jueves, 31 de agosto de 2023

Deshilando el sistema-mundo: Partidos políticos y la muerte del PRI; LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA

Zyanya Mariana



La Modernidad no es un proyecto emancipatorio,
sino un proyecto civilizatorio
responsable del desastre planetario que tenemos hoy
: Ramón Grosfoguel
 
Plano en perspectiva de 1906 de la Ciudad de México (vista hacia el norte desde el sur)
La población del Distrito Federal era de 550,000 personas
Realizado por Henry Wellge.


Deshilando el sistema-mundo:
Partidos políticos y la muerte del PRI



Es posible afirmar que ayer, 30 de agosto, murió el PRI. Por primera vez en su historia (PNR 1929), el partido no impulsará a un candidato para las elecciones presidenciales. Su dirigente Alito Moreno olvidó que los partidos políticos se organizan alrededor de por lo menos tres pilares: la idea de ciudadanos (generalmente bases partidistas y militancia), de libertad (elección en urnas) y de un mercado que genera condiciones para lo electoral y para la competencia entre propuestas partidarias (Capitalismo de competencia). Estos postulados son relativamente recientes, alimentados por los ideales de la Ilustración, se institucionalizaron en el siglo XIX con los Estados nacionales en Europa, se difundieron con el imperialismo francés e inglés y, en América Latina, los suponemos civilizatorios. Visto en perspectiva, a pesar de sus casi 100 años de existencia, el PRI es sólo un reflejo del siglo XX, sobre todo si pensamos en las luchas intestinas del siglo XIX.

La pugna entre Francia e Inglaterra por el control de la tierra, el agua y los cuerpos del mundo, se materializó en la región como logias masónicas que derivaron en procesos de independencia y posteriormente en partidos políticos. Si la influencia era inglesa, el partido asumía una identidad conservadora proclive a los reyes; si, en cambio, apoyaban una organización republicana, el partido se consideraba liberal. La disputa entre liberales y conservadores, la historia de América Latina durante el siglo XIX, fue una manera de occidentalizar a las poblaciones urbanas, pues ambas conformaciones eran reflejo de Occidente y sus valores binarios, herencia de un cristianismo secularizado.

Después de la Segunda guerra europea, Occidente se ensanchó. Al viejo Occidente se le unió e nuevo conformado por las viejas colonias inglesas: Canadá, Australia y Nueva Zelanda lideradas por Estados Unidos, quien impuso un Nuevo Orden Internacional. A partir del concepto de "legitimidad" —una mezcla de poder de acción y autoridad moral geopolítica— Estados Unidos dividió el mundo en tres grandes grupos: El primer mundo, donde estaba el viejo y el nuevo occidente; su adversario el Segundo mundo y el resto del planeta; los Otros.

El Primer mundo estructurado a partir de una economía capitalista de empresa necesitaba partidos políticos e ir
cada tanto a las urnas a elegir presidente o Primer ministro. El Segundo mundo con una economía capitalista controlada por el Estado (el socialismo sigue siendo un propuesta y el comunismo una utopía), sólo necesitaba burocracia. Los Otros, una masa heterogénea que conformaba la mayoría del mundo se dividía entre ambas propuestas. El Primer mundo, occidental en sus valores, está territorialmente delimitado por el cristianismo romano y se legitimaba a partir de una gran clase media nacionalista. Esta clase media, de raíces obreras, simbolizaba el éxito del sistema y permitía socialmente un equilibrio entre la propiedad privada y el "bien común" (educación gratuita, salud para todos, derechos laborales y espacio público común). Japón era una excepción, aunque culturalmente no era occidente, se integraba a esta agrupación de primer mundo.  

El Segundo mundo se estableció al este del occidente europeo y al norte de los montes Cárpatos, en los viejos territorios del cristianismo ortodoxo eslavo (exceptuando la católica Polonia). Se le consideraba diferente en su mentalidad y aún ahora internamente no consideran la idea de Democracia como un valor fundamental; es inferior a la estabilidad y el bienestar económico. Quizás por ser un territorio poroso que a lo largo de los siglos ha convivido con las invasiones y las redes comerciales turco-mongolas, más afines a lo grupal y clánico que a lo individual. Han sido, cultural y geopolíticamente hablando, una frontera entre Asia y Europa.


Entre el Primer y el Segundo mundo se estableció una intersección donde Estados Unidos (EU) y La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) disputaban el poder. Generalmente la pugna entre los dos gigantes, que buscaban el acceso y control de las materias primas, se tradujo en guerras (Corea, Vietnam...), dictaduras afines y guerrillas opositoras. El campo de batalla siempre fue el territorio de los Otros. América Latina, una Otra cristiana, no fue la excepción. Sufrió guerras, dictaduras y guerrillas, y en el mejor de los casos partidos políticos de derecha e izquierda. En el caso de México, quizás por nuestra frontera con el imperio, se gestó un partido único y de Estado: El PRI.

El Partido Revolucionario Institucional lleva en su nombre su historia. Surgido de la Revolución mexicana, la primera revolución social del siglo XX, rápidamente se legitimó como un partido de masas (Cárdenas) pero favoreciendo la economía de empresa privada (Alemán); discursivamente tenía lo mejor de los dos mundos. Cada sexenio, con gran flexibilidad y pragmatismo, el partido se doblaba con los vientos geopolíticos, pero siempre protegiendo a su base. Era un partido de grupos, de pequeñas pirámides que estructuraban el país.

En los años 80, con la caída del muro de Berlín, los valores de Occidente "triunfaron": La idea de democracia, los partidos políticos, la meritocracia y
un capitalismo de empresa individualista que denigraba lo público se impusieron. Los vientos corrían hacia el neoliberalismo y el PRI hizo lo que sabía hacer, se doblegó a los tiempos y al nuevo sistema económico promovido por el norte y el capital financiero. Al principio, para legitimar las reformas estructurales necesarias que el nuevo sistema imponía, utilizó a las bases, pero de a poco las fue segregando hasta marginarlas completamente. El partido de élites en abierta alianza con los poderes empresariales y fácticos ya no las necesitaba.

En su libro No society, el fin de la clase media occidental (2018) el geógrafo francés Christophe Guilly, explica que, en los últimos 30 años, las élites occidentales han aspirado a una existencia «sin ataduras nacionales, fiscales, sociales, culturales… ni quizá, mañana, biológicas». A diferencia de las élites chinas que siguieron siendo chinas (neoconfucianas), las élites occidentales y occidentalizadas, como la mexicana, se convirtieron en "ciudadanos internacionales ", sin ninguna responsabilidad con el "bien común", con sus trabajadores, ciudadanos, vecinos, terruño y/o paisaje. Aunque estas élites dominan "el poder blando" —medios de comunicación y cultura mediática—el modelo que pregonan está exhausto. Las desigualdades se han multiplicado en el planeta con el sistema neoliberal, lo evidenció la COVID19, y el contrato social está quebrado,en las ciudades, en el campo y en los partidos políticos. Lo vemos con el surgimiento de Milei en Argentina y en la muerte anunciada del PRI.

En efecto, las reformas neoliberales no sólo implicaron el sacrificio de las clases obreras y la desaparición de los referentes culturales que legitimaron el Estado de bienestar desarrollista, sino el abandono de las bases partidistas. Ello explica, que después de que el PRI traicionara a sus bases eligiendo en 2018 un candidato de élite como MEADE, las bases huyeran a Morena, el famoso PRIMOR del que habla la oposición. Ayer, después de casi 100 años de existencia, el PRI anunció su muerte al bajar a su candidata Beatriz Paredes para imponer a la candidata que representa los intereses de Claudio X González: Xochitl Galvéz. "Fue un parto prematuro", dijo Dulce María Sauri en una entrevista en SinEmbargo Al Aire, "con un partero inexperto", pero puede ser arropada por la ciudadanía (entiéndase bases) y continuar el proceso democrático. Minutos después Beatriz Paredes abrazaba a Alito Moreno, un fin humillante para una mujer valiosa y pionera en la política mexicana. No me consuela saber que el PRI siempre ha corrido con los aires de la época, ni que vivimos tiempos inéditos, ni siquiera saber que la civilización-mundo moderna occidental con sus múltiples jerarquías de dominación está sitiada por China. No soy PRIista, pero me hubiera gustado que en tanto mujer, Beatriz Paredes (ingenua yo) hiciera las cosas diferente y anunciara nuevos mundos.




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