miércoles, 29 de agosto de 2018

Cine/series: la casa de las flores Caro





La casa de las flores
Manolo Caro
México 2018



Revista siempre 2018* 






No, La casa de las flores no es una comedia al estilo Almodóvar, ni una sátira para corregir desenfrenos, sino una parodia de “la gran familia mexicana”.

Construida a partir del imaginario tradicional; por un lado, mira al cine de los 40 y por el otro, recodifica varias telenovelas de los 80 que hablan de la familia urbana de clase media. En ella, el patriarca honrado, trabajador y gran proveedor familiar está casado con una bella mujer chantajista, generalmente manipuladora, que sobreprotege a los hijos, sobretodo al varón que suele ser un malcriado mujeriego (Los ricos también lloran 1979). La historia culmina con la unión, o boda religiosa, de una joven pareja heterosexual que se impone por “la fuerza sagrada del amor” a las envidias, los celos y las convenciones sociales. Con algunas variaciones, esta es la historia base de todo “culebrón mexicano” y parte del imaginario social de muchas familias urbanas mexicanas.

Pero, ¿por qué insisto en afirmar que la serie mexicana de Netflix —articulada como la comedia-thriller Mujeres desesperadas (2004) donde una suicida (la colgada) se convierte en narradora—, es una parodia? Aunque los géneros son resbaladizos y nunca puros, se puede decir que la comedia, a diferencia de la parodia, habla de vicios humanos que muchas veces enredan las situaciones sin daño irremediable, como la comedia El gran calavera (Buñuel 1949) o su remake Nosotros los Nobles (2013) ahí el proveedor, un viudo ansioso de darles una lección a sus queridos familiares enreda la situación hasta convertir la pereza en trabajo y el matrimonio de conveniencia en un vínculo de amor.

En cambio, las acciones ignominiosas de los personajes de la parodia afectan al mundo entero, como sucede en La casa de las flores: el suicidio de la matrona de la casa chica perturba a todos, y el castigo que la matrona de la casa grande inflige al marido pinta cuernos, al dejarlo unos días en la cárcel, trastoca las vidas completas del mundo que la rodea. Por ejemplo, la hija Paulina (una espléndida Cecilia Suárez, la única que entiende el ritmo de parodia), deseosa por sacar a su padre de la cárcel recontacta al ex marido transexual, un abogado español que ha decidido cambiar su identidad de género convirtiéndose en una mujer con grandes tetas.

            En cuanto a la sátira, su función es didáctica. Intenta con su critica corregir algún mal hábito o costumbre, alguna situación social. En La casa de las flores los vicios nunca se corrigen, al contrario se profundizan o ensalzan a pesar de la deshonra. Los zánganos como Elena de la Mora (Aislinn Derbez) o el mirrey Julián de La Mora (Darío Yazbek Bernal), nunca se arrepienten de su negligencia por el mundo y los otros. La matriarca (una entrañable Verónica Castro), también se excede. Chantajista y manipuladora como “buena madre mexicana”, controla y decide la vida de hijos, marido y negocio, incluyendo los fracasos (como Sara García en Cuando los hijos se van 1941 o Saby Kamalich en la versión telenovela de 1984). El esposo no se queda atrás, Arturo Ríos, cual un Roberto Cañedo en la película La casa chica (1948), interpreta al típico macho mexicano canoso con casa grande y la institucional casa chica, cuando en realidad es un marido consorte inútil que depende de sus dos mujeres para vivir.

En general, en la parodia, los personajes como los colores y la escenografía son excesivos, burdamente artificiosos y a veces fantasmagóricos como el vaivén del espacio nombrado ‘Casa de las flores’, a veces un cabaret Drag, a veces una florería-casa carente de total privacidad. Por otro parte, la parodia desplaza los significados tradicionales al estilo retruécano: lo que era amor se convierte en interés (el amante antes sincero y ahora despechado roba el dinero familiar); lo que era deslealtad física deviene apoyo incondicional (idea sintetizada en la frase kitsch “cambie de sexo pero no de corazón” expresada por el ex marido transexual); lo que era separación entre judíos y católicos se convierte en amor adolescente con consecuencias, y así sucesivamente.

            La parodia es un travestimento, un vestirse para esconderse y un esconderse para revelar. La casa de las flores se viste de serie internacional para esconder una película de los 40 o una telenovela de Televisa, y la producción local, irreverente y soez, revela el fin de lo que entendíamos los urbanos como la gran familia mexicana. Desgraciadamente, La casa de las flores tiene baja calidad de producción eso no ha mermado su éxito, dentro de un ámbito muy acotado, que muy posiblemente provenga del narcisismo decadente de la clase media y alta mexicana que goza verse representada, aunque sea como mirrey. Una situación paralela a la parodia Two and Half Men (2004-2009); su éxito no sólo anunciaba la decadencia de la sociedad norteamericana sino que adelantaba la posterior crítica al hombre blanco, rico y sexualmente abusivo como el protagonista. Así, La casa de las flores revela la decadencia y fin de “la Gran familia mexicana” y aún no sabemos que escándalos anuncia.

           

Zyanya Mariana

Agosto 21 y 2018

sábado, 25 de agosto de 2018

martes, 14 de agosto de 2018

CUMPLIMOS SIETE AÑOS Y LO FESTEJAMOS CON UN POEMA EN TRES ESCALAS Y UN PRÓLOGO

ZyanyaM


He contado muchas veces que inicié este blog en una viaje de desamor y he contado pocas veces, nunca suficientes, que me hice escritora gracias a Nicaragua y los nicaraguenses, gracias a Martha Leonor y Juan, poetas escritores y fundadores de la editorial #400Elefantes. Hoy, me duele mucho Nicaragua, Nicaragüita —como la llamaba Ruben Darío, el poeta, y como la canta Mejía Godoy—; hoy, que la tierra se tiñe de rojo por la represión del presidente Daniel Ortega; hoy, que las balas de paramilitares caen como lluvia sobre los cuerpos de los manifestantes; hoy, que los jóvenes son torturados en las afueras de el Chipote, la prisión de Managua. Hoy, que recuerdo las palabras de Carlos Martínez Rivas que Martha Leonor me recitaba con devoción. Hoy, para mi muy querida Nicaragüa, Nicaraguita...



1924-1998


EL PARAÍSO RECOBRADO
POEMA EN TRES ESCALAS Y UN PRÓLOGO

Carlos Martínez Rivas.

 

A Yadira Jimenez
En el puerto de Cartagena, Colombia.
Apartado N° 75.

“Cogidos de la mano,
con pasos errabundos y lentos, emprendieron

por los campos del Paraíso, su camino solitario”

Paraíso PerdidoLibro XII

John Milton
Prólogo
Allá, en la América del sur, lejos, en Colombia.
Donde el Magdalena corre ancho y solemne,
y el Tequendama se alza
como un río que se puso de pie
para mirar de lejos el mar;
al norte, en el puerto de Cartagena.
Frente al escándalo de las olas,
y bajo los suntuosos cocoteros;
en medio del paisaje marino
con el muelle, los barcos, las gaviotas
vive una niña.
No es largo de contar.
La conocí una mañana
en el aeropuerto de San José de Costa rica-
Lo demás no puede ser más sencillo:
la amé. Todos los jóvenes la amábamos.
Un día partió para Colombia,
para Cartagena…
Y, entonces, yo,
al no hallar qué hacer con mi amor,
hice de él una canción.
La encontré buena. Y me la aprendí de memoria
para mi propio recreo y deleite,
y para decirla ante un grupo de amigos
que con cierta frecuencia me piden que recite.
Dice así la canción…
Primera Escala
Antes del aire

“Abandona tu patria y tu

parentela y ven a un país

que yo te mostraré”

Génesis, XII, 1
Día y noche golpeaba al pie de tu sonrisa.
Pero tú no me oías. Te llamé con abejas…
y nada. Con gorriones… tampoco. Con caballos…
y tu pecho seguía cerrado
Hasta que un día,
cuando todo era inútil y la cosa ´parecía perdida,
se me ocurrió llamarte a ti contigo misma.
Y por medio de ti llegar a ti. Y di en el clavo.
Fue leve, como un zarpazo de violeta,
como un puñetazo de abanico. Pero sonó la aldaba,
rechinaste… y te fuiste abriendo toda,
como una puerta, y penetré en tu nombre.
Por eso, y desde entonces:
Para el día y la noche.
Para los dolorosos y quebrantados ojos
que dejaste perdidos. Para todos los días
y todas las noches de la vida. Para que el mar y el fuego
te coronen y tejan para ti una guirnalda.
Para que el viento venga. Para que el vino venga
Y te diga:<<Levántate y anda!
Corta un racimo de uvas y sígueme>>
Para que pidas todo lo que te dé la gana:
El laurel,
el espejo,
la guitarra.
El lirio
blanco como una niña después de un accidente.
El árbol,
la pianola,
el reloj,
la naranja.
El paisaje que espera en el fondo del vaso
dar de beber al ojo lo que no bebió el labio.
El frutero en donde cabe todo el verano,
y el sofá dentro de una pecera con cojines.
La fuente donde el liquen sueña sus catedrales.
El clavel que en el tallo se enciende como un fósforo
Y el pájaro que sueña atornillado a un trino.
En fin para que todas las cosas de la tierra.
Para que todas las cosas trémulas y hermosas de la tierra,
descansen en el hueco
de cada una de esas manos tuyas que yo amo
y en doble arroyo lleguen hasta tu boca pura;
te levanté una rosa lo más alto que pude.
Te he construido una casa sitiada por la espuma.
Pon el oído en esa rosa, y oye lo que su olor te dice.
Húndete en esta casa que te hice, y habítala.
Y bébete esta copa de agua con golondrinas.
Porque tú… Pero espera. No vayamos tan lejos.
Creo que ya va siendo hora de que me explique.
Yadira, aquí me tienes:
solo, como los monogramas en los pañuelos.
Y desde Granada, desde el Colegio.
Sobre mi ventana que da al lago de Nicaragua,
y en esta hora, te recuerdo, y pienso:
Era entonces en San José de Costa Rica…
En el barrio Amón, y en la misma esquina de tu casa,
de tu casa con barandas…
Ahora ya de lejos,
toda la ciudad cabe en tu pequeño nombre.
Y por eso, hasta las cosas más pequeñas, todo,
lo tomo y lo empujo hacia ti para que brille.
Me refiero a las vueltas alrededor del parque,
a los discos en moda de ese tiempo;
a las interminables partidas de ping pong
en el asueto de los sábados por la tarde.
A tus vestidos con un barco bordado en la bolsa,
y a los paseos en bicicleta
por los alrededores de la capital…
Cosas que no valen la pena,
pero que yo las canto – y lo hago ardientemente  –
porque en torno de esto hay algo tuyo que se reúne:
un desprendido pétalo que llega de tu cielo.
Un pedazo de espuma caído de tu espuma.
Un resto de palomas, una pelusa de alma.
Pero es el caso que yo no me conformo con eso.
Que ninguno de nosotros puede conformarse con eso.
Porque tú no eres únicamente
esa niña que juega ping pong, sonríe,
y se vuelve manzana cuando cumple quince años.
Hay algo más en ti. Esa tu otra tú
que te aguarda en el sueño de tu desnudo puro.
Y a esto es, precisamente, a lo que vengo:
vas a emprender un viaje que nunca habías hecho.
Conmigo. Tú y yo, solos. Nosotros dos, volando,
hacia los otros dos nosotros que nos esperan
allá, sobre las nubes de luz fría,
entre un camino de lámparas, paseándose,
altos, eternos y definitivos.
Prepárate. Iguala
tu reloj de pulsera con el reloj del aire
Y ahora mismo mientras todos bailan,
y en tu puerto el alcalde y el comandante juegan
una partida de ajedrez para mientras llega el barco,
tú y yo nos vamos.
Deja que todo quede como está, en desorden.
Y date prisa. Tenemos todo el día por delante
pero el camino es largo.
Llegaremos allá cuando las estrellas brillen.
Prepárate para el salto.
Y que el aire sea con nosotros.
Listos.
A la una…
a las dos…
y a las…
tres!
Segunda escala
En el aire

“…porque el espíritu santo, que es amor,

también se compara en la Divina escritura

al aire”

San Juan de la Cruz


Hemos llegado a la primera estrella.

Mira la inmensa noche azul llena de temblorosos ojos.
Todo esto ahora forma ahora nuestro nuevo camino.
Por él vamos, Yadira, y te miro
como un gorrión saltar de estrella a estrella.
Subir de astro en astro. De cometa en cometa.
Y más allá. Más alto. Más arriba,
ya por las últimas orillas del cielo,
en donde va tu cuerpo, quemándose en el aire,
con un rumbo hacia un seguro porvenir de lucero.
Y como la bandera, que en la mañana
Sube… y sube, y hasta que ha llegado al término
Se despliega y se entrega de lleno al azul puro;
así tú, Yadira, has ido avanzando hacia la belleza.
Pasando de muchacha a estrella.
De estrella a remolino; de remolino a brisa,
y de brisa
a sosegado, claro, ilustre aire.
Porque, en verdad, la carne se hizo aire.
Y el aire se hizo carne y habitó entre nosotros.
Desde la tierra, entre el hervidero fuimos ascendiendo.
Ahora todo está en ti.
Y tú tan sola, ya aire ante el aire.
Llegamos a la cima más alta de su delicia.
Y oye qué nueva trinidad tan pura:
tú, yo y el aire. Y los tres somos uno.
Por eso, a través de tu cuerpo
puedo contemplar todo el cielo.
Como si lo tuvieras dentro de ti.
Y tu esqueleto brilla como los hilos de una lámpara.
Y de tu corazón, en vez de sangre,
sale un río astronómico y celeste, que en orden
y de pies a cabeza te recorre.
Y pasan, entre otros:
El dragón y la cabra.
Orión, el Pez Austral.
Arturo del Boyero
Las Dos Osas, La Lira y el Centauro.
EL Cochero, la Espiga de la Vírgen.
Cástor y Pólux, Fénix, el Cangrejo.
La Nebulosa Espiral de Andrómeda.
La Cabellera de Berenice.
La Nubes Magallánicas,
El Cisne, el Sagitario,
El Enjambre de Hércules,
La Niebla de los Perros de caza.
La Ballena, La Cruz del Sur,
El Ave del Paraíso y el Navío,
Marte, Saturno, Júpiter, Neptuno,
Venus, La Vía Láctea, El Unicornio,
y el Ojo del Toro y la Serpiente.
Ya no hace falta ahora sino el sueño.
Último paso de la transfiguración.
Sepárate de ti hasta caer en ti.
Que como un anillo hundiéndose poco a poco en el agua,
en el agua del sueño
se irán tus otras manos,
se irán tus otros ojos,
tu otra voz,
tu otra frente,
tu otra tú,
como sobre un estanque
donde el árbol
se separa del
árbol.
Bueno. Después de esto
ya nada queda por hacer.
Tiéndete, duerme, sueña. Y mañana
ya podremos entrar al Paraíso.
Tercera Escala
Después del aire

“…Y en la tercera rueda

contigo mano a mano

busquemos otro llano,

busquemos otros montes y otros ríos,

otros valles floridos y sombríos,

do descansar, y siempre pueda verte

ante los ojos míos

sin miedo y sobresalto de perderte”.

Garcilaso de la Vega

Estamos ya más allá de todo!

Todo ha cesado.
Se descorren las cortinas
y se abren los eternos espacios.
Hemos quedado solos.
Solos: tú, yo, y el aire nuestro de cada día.
Estamos ya más allá de todo.
Más allá de todo lo que fue antes del aire.
De los discos en moda, de los paseos en bicicleta
y de tus vestidos con un barco bordado en la bolsa.
Más allá de los cumpleaños y de los pequeños obsequios
a los que cuidadosamente les borramos el precio.
Más allá de la cadena de oro y el anillo
dados a guardar a alguien
para mientras nos bañamos en la piscina.
Más allá de las radiantes fotografías, en grupos,
tomadas en la playa, debajo del verano.
Más allá de todo eso!
Más allá de la nube y el relámpago.
Más allá de las constelaciones. En los aires finales.
Y más allá, todavía. Más allá del mismo aire,
es decir
en el aire de tu aire que es mi aire.
De escala en escala, todo ha ido desapareciendo.
Ahora ya no queda nadie.
Nada.
Sino el espacio
y un hombre y una mujer.
La nueva creación apoyada en nosotros.
La tierra es otra vez la tierra.
El hombre es otra vez un hombre.
La mujer es de nuevo una mujer.
Y tú tienes la palabra.
La mujer es anterior a la vida.
La mujer es anterior a Adán.
La mujer es anterior a la mujer.
Porque antes, mucho antes
de que Eva naciera del costado del hombre
cada árbol, cada flor, cada fruta,
toda la Creación era una mujer.
Tú tienes la palabra.
Separa la luz de las tinieblas.
Y ordena los mares y los ríos
porque el Espíritu de Dios empolla sobre las aguas.
Y qué bien así!
Nadie y nada. Sino tú y yo:
una mujer y un hombre.
De nuevo juntos. Para siempre juntos.
Y qué bien mañana!
Cuando nuestros corazones maduren:
Cuando sobre este aire limpio, inaugurado,
colocaremos otra vez la rama,
la manzana, el pájaro y la estrella.


Martínez Rivas, Carlos. (1953). 
La insurección solitaria. 
Nicaragua: Editorial Nueva Nicaragua.