ZyanyaM
Vuelvo a mi origen, voy hacia mi origen, no me espera
nadie allá, voy corriendo a la materna hondura
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,
porque está escrito que esto se cumpla en las estrellas
Gonzalo Rojas
A Emilio Fuego, fundador del Encuentro en el país de las nubes
CONFERENCIAS 12; La República en la voz de sus poetas
La República en la voz de sus poetas
(Ponencia leída en el marco del XX Encuentro de Mujeres poetas en el país de las nubes,
México noviembre y 2012)
El tema que nos convoca es la función de la poesía en
tiempos de crisis. Hoy que los
mexicanos caminamos sobre la barbarie, 90 mil muertos según el periódico le
Monde, la pregunta se impone ¿Para qué sirve el oficio del fracaso en tiempos
aciagos? Y es que la poesía no paga rentas ni mercado, no cocina y le
quita tiempo al trabajo e incluso a la crianza ¿Por qué entonces aferrarse a un
oficio tan inútil e impráctico? La
respuesta parecería simple y sin embargo sólo la repiten los viejos, los sabios
y los textos: la poesía nombra y ordena el mundo, destruye lo tangible y
permite que “lo desconocido” fluya. Acaso sea locura... Dicen que Lezama Lima decía que sólo existen dos tipos de poetas: el
“tocado” y el erudito y que él, por supuesto, era un erudito. Lo que no dijo el poeta cubano es que de los muchos poetas “tocados”, algunos grandes usan la palabra para romper el velo. Ese himen invisible que separa la jornada prosaica de la espiritualidad cotidiana. Estoy convencida, de hecho, que la poesía es una forma de
conciencia: lo único que separa a los hombres y mujeres de los demás seres
vivos del planeta.
Pero repasemos un poco de historia, la Ilustración nos
hizo mucho daño… de los mitos sólo quedaron patologías, de la sabiduría oral
superticiones; de la Biblia, sórdidas historias y del México antiguo
pobreza. Lo divino y sus metáforas
tuvieron que esconderse. A veces
se asoman en la literatura acusada de maldita o en la retórica; pero en general
se aferran a la palabra vacía. Lo
curioso es que a pesar de su clandestinidad, o justamente por ella, lo divino
reaparece en épocas convulsas.
Regresa como fogón que quema, forja y se va. Regresa como agua que golpea. Algunos lo llaman locura y enloquecen; otros como Sócrates y
sus secuaces (yo incluida) simplemente se reivindican como nymphóleptos (Fedro): cautivos de las Ninfas. El mismo Apolo sedujo y fue seducido al
encontrarse con la Ninfa Telfusa que junto a la serpiente pitón cuidaban “una
fuente de bellas aguas”. (Himno a Apolo)
Los griegos identificaban este tipo de posesión, de
fuerza incontrolable que descontrola, con las Ninfas. Ellas no son jóvenes desnudas deseosas de sexualidad como el
imaginario patriarcal lo ha difundido, son heraldos de una forma de conciencia,
acaso una de las más antiguas y arriesgadas, vinculada a las energías
primordiales donde también abreva la sexualidad.
En lo alto del puerto… se encuentra una grata y
sombría cueva/ consagrada a las ninfas que se denominan Náyades/ En su interior
hállanse… manantiales de agua perenne, y dos accesos:// uno, hacia el norte, se
destina como entrada a los mortales;// el otro, orientado al mediodía, se
reserva a los dioses, y nunca por él penetran los hombres porque es el camino
de los inmortales.[1]
Puentes entre lo divino y lo humano, entre lo mortal y lo
eterno las ninfas pueden entregar voluntariamente su don líquido y fluido a
hombres, mujeres y dioses. De ahí
que Nymphé signifique "muchacha
preparada para casarse" (para enredarse con el otro) pero también "
veneno de agua". En un himno
tardío a Apolo (Porfirio; La gruta de las Ninfas, Carta a Marcela), se habla de
las aguas mentales, las Noeronhydáton espejo de agua. Las
Ninfas detentan esa “liquiditud
espejeante” que pueden ofrecer voluntariamente, como lo hicieron con Apolo
convirtiéndolo en Apolo Telfusio, pero que también sirve para engullir los
espíritus frágiles. Narra Porfirio que un brazo de ninfa ceñía al amante de Heracles, Hilas, para besarlo al tiempo que lo sumergía en medio de un
remolino.
Los regalos de los dioses o de las ninfas están
envenados, advierten los mitógrafos pero ese arrobamiento al volverse
de alguna manera cotidiano se instala en la mente para sostener la
palabra. Yo le llamo epifanías;
llegan como un flujo de imágenes y sonidos que eliminan el protocolo, la
liturgia y la vacuidad de los actos sin sentido. Quizás por eso en tiempos de caos, cuando las creencias de
una época o una familia se vulneran, nos permitimos el arrobamiento y lo
seguimos y fluimos y entonces alegres llegamos hasta la desembocadura última y
primordial como canta Gonzalo Rojas el poeta Chileno: “Vuelvo a mi origen, voy
hacia mi origen, no me espera/ nadie allá, voy corriendo a la materna hondura/
donde termina el hueso, me voy a mi semilla,/ porque está escrito que esto se
cumpla en las estrellas"
Ánfora de Dipylon, detalle de la escena funeraria |
¿Cómo puede ser
que esa ola que parece ahogarnos pueda salvarnos? ¿Cómo pueden hallarse juntos cháos y nómos?
( caos y ley), preguntó alguna vez Heidegger frente a la poseía de
Hölderling. ¿Cómo unir las grandes
contradicciones del ser y la existencia si con las coyunturas, así sean
electorales como la reciente en México, nos sentimos perdidos? Me gusta pensar en Daksa y su
madre. Daksa es, en la India
Védica, el ministro Supremo, la divinidad dedicada a las leyes. Increíblemente para un occidental, u
occidentalizado, Daksa es hijo y padre de Aditi la Diosa de lo Ilimitado. Un hindú sabe que del caos
fértil surgen las leyes y corrompidas regresan a él, a Aditi. Ella, hija madre y caos espera nuestras
elecciones y nuestras leyes y nuestro cambiante orden girando inconmovible
alrededor de nosotros, por siempre.
Adati, madre e hija de Daksa |
Las leyes
corrompidas son ruinas que atajan, no permiten el avance que como piedras hermanas, por apego, no abandonamos en el camino. Para deshacernos de ellas necesitamos una crisis, una oportunidad como definen los Chinos
a los tiempos agrestes; por qué no decirlo un fuego líquido donado por las Ninfas. Entonces en ese momento de posesión
personal o social la palabra del poeta recupera la fuerza primigenia. Canta y en el canto recuerda el viejo verso, el
olvidado conjuro que separa las aguas de los cielos, hace la luz y organiza la materia.
Fue así como Adán ordenó al mundo: lo nombró por orden de
Yahvé. Nombrar sin embargo también
limita y encierra. Pienso por ejemplo en las voces poeta y poetisa. Cuando me preguntan acerca de mi oficio
y escuchan: “escribo poesía”; el
interlocutor exclama al instante: “una poetisa”. A lo que respondo
secamente (y los que me conocen saben la brusquedad implícita en el adverbio
secamente). "No, poeta.” ¿Acaso le decimos poetiso a Gorostiza, a Neruda o al grandísimo César
Vallejo? No, para ellos usamos el
superlativo poetazos y nunca el diminutivo poetisos. Y si algo necesita la República hoy son poetas, no poetisos.
La palabra poeta
como su origen poiesis es
andrógina. Al igual que el caduceo
de la medicina, las dos serpientes entrelazadas que convirtieran a Tiresias en
andrógino y vidente, lo poeta cura. El pequeño dios de Huidobro, a través de visiones y sonidos, funde en
un solo flujo dos perspectivas aparentemente antagónicas: No hay hombre ni
mujer, mal o bien, pasado o futuro, frívolo o profundo en un poema; no hay
juicio sólo vislumbres de "lo hermoso que esconde lo terrible", canta Rilke en
Elegías del Duino[2], y saben los dioses cuantas
veces lo he parafraseado.
La poeta chihuahuense Carmen Amato y Zyanya Mariana |
Juego de paradojas y espejos, el escritor si no es pionero de su tiempo no resiste el juicio de utilidad social ni tampoco el del tiempo, si no es brutalmente local no puede aspirar a la universalidad y si no toca la muerte tampoco puede delinear la vida. Y es que el poeta, -más allá del místico, el metafísico o el iluminado-, nos recuerda que no somos de donde venimos sino a donde vamos. Eh ahí la belleza del Quijote. Cervantes narra el camino del regreso, transitándolo.
Zyanya Mariana
*Ponencia leída
en el marco; LA REPUBLICA EN LA VOZ DE SU POETAS,
XX Encuentro
Mujeres poetas en el país de las nubes,
Centro histórico
ciudad de México Noviembre y 2012
[1]
En lo alto del puerto se alza un frondoso
olivo/ y a su lado se encuentra una grata y sombría cueva/ consagrada a las
ninfas que se denominan Náyades/ En su interior hállanse también cráteras y
ánforas/ de piedra en las que las abejas fabrican sus panales/ y también
pétreos telares de grandes dimensiones donde las ninfas/ tejen sus mantos
coloreados de púrpura marina, encanto visual/ Igualmente, manantiales de agua
perenne, y dos accesos:/ uno, hacia el norte, se destina como entrada a los
mortales;/ el otro, orientado al mediodía, se reserva a los dioses, y nunca por
él/ penetran los hombres porque es el camino de los inmortales. Así
inicia el Himno de Porfirio, enumerando puros elementos que juegan con lo
eterno y lo mortal N.A.
[2] Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de
lo terrible en un grado que todavía podemos soportar. R.M- Rilke Elegías de
Duino.
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