lunes, 12 de febrero de 2024

Cine: Pobres criaturas de Yorgos Lanthimos

 
    


Pobres criaturas,
Yorgos Lanthimos
guión Tony McNamara
Ireland, United Kingdom, United States 2023



No hay pensamientos peligrosos.
Pensar, en sí mismo, es peligroso

: Hannah Arendt


Híjole... a mí me encantó la película "Pobres criaturas" ("Poor things", 2023). Inicio mi nota con un 'híjole', porque he escuchado muchas críticas de parte de las "feministas abolicionistas". Estoy de acuerdo: ¡hay que eliminar la prostitución capitalista!, pero también quisiera eliminar la industria alimenticia, nuestra forma de vida consumista, detener el genocidio en Gaza y otros males que el capitalismo (individualista, colonial y judeocristiano) ha generado.
    El cine no se salva de las críticas capitalistas, ni el arte, ni los artistas. Cabría preguntarnos, ¿cómo hemos llegado a un sistema donde ocho billonarios, entre ellos los dueños de la industria armamentista, ganan lo mismo que la mitad del planeta; donde 8 personas, dueños de la tierra y el agua, merman diariamente la dignidad de 4 mil millones de seres humanos? Mientras tanto, antes de que se acabe el agua en la ciudad de México, antes de que vuelva a llorar por el holocausto palestino, me gustaría hablar de la última película de Yorgos Lanthimos.
    Lanthimos es un director griego singular, su primera película "Langosta" 2015, lo anunció. Poco se sabe de su inicio con "Canino" 2009; o el film poco comercial "El sacrificio del ciervo sagrado" 2017, pero indudablemente la película "La favorita" 2018 lo catapultó. En el caso de Pobres criaturas, el director apuesta por un cuento fabuloso. La fábula sucede en un tiempo ficticio donde confluyen elementos victorianos del siglo XIX, con coches voladores, que se mezclan en escenarios teatrales. Escrita en tono de farsa, con imágenes distópicas (vestidos imposibles, animales quiméricos) y excesos estéticos que aparecen en casi toda la filmografía del director, la película es una metáfora que usa lo absurdo como una crítica feroz a los varones y sus debilidades. La verdad, me reí muchísimo en varias escenas de ese mundo que no es ni pasado ni futuro... sino un tiempo de lo humano y existencial... 
    Quizás porque está basada en la novela homónima, y premiada, del escritor escocés Alasdair Gray (1992), los personajes están planteados como arquetipos y resuena en la historia el viaje de Ulises y la epopeya de Gilgamesh. Cuatro son los grandes arquetipos que rodean a Bella Baxter, la diosa madre: El sensual que desea ser deseado, el melancólico que está roto y mira las fisuras del mundo; el impune que goza con el dolor de los demás y el inventor, un niño carente de afectos.
    Este último arquetipo es estructural en la película. Godwin Baxter (William Defoe) y su discípulo Max McCandless (Ramy Youssef) aparecen como niños que tienen el afán de entender el mundo y su dolor... lo que encuentran es rechazo e incomprensión. En el caso de Defoe, el rechazo viene de origen, han experimentado con él y es incapaz de deleitarse a través de los sentidos. Ni comer, ni cagar, ni coger son placeres, de ahí que su relación con Bella Baxter sea paternal. Él se considera el padre que le dió la vida, como un dios creador y criador, pero no la hizo, insiste... él, padre creador, es independiente de la evolución de Bella y sus decisiones. Un apunte existencial, entre otros, que atraviesa toda la película.
    A estos cuatro arquetipos, se le suman un grupo de hombres comunes y anónimos que van al burdel de Mme Swiney. Una especie de sacerdotisa vieja, un dragón que muerde y cuida la vida (un bebé). Ella dirige a un grupo de prostitutas que recuerdan la prostitución sagrada en Babilonia, donde los niños se transformaban en varones y los salvajes, como Enkidu, en civilizados (Gilgamesh). Bella, en tanto prostituta sagrada, transforma la soledad de los hombres en juego. A diferencia de las mujeres del burdel, los hombres son una tribu de locos solitarios en busca de madres y/o mujeres fuertes... Todos están existencialmente solos y adoloridos, por ello buscan en Bella Baxter, o en la prostituta, consuelo.
    Ella, Bella Baxter, una inolvidable Emma Stone, es el arquetipo de la diosa madre. En el origen, es una niña berrinchuda (otra vez Gilgamesh), llena de curiosidad y perversidad infantil. “Solo a los muertos, Bella”, le dice su padre científico, cuando le deja usar en los cadáveres el bisturí. La resucitada, la frankestein mujer, crece en casa de su padre God (al inicio no puede pronunciar Godwin), el cirujano Godwin Baxter (Willem Dafoe), entre animales fantásticos (patos con cuerpo de cabra, perros gansos y gallinas perro...) y cadáveres. En su encierro se despiertan las hormonas; en el viaje, descubre su cuerpo con un hombre y más tarde en el burdel con muchos. Una alegoría de que lo revolucionario pasa por el cuerpo y lo colectivo. Creciendo va haciéndose dueña de sí misma y de su reino; su mundo en blanco y negro se colorea.
    El “brincoteo furioso” que en sus inicios era una totalidad, se va deslavando con la melancolía de un fado, la lectura, la filosofía y las injusticias del mundo: En una Alejandría mítica escuchará los gritos de las madres frente a los cadáveres de sus hijos. Transformada, enlazará en su psiquis el deseo y el miedo de la vida; la impotencia y la reafirnación de la existencia. Como en el caso de Ulises, el viaje hacia sí misma, inicia con la salida de casa. Recorre el mundo sin que nadie, ni nada, la detenga o reprima. Finalmente, el burdel y el uso del cuerpo como herramienta (y no como el tabú al que nos han acostumbrado las películas románticas norteamericanas) le permite entender la soledad y locura de la condición humana (desnuda y sin ropas).
    La película puede leerse como una metáfora del viaje psíquico hacia la madurez. En ese viaje mental no existen ni las enfermedades venéreas, ni el embarazo, ni la brutalidad de la explotación del trabajo sexual. El suceder del personaje puede leerse también como un tránsito. Todo es transitorio, el sexo, el dolor, el juego, menos el afecto que uno conserva por el CRIADOR y los gestos de infancia. Dice la poeta Louise Glück que "Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria". Así para Bella.
    En la película, la crianza aparece como el hilo que guían el amor y la comprensión. Como la nana de Ulises que reconoce al criado a pesar de las ropas de cambio que el viaje le ha regalado, quien ha criado a Bella, espera el regreso de la criatura transformada por la aventura. La reconoce a primera vista, a pesar de los cambios, y se llena de orgullo al comprobar que origen no es destino. Es nuestro viaje, nuestras decisiones y el gesto cotidiano los que marcan nuestro devenir. La película parecería terminar con el regreso, pero como en el caso de Ulises, el viaje terminará hasta que la viajera venza al pretendiente usurpador, su antiguo marido y reconstruya un nuevo orden basado en las enseñanzas de su creador-criador de oficio científico.

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