lunes, 3 de enero de 2022

Solsticio 2021

Debes vaciarte de aquello con lo que estás lleno,
para que puedas ser llenado de aquello de lo que estás vacío.

: San Agustín de Hipona.


Todos decían ‘vamos a la fiesta de Tonantzin’; ahora que está ahí
edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, 
también la llaman Tonantzin. Y vienen ahora a visitar a esta Tonantzinde muy lejos, tan lejos como de antes, 
la cual devoción también es sospechosa, 
porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, 
y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras 
a esta Tonantzin como antiguamente.

: Bernardino de Sahagún

 
Arturo y yo
 

Este año muy doloroso, lleno de pérdidas y cambios, como un pájaro encerrado en una jaula con sus alas ensangrentadas... regresé a la calzada de los Misterios a buscar la gratitud en las mandas.


    La primera vez, con poco más de 20 años, la encontré en una mujer que me ofreció una bebida caliente: "Tómala, me dijo mi acompañante virgiliano, es una manda". Y en esa, mi primera cita con Gerardo, un dramaturgo lleno de telarañas en el cuerpo y en la mente que amé muchísimo, bebí la gratitud líquida y humeante en un café azucarado. Los años siguientes, sola o acompañada por amigos, pasaba lo mismo, encontraba el sabor de la gratitud en los tacos de canasta, en el pollo con mole, en la botella de agua, en el pan dulce... pero también estaba en los huehuetl de los concheros y en sus danzas y en sus cascabeles...

    Dicen, que mi abuela se fue de rodillas de Pátzcuaro a Tzintzuntzan para pedir la sanación de mi tío Paco, que era un niño enfermizo... pero ella, que me crió, nunca me impuso su fe, la vivía silenciosa, y yo la miraba con ojos de niña. La vi también, muchas veces, en la danza de los negritos en Caltzontzin. Los jóvenes de 18 años, la edad de mi hija que abrió sus alas, bailaban toda la noche del 24 de diciembre hasta el amanecer; los demás bebíamos mientras sus pies imparables agradecían con el areíto un pedido materno, generalmente vinculado a la salud del otrora niño. No lo entendía. Hija de un jacobino que quería ser moderno y había estudiado en la ciudad, lo consideraba "cosas del pueblo", tuvo que llegar la Virgen y sus peregrinos para educarme en la devoción y la gratitud de la manda.

    A mi nunca me ha interesado la suplica del creyente, todos pedimos insaciables creyendo merecer: desde Las suplicantes de Esquilo que le piden a Dionisio la victoria de sus ritos hasta las exigencias de salud, dinero y amor que les hacemos en general a los dioses... Este año, vaciada por la grilla en la universidad, que un mediocre persistente materializó; por la pérdida de mi querido amigo, por dinero; por las muchas despedidas de los que se me adelantaron en el viaje (ya entendí realmente lo que significa la palabra adiós: adiós Eduardo), y por mi personal luto de maternar (¿Quién soy? me pregunté, ahora que ya no soy mamá. No había tristeza pero si duda y miedo), quise llenarme de gratitud y derramarla los días siguientes en mi andar.
    Vaciada, me llené de palabras por un encuentro, gracias Melba; de fuerza por la experiencia compartida, gracias Alicia; de sentido por una Antología que vino desde el sur, gracias Gustavo; de trabajo por un guión que nos ha llevado del ombligo hasta los confines de esta vieja ciudad, gracias Joe; de ternura por el testimonio de un barman de inteligencia singular, gracias Khristian; de Yo misma con lectores de mis libros, gracias Karen; de liberación en el sentido más amplio, gracias Deivid. Este año, papa te incluyo, gracias por iniciarme en la bondad con fuerza y enseñarme a levantarme después de la caída.

    Gracias también al desconocido que me manda libros sin remitente; al cariño de mis quereres (en especial este año a Alejandro, Brenda e Itzel); y al de mis generosos alumnos; qué haría sin ustedes que tanto me enseñan... (gracias particularmente a Santiago, Cristina y Sofía; gracias a todos los del curso de relato policial y a tantos otros que por ser muchos no cabrían en este mensaje....).

    No pido luces sin sombras, por eso en mi andar por la vieja calzada, esa que unía, en la hoy glorieta de Peralvillo la isla de Tlatelolco-Tenochtitlan con el pueblo de Tepeyac, voy a buscar alimento para la devoción. Camino, de la cicatriz, donde hoy se posa una cruz de piedra, hasta el panteón junto y cerca de Tonatzin-Guadalupe, buscando la gratitud; esa que va mucho después de la suplica, cuando se ha asentado el dolor, y se convierte en un gesto amoroso hacia el desconocido. Gracias Arturo y Samir por caminar conmigo y acompañarme a recibir la gratitud que otros han transmutado en alimentos terrenales.


Un mundo se deshace
nace un mundo
las tinieblas nos cercan
pero la luz llamea
todo se quiebra y hunde
y todo brilla
cómo era lo que fue
cómo está siendo
ya todo se perdió
todo se gana
no hay esperanza
hay vida y
todo es nuestro


: José Emilio Pacheco
 
 
Zyanya Mariana
Diciembre 31 y 2021, año dos de la pandemia