netanyahu, es el mundo que él creó y el que lo creó a él: es el sionismo.

¿Que somos? Nosotros, en estas calles desde hace meses y meses, somos el éxodo. El éxodo del sionismo. Y a los Chuck Schumers[1] de este mundo, no les decimos: “Dejen ir a mi pueblo”. Les decimos: “Ya nos hemos ido. ¿Y tus hijos? ahora están con nosotros, a nuestro lado.



[1] 1. Líder de la mayoría demócrata en el Senado de Estados Unidos, articulador clave para aprobar una ayuda extra estadounidense de 26 mil millones de dólares a Israel. 
 
 

 

* Naomi Klein es columnista y escritora colaboradora de The Guardian en Estados Unidos. Es profesora de justicia climática y codirectora del Centro para la Justicia Climática de la Universidad de Columbia Británica. Su último libro, Doppelganger: A Trip into the Mirror World, se publicó en septiembre. 
 

PENSAR, REPENSAR Y DISENTIR
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