lunes, 7 de septiembre de 2020

Rituales del caos: 1. El Bosco y Alberti


La diferencia que a mi parecer hay de las pinturas 
de este hombre a las de los otros, es que los demás
 procuraron pintar al hombre cual parece por fuera;
este solo se atrevió a pintarle cual es dentro
 
: fray José de Sigüenza
(Fundación del Monasterio de El Escorial por Felipe II)
 


El jardín de las delicias, Jheronimus Bosch, el Bosco (1500-1505)
El jardín de las delicias; El Bosco (1500-1505), Museo del Prado
220 cm × 389 cm

"¿Qué ven, Jheronimus Bosch, tus ojos atónitos? ¿Por qué esa palidez en el rostro? ¿Acaso has visto aparecer ante ti los fantasmas de Lemuria o los espectros voladores de Érebo? Se diría que para ti se han abierto las puertas del avaro Plutón y las moradas del Tártaro, viendo como tu diestra mano ha podido pintar tan bien todos los secretos del Averno", pregunta sorprendido y maravillado el también flamenco Dominicus Lampsonius (1532-1599), humanista y escritor
 
         De hecho, en España el cuadro había sido titulado La lujuria pues de alguna manera proponía lo que la cultura medieval considera infernal y la moderna señala como "anomalías" de la conducta. Si para el hombre medieval el Bosco pinta lo que se considera la antesala del infierno, para el moderno el pintor evoca la sensualidad pecaminosa, lo que se nombra como las cosas "anormales, me refiero a la representación que hace del sadismo, del sadomasoquismo, de la pederastia, de las orgías, de las relaciones entre hombres y animales, entre cuerpos de diferentes colores, y de la desnudez, sobre todo de la desnudez del espíritu y los deseos silenciados y escondidos.  
 
 



Podríamos decir también que Hieronymus Bosch al pintar el imaginario medieval está insinuando un mundo de prohibiciones que desaparece y en la desaparición incluso lo prohibido se anhela. Muchas son las posibles interpretaciones, lo que queda claro es que un nuevo paradigma, de raigambre medieval, pero colonial y capitalista está naciendo mientras el flamenco pinta. 
 
 

 
"El Bosco", le llamará cariñosamente Felipe II de España que posiblemente intuye, en tanto soberano de un imperio diverso donde exploradores y conquistadores imponen su ley y una sola lengua imperial, el fin del paradigma medieval y el imaginario caballeresco. Con un pie en el pasado y otro en la nueva estructura centro-periferia, el soberano del mediterraneo y del atlántico, de Europa y las Indias occidentales coleccionará con pasión las obras de el Bosco e incluso decorará su cabecera y quizás sus sueños con el tríptico El jardín de las delicias (1500-1505).
 
Posiblemente, la obsesión de Felipe II por la obra del holandés se deba a la representación del mundo interior que insinúa Dominicus Lampsonius, donde el yo es una otredad. Entre imaginaciones mecánicas un Adán y una Eva europeos; entre cuerpos blancos se yerguen algunos negros; entre los saberes renacentistas se levanta la sexualidad salvaje y demoniaca.
 
De alguna manera, todas las obras adquiridas por el Rey Felipe II y guardadas en el Monasterio de El Escorial como El carro de heno (1502?), la Mesa de los pecados capitales (1500) o el Jardín de las delicias implican una intención moralizante y satírica, muy de moda en la contradictoria y rica Flandes comercial de la época. Algo de estas contradicciones (guerras de religión, discursos ideologizantes,  brujas seductoras, canibales voluptuosos, riquezas infinitas, tierras lejanas ) que heredamos hasta el día de hoy, las plantea el novelista cubano Leonardo Padura en su novela Herejes (2013); una mezcla de novela histórica y serie policial que se sitúa entre neerlandeses del siglo XVII y el puerto de la Habana. 
 
 

 
Pero regresemos a el Bosco y su especie de parodia que reverencia los deleites carnales que llevan al creyente al infierno. El tríptico cerrado representa el inicio; la creación del mundo. En una esquina la imagen del dios cristiano, blanco y barbado, rey coronado por una tiara, es también un símbolo de lo letrado pues en la mano lleva una Biblia. Lo confirma la frase de un salmo, escrita arriba en la parte superior del tríptico: "Él lo dijo, y todo fue hecho. Él lo mandó, y todo fue creado." En esta imagen, salmo incluído, se fusiona el imaginario medieval donde dos fuerzas, el bien y el mal, se disputan el mundo, con el nuevo paradigma colonial; me refiero al hombre blanco, barbado, monoteísta, ilustrado y heterosexual con propiedad privada que gobernará el globo terráqueo los siguientes 500 años.
 
El tríptico cerrado: La Creación del mundo,
óleo sobre tabla, 220 cm x 195 cm.

 
 
Casi 450 años después, Rafael Alberti (1902-1999), poeta español miembro de la llamada "generación del 27", en pleno exilio y asentado en Cordóba, Argentina, escribe A la pintura (1948); un poemario dedicado al color, a los pintores y al oficio de pintar. Entre los poemas este prodigio dedicado a el Bosco.
             
 
Rafael Alberti (1902-1999)
Foto: Cedoc Perfil

 
Los versos de Alberti recobran la belleza y el gozo de la lengua al servicio de la imaginación, un ejercicio de ficción lúdico y estético. La pintura, empero, va más allá y nos recuerda con lúcida melancolía que los paradigmas civilizatorios cambian, mueren como las estrellas; que los artistas son los primeros en identificar la metamorfosis y que lo único que nos salva de la repetición es el caos... Bienvenidos a Rituales del caos

 
 
 
   
 

EL BOSCO 

El diablo hocicudo,
ojipelambrudo,
cornicapricudo,
pernicolimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquicojonea,
humea,
ventea,
peditrompetea
por un embudo.

Amar y danzar,
beber y saltar,
cantar y reír,
oler y tocar,
comer, fornicar,
dormir y dormir,
llorar y llorar.

Mandroque, mandroque,
diablo palitroque.

¡Pío, pío, pío!
Cabalgo y me río,
me monto en un gallo
y en un puercoespín,
un burro, en caballo,
en camello, en oso,
en rana, en raposo
y en un cornetín.

Verijo, verijo,
diablo garavijo.

¡Amor hortelano,
desnudo, oh verano!
Jardín del Amor.
En un pie el manzano
y en cuatro la flor.
(Y sus amadores,
céfiros y flores
y aves por el ano.)

Virojo, pirojo,
diablo trampantojo.

El diablo liebre,
tiebre,
sítiebre
notiebre,
sipilitiebre,
y su comitiva
chiva,
estiva,
sipilipitriva,
cala,
empala,
desala,
traspala,
apuñala
con su lavativa.

Barrigas, narices,
lagartos, lombrices,
delfines volantes,
orejas rodantes,
ojos boquiabiertos,
escobas perdidas,
barcas aturdidas,
vómitos, heridas,
muertos.

Predica, predica,
diablo pilindrica.

Saltan escaleras,
corren tapaderas,
revientan calderas.
En los orinales
letales, mortales,
los más infernales
pingajos, zancajos,
tristes espantajos
finales.

Guadaña, guadaña,
diablo telaraña.

El beleño,
el sueño,
el impuro,
oscuro,
seguro,
botín,
el llanto,
el espanto
y el diente
crujiente
sin
fin.

Pintor en desvelo:
tu paleta vuela al cielo,
y en un cuerno,
tu pincel baja al infierno.

: Rafael Alberti (1948)

 

 

 

En uno de los múltiples detalles de "El jardín de las delicias", de Hieronymuss Bosch (1480-1490 circa), se encuentra un personaje que tiene en las nalgas una partitura de música. ¿cómo suena esta melodía del siglo XV?

Aquí una propuesta: Arreglado al estilo de la época (la partitura musical en el trasero es solo un riff corto destinado a repetirse) y tocado en Lute, Harp y Hurdy-Gurdy por James Spalink.
 La melodía está basada en la transcripción de Amelia Hamrick.




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