Publicado originalmente en Nero Not, Blog
el 16/03/2020
traducción al español de Emilio Sadier para Sangre Blog
el 16/03/2020
traducción al español de Emilio Sadier para Sangre Blog
Franco «Bifo» Berardi*
Crónica de la psicodeflación
(Diario de la pandemia, primera parte)
You are the crown of creation
And you’ve got no place to go
[Eres la corona de la creación
y no tenés adónde ir.]
Jefferson Airplane, 1968
And you’ve got no place to go
[Eres la corona de la creación
y no tenés adónde ir.]
Jefferson Airplane, 1968
«La palabra es un virus. Quizás el virus
de la gripe fue una vez una célula sana. Ahora es un organismo
parasitario que invade y daña el sistema nervioso central. El hombre
moderno ya no conoce el silencio. Intenta detener el discurso subvocal.
Experimenta diez segundos de silencio interior. Te encontrarás con un
organismo resistente te impone hablar. Ese organismo es la palabra.»
William Burroughs, El boleto que explotó
William Burroughs, El boleto que explotó
21 de febrero
Al regresar de Lisboa, una escena inesperada en el aeropuerto de
Bolonia. En la entrada hay dos humanos completamente cubiertos con un
traje blanco, con un casco luminiscente y un aparato extraño en sus
manos. El aparato es una pistola termómetro de altísima precisión que
emite luces violetas por todas partes.
Se acercan a cada pasajero, lo detienen, apuntan la luz violeta a su frente, controlan la temperatura y luego lo dejan ir.
Un presentimiento: ¿estamos atravesando un nuevo umbral en el proceso de mutación tecnopsicótica?
28 de febrero
Desde que volví de Lisboa, no puedo hacer otra cosa: compré unos
veinte lienzos de pequeñas proporciones, y los pinto con pintura de
colores, fragmentos fotográficos, lápices, carbonilla. No soy pintor,
pero cuando estoy nervioso, cuando siento que está sucediendo algo que
pone a mi cuerpo en vibración dolorosa, me pongo a garabatear para
relajarme.
La ciudad está silenciosa como si fuera Ferragosto. Las escuelas
cerradas, los cines cerrados. No hay estudiantes alrededor, no hay
turistas. Las agencias de viajes cancelan regiones enteras del mapa. Las
convulsiones recientes del cuerpo planetario quizás estén provocando un
colapso que obligue al organismo a detenerse, a ralentizar sus
movimientos, a abandonar los lugares abarrotados y las frenéticas
negociaciones cotidianas. ¿Y si esta fuera la vía de salida que no
conseguíamos encontrar, y que ahora se nos presenta en forma de una
epidemia psíquica, de un virus lingüístico generado por un biovirus?
La Tierra ha alcanzado un grado de irritación extremo, y el cuerpo
colectivo de la sociedad padece desde hace tiempo un estado de stress
intolerable: la enfermedad se manifiesta en este punto, modestamente
letal, pero devastadora en el plano social y psíquico, como una reacción
de autodefensa de la Tierra y del cuerpo planetario. Para las personas
más jóvenes, es solo una gripe fastidiosa.
Lo que provoca pánico es que el virus escapa a nuestro saber: no lo
conoce la medicina, no lo conoce el sistema inmunitario. Y lo ignoto de
repente detiene la máquina. Un virus semiótico en la psicósfera bloquea
el funcionamiento abstracto de la economía, porque sustrae de ella los
cuerpos. ¿Quieren verlo?
2 de marzo
Un virus semiótico en la psicósfera bloquea el funcionamiento
abstracto de la máquina, porque los cuerpos ralentizan sus movimientos,
renuncian finalmente a la acción, interrumpen la pretensión de gobierno
sobre el mundo y dejan que el tiempo retome su flujo en el que nadamos
pasivamente, según la técnica de natación llamada «hacerse el muerto».
La nada se traga una cosa tras otra, pero mientras tanto la ansiedad de
mantener unido el mundo que mantenía unido al mundo se ha disuelto.
No hay pánico, no hay miedo, sino silencio. Rebelarse se ha revelado inútil, así que detengámonos.
¿Cuánto está destinado a durar el efecto de esta fijación psicótica
que ha tomado el nombre de coronavirus? Dicen que la primavera matará al
virus, pero por el contrario podría exaltarlo. No sabemos nada al
respecto, ¿cómo podemos saber qué temperatura prefiere? Poco importa
cuán letal sea la enfermedad: parece serlo modestamente, y esperamos que
se disipe pronto.
Pero el efecto del virus no es tanto el número de personas que
debilita o el pequeñísimo número de personas que mata. El efecto del
virus radica en la parálisis relacional que propaga. Hace tiempo que la
economía mundial ha concluido su parábola expansiva, pero no
conseguíamos aceptar la idea del estancamiento como un nuevo régimen de
largo plazo. Ahora el virus semiótico nos está ayudando a la transición
hacia la inmovilidad.
¿Quieren verlo?
3 de marzo
¿Cómo reacciona el organismo colectivo, el cuerpo planetario, la
mente hiperconectada sometida durante tres décadas a la tensión
ininterrumpida de la competencia y de la hiperestimulación nerviosa, a
la guerra por la supervivencia, a la soledad metropolitana y a la
tristeza, incapaz de liberarse de la resaca que roba la vida y la
transforma en estrés permanente, como un drogadicto que nunca consigue
alcanzar a la heroína que sin embargo baila ante sus ojos, sometido a la
humillación de la desigualdad y de la impotencia?
En la segunda mitad de 2019, el cuerpo planetario entró en
convulsión. De Santiago a Barcelona, de París a Hong Kong, de Quito a
Beirut, multitudes de muy jóvenes salieron a la calle, por millones,
rabiosamente. La revuelta no tenía objetivos específicos, o más bien
tenía objetivos contradictorios. El cuerpo planetario estaba preso de
espasmos que la mente no sabía guiar. La fiebre creció hasta el final
del año Diecinueve.
Entonces Trump asesina a Soleimani, en la celebración de su pueblo.
Millones de iraníes desesperados salen a las calles, lloran, prometen
una venganza estrepitosa. No pasa nada, bombardean un patio. En medio
del pánico, derriban un avión civil. Y entonces Trump gana todo, su
popularidad aumenta: los estadounidenses se excitan cuando ven la
sangre, los asesinos siempre han sido sus favoritos. Mientras tanto, los
demócratas comienzan las elecciones primarias en un estado de división
tal que solo un milagro podría conducir a la nominación del buen anciano
Sanders, única esperanza de una victoria improbable.
Entonces, nazismo trumpista y miseria para todos y sobreestimulación
creciente del sistema nervioso planetario. ¿Es esta la moraleja de la
fábula?
Pero he aquí la sorpresa, el giro, lo imprevisto que frustra
cualquier discurso sobre lo inevitable. Lo imprevisto que hemos estado
esperando: la implosión. El organismo sobreexcitado del género humano,
después de décadas de aceleración y de frenesí, después de algunos meses
de convulsiones sin perspectivas, encerrado en un túnel lleno de rabia,
de gritos y de humo, finalmente se ve afectado por el colapso: se
difunde una gerontomaquia que mata principalmente a los octogenarios,
pero bloquea, pieza por pieza, la máquina global de la excitación, del
frenesí, del crecimiento, de la economía…
El capitalismo es una axiomática, es decir, funciona sobre la base de
una premisa no comprobada (la necesidad del crecimiento ilimitado que
hace posible la acumulación de capital). Todas las concatenaciones
lógicas y económicas son coherentes con ese axioma, y nada puede
concebirse o intentarse por fuera de ese axioma. No existe una salida
política de la axiomática del Capital, no existe un lenguaje capaz de
enunciar el exterior del lenguaje, no hay ninguna posibilidad de
destruir el sistema, porque todo proceso lingüístico tiene lugar dentro
de esa axiomática que no permite la posibilidad de enunciados eficaces
extrasistémicos. La única salida es la muerte, como aprendimos de
Baudrillard.
Solo después de la muerte se podrá comenzar a vivir. Después de la
muerte del sistema, los organismos extrasistémicos podrán comenzar a
vivir. Siempre que sobrevivan, por supuesto, y no hay certeza al
respecto.
La recesión económica que se está preparando podrá matarnos, podrá
provocar conflictos violentos, podrá desencadenar epidemias de racismo y
de guerra. Es bueno saberlo. No estamos preparados culturalmente para
pensar el estancamiento como condición de largo plazo, no estamos
preparados para pensar la frugalidad, el compartir. No estamos
preparados para disociar el placer del consumo.
4 de marzo
¿Esta es la vencida? No sabíamos cómo deshacernos del pulpo, no
sabíamos cómo salir del cadáver del Capital; vivir en ese cadáver
apestaba la existencia de todos, pero ahora el shock es el preludio de
la deflación psíquica definitiva. En el cadáver del Capital estábamos
obligados a la sobreestimulación, a la aceleración constante, a la
competencia generalizada y a la sobreexplotación con salarios
decrecientes. Ahora el virus desinfla la burbuja de la aceleración.
Hace tiempo que el capitalismo se encontraba en un estado de
estancamiento irremediable. Pero seguía fustigando a los animales de
carga que somos, para obligarnos a seguir corriendo, aunque el
crecimiento se había convertido en un espejismo triste e imposible.
La revolución ya no era pensable, porque la subjetividad está
confusa, deprimida, convulsiva, y el cerebro político no tiene ya ningún
control sobre la realidad. Y he aquí entonces una revolución sin
subjetividad, puramente implosiva, una revuelta de la pasividad, de la
resignación. Resignémonos. De repente, esta parece una consigna
ultrasubversiva. Basta con la agitación inútil que debería mejorar y en
cambio solo produce un empeoramiento de la calidad de la vida.
Literalmente: no hay nada más que hacer. Entonces no lo hagamos.
Es difícil que el organismo colectivo se recupere de este shock
psicótico-viral y que la economía capitalista, ahora reducida a un
estancamiento irremediable, retome su glorioso camino. Podemos hundirnos
en el infierno de una detención tecno-militar de la que solo Amazon y
el Pentágono tienen las llaves. O bien podemos olvidarnos de la deuda,
el crédito, el dinero y la acumulación.
Lo que no ha podido hacer la voluntad política podría hacerlo la
potencia mutágena del virus. Pero esta fuga debe prepararse imaginando
lo posible, ahora que lo impredecible ha desgarrado el lienzo de lo
inevitable.
5 de marzo
Se manifiestan los primeros signos de hundimiento del sistema
bursátil y de la economía, los expertos en temas económicos observan que
esta vez, a diferencia de 2008, las intervenciones de los bancos
centrales u otros organismos financieros no serán de mucha utilidad.
Por primera vez, la crisis no proviene de factores financieros y ni
siquiera de factores estrictamente económicos, del juego de la oferta y
la demanda. La crisis proviene del cuerpo.
Es el cuerpo el que ha decidido bajar el ritmo. La desmovilización
general del coronavirus es un síntoma del estancamiento, incluso antes
de ser una causa del mismo.
Cuando hablo de cuerpo me refiero a la función biológica en
su conjunto, me refiero al cuerpo físico que se enferma, aunque de una
manera bastante leve –pero también y sobre todo me refiero a la mente,
que por razones que no tienen nada que ver con el razonamiento, con la
crítica, con la voluntad, con la decisión política, ha entrado en una
fase de pasivización profunda.
Cansada de procesar señales demasiado complejas, deprimida después de
la excesiva sobreexcitación, humillada por la impotencia de sus
decisiones frente a la omnipotencia del autómata tecnofinanciero, la
mente ha disminuido la tensión. No es que la mente haya decidido algo:
es la caída repentina de la tensión que decide por todos.
Psicodeflación.
6 de marzo
Naturalmente, se puede argumentar exactamente lo contrario de lo que
dije: el neoliberalismo, en su matrimonio con el etnonacionalismo, debe
dar un salto en el proceso de abstracción total de la vida. He aquí,
entonces, el virus que obliga a todos a quedarse en casa, pero no
bloquea la circulación de las mercancías. Aquí estamos en el umbral de
una forma tecnototalitaria en la que los cuerpos serán para siempre
repartidos, controlados, mandados a distancia.
En Internazionale se publica un artículo de Srecko Horvat (traducción de New Statesman).
Según Horvat, «el coronavirus no es una amenaza para la economía
neoliberal, sino que crea el ambiente perfecto para esa ideología. Pero
desde un punto de vista político el virus es un peligro, porque una
crisis sanitaria podría favorecer el objetivo etnonacionalista de
reforzar las fornteras y esgrimir la exclusividad racial, de interrumpir
la libre circulación de personas (especialmente si provienen de países
en vías de desarrollo) pero asegurando una circulación incontrolada de
bienes y capitales.
«El miedo a una pandemia es más peligroso que el propio virus. Las
imágenes apocalípticas de los medios de comunicación ocultan un vínculo
profundo entre la extrema derecha y la economía capitalista. Como un
virus que necesita una célula viva para reproducirse, el capitalismo
también se adaptará a la nueva biopolítica del siglo XXI.
«El nuevo coronavirus ya ha afectado a la economía global, pero no
detendrá la circulación y la acumulación de capital. En todo caso,
pronto nacerá una forma más peligrosa de capitalismo, que contará con un
mayor control y una mayor purificación de las poblaciones».
Naturalmente, la hipótesis formulada por Horvat es realista.
Pero creo que esta hipótesis más realista no sería realista, porque
subestima la dimensión subjetiva del colapso y los efectos a largo plazo
de la deflación psíquica sobre el estancamiento económico.
El capitalismo pudo sobrevivir al colapso financiero de 2008 porque
las condiciones del colapso eran todas internas a la dimensión abstracta
de la relación entre lenguaje, finanzas y economía. No podrá sobrevivir
al colapso de la epidemia porque aquí entra en juego un factor
extrasistémico.
7 de marzo
Me escribe Alex, mi amigo matemático: «Todos los recursos
superinformáticos están comprometidos para encontrar el antídoto al
corona. Esta noche soñé con la batalla final entre el biovirus y los
virus simulados. En cualquier caso, el humano ya está fuera, me parece».
La red informática mundial está dando caza a la fórmula capaz de
enfrentar el infovirus contra el biovirus. Es necesario decodificar,
simular matemáticamente, construir técnicamente el corona-killer, para
luego difundirlo.
Mientras tanto, la energía se retira del cuerpo social, y la política
muestra su impotencia constitutiva. La política es cada vez más el
lugar del no poder, porque la voluntad no tiene control sobre el
infovirus.
El biovirus prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad global.
Los pulmones son el punto más débil, al parecer. Las enfermedades
respiratorias se han propagado durante años en proporción a la
propagación en la atmósfera de sustancias irrespirables. Pero el colapso
ocurre cuando, al encontrarse con el sistema mediático, entrelazándose
con la red semiótica, el biovirus ha transferido su potencia debilitante
al sistema nervioso, al cerebro colectivo, obligado a ralentizar sus
ritmos.
8 de marzo
Durante la noche, el Primer Ministro Conte ha comunicado la decisión
de poner en cuarentena a una cuarta parte de la población italiana.
Piacenza, Parma, Reggio y Modena están en cuarentena. Bolonia no. Por el
momento.
En los últimos días hablé con Fabio, hablé con Lucia, y habíamos
decidido reunirnos esta noche para cenar. Lo hacemos de vez en cuando,
nos vemos en algún restaurante o en casa de Fabio. Son cenas un poco
tristes incluso si no nos lo decimos, porque los tres sabemos que se
trata del residuo artificial de lo que antes sucedía de manera
completamente natural varias veces a la semana, cuando nos reuníamos con
mamá.
Ese hábito de encontrarnos a almorzar (o, más raramente, a cenar) de
mamá había permanecido, a pesar de todos los eventos, los movimientos,
los cambios, después de la muerte de papá: nos encontrábamos a almorzar
con mamá cada vez que era posible.
Cuando mi madre se encontró incapaz de preparar el almuerzo, ese
hábito terminó. Y poco a poco, la relación entre nosotros tres ha
cambiado. Hasta entonces, a pesar de que teníamos sesenta años, habíamos
seguido viéndonos casi todos los días de una manera natural, habíamos
seguido ocupando el mismo lugar en la mesa que ocupábamos cuando
teníamos diez años. Alrededor de la mesa se daban los mismos rituales.
Mamá estaba sentada junto a la estufa porque esto le permitía seguir
ocupándose de la cocina mientras comía. Lucía y yo hablábamos de
política, más o menos como hace cincuenta años, cuando ella era maoísta y
yo era obrerista.
Este hábito terminó cuando mi madre entró en su larga agonía.
Desde entonces tenemos que organizarnos para cenar. A veces vamos a
un restaurante asiático ubicado colinas abajo, cerca del teleférico en
el camino que lleva a Casalecchio, a veces vamos al departamento de
Fabio, en el séptimo piso de un edificio popular pasando el puente
largo, entre Casteldebole y Borgo Panigale. Desde la ventana se pueden
ver los prados que bordean el río, y a lo lejos se ve el cerro de San
Luca y a la izquierda se ve la ciudad.
Entonces, en los últimos días habíamos decidido vernos esta noche
para cenar. Yo tenía que llevar el queso y el helado, Cristina, la
esposa de Fabio, había preparado la lasaña.
Todo cambió esta mañana, y por primera vez –ahora me doy cuenta– el
coronavirus entró en nuestra vida, ya no como un objeto de reflexión
filosófica, política, médica o psicoanalítica, sino como un peligro
personal.
Primero fue una llamada de Tania, la hija de Lucía que desde hace un tiempo vive en Sasso Marconi con Rita.
Tania me telefoneó para decirme: escuché que vos, mamá y Fabio
quieren cenar juntos, no lo hagas. Estoy en cuarentena porque una de mis
alumnas (Tania enseña yoga) es doctora en Sant’Orsola y hace unos días
el hisopado le dio positivo. Tengo un poco de bronquitis, por lo que
decidieron hacerme el análisis también, a la espera del informe no puedo
moverme de casa. Yo le respondí haciéndome el escéptico, pero ella fue
implacable y me dijo algo bastante impresionante, que todavía no había
pensado.
Me dijo que la tasa de transmisibilidad de una gripe común es de cero
punto veintiuno, mientras que la tasa de transmisibilidad del
coronavirus es de cero punto ochenta. Para ser claros: en el caso de una
gripe normal, hay que encontrarse con quinientas personas para contraer
el virus, en el caso del corona basta con encontrarse con ciento
veinte. Interesante.
Luego, ella, que parece estar informadísima porque fue a hacerse el
hisopado y por lo tanto habló con los que están en la primera línea del
frente de contagio, me dice que la edad promedio de los muertos es de
ochenta y un años.
Bueno, ya lo sospechaba, pero ahora lo sé. El coronavirus mata a los
viejos, y en particular mata a los viejos asmáticos (como yo).
En su última comunicación, Giuseppe Conte, quien me parece una buena
persona, un presidente un poco por casualidad que nunca ha dejado de
tener el aire de alguien que tiene poco que ver con la política, dijo:
«pensemos en salud de nuestros abuelos». Conmovedor, dado que me
encuentro en el papel incómodo del abuelo a proteger.
Habiendo abandonado el traje del escéptico, le dije a Tania que le
agradecía y que seguiría sus recomendaciones. Llamé a Lucia, hablamos un
poco y decidimos posponer la cena.
Me doy cuenta de que me metí en un clásico doble vínculo batesoniano.
Si no llamo por teléfono para cancelar la cena, me pongo en posición de
ser un huésped físico, de poder ser portador de un virus que podría
matar a mi hermano. Si, por otro lado, llamo, como estoy haciendo, para
cancelar la cena, me pongo en la posición de ser un huésped psíquico, es
decir, de propagar el virus del miedo, el virus del aislamiento.
¿Y si esta historia dura mucho tiempo?
9 de marzo
El problema más grave es el de la sobrecarga a la que está sometido
el sistema de salud: las unidades de terapia intensiva están al borde
del colapso. Existe el peligro de no poder curar a todos los que
necesitan una intervención urgente, se habla de la posibilidad de elegir
entre pacientes que pueden ser curados y pacientes que no pueden ser
curados.
En los últimos diez años, se recortaron 37 mil millones del sistema
de salud pública, redujeron las unidades de cuidados intensivos y el
número de médicos generales disminuyó drásticamente.
Según el sitio quotidianosanità.it, «en 2007 el Servicio Sanitario
Nacional público podía contar con 334 Departamentos de
emergencia-urgencia (Dea) y 530 de primeros auxilios. Pues bien, diez
años después la dieta ha sido drástica: 49 Dea fueron cerrados (-14%) y
116 primeros auxilios ya no existen (-22%). Pero el recorte más evidente
está en las ambulancias, tanto las del Tipo A (emergencia) como las del
Tipo B (transporte sanitario). En 2017 tenemos que las Tipo A fueron
reducidas un 4% en comparación con diez años antes, mientras que las de
Tipo B fueron reducidas a la mitad (-52%). También es para tener en
cuenta cómo han disminuido drásticamente las ambulancias con médico a
bordo: en 2007, el médico estaba presente en el 22% de los vehículos,
mientras que en 2017 solo en el 14,7%. Las unidades móviles de
reanimación también se redujeron en un 37% (eran 329 en 2007, son 205
en 2017). El ajuste también ha afectado a los hogares de ancianos
privados que, en cualquier caso, tienen muchas menos estructuras y
ambulancias que los hospitales públicos.
«A partir de los datos se puede ver cómo ha habido una contracción
progresiva de las camas a escala nacional, mucho más evidente y
relevante en el número de camas públicas en comparación con la
proporción de camas administradas de forma privada: el recorte de 32.717
camas totales en siete años remite principalmente al servicio público,
con 28.832 camas menos que en 2010 (-16,2%), en comparación con 4.335
camas menos que el servicio privado (-6,3%)».
10 de marzo
«Somos olas del mismo mar, hojas del mismo árbol, flores del mismo jardín».
Esto está escrito en las docenas de cajas que contienen barbijos que
llegan de China. Estos mismos barbijos que Europa nos ha rechazado.
11 de marzo
No fui a via Mascarella, como generalmente hago el 11 de marzo de
cada año. Nos reencontramos frente a la lápida que conmemora la muerte
de Francesco Lorusso, alguien pronuncia un breve discurso, se deposita
una corona de flores o bien una bandera de Lotta Continua que alguien ha
guardado en el sótano, y nos abrazamos, nos besamos abrazándonos
fuerte.
Esta vez no tenía ganas de ir, porque no me gustaría decirle a ninguno de mis viejos compañeros que no podemos abrazarnos.
Llegan de Wuhan fotos de personas celebrando, todas rigurosamente con
el barbijo verde. El último paciente con coronavirus fue dado de alta
de los hospitales construidos rápidamente para contener la afluencia.
En el hospital de Huoshenshan, la primera parada de su visita, Xi
elogió a médicos y enfermeras llamándolos «los ángeles más bellos» y
«los mensajeros de la luz y la esperanza». Los trabajadores de salud de
primera línea han asumido las misiones más arduas, dijo Xi, llamándolos
«las personas más admirables de la nueva era, que merecen los mayores
elogios».
Hemos entrado oficialmente en la era biopolítica, en la que los
presidentes no pueden hacer nada, y solo los médicos pueden hacer algo,
aunque no todo.
12 de marzo
Italia. Todo el país entra en cuarentena. El virus corre más rápido que las medidas de contención.
Billi y yo nos ponemos el barbijo, tomamos la bicicleta y vamos de
compras. Solo las farmacias y los mercados de alimentos pueden
permanecer abiertos. Y también los quioscos, compramos los diarios. Y
las tabaquerías. Compro papel de seda, pero el hachís escasea en su caja
de madera. Pronto estaré sin droga, y en Piazza Verdi ya no está
ninguno de los muchachos africanos que venden a los estudiantes.
Trump usó la expresión «foreign virus» [virus extrajero].
All viruses are foreign by definition, but the President has not read William Burroughs [Todos los virus son extranjeros por definición, pero el presidente no ha leído a William Burroughs].
13 de marzo
En Facebook hay un tipo ingenioso que posteó en mi perfil la frase: «hola Bifo, abolieron el trabajo».
En realidad, el trabajo es abolido solo para unos pocos. Los obreros
de las industrias están en pie de guerra porque tienen que ir a la
fábrica como siempre, sin máscaras u otras protecciones, a medio metro
de distancia uno del otro.
El colapso, luego las largas vacaciones. Nadie puede decir cómo saldremos de esta.
Podríamos salir, como alguno predice, bajo las condiciones de un estado tecno-totalitario perfecto. En el libro Black Earth,
Timothy Snyder explica que no hay mejor condición para la formación de
regímenes totalitarios que las situaciones de emergencia extrema, donde
la supervivencia de todos está en juego.
El SIDA creó la condición para un adelgazamiento del contacto físico y
para el lanzamiento de plataformas de comunicación sin contacto:
Internet fue preparada por la mutación psíquica denominada SIDA.
Ahora podríamos muy bien pasar a una condición de aislamiento
permanente de los individuos, y la nueva generación podría internalizar
el terror del cuerpo de los otros.
¿Pero qué es el terror?
El terror es una condición en la cual lo imaginario domina
completamente la imaginación. Lo imaginario es la energía fósil de la
mente colectiva, las imágenes que en ella la experiencia ha depositado,
la limitación de lo imaginable. La imaginación es la energía renovable y
desprejuiciada. No utopía, sino recombinación de los posibles.
Existe una divergencia en el tiempo que viene: podríamos salir de
esta situación imaginando una posibilidad que hasta ayer parecía
impensable: redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo.
Igualdad, frugalidad, abandono del paradigma del crecimiento, inversión
de energías sociales en investigación, en educación, en salud.
No podemos saber cómo saldremos de la pandemia cuyas condiciones
fueron creadas por el neoliberalismo, por los recortes a la salud
pública, por la hiperexplotación nerviosa. Podríamos salir de ella
definitivamente solos, agresivos, competitivos.
Pero, por el contrario, podríamos salir de ella con un gran deseo de abrazar: solidaridad social, contacto, igualdad.
El virus es la condición de un salto mental que ninguna prédica
política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la
escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá.
Marzo 16 y 2020
*Franco Berardi (Bifo) (Bolonia, Italia, noviembre 1948), filósofo contemporáneo italiano y actualmente trabaja como docente en Bolonia. Se graduó en Estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bolonia. Cuando fue estudiante participó en el movimiento estudiantil italiano del 68. Colabora para la revista Loop y Alfabeta2. En el 2000 publica La fábrica de la infelicidad. En 2002 fundó “TV Orfeo”, la primera televisión comunitaria italiana.
*Franco Berardi (Bifo) (Bolonia, Italia, noviembre 1948), filósofo contemporáneo italiano y actualmente trabaja como docente en Bolonia. Se graduó en Estética en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Bolonia. Cuando fue estudiante participó en el movimiento estudiantil italiano del 68. Colabora para la revista Loop y Alfabeta2. En el 2000 publica La fábrica de la infelicidad. En 2002 fundó “TV Orfeo”, la primera televisión comunitaria italiana.
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