martes, 9 de abril de 2024

Cine: Dune (2021-2024) de Denis Villeneuve (1/3)

 


Dune

Denis Villeneuve

Basada en Dune de Frank Herbert

Estados Unidos, 2021 y 2024




Tenemos motivo para atacar al poeta,

pues, respecto de la verdad,

hace obras tan viles como el pintor...


: Platón (La república)

 

 

Siempre he pensado que los escritores conversamos con los creadores de antaño. En épocas de paz hablamos con escritores que narran días apacibles; en tiempos eróticos, buscábamos a los lúbricos y en períodos aciagos, como el actual, retomamos textos e historias de sangre, muerte y guerra. De alguna manera, esto también les pasa a los cineastas. Platican con viejos libros para crear nuevas imágenes, como lo hace el director canadiense Denis Villeneuve con el escritor norteamericano Frank Herbert y su novela de ciencia ficción, Dune, publicada en 1965.

            Sin embargo, a diferencia de los libros, las películas para producirse necesitan mucho dinero. De ahí que estén atravesadas por el pulso político y las tendencias económicas de la época. En muchos casos, los propósitos políticos son evidentes y su difusión se viste de glamour, premios y bombardeo mediático ¿Quién podría olvidar al mujeriego, atractivo y elegante agente 007, siempre con un Martini en la mano, luchando contra los soviéticos y protegiendo el petróleo en plena Guerra Fría? A este proceso de difusión cultural se le conoce como "poder blando" (Soft power). Término acuñado por el teórico militar Joseph Nye, quien defendía la cooptación de los imaginarios sociales y la moral mediática, sobre las intervenciones militares. Sostenía que la cultura y el cine generaban una moral en la gente, una idea del mundo que terminaba percibiéndose como sentido común. Carlos Monsiváis, el ajonjolí de la cultura popular mexicana, solía decir que el cine daba permiso.

            La teoría de Nye no es absoluta, pero el control de las imágenes es definitivamente un arma poderosa. Lo supo Constantino, lo denunció Edward Said, el teórico palestino, y lo sabe Hollywood. Para muestra, las sagas de Marvel que representan al mal a partir de imágenes relacionadas con el Medio Oriente. Iron Man (2008) separa a los talibanes malos, terroristas, de los buenos, campesinos, defendidos por Estados Unidos. De muchas maneras, Marvel legitima en el imaginario popular el Discurso que diera en enero del 2002 George W. Bush, donde señaló a los países que componían el "eje del mal":  Irak, Irán, Corea del Norte, y posteriormente Libia, Siria y Cuba; casi todos países bombardeados y destruidos.

           Otras veces, incluso sin desearlo abiertamente, las películas se convierten en propaganda política, como la multipremiada Casablanca (Michael Curtiz, 1942) o en representaciones y anhelos de un país. Pienso en la muy bella película china Héroe (2002) de Zhang Yimou, uno de mis directores preferidos, que fuera criticada en China por legitimar la masacre de la plaza de Tiananmén de 1989. Propaganda o no, el cine siempre refleja las fantasmagorías de su época, aunque no todo mundo puede hacerlo desde la belleza. Al fin y al cabo, la estética también es política.  

         Por ello, la complejidad que el director quebequense Villeneuve (Incendies, 2010; Arrival, 2016; Blade Runner 2049, 2017), propone en la saga de Dune, primera parte (2021) y segunda parte (2024) puede analizarse desde muchas perspectivas, incluso contradictorias. Por un lado, podemos leer las dos películas como la representación de los juegos político-militares del siglo XXI o como la legitimización de una guerra de grandes dimensiones en Medio Oriente y al mismo tiempo como una crítica a la guerra, a las religiones y a las figuras mesiánicas que Occidente confunde con figuras populares y carismáticas. 

    Lezama Lima decía que la poesía era la contradicción de la contradicción, lo mismo se puede decir de las imágenes poéticas del cine de Villeneuve. Si Blade Runner 2049 era un poema visual distópico, Dune es un elogio al desierto, la arena y sus dunas. No hay que olvidar que de las cinco grandes religiones modernas, las tres monoteístas nacieron entre dunas. Por ello, para el Occidente monoteísta el desierto representa la totalidad de lo humano: la riqueza material y la necesidad espiritual; la vida, la muerte y la transformación; el campo de batalla de los poderosos y el lugar de ritual de los pueblos. Es el lugar de las fantasmagorías místicas donde las profecías, como las de la sororidad Beneth, se encarnan y toman vida. Es una metáfora con sed, del planeta azul en el que vivimos. 

ZM

Primera parte

Segunda parte 

Tercera parte








No hay comentarios:

Publicar un comentario