martes, 12 de septiembre de 2023

El bastón de mando: Nueva liturgia política mexicana LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA


El bastón de mando: Nueva liturgia política mexicana
LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA



 
El pan te aseguraba el éxito: el hombre se inclina ante quien se lo da 
(de esto no cabe duda); pero si otro se adueña de su conciencia, 
el hombre desdeñará incluso tu pan para seguir al que ha cautivado su razón. 
En esto acertaste, pues el secreto de la existencia humana 
no consiste sólo en poseer la vida, sino también en tener un motivo para vivir. 
El hombre que no tenga una idea clara de la finalidad de la vida, preferirá renunciar a ella

: Dostoyevski
(Los hermanos Karamazov)
 

Entrega del bastón de mando en Templo mayor;
un jueves 7 de septiembre y 2023


 



El bastón de mando:
Nueva liturgia política mexicana




Decía Confucio que los ritos traían paz y permitían la organización social. En efecto, el rito es capaz de convocar la concordia momentánea entre rivales o enemigos. En la antigua Grecia, por ejemplo, los ritos de muerte impusieron treguas a la guerra. Así sucedió, según la Iliada, con los juegos fúnebres en honor a Patroclo, antecedente de los Olímpicos, y con los ritos funerarios del gran Héctor, hijo de Príamo. Los ritos convocan lo colectivo, quizás por eso se utilizan en la crianza como herramienta para maternar. Tienen su lado obscuro, como todo, y son criticables por el condicionamiento social que implican sobre los niños, lo cierto es que la repetición sirve para convocar el alimento y el sueño de las crías sin necesidad de gritos y golpes.

La fuerza de los ritos, empero, no sólo proviene de la repetición que se transforma en costumbre y se materializa en instituciones, sino de los símbolos que invoca. Los símbolos aparecieron con el hombre, cuando miró las estrellas, los ciclos agrícolas y a su vecino o amante. El sabio los convirtió en imágenes, en metáforas, en geometrías sagradas y en devociones, pero no son estáticos, ni absolutos. Los símbolos no pertenecen a nadie aunque cada período histórico y cultura los usa para traducir su época. El siglo XX, intentó privatizarlos e integrarlos a la historia única de Occidente al volver unívocas las imágenes y las formas con el cine y la televisión. El proceso de interpretación de los símbolos, sin embargo, es complejo, pues cada cultura y grupo humano se los apropia y al apropiárselos les añade significados y carga simbólica.

Por ejemplo, en Mesopotamia la gran diosa madre Inanna era una guerrera. Con la llegada de los héroes, ese símbolo cósmico e integral se fragmentó en muchas y variadas diosas especializadas (Hécate, Hera, Afrodita, Atenea...); según la mitología griega las diosas simbolizan oficios especializados (la bruja, la esposa, el amor, el conocimiento). Lo mismo sucedió con el arquetipo del padre. En su origen, el padre era una fuerza acuática, un río (Tigris y Éufrates) que sostenía la vida. Esa idea de sostén y fertilidad está muy lejos de la posterior imagen patriarcal de un padre como techo de autoridad; arcano del padre que aparece en el Tarot y heredamos en la modernidad. Lo mismo sucede con las geometrías sagradas, hoy son usadas por compañías, empresas o partidos políticos que se las apropian, en tanto logos o marcas registradas, como antiguamente lo hacían las religiones, los blasones de la nobleza y los atuendos y atributos simbólicos del poder.

Podemos afirmar que el triángulo no pertenece a los masones, ni el círculo a los neoplatónicos; que la esvástica, aunque haya sido explotada por los Nazis y el partido Nacional socialista de Hitler, no significa genocidio y que la cruz, signo de la Gran cristiandad, ha sido una geometría utilizada por muchas culturas, anteriores y posteriores al cristianismo: Egipto, India, China y Mesoamérica.
Escribo todo esto para contextualizar el bastón de mando que AMLO, entregó a Claudia Sheinbaum. No es coto de los pueblos originarios, aunque lo porten con dignidad y lo hayan cargado de resistencia y ética. En realidad es un atributo de las instituciones medievales que trajo la conquista. Huelga decir que tampoco es Europeo, forma parte de los aditamentos de reyes y profetas de la antigüedad: Moisés lo utilizaba para despejar el camino y la diosa Inanna lo entregó para entrar al inframundo; antes fue pintado en la Cueva de Lascaux con una empuñadura de pájaro y acompañando a un posible chamán en trance. Más allá de esta milenaria carga simbólica y la polémica presente que se ha desatado entre tirios y troyanos (denuncias ante el INE y críticas por apropiación cultural), habría que analizar el bastón de mando como una nueva liturgia política dentro de Morena.

Aunque abreva de la historia partidista mexicana del siglo XX, Morena es un movimiento reciente que López Obrador quisiera duradero. Lo suficientemente largo para trascender a las élites actuales (económicas, mediáticas e incluso políticas que generacionalmente hablando están viejas) y estructurar la vida económica y política desde otros ángulos más soberanos y autoreferenciales. Por ello, para invocar la continuidad y unidad cotidiana dentro de Morena entregó entre semana, un jueves después de una encuesta interna y saliendo de una cena, el bastón de mando a Claudia Sheinbaum. Evidentemente, el bastón retoma los valores indígenas de unidad y compromiso ético con el grupo, pero México es más que una comunidad y más que su presente. Por eso, la foto frente al Templo mayor convoca algo más complejo e ideal, algo que une un pasado antes del PRI y posterior a él, algo que se parece al rito medieval de caballería.

En este sentido, Morena sería más que un partido heterogéneo, una orden compuesta por gente diversa, pero sustentada y reunida por un ideal. En este imaginario, Claudia encarnaría una aspirante a caballera. Ella representa un cambio generacional, es mujer, estudió en la UNAM y nunca ha militado en el PRI; a diferencia de Marcelo Ebrard que se forjó en él. Por ello, a López Obrador le urgía entregar el bastón de mando antes de volar a Sudamérica, antes de conmemorar los 50 años del golpe de Estado en Chile (11 de septiembre 1973), antes de hablar de los ideales democráticos y socialistas de Allende que dijo admirar frente a Gabriel Boric; antes de cuestionar la política intervencionista de Nixon y la guerra contra las drogas que él inauguró, en una conferencia cuasi prosaica junto al presidente de Colombia Gustavo Petro.
En esta nueva liturgia, el bastón para Claudia Sheinbaum simbolizaría un cambio generacional que cuestiona la geopolítica de los últimos 50 años en América Latina. Para las bases de Morena, los puros, y para algunos de fuera como yo, Marcelo Ebrard no podía encarnar todos estos símbolos, habrá que ver si Claudia es capaz de materializarlos. Ojalá que sí, así lo deseo, como espero ver la banda presidencial en ella y cerrar un ciclo de 200 años que inauguró el primer presidente del México moderno: Guadalupe Victoria un 10 de octubre de 1824.

 

 

Guadalupe Victoria (1786-1843)
Primer presidente del México moderno, del México independiente

 

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