jueves, 7 de julio de 2022

Rituales del caos: Disquisiciones y agradecimientos alrededor de una antología poética: Nuestramérica es un verso 1968-1989/ Fondo de Cultura Económica-Perú, Lima. 2021

 

Algo le duele al aire,
del aroma al hedor.

Algo le duele
cuando arrastra, alborota
del herido la carne,
la sangre derramada,
el polvo vuelto al polvo
de los huesos.

Cómo sopla y aúlla,
como que canta
pero algo le duele.

Algo le duele al aire
entre las altas frondas
de los árboles altos.

Cuando doliente aún

entra por las rendijas
de mi ventana,
de cuanto él se duele
algo me duele a mí,
algo me duele. 

: Dolores Castro

Algo le duele al aire


 
 
 
Ilustración de portada: César Caatsu López/ Diseño: José Pulido Mata


 

 

 

DISQUISICIONES Y AGRADECIMIENTOS ALREDEDOR DE UNA ANTOLOGÍA POÉTICA

 

NUESTRAMÉRICA ES UN VERSO 1968_1989

 


En plena pandemia, el FCE-Perú, me encargó hacer una antología de poesía latinoamericana. Yo venía saliendo de una maternidad devota que me había alejado de cualquier círculo literario; mantenía, incluso, ciertas distancias en mi trabajo universitario como académica. La lectura solitaria, los paseos con mi hija y las fiestas infantiles se imponían a cualquier cosa.   

            Cuando me encargaron la Antología tuve terror: ¿cómo elegir a los poetas? ¿quién era yo para elegirlos? ¿incluirme o no incluirme? ¿dónde encontrar los parámetros que necesitaba para seleccionar a unos de otros? Además, estábamos aislados por la pandemia, en el mejor de los casos, vinculados al mundo por una pantalla. Fue sólo después, al reconocer un cierto paralelismo entre el aislamiento de la pandemia y la crianza, y al recordar el terror que experimenté la primera vez que cargué a mi hija en los brazos, que entendí que ni recién parida ni en pandemia había horizontes. Había que sembrarlos. Decidí entonces hacer la antología como la crianza: sin ceguera que imita y sin racionalidad que pretende un criterio propio absoluto, sino con devoción y pidiendo ayuda.

            Como yo creo en los sueños y en las casualidades domésticas, los parámetros de esta Antología surgieron de un tuiter: Alguien, no recuerdo quien, recomendaba la lectura de El libro centroamericano de los muertos, del poeta chiapaneco Balam Rodrigo, y añadía una imagen con un fragmento del poema inicial:

 

Este es el origen de la reciente historia de un lugar llamado México./

 

Aquí migraremos, estableceremos la muerte antigua

y la muerte nueva, el origen del horror, el origen del holocausto,

el origen de todo lo acontecido a los pueblos de Centroamérica,

naciones de la gente que migra. (2018)

 

Me dediqué a buscar la obra del poeta por internet, me gustó y busqué el libro premiado. Me sorprendió desde su primera página, en ella explicaba: "Argumento del presente poemario y palimpsesto fiel". Empero, fue la lectura del poemario lo que me conmovió. Balam Rodrigo retomaba la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, no sólo como una estructura, sino como una conversación con su amigo, el difunto Fray Bartolomé de las Casas.

            Venía del doctorado, ahí mi primera asesora, peleada con la Historia y las maternidades, me cuestionó prioridades: ¿Cuál es tu prioridad el doctorado o la maternidad? Por fortuna, se encendieron las luces rojas y me cambié de asesora. La que se convertiría en mi tutora de tesis acogió mi maternidad, al tiempo que me descubría los palimpsestos de Genette y "las conversaciones con los difuntos" de su amado Macedonio Fernández, el escritor argentino. Supe con ella, que la literatura no era una torre de benedictinos buscando la pureza, como pensaban algunas y algunos, sino un constante vaivén, sincrónico y diacrónico, de las palabras con el quehacer humano. En épocas de paz, los autores conversábamos con escritores de antaño que hablaban de lo estable; en periodos eróticos, buscábamos a los lúbricos y en la guerra, quizás porque la vivíamos, retomábamos textos con sangre y muerte. Éramos Odiseo convocando las sombras sutiles de los muertos y buscando respuestas en Tiresias. Esas dos ideas, el palimpsesto y las conversaciones con los difuntos, se convirtieron en los parámetros de la Antología. Buscaba poemas y me quedaba con los autores que platicaban con Rulfo, no sólo con Pedro Páramo.

            Acerca del período. Entendiendo que toda idea de generación es artificio, he elegido poetas que nacieron entre 1968 y 1989, y los he llamado una generación bisagra, pues conocen el mundo de postguerra, los 30 años neoliberales, la pandemia y la post-pandemia. Viven a horcajadas entre la familia heteronormativa y los postulados feministas y trans-sexuales; van de la infancia en patineta a la dependencia tecnológica de un celular, y de la liberación sexual a la covid19, pasando por el sida; se identifican como apolíticos y apolíticas pero están atravesadas y atravesados por la recesión económica continental y los cambios políticos que se originaron entre la crisis del Sistema-mundo en el 68 y la caída en el 89 del muro de Berlín: Guerra Fría; golpes de Estado, dictaduras, americanización de la cultura global, desaparecidos y la propuesta de un mundo monolítico liberal donde sólo cabía El fin de la historia o El choque de civilizaciones. Es una generación que sigue produciendo y ahora podríamos llamarlos creadores post-pandemia.

            Quise darle un linaje a cada país con un epígrafe. En su origen, quería relacionarlos con los elementos antiguos que entendemos como presocráticos: agua, aire, tierra, fuego y éter. Sin embargo, eran más de cinco países y no siempre encontré un poema que desarrollara un elemento y me gustara. Finalmente, la selección de los fragmentos quedó así: agua para Perú, aire para México, tierra y metales para Chile; fuego y luz para Centroamérica y éter para Ecuador porque, para mi, no hay mayor etereidad que las ciudades modernas. Para Argentina, el tiempo; para Colombia la metamorfosis; para los chicanos la perennidad y para la diáspora en España la mirada, aún colonial pero ya americana, de Darío.

            Paralelo a la crianza, la antología fue un quehacer en soledad mas no un trabajo individual; muchas personas me ayudaron. Para empezar, quiero agradecer a todos los editores de las filiales donde el Fondo de Cultura Económica tiene sus sedes (Argentina, Chile, Guatemala (Centroamérica), Colombia, Ecuador, Perú, EU (Chicanos) y España (Diáspora latinoamericana), que me proporcionaron nombres y correos. En particular mi gratitud a la parquedad amable de Rafael López Giral; a la afabilidad de César Medina y a la paciencia de Olga Naranjo, Coordinadora de Comunicación y Cultura, que me proporcionó investigaciones y libros en PDF para completar el capítulo Colombia.

            Me considero una lectora voraz, pero no he leído todo ni conozco toda la poesía que se ha escrito y se escribe hoy, mis afanes inútiles tampoco han atravesado ese deseo, por ello quiero agradecer a todos los poetas, académicos, antropólogos y gente de la cultura que, sin conocerme, me llevaron a otros poetas y a otras lenguas, me proporcionaron correos e incluso hicieron llamadas para que mis mensajes no se fueran a spam. Pienso en Victoria Guerrero, en César Panduro, en Ehitel Zegarra y en el dr. Mauro Mamani que me ayudaron con el capítulo Perú; el apartado Argentina estaría incompleto sin el apoyo de la docente Eva Gardenal que me contactó con varios poetas del norte de Argentina y recabó correos que nadie tenía; repaso las palabras de la poeta mapuche Josefina Tralkán y la ayuda de la quiteña Aleyda Quevedo, ambas me brindaron enlaces más allá de las fronteras nacionales; recuerdo con asombro la eficiencia del poeta e investigador chileno Yanko González que no sólo me consiguió correos e hizo llamadas pertinentes, sino que me compartió su mirada emocionada del proyecto; por último, celebro el intercambio de correos que tuve con la dra. Norma Cantú, poeta, profesora e investigadora de la universidad de Texas, sin su apoyo y contención no existiría el capítulo de poetas chicanos.

            El capítulo México fue el más difícil y tuvo mucha ayuda, me faltarían páginas para nombrarles y agradecerles, por ello sólo nombraré a Ricardo Muñoz Munguía quien me mandó libros e incluso escaneó páginas cuando yo ya me había dado por vencida, gracias siempre amigo mío; a Adrián Moreno, jefe del Departamento de Culturas Étnicas y diversidad, que me proporcionó una larga lista de escritores en lenguas originarias de todo el país y a mis tres virgilios norteños: la poeta y promotora cultural Carmen Amato; los libros, nombres y consejos que me dio la periodista y poeta Margarita Muñoz y las largas conversaciones telefónicas con el poeta Ramón Antonio Armendáriz, a los tres muchas gracias.

            Por supuesto, toda mi gratitud a Gustavo Rodríguez, director del FCE-Perú, por creer en mi trabajo y en mi mirada. Seguimos, esto aún no ha terminado...

 

Zyanya Mariana

Torres de Mixcoac, julio 7 y 2022 

 


 



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