viernes, 19 de abril de 2024

Cine: Dune (2021-2024) de Denis Villeneuve (3/3)


 

 

Dune
Denis Villeneuve
Basada en Dune de Frank Herbert
Estados Unidos, 2021 y 2024

 

En el desierto sin agua, he lavado a mis hermanos con arena,
he cavado el azeka y los he acostado del lado derecho,
con la faz vuelta hacia la Meca.

: Cantos de los oasis del hoggar
(tradición oral de los tuareg)


 

Dune, segunda parte (2024) inicia con una escena que bien podría ser una metáfora de lo que sucede hoy en Medio Oriente: Glossu Rabban, llamado también la Bestia, golpea a uno de sus generales y le recuerda que los habitantes del desértico planeta Arrakis, los Fremen, no son seres humanos, sino ratas. La lógica colonial de deshumanizar a una población para poderla exterminar mejor y adueñarse de su territorio y riqueza, está presente en la historia de Dune. El destino de Rabban también profetiza el destino de personajes como Netanyahu, utilizados para el trabajo sucio como el genocidio, y luego desechados por el poder. Pero regresemos a la historia.

            Después de la guerra de exterminio contra los Artreides, Rabban ha sido designado por su tío, el barón Vladimir Harkonnen, patriarca de la casa Harkonnen, como encargado de gobernar Arrakis. No es cosa fácil, Rabban debe aumentar la producción de la Melange (asegurar pétroleo y gas para Europa) y acabar con las revueltas de los habitantes autóctonos del planeta (palestinos). Por eso, la segunda parte de Dune se centra en el desierto y en la vida y costumbres de los Fremen (free men). Una amalgama (vestuarios, constumbres, palabras) de las singularidades y características de los hombres del desierto (palestinos, árabes, drusos, kurdos, tuaregs, bereberes, persas...).

            Arrakis, gobernado por los Shai-Hulud, gusanos de arena, ha convertido a los Fremen en un pueblo único. Su vida está marcada por las dunas, los gusanos y la falta de agua. Los guerreros bailan arítmicamente sobre las dunas y cabalgan a los gusanos. Utilizan los dientes monstruosos para la elaboración de cuchillos sagrados y la orina como camino hacia lo sagrado. La orina, que otros llaman Melange, se usa como especie en la comida y como agua de muerte y resurrección. El agua es sagrada, no se desperdicia, ni el sudor ni las lágrimas. La de los vivos, se mantiene en circulación gracias a unos trajes especiales; la de los muertos, se acumula dentro de las oquedades de la montaña. ¡A ningún Fremen se le ocurriría el crimen de mezclar agua limpia con excremento en los inodoros!

            En la película, el agua es una totalidad que se confunde con la Melange y compite con el absoluto del desierto. Ella, con su azul intenso, es veneno y transformación; ella, como líquido corpóreo, es sobrevivencia; ella, como caudal acumulado de los ancestros, es trascendencia. Ella, es muerte y rito encarnado por la dama Jessica. Más allá de la profecía que la sororidad de las Bene implantaron en el inconsciente colectivo de los Fremen; el agua, la Melange y la Dama Jessica representan un antiguo arquetipo religioso: La madre cosmos, la madre tierra, la madre agua, la madre mujer con un niño en brazos. Este arquetipo primitivo, en términos mesiánicos, se convierte en la madre y su hijo el Mesías, el esperado, el mensajero de una nueva era. Así, en la secuencia de las dos películas, Paul pasa de muchacho ingenuo a el muadbib del desierto. En efecto, el arco del personaje de Paul Artreides, que va de la ingenuidad en la primera parte, al maquiavelismo y control de una población para su venganza en la segunda parte, es multi interpretativo.

            Al respecto, Villeneuve ha dicho, en diferentes entrevistas, que ha seguido el reproche y análisis que Herbert hace de las figuras mesiánicas a partir de la transformación de Paul en Muad'Dib. En realidad, nos gusta olvidar que todo héroe, si vive largo se convierte en tirano. El ejercicio del poder, y cierta idea exaltada que tienen los héroes de sí mismos, incluso los de Marvel, les corrompen el espíritu y la mente. Solemos olvidar que si Aquiles, Héctor, Alejandro y el Che Guevara, no llegaron a ser tiranos fue porque murieron jóvenes.

            No es la primera vez, que una película, con mesías blancos, convierte al desierto en un personaje con igual o mayor protagonismo que los actores principales. Antes del desierto de Arrakis de Villeneuve; antes del desierto de Tatooine de George Lucas, existió el desierto árabe de David Lean. Este director británico hizo de las dunas una encarnación de lo absoluto. Las presentó como un tapete de arena coronado por unas inmensas formaciones rocosas que desprendían calor y mostraban la limpieza del desierto bajo el sol radiante. Quizás por ello, Villeneuve utiliza las mismas dunas, las mismas piedras y la misma psicología cromática que la película de Lean. Los azules militares que plantean el contexto de Thomas Edward Laurence —Arab Bureau (inteligencia británica) estacionada en el Cairo— y el origen de los Artreides —un Caladan de azules acuosos— se oponen a la paleta de rojos que colorean el desierto, y al blanco y negro que determina a los Harkonnen.

 

            En 1962, esa película de más de cuatro horas, sin estrellas, sin mujeres, sin ninguna historia de amor, sin muchas escenas de acción, cara y rodada en el desierto ganó siete Oscares; seis Globos de oro y cuatro Baftas. Todas las academias incluyeron el premio a la mejor película y dirección. La película se llamó Laurence de Arabia y narra la participación de Thomas Edward Lawrence, oficial y escritor británico, en la Gran revuelta árabe (1916-1918) contra el Imperio Otomano. 

    En la película se ve como los territorios prometidos al chérif Hussein por los británicos, han sido previamente negociados. El chérif y otros jefes árabes soñaban con un Estado que iría de Alepo, en Siria, hasta Aden, en Yemen, casi la extensión del creciente fértil en Medio oriente, pero este sueño panislamista nunca se materializó. Los acuerdos Sykes-Picot, firmados el 16 de mayo de 1916, contemplaban dividir la región en cinco zonas de influencia y control administrativo: dos para Francia, dos para Inglaterra y una quinta zona, Palestina, de administración internacional. Así, la lucha árabe, que se desarrolla en el desierto —un personaje más de la película—es traicionada por los británicos. La traición incluye a un arabizado Laurence que peleó junto a las tribus árabes implementando tácticas de guerrilla, que hoy calificaríamos de terroristas. En su momento, la película fue considerada un alegato contra el imperialismo inglés, Dune, segunda parte (2024), también puede ser leída como una crítica al imperialismo de Estados Unidos y su política de guerra en Medio Oriente. Justamente, en esa misma región y desierto que atravesó Laurence de Arabia.

            En entregas pasadas explicaba que el temor del Imperio a los Artreides (Rusia) y sus posibles alianzas es viejo, pero más viejo es el temor de Occidente al Mundo islámico (Fremen). El Islam, como otredad, puebla los relatos medievales que entrelazan amor y Cruzadas. En las novelas de caballería, mahometanos armados aparecen a veces como aliados y a veces como enemigos. El Occidente naciente, en cambio, los empuja a la inferioridad. Otelo, el Moro de Shakespeare, a pesar de sus talentos en el combate, es descrito por Yago, como un salvaje de piel obscura que no merece la mano de Desdémona, la hija del Dux veneciano. Por su parte, los ilustrados, siguiendo a Voltaire, llamarán a los creyentes de Alá, islamista. En el siglo XX, el término se confundirá con ideología política, cultura de salvajes, despotismo y últimamente como actos terroristas. Con la caída del muro de Berlín y la URSS, el nuevo enemigo será el Islam, según Huntington el teórico estadounidense, una civilización enfrentada a Occidente ("Clash of civilizations" (Foreign Affairs, 1992). Este orientalismo, deshilado y denunciado por Edward Said en su libro Orientalismo (1978), Kissinger lo utilizaba para señalar dos tipos de conocimiento: el que busca adentro y el que busca afuera.

            En su libro Orden mundial (World Order Penguin Books, 2014), Kissinger afirmaba que a diferencia de Occidente, que desarrolló un compromiso hacia la idea de que el mundo era externo al observador y que el conocimiento se obtenía por medio de la recolección y la clasificación de la información; el mundo islámico concibió la idea contraria al entender que el mundo se comprende por medio de la experiencia religiosa (interna) del creyente.  

            Aunque este argumento tiene sus falacias —Asia en general, China y Japón en particular, conciben a la naturaleza (no los especialistas ni el método científico) como única posibilidad de conocimiento y la existencia como un constante equilibrio entre el  mundo interior y el contexto; es cierto que los Fremen de Herbert son un pueblo de creyentes.        En ese sentido, la guerra santa de los Fremen en Dune, siguiendo el liderazgo de   Paul-Muad'Dib, puede leerse como una convocatoria a la guerra santa, tan deseada por Israel. Puede leerse también como una crítica a las figuras mesiánicas y a los pueblos que se dejan manipular por ellas. Puede también anunciar, como lo hizo Laurence de Arabia en su momento, el fin del unilateralismo imperial de los Estados Unidos y el declive de Occidente.

             Al final de la película, el Padishah Emperador, Shaddam IV de la Casa Corrino, antes de inclinarse ante Paul, le confiesa que instigó la muerte de su padre y amigo, Leto Atreides, porque este era débil, gobernaba con el corazón. Se sabe que el Duque de los Atreides prefería, en el juego de la política, la diplomacia, incluso con los Fremen, al enfrentamiento directo. Esto le había permitido acumular suficiente influencia dentro del Landsraad. Increíblemente, el hacer político de Leto Artreides o de Putin es mucha más cercano a la figura de Kissinger que a cualquier halcón de Washington y la agenda de guerra en Medio Oriente.

 ZM

Tercera y última parte


Primera parte

Segunda parte 

Tercera parte