miércoles, 12 de octubre de 2022

Como Jirafa en Ciudad Juárez; LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA

 ZyanyaM



Modesto, como se nombró a la jirafa, llegó a Ciudad Juárez en el 2001,
proveniente de Nuevo México.
Tenía un año de edad, alcanzó una altura de 5.5 metros
y un peso aproximado de una tonelada.
Se convirtió en un ícono de la ciudad, una anomalía urbana y murió en junio del 2022

 

 


 

LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA:

Como Jirafa en Ciudad Juárez*

 

 

En el parque central de Ciudad Juárez vive una jirafa.  Cuasi estática, silenciosa y sola, contempla desde la altura a los niños que sonríen señalándola. ¿Qué hace una jirafa en la frontera, en medio de una mancha urbana que se extiende implacable por el desierto?  Quizás es una migrante más que dejó su sabana, sus acacias y sus otras jirafas, buscando un paraíso laboral que seguramente no encontrará.  Se puede pensar también que forma parte del realismo mágico; que ha dejado su exclusivismo latinoamericano y literario para internarse en las violentas contradicciones de la modernidad. Se pueden elucubrar muchas cosas, el hecho es que yace sola sin raíces, sin redes sociales y afectivas protectoras y, de alguna manera, sin porvenir. 

Contradictorias, como una jirafa en el desierto, son las calles de esta ciudad fronteriza. El camino del aeropuerto hasta el centro, a lo largo de la calle 16 de septiembre, revela la expansión, relativamente reciente, de una urbe donde la inversión extranjera ha sentado sus reales y marcado el ritmo de la vida (según el XI censo de población y vivienda el 41.3% de los habitantes labora en la maquila).  De vez en vez, esta arteria engrandecida por la maquila, se ve atravesada por nichos de riqueza: La avenida Lincoln, hoteles de gran turismo, comercio e incluso el museo estatal; señoriales casas de los cincuentas, incluyendo la residencia de Juan Gabriel, hijo adoptivo de la ciudad.  Más allá se levanta el centro, sus terrenos baldíos y el edificio de la aduana; la estación de trenes, alguna cantina tomada por los intelectuales y la vieja municipalidad, hoy casa de cultura, y al final del viaje la catedral. Las mañanas en el centro imponen la normalidad del comercio y los paseantes. No hay mucho más, anuncios, gente caminando, vendedores ambulantes (pocos), loquitos que se quedaron en un viaje, mujeres y niñas rarámuris ajenas a los feminicidios, anuncios, automóviles y un centro estigmatizado por los medios de comunicación. 

Si Ciudad Juárez es una ciudad hospitalaria, abierta a la diferencia también es territorio del narco. Sí, ahí viven en casas con cúpulas al estilo del bajío; ahí venden la droga que no pasa al otro lado y ahí, contratan jóvenes desempleados como sicarios.  Picaderos, armas, lujos extraños, violencia y cierto aire de impunidad se respira en la ciudad sitiada por los carteles. No es la única, al contrario es uno de los tantos poderes paralelos que gobiernan al país. Además, el fenómeno tampoco es reciente. Cuentan las malas lenguas, que a principios de siglo, un grupo numeroso de chinos se instaló en la ciudad. Al poco tiempo abrieron lavanderías y cafés que no eran sino burdeles donde se apostaba dinero y fumaba opio.  Nadie asociaba violencia y frontera y, pensar chino, era algo imposible. 

Para los años cincuenta, el gobierno norteamericano asustado de la entrada asiática al país, decide legalizar la entrada temporal de mano de obra mexicana. Muy pronto el programa bracero fue cancelado. Más allá del discurso que se respalda en crisis económicas y omite la utilidad, y utilidades, que provoca la ilegalidad, calla su necesariedad estructural. La Ilegalidad, con mayúscula, es sistémica y favorece la impunidad. En efecto siendo ilegal el país que te expulsa, por su incapacidad para crear fuentes de trabajo, no tiene responsabilidad de tu vida y, el que te recibe no te considera ciudadano con derechos, puede tratarte como animal o como jirafa. 

El fenómeno migratorio que nutre a todo país rico también fomenta la industria maquiladora de los países pobres. Y así, la transnacionalización de los capitales, “que tanto necesitamos”, hizo de ciudad Juárez el mejor lugar para pasar al otro lado: “si no pasabas te quedabas en la maquila”. A finales de los 60’s, poco después de la matanza de Tlatelolco y en plena guerra sucia, México, siguiendo los ciclos de expansión y recesión norteamericana, se había convertido en el tercer país maquilador del mundo; sólo detrás de Alemania occidental y Canadá; adelante incluso de Honk Kong, Taiwán y Corea. Algunos juarenses, entre orgullo y crónica, afirman haber sido la primera ciudad maquiladora del mundo.

            La maquila con crisis cíclicas y mutaciones productivas, que curiosamente abarataban siempre la mano de obra, creció pero empleando mayoritariamente mujeres. Para los años ochenta, la población que laboraba en la industria maquiladora eran mujeres entre los 15 y los 35 años, el 80% de la población[1].  ¿A dónde se iban los hombres, si la ciudad recibía 60 000 personas anualmente y tenía el mayor crecimiento demográfico del país con una tasa del 6.9%?  “Los jovencitos eran un problema…”  cuentan las mujeres en uno de los muchos centros comunitarios que existen en ciudad Juárez.  ¿Y los otros? Los otros se unían a lo que podían, burocracia estatal, narcotráfico o se iban al otro lado. Juárez se convirtió entonces en una ciudad de mujeres solas. Son ellas quienes han construido la ciudad y han obtenido servicios básicos en las zonas más alejadas, como la poniente; son ellas también quienes se han organizado creando centros comunitarios para el desarrollo del barrio y la colonia. Son ellas quienes enfrentan en diferentes trincheras la violencia cotidiana, pero también son ellas quienes padecen un discurso agresivamente masculino y una violencia real diaria.  Cualquier hombre es impune… “aquí te miran sin pudor”.   Algunos taxistas al preguntarles cómo se vive en la ciudad suelen responder: “Aquí hay muchas posibilidades para las mujeres que se portan bien”.  Bajando de los coches me preguntaba el significado de portarse bien. Significaba ¿olvidar las raíces o vivir silenciosa e inmóvil en la ciudad, acaso invadir el aire de maquilas impunes o vivir como jirafa, sola, en el desierto? 

 

 

* Esta nota se publicó originalmente el 26 de junio del 2005, en el periódico La Prensa, Nicaragua



[1] El fronterizo, 7 de enero de 1980

 


 

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