miércoles, 3 de febrero de 2021

Cine: El Mandaloriano, Jon Favreau

 


 



A Darío Celestinos,
sin él esta reflexión no existiría


 

El Mandaloriano (The Mandalorian)
John Favreau
EU, Disney, 2019-2020




Una mujer no se libera compitiendo con los hombres
y volviéndose igual que ellos, sino feminizando el mundo
y logrando que los hombres encuentren
y aprovechen su lado femenino,
que es tan profundo como su masculinidad.

: Lou Andreas Salomé

 

 

 

El mandaloriano (The mandalorian 2019-2020) es una serie estadounidense de ciencia ficción; específicamente una epopeya que narra la historia de un caza-recompensas galáctico en el mundo imaginario de “La guerra de las galaxias” (Stars Wars). Bien pudo ser una película de la saga pero este western espacial se produjo para la televisión en línea, con dos temporadas de capítulos prescindibles, que se estrenó durante el primer año de la pandemia.

            En efecto, Din Djarin/Mando, interpretado por el actor chileno Pedro Pascal, es un pistolero solitario que sigue los pasos de un joven Clint Eastwood en la Trilogía del dólar (Por un puñado de dólares, 1964; La muerte tenía precio, 1965 y El bueno, el malo y el feo, 1966); las tres películas del italiano Sergio Leone que fundaron el género conocido como “spaguetti western” y que se caracteriza por antihéroes ermitaños y éticamente complejos. La idea de un western, sin embargo, diluye la importancia de la ciencia ficción anglosajona en la narrativa de las películas de Stars Wars y las repercusiones económicas y políticas de este género en tanto imaginario y sistema de representación de las masas.

            Cabría recordar que el gran cambio técnico y sociológico que se produjo en el siglo XX —la carrera espacial, la física nuclear e incluso la antropología — generó las condiciones para que surgieran muchos escritores anglosajones de ciencia ficción; desde Alfred Bester hasta Isaac Asimov pasando por James Blish y Frank Herbert. Todos ellos, y algunos otros, dispusieron lo que sería la educación sentimental de la cultura de masas: Jóvenes mirando las galaxias y suspirando por caballeros en naves espaciales y antihéroes galácticos. Cómo olvidar 2001 una Odisea del espacio (1968), la novela del científico y escritor Arthur C. Clarke, que Kubrick rodó en paralelo a su publicación, o la famosa serie televisiva de la década de los 60 Star Trek. Cómo desdibujar del imaginario colectivo el horror de un Alien (Ridley Scott 1979) invadiendo naves espaciales, pueblos o vientres amados, como ideó el británico John Wyndham en sus novelas El día de los trífidos (1951) y Las Crisálidas (1955). De esta última, sobresale la presión enfrentada por las mujeres ante la posibilidad de parir un alien, un mutante o un monstruo; vieja idea literaria que encontramos en el mito del Minotauro parido por Pasifae; en la distopía de Margaret Atwood, El cuento de la criada (1985), y en La amenaza fantasma; cronológicamente la cuarta película pero narrativamente la primera del fenómeno fílmico creado por Georges Lucas en la década de los 70 pero actualmente producidas y distribuidas por Walt Disney.

            Posiblemente una fragmentaria explicación del fenómeno radique en sus fuentes antropológicas que permiten mezclar sistemas míticos antiguos con contextos científicos actuales. Ese es el caso de El mandaloriano que integra a la épica espacial y al spaguetti western las creencias de los fundidores y herreros arcaicos. Según las creencias primitivas, la metalurgia es un oficio sagrado pues extrae de la madre tierra los minerales que en ella crecen para después completar la labor de la tierra fundiendo y moldeando. El oficio conoce los secretos de la tierra y como una partera u obstetra sagrado permite el parto y la transformación de los metales. Esta lógica sagrada pasa a los seres humanos que deben nacer para fundirse y moldearse, como el fuego al metal, templarse en el camino. “This is the way” (este es el camino), repite el herrero mayor que forja el incorruptible acero Beskar (hierro mandaloriano); una mujer chamana que unge a los guerreros mandalorianos escondidos desde la época de la gran purga; les impone orden según los ritos antiguos y les indica el camino a seguir.

            La pieza clave de la serie, empero, no yace en el oficio y ritos de la Gran herrera mandaloriana sino en sus palabras oraculares que convierten a mando en un guerrero con la misión de cuidar a un niño y entregarlo a los de su especie. Así, la última entrega de “La guerra de las Galaxias” le da una vuelca de tuerca al sistema de representación y nos regala la posibilidad de varones viriles, guerreros valientes y fuertes, cuidando tiernamente un niño. El mundo de los héroes galácticos se feminiza, los herreros y los Tiresias devienen mujeres mientras los guerreros se entregan a la crianza y a la maternidad.


 

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