sábado, 23 de febrero de 2019

Capitel 15: El amor es una idea


ZM 2019

 

La caricia, el cardenal y la monja"(1912)/ Egon Shiele ( 1890-1918),
 

Mientras el rey está en su diván,
mi nardo exhala su perfume.
  Mi amado es para mí una bolsita de mirra
que descansa entre mis pechos.
 Mi amado es para mí un racimo de alheña
en las viñas de Engadí.

Cantar de los cantares

  

EL AMOR ES UNA IDEA


El amor es una idea, un mito cambiante que siempre ha estado íntimamente vinculado a oikos y a polis. Lo sabían los griegos, y los romanos que solían decir “lo que pasa en la cama pasa en la plaza”, pues las ideas del amor se gestan en la casa a través de las estructuras económicas elementales de alimentación, cuidado y sobrevivencia (oikos), y se expanden a la ciudad, al ágora, a la organización social (polis), donde se convierten en concepto, en debate, en chisme y en deseo. En la plaza, en el mercado, en los lavaderos y en las cocinas, entre habladurías, aprendemos a desear al nombrado, al prohibido, al amante de moda.
Dentro de la cultura del trigo, lo que hoy conocemos como occidente (incluyo las élites de los países occidentalizados o colonizados), la idea de amor ha variado mucho desde el siglo XVI. Cortés y sus huestes pensaban que el amor era como las novelas de caballería, consistía en entender, conquistar y destruir. Lo hizo con la esclava Malinalli que le regalara el gordo de Zempoala; la entendió y usó la gran inteligencia de la joven para sus propósitos, la conquistó y la convirtió en Doña Marina, esposa legítima y primera dama novohispana, mientras la destruía como indígena nahuált. Lo mismo hizo con Tenochtitlán.
Con Cortés, Pizarro y la conquista de un continente el amor cambió. Se impuso la estructura colonial y el sistema de encomienda: muchos hombres y tierras bajo un solo encomendero; muchos sirvientes y una esposa bajo la ley de un solo patriarca, en la casa o en el burdel. Y como en el caso de la encomienda, los muchos sometidos y penetrados eran diferentes al patriarca: un hombre, blanco, barbado, de credo cristiano que creía en la naturaleza de la esclavitud y del hombre sobre la mujer.

 
Muchacha desnuda tumbada con las piernas abiertas (1914) / Egon Schiele.
La llegada de la Ilustración en el XVIII, no modificó la estructura económica y política, pero para el siglo XIX, con las revoluciones el antes patriarca se convirtió en un ciudadano, la encomienda en un Estado nacional imperialista que sometía naciones lejanas (Asia, África y América Latina) y el amor se encerró en la familia burguesa.
A la usanza del Estado nacional, la familia burguesa tenía que someter las diferencias, las otredades. Por ello, unió en una sola idea de amor tres entidades distintas: el deseo, el sexo y el matrimonio. El matrimonio es un contrato de bienes y obligaciones, políticas y económicas, entre dos familias que se vuelven una; el sexo es un impulso vinculado a lo biológico; el deseo, en cambio, es una máquina de proyecciones, de fantasmagorías y miedos sociales.

Para poder unir estas tres entidades tan diferentes en una sola idea de amor, la cultura occidental revivió los poemas místicos que los trovadores cantaban en las cortes de Aquitania en el siglo XII. En sus cantos, estos nómadas de la palabra, comparaban el deseo por el caballero, o la dama amada, al deseo arrebatado que los místicos tienen por lo divino. El orgasmo era un éxtasis corporal comparable a la experiencia de unión con lo sagrado. Se le llamó romanticismo, y fue una idea muy poderosa. Si el credo cristiano se transformó en una moral ilustrada y civilizatoria que era capaz de matar y morir por la nación naciente, el enamorado romántico era capaz de matar y morir en nombre del amor. Amor y nación se confundieron. 


El abrazo (amantes II), 1917, Egon Shiele

La cultura occidental dividió al mundo en naciones civilizadas y naciones salvajes, lo mismo hizo el amor romántico. Se podía amar dentro de la ley, es decir dentro del matrimonio, o fuera de ella con un amor salvaje y prohibido. A principios del siglo XX, el patriarca vivía ambos amoríos, en su juventud se casaba dentro de la ley y una vez casado tenía permiso social para experimentar vínculos más bárbaros. En México, fue casi una institución de la clase política y empresarial la casa chica y la familia bastarda.
Fue hasta la Segunda Guerra Europea (40-45), cuando patriarcas, y padres de familia, ingleses y franceses se enfrentaban a patriarcas, y padres de familia, alemanes e italianos, que a su vez asesinaban, en campos de concentración, a patriarcas judíos, padres de familia acompañados por sus familias construidas bajo el amparo de todas las leyes. Estas matanzas, eficientes y con ganancias, cuestionaron la moral ilustrada y nos recordaron que lo personal es político. La crisis de la familia patriarcal eclosionó junto a los nacionalismos.


"La familia" Egon Shiele, 1918

 Hoy, que el Estado nación occidental está fraccionado por las corporaciones, la familia burguesa y el poder del patriarca se fragmentan. Hoy, no sólo se desintegra el estado imperialista europeo y aparecen millonarios franceses futbolistas de origen magrebí, o subsahariano, y alcaldes londinenses de origen paquistaní,; sino que se deshila la familia heteronormativa y aparecen las mujeres que no sólo son madres y los hijos que no sólo son heterosexuales. Más aún, las parejas de hoy, oscilan entre relaciones de inversión que deben dar ganancias, o por lo menos rendimientos; y la experiencia de la vacuidad nihilista, donde el otro, hombre, mujer o quimera, debe completarnos, llenarnos y entendernos como si fuera un dios. Empero, el otro y el uno, son sólo mortales con deseos insatisfechos y las relaciones que se entablan rápidamente se convierten en fracasos enumerables.
En pleno siglo XXI, no sabemos si amar como indican las leyes corporativas, normadas bajo la égida de la ganancia, o amar como átomos anhelantes que van de uno en otro sin sentido. Somos una sociedad moribunda y no es casual la figura del zombie reverberada hasta la nausea en las películas y series, ni la depresión y soledad como plagas venideras. No es casual, tampoco, el ascenso de nacionalismos autoritarios que pretenden regresar a una mística heteropatriarcal y nacional. Patadas de ahogado, de una organización económica y política que, tarde o temprano, sucumbirá frente a la real crisis ecológica. Quizás deberíamos replantearnos nuevas organizaciones económicas; nuevos mitos donde amar al otro diferente y cambiante, sin salvación, y a la tierra húmeda, sin ganancia y progreso, tengan sentido y sendero.


Zyanya Mariana
México Tenochtitlán Noviembre 12 y 2018 





Este texto se publicó originalmente en la Revista Trimestral Universitaria, Capitel #15, enero 2017, dedicada al tema: El amor.  



  

Otras colaboraciones en Capitel, revista Trimestral:

Capitel 7: Parodias pese a todo

ZM 2016


Miguel de Cervantes, 1547-1616

La parodia es una obra
en la que el parodista parodia lo parodiado
Papernoi



PARODIAS PESE A TODO*



I- parodias e ideales

Michel Foucault, en su Historia de la locura, sostiene que la novela de Miguel Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, anuncia el nacimiento de la Edad Moderna. El filósofo francés añade que lo hace burlándose de los ideales caballerescos y utilizando una estructura paródica.

Por un lado, al escribir ideales caballerescos me refiero a esa institución de creación eclesiástica que durante el siglo XI soñaba con elevar al guerrero, con caballo y cuna noble, a los ideales cristianos. El sueño era formar las milicias de cristo (miles christi) defensoras de los pobres y los humildes. En realidad fue un ordenamiento estamental que legitimó, con todas las miserias humanas, las estructuras jerárquicas de finales de la Edad Media.
Aleppo, casco antiguo siglo XX, antes del bombardeo
De hecho en su mejor momento alimentó las cruzadas (Alepo, hoy destruida por la guerra, fue dos veces asediada por los cruzados). Decadente, inspiró la caballería galante y el amor cortés (el primero se convirtió en atavismos machistas y patriarcales, todavía vigentes hoy, el segundo fue explotado por el cine romántico Hollywoodense). Ya desaparecida engendró un espíritu vitalista, vinculado a las cosas del mundo, en la espiritualidad de Ignacio de Loyola; fundador en el siglo XVI de la Compañía de Jesús, la orden moderna por excelencia.



Mapa otomano de Aleppo, 1600
Es decir que la idea de un caballero cristiano que sabe discernir, entre lo justo y el mal, es una vieja conjetura legitimadora de las estructuras coloniales; aparecidas primero en América y posteriormente en África y Asia. Que si hoy, un puñado de Estados occidentales se siente con el derecho de bombardear Alepo, y sus naciones con derecho de rechazar las migraciones producidas por esa guerra, muy posiblemente se deba a una herencia que descontextualiza los ideales caballerescos y los repite utilitariamente contra musulmanes, autoritarios o no.


Aleppo bombardeada, 2011-2016


Por otro lado, la estructura paródica alude a un discurso, canónico o popular, que se repite. Si el Quijote es hoy una lectura canónica con derivaciones en la cultura popular (nadie lo lee pero todos lo citan), sus fuentes, las novelas de caballería, eran claramente populares. Esta repetición, reverencial o burlona, implica un hacer humano. En efecto, la naturaleza no se repite, en constante cambio, muere y resurge a partir de determinados ciclos que producen la sensación de infinito. La rutina (idea humana) no existe en la vida cotidiana, ni en el devenir del hombre sujeto a la ley severa. Aún, lo aparentemente repetitivo sin sentido o rutinario, en realidad, es cambiante; como el pie de Heráclito en el agua que fluye.

En cambio, el quehacer humano, el arte o la creación, son repetitivos en sí. En esta época industrial y mecanicista donde cada objeto es la reproducción de otro y cada identidad mediática es sustituible e intercambiable, el acto de la repetición aparentemente indiferenciada se vuelve más evidente. Y es que la repetición se refrenda como gesto o literalidad, como pequeño plagio, especie de duplicación, copia o imitación, que al repetirse descontextualiza y suscita miradas diferenciadas. Puede ser una obra repetida hasta la saciedad pero la mirada, siempre cambiante, la convierte en singular y por lo tanto diferente. En su diferencia propone desafíos y vislumbres.

 Atlas of Maritime Charts (The Catalan Atlas),
detail of Mansā Mūsā, Abraham Cresque, 1375.
Courtesy of the Bibliothéque nationale de France and the Block Museum.



II. las parodias de la modernidad

Cervantes al parodiar la literatura épica de caballería y el discurso ideal caballeresco propuso un nuevo mundo que hoy llamamos Modernidad. Aunado a ello vislumbró posibilidades futuras al satirizar la realidad ambivalente de sus contemporáneos, que aún no se habían enterado que la Edad Media estaba muerta. Algo parecido le sucedió a las buenas consciencias europeas con un referéndum llamado Brexit y una elección presidencial llamada Trump en el corazón del Imperio occidental.

El primer discurso ganó al parodiar, reverencialmente, los chauvinismos de una Europa de postguerra; el nacionalismo, tipo de Gaulle, se impuso en una Inglaterra pauperizada y añorante de la riqueza proveniente de las estructuras coloniales del ‘Commonwealth’. El segundo, un hombre de copete amarillo llamado Trump, a lo largo de toda la campaña presidencial, fue una mala parodia del discurso xenófobo, racista, conservador y utilitario de Adolf Hitler, el líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, mejor conocido como nazismo.

En ambos casos la parodia revela una fisura de las estructuras coloniales. Pienso en la inconformidad del hombre blanco —barbado, monoteísta (de preferencia cristiano), ilustrado, con propiedad privada y refrigerador lleno— que se siente desplazado. Este tipo de hombre acostumbrado a mandar entre indios, negros, nativos y hembras se ha visto intercambiado en el mundo laboral, vía las nuevas tecnologías, por hombres y mujeres de color, con otras religiones y otras especias en la comida. Muy posiblemente estas parodias vislumbren una época moribunda que nos negamos a abandonar.

Pero regresemos al loco de Cervantes, que es un caballero y no un loco marítimo —cabe recordar que a los locos, tocados por lo divino, no se les podía matar. Para deshacerse de los locos extranjeros, los locales eran arropados por la ciudad, los habitantes los despedían entre rituales y los encargaban al mar—. Don Quijote está loco, sí, pero su locura no es grotesca como la del gigante Pantagruel, esa novela de François Rabelais de tono burlesco que compite por ser la primera novela moderna de occidente. Occidental y moderna, que muy bien podrían ser sinónimos, porque la novela más antigua de la historia, el Genji Monogatari, apareció en Japón alrededor del año 1000 y fue escrita por una mujer, es más, por una cortesana llamada Murasaki Shikibu. 

Ilustraciones para el Genji Monogatari, atribuidas a Tosa Mitsuoki (1617–1691)


La locura del Quijote tampoco es necia ni estúpida pues proviene de los libros, ese artefacto tan valorado por la burguesía y el Estado nacional. En efecto, este hombre ha leído tantas aventuras épicas que quiere igualarlas en la realidad, como todos los soñadores del siglo XX que hicieron de sus ideales, cuasi caballerescos, luchas armadas, revoluciones y algunos, como el recientemente fallecido Fidel Castro, concretudes isleñas cotidianas. ¿Acaso no, la mayoría de los movimientos de postguerra idealistas eran andares virtuosos, en busca de ‘desfacer entuertos’? ¿No se parecían estos movimientos, teológicos o laicos pero siempre revolucionarios, a la voluntad melancólica del quijote guiada por Aristóteles?

Cual Quijote, alimentado por los libros de caballería, el hombre moderno como Cortés, dejó el barco por el caballo para conquistar y sitiar nuevas ciudades; virtuoso cual franciscano, salvó almas chiquitas evangelizando a los indios poseídos por el demonio; clasificador al más puro estilo aristotélico los organizó bajo la encomienda. Es decir que al caballero, al conquistador, al terrateniente, al civilizado, al empresario, al político, al educado; en síntesis, al hombre cristiano de acción le correspondía el trabajo de pueblos enteros, sometidos o bárbaros, para su manutención. Así nació la modernidad hoy en crisis.

La familia Burrón de paseo por la Alameda (2010),
homenaje en la calle Regina, Centro Histórico a Gabriel Vargas (1915-2010) y su tira cómica La familia Burrón,
parodia al mural "Sueño de una tarde dominical" de Diego Rivera



III. la parodia de lo original

En 1605 apareció la primera parte del caballero manchego, titulada El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. En 1614, dado el éxito de la obra convertida en un verdadero bestseller de la época, aparece un Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de La Mancha, escrito por un tal licenciado Alonso Fernández de Avellaneda. No es la única imitación que hubo del personaje quijotesco pero sí la más importante y posiblemente la única prologada por Lope de Vega, archienemigo de Cervantes. Al año, picoteado por los intentos de plagio, Cervantes publica la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615).

Ya desde aquel entonces la repetición era polémica pero no castigada con el señalamiento de poco original, poco creativo o el pueril copión. No es culpa del Quijote que caminaba solo por el mundo, ni tampoco consecuencia de su publicación, pero siglos después los románticos hablarán de Cervantes en términos de genialidad y de la obra como una creación de índole original. De hecho al iniciar el siglo XXI, en un insípido 2002, el Club Noruego del Libro establecería democráticamente que El quijote era “el mejor trabajo literario jamás escrito”. Olvidaban esos 54 escritores de diferentes nacionalidades que, muy posiblemente, la historia de la literatura sea en realidad un libro infinito escrito por muchas manos, como insinuara el escritor argentino Jorge Luis Borges a lo largo de su obra. 


El panóptico, que todo lo ve

Este fantasma de lo original que recorre la creación, también divide el conocimiento y el quehacer creativo entre la alta y la baja cultura; entre la poesía mayor y la lírica menor; entre lo refinado y lo popular; entre electores educados y votantes ignorantes; entre políticos ilustrados como Hillary y vulgares como Trump; entre hombres sabios que trabajan y mujeres que crían y cocinan. Esta fantasmagoría no es otra cosa más que la episteme vertical que gobierna el mundo moderno y lo divide jerárquicamente en lo bueno de los de arriba que saben y lo malo de los de abajo ignorantes. Bienvenidos a la modernidad y sus cárceles panópticas que todo ven, todo señalan y todo castigan… diría Foucault. Empero, también habría que decir que esta episteme vertical donde, unos pocos doctos saben, deciden y acumulan en nombre de los muchos empobrecidos, ha sido mortalmente herida por las redes sociales que imponen horizontalidad en los vínculos y las ideas. Estamos frente al derrumbamiento de todo un sistema, culturalmente dominante, que muchos definen como postmodernidad.

El término no me convence por muchas razones que implicarían otro texto, lo indudable es que muchas de las características de la llamada postmodernidad se inscriben entre ironías, sátiras o parodias. Por ello, no hay necesidad de rasgarse las vestiduras frente al instante político, es breve y al fin y al cabo una repetición de otras crisis, de otros finales de época. Cervantes nunca lo pensó, no escribió para anunciar la modernidad, ni para demostrar su originalidad. Escribió, como todos los que escriben, por terquedad, por necesidad, por la búsqueda de una belleza en el lenguaje que de sentido a los días que se suceden. Y sin embargo, su Quijote, parodia de una modernidad anunciada, hoy revela, entre parodias literarias y políticas, nuevos tiempos; ni mejores ni peores, sólo nuevos.



Zyanya Mariana

México-Tenochtitlán, Diciembre y 2016


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