martes, 24 de junio de 2014

44.- Antología poética; Carlos & Zyanya, Janikuá

"Estamos solos, totalmente solos en este planeta ocasional; 
y entre todas las formas de vida que nos rodean, nadie, 
excepto el perro, ha hecho una alianza con nosotros". 
Maurice Maeterlinck.




Janikuá y su pelota roja

A mi maestra, Janikuá quién me enseñó la puerta de la tercera orilla




ELEGÍA A LA MUERTE DE UN PERRO


La quietud sujetó con recia mano
al pobre perro inquieto,
y para siempre
fiel se acostó en su madre
piadosa tierra.

Sus ojos mansos
no clavará en los míos

con la tristeza de faltarle el habla;
no lamerá mi mano
ni en mi regazo su cabeza fina
reposará.

Y ahora, ¿en qué sueñas?
¿dónde se fue tu espíritu sumiso?
¿no hay otro mundo
en que revivas tú, mi pobre bestia,
y encima de los cielos
te pasees brincando al lado mío?

¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
Un mundo sin el perro,
sin las montañas blandas,
sin los serenos ríos
a que flanquean los serenos árboles,
sin pájaros ni flores,
sin perros, sin caballos,
sin bueyes que aran…

¡El otro mundo!
¡Mundo de los espíritus!
Pero allí ¿no tendremos
en torno de nuestra alma
las almas de las cosas de que vive,
el alma de los campos,
las almas de las rocas,
las almas de los árboles y ríos,
las de las bestias?

Allá, en el otro mundo,
tu alma, pobre perro,
¿no habrá de recostar en mi regazo
espiritual su espiritual cabeza?
La lengua de tu alma, pobre amigo,
¿no lamerá la mano de mi alma?

¡El otro mundo!
¡Otro… otro y no éste!
¡Oh, ya no volverás, mi pobre perro,
a sumergir los ojos
en los ojos que fueron tu mandato;
ve, la tierra te arranca
de quien fue tu ideal, tu dios, tu gloria!

Pero él, tu triste amo,
¿te tendrá en la otra vida?
¡El otro mundo!…
¡El otro mundo es el del puro espíritu!
¡Del espíritu puro!
¡Oh, terrible pureza,
inanidad, vacío!

¿No volveré a encontrarte, manso amigo?
¿Serás allí un recuerdo,
recuerdo puro?
Y este recuerdo
¿no correrá a mis ojos?
¿No saltará, blandiendo en alegría
enhiesto el rabo?
¿No lamerá la mano de mi espíritu?
¿No mirará a mis ojos?

Ese recuerdo,
¿no serás tú, tú mismo,
dueño de ti, viviendo vida eterna?
Tus sueños, ¿qué se hicieron?
¿Qué la piedad con que leal seguiste
de mi voz el mandato?

Yo fui tu religión, yo fui tu gloria;
a Dios en mí soñaste;
mis ojos fueron para ti ventana
del otro mundo.
¿Si supieras, mi perro,
qué triste está tu dios, porque te has muerto?

¡También tu dios se morirá algún día!
Moriste con tus ojos
en mis ojos clavados,
tal vez buscando en éstos el misterio
que te envolvía.
Y tus pupilas tristes
a espiar avezadas mis deseos,
preguntar parecían:
¿Adónde vamos, mi amo?
¿Adónde vamos?

El vivir con el hombre, pobre bestia,
te ha dado acaso un anhelar oscuro
que el lobo no conoce;
¡tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!

Mira, mi pobre amigo,
mi fiel creyente;
al ver morir tus ojos que me miran,
al ver cristalizarse tu mirada,
antes fluida,
yo también te pregunto: ¿adónde vamos?

¡Ser hombre, pobre perro!
Mira, tu hermano,
ese otro pobre perro,
junto a la tumba de su dios, tendido,
aullando a los cielos,
¡llama a la muerte!

Tú has muerto en mansedumbre,
tú con dulzura,
entregándote a mí en la suprema
sumisión de la vida;
pero él, el que gime
junto a la tumba de su dios, de su amo,
ni morir sabe.

Tú al morir presentías vagamente
vivir en mi memoria,
no morirte del todo,
pero tu pobre hermano
se ve ya muerto en vida,
se ve perdido
y aúlla al cielo suplicando muerte.

Descansa en paz, mi pobre compañero,
descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿adónde vamos?


Miguel de Unamuno

(Bilbao 1864- Salamanca 1936)









PONTO

Je dis à mon chien noir : — Viens, Ponto, viens-nous-en !
Et je vais dans les bois, mis comme un paysan ;
Je vais dans les grands bois, lisant dans les vieux livres.
L’hiver, quand la ramée est un écrin de givres,
Ou l’été, quand tout rit, même l’aurore en pleurs,
Quand toute l’herbe n’est qu’un triomphe de fleurs,
Je prends Froissard, Montluc, Tacite, quelque histoire,
Et je marche, effaré des crimes de la gloire.
Hélas ! l’horreur partout, même chez les meilleurs !
Toujours l’homme en sa nuit trahi par ses veilleurs !
Toutes les grandes mains, hélas ! de sang rougies !
Alexandre ivre et fou, César perdu d’orgies,
Et, le poing sur Didier, le pied sur Vitikind,
Charlemagne souvent semblable à Charles-Quint ;
Caton de chair humaine engraissant la murène ;
Titus crucifiant Jérusalem ; Turenne,
Héros, comme Bayard et comme Catinat,
À Nordlingue, bandit dans le Palatinat ;
Le duel de Jarnac, le duel de Carrouge ;
Louis Neuf tenaillant les langues d’un fer rouge ;
Cromwell trompant Milton, Calvin brûlant Servet.
Que de spectres, ô gloire ! autour de ton chevet !
O triste humanité, je fuis dans la nature !
Et, pendant que je dis : —Tout est leurre, imposture,
Mensonge, iniquité, mal de splendeur vêtu ! -
Mon chien Ponto me suit. Le chien, c’est la vertu
Qui, ne pouvant se faire homme, s’est faite bête.Et Ponto me regarde avec son œil honnête.

Victor Hugo
(Marine-Terrace, mars 1855)

jueves, 5 de junio de 2014

42.- Antología poética; Carlos & Zyanya, Apostillas a Darío

“y entonces... ¡llegó Rubén!”
Charles de Soussens, poeta suizo y cronista de Buenos Aires





El Aue´s Séller fue un famoso local de la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre), ubicado en el número 650. En él se mezclaban la ética cervecera alemana con el espíritu de los cafés porteños. Fue fundado por un tal Karl Aue, en 1882, poco antes del apogeo nocturno de la Ciudad de Buenos Aires (1890-1910). El Séller testificó, junto a la confitería Luzio hermanos (el famoso Bier convent que tenía salones reservados para las reuniones de amigos bohemios), la Suiza de Eduardo Monti (Esquina San Martín y Piedad) y otros tantos tugurios porteños, las famosas tertulias de la época. La bohemia que el siglo XX idealizó.



La noche era tan populosa, que en una propaganda de la confitería Luzio aparecía la siguiente cuarteta: 

¡Pucha! Que afán por dentrar, / 
señores, no atropellarse! / 
¿Para qué tanto apurarse / 
si mangia no ha de faltar?» 





Pero la Bohemia es sobretodo un juego de luces y sombras, de pobrezas y polifonías en un contexto heterogéneo y amorfo, así fue ese puerto de migrantes, ese Buenos Aires de principios de siglo que conociera Darío. Como  cualquier sociedad plural por la masiva inmigración, los oficios fueron diversos. Cada hombre desembarcaba con su cultura a cuestas y el linaje de sus antepasados, para muestra estas bellísimas fotos del AGN argentino que revelan la diversidad de rostros, oficios e identidades. 
En la primera imagen de izquierda a derecha nótesen las barbas árabes del vendedor de frutas, quizás un Sirio o libanés que tanto aportaron a la cultura e identidad posterior argentina; la fisonomía eslava del vendedor de pescado y el organillero. Abajo, un padre y un niño vendedores de leche; junto el niño mediterráneo vendiendo ajos y el rostro del cigarrero, paralelo a los mujik rusos. 
En la imagen siguiente tres tipos de prostitutas, francesas, polacas y criollas, las más baratas. Juan Filloy (1894-2000), el escritor argentino que me descubriera los palíndromos, contaba que en los burdeles porteños era imposible elegir mujer pues se hacinaban ucranianas judías y ortodoxas; unas más bellas que otras. La última imagen dedicada al vendedor de carne, la riqueza argentina. Muchas fortunas se consolidarán alrededor de la vaca y la pampa. Tan importante fue su función comercial y tan provinciana la actitud del migrante enriquecido que las anécdotas cuentan de travesías a Europa en barco donde el comerciante viajaba con todo y vaca. 






Esa miseria urbana idealizada que tuvo mucho prestigio, enmarcó los cenáculos intelectuales de la época donde convivían lo mismo poderosos patricios que periodistas, artistas desplazados y muchos poetas...


Los conventillos, el espacio paralelo a las vecindades mexicanas de principios del siglo XX, 
donde germinó el Tango



Fotos AGN, Argentina, principios del siglo XX

Entre los poetas de aquella "época cuasi épica" el gran Leopoldo Lugones, admirado por Borges; Leopoldo Díaz y Eugenio Díaz Romero; Carlos Ortiz, Martín Goycoechea Menéndez, Carlos Becú, Matías Behet y Diego Fernández Espiro. Entre los prosistas Angel de Estrada -que también fue poeta-, Enrique Larreta, Alberto Ghiraldo y Manuel Ugarte. La mayoría eran locales pero otros eran fuereños, como Antonio Lamberti, Ricardo Jaimes Freyre (nacido en Bolivia aunque publicó casi toda su obra en Argentina) y Darío el "primer gran poeta exquisito de nuestro idioma", según Rodó.




Primer hotel de inmigrantes en Buenos Aires, ubicado frente al río y en la rivera (1887).
Funcionó hasta 1911 y llegó a albergar hasta 70 mil personas. 

Ahí los inmigrantes tenían derecho de alojamiento gratuito 
durante un mínimo de cinco días hasta conseguir trabajo.
Comedor del hotel de inmigrantes, foto (AGN, Argentina, 1890)
En 1876, durante la Presidencia de Nicolás Avellaneda, y bajo la inspiración de este, 

se sanciono la primera Ley a nivel Nacional de Inmigración y Colonización, 
cuyo objetivo era proteger y fomentar la inmigración.



Rodó no fue el único que apreció la poesía del nicaragüense recién llegado al sur. Todos querían escribir como Rubén, cultos y plebeyos. De hecho las referencias a poemas de Darío en las letras del tango y la milonga abundan. Citaré algunos como Sólo se quiere una vez de Carlos Flores: “no quise creer que fueras la misma de antes la rubia de la tienda" o  la parafrasis que hace Guerino Filipotto de los versos darianos en la Parisienne: "Mi novia más querida cuando estudiante que incrédula".
Su poema Canción de otoño en primavera, reaparece como cita textual en un tango grabado por Gardel: "Juventud, divino tesoro te fuiste para no volver cuando quiero llorar no lloro y a veces lloro sin querer" y en Perfume de mujer de Armando Tagini: "Yo soy aquel que lució, como blasón, su moño volador y que cenó en sus noches de infortunio con pan de plenilunio y vino de ilusión". Rubén también aparece en la letra de La novia ausente de Cadícamo, también grabada por Gardel, con apelación al poema Sonatina: “al raro conjuro de noche y reseda…y tú me pedías que te recitara esta sonatina que soñó Rubén”. Del mismo Enrique Cadícamo, el tango intítulado De todo te olvidas: “De un tiempo a esta parte, muchacha, te noto más pálida y triste. Decí: ¿qué tenés? Tu carita tiene el blancor del loto y yo, francamente, chiquita, no sé...¿Qué pena te embarga? ¿Por qué ya no ríes con ese derroche de plata y cristal? Tu boquita. donde sangraron rubíes, hoy muestra una mueca, trasuntando un mal”


Hombres practicando tango en el río, Buenos Aires, 1904
Foto Archivo general de la Nación, Argentina



El tango, como sus orígenes, no sólo adoptó figuras poéticas de la poesía en general, también se nutrió de la protesta social. No hay muchos tangos de protesta directa pero si algunos como este:





Musica: Horacio Pettorossi          Letra: Juan Carlos Marambio Catan



////  un viejo verde que gasta su dinero

emborrachando a lulú con su champagne

hoy le negó el aumento a un pobre obrero
que le pedía un pedazo mas de pan  ////



Los inmigrantes no sólo fueron Europeos, a pesar del mito común. Por ejemplo el gran payador Gabino Ezeiza fue un afroporteño nacido en San Telmo (un antiguo barrio de esclavos) en 1858, y vivió en una época en la que había un número considerable de afrodescendientes negros en la zona del actual Gran Buenos Aires. Su maestro en la iniciación de la payada, fue el también afroporteño Pancho Luna. Ezeiza fue uno de los más famosos payadores, tanto en su tierra como en el Uruguay. 



Portada del disco de dos grandes payadores
Fue en este ambiente de inmigrantes, arrabales y conventillos; entre cervezas, cafés, payadores y un aire de disconformismo político y estético, que se fraguó buena parte del modernismo americano; seguramente se hicieron los arreglos pertinentes para la publicación de 'Prosas Profanas'. Recordemos que en aquel entonces Darío trabajaba como periodista en el periódico La Nación y que seguramente en medio de complicidades nocturnas se intercambiaron versos Darío y Antonio Lamberti. 
Quizás se complementaban pues Lamberti más que un poeta, uruguayo residente en argentina, fue un bohemio verdadero; de esos que gallardeaba en los cafés su afición al canto alterno, al canto payador. 
Amaba también el tango y era como tantos otros escritores de la época un asiduo a la vida nocturna porteña. Ahí, entre cervezas y café, cuál poeta callejero, fundaba sus afectos que repartía en forma de versos. Desempeñó muchos oficios y tentó la fortuna de mil y un formas, dicen que pocas veces salió airoso. Poeta, marino (como su padre), funcionario e inventor, fue también un fabulador que vendía elixires milagrosos, como la famosa “Infusión argentina”, esa que se anunciaba como un infalible remedio contra la calvicie.
Los dejo con un poema de Darío a su amigo Lamberti.



A A Lamberti
Antonino Lamberti (1845-1926)





LA PÁGINA BLANCA




Mis ojos miraban en hora de ensueños
la página blanca.

Y vino el desfile de ensueños y sombras.
Y fueron mujeres de rostros de estatua,
mujeres de rostros de estatuas de mármol,
¡tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!

Y fueron visiones de extraños poemas,
de extraños poemas de besos y lágrimas,
¡de historias que dejan en crueles instantes
las testas viriles cubiertas de canas!

¡Qué cascos de nieve que pone la suerte!
¡Qué arrugas precoces cincela en la cara!
¡Y cómo se quiere que vayan ligeros
los tardos camellos de la caravana!

Los tardos camellos
-como las figuras en un panorama-,
cual si fuese un desierto de hielo,
atraviesan la página blanca.

Éste lleva
una carga
de dolores y angustias antiguas,
angustias de pueblos, dolores de razas;
¡dolores y angustias que sufren los Cristos
que vienen al mundo de víctimas trágicas!

Otro lleva
en la espalda
el cofre de ensueños, de perlas y oro,
que conduce la reina de Saba.

Otro lleva
una caja
en que va, dolorosa difunta,
como un muerto lirio la pobre Esperanza.

Y camina sobre un dromedario.
la Pálida,
la vestida de ropas obscuras,
la Reina invencible, la bella inviolada:
la Muerte.

Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
mira al dromedario
de la caravana
como el mensajero que la luz conduce,
¡en el vago desierto que forma
la página blanca!

PROSAS PROFANAS
Rubén Darío