Miguel de Cervantes, 1547-1616 |
La parodia es una obra
en la que el parodista parodia lo parodiado
en la que el parodista parodia lo parodiado
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PARODIAS PESE A TODO*
I- parodias e ideales
Michel Foucault,
en su Historia de la locura, sostiene
que la novela de Miguel Cervantes Saavedra, Don
Quijote de la Mancha, anuncia el nacimiento de la Edad Moderna. El filósofo
francés añade que lo hace burlándose de los ideales caballerescos y utilizando
una estructura paródica.
Por un lado, al escribir ideales caballerescos me refiero a esa
institución de creación eclesiástica que durante el siglo XI soñaba con elevar
al guerrero, con caballo y cuna noble, a los ideales cristianos. El sueño era
formar las milicias de cristo (miles
christi) defensoras de los pobres y los humildes. En realidad fue un
ordenamiento estamental que legitimó, con todas las miserias humanas, las
estructuras jerárquicas de finales de la Edad Media.
Aleppo, casco antiguo siglo XX, antes del bombardeo |
De hecho en su mejor
momento alimentó las cruzadas (Alepo, hoy destruida por la guerra, fue dos
veces asediada por los cruzados). Decadente, inspiró la caballería galante y el
amor cortés (el primero se convirtió en atavismos machistas y patriarcales, todavía
vigentes hoy, el segundo fue explotado por el cine romántico Hollywoodense). Ya
desaparecida engendró un espíritu vitalista, vinculado a las cosas del mundo,
en la espiritualidad de Ignacio de Loyola; fundador en el siglo XVI de la
Compañía de Jesús, la orden moderna por excelencia.
Mapa otomano de Aleppo, 1600 |
Aleppo bombardeada, 2011-2016 |
Por otro lado, la estructura paródica alude a un discurso, canónico
o popular, que se repite. Si el Quijote es hoy una lectura canónica con derivaciones
en la cultura popular (nadie lo lee pero todos lo citan), sus fuentes, las
novelas de caballería, eran claramente populares. Esta repetición, reverencial
o burlona, implica un hacer humano. En efecto, la naturaleza no se repite, en
constante cambio, muere y resurge a partir de determinados ciclos que producen
la sensación de infinito. La rutina (idea humana) no existe en la vida
cotidiana, ni en el devenir del hombre sujeto a la ley severa. Aún, lo
aparentemente repetitivo sin sentido o rutinario, en realidad, es cambiante;
como el pie de Heráclito en el agua que fluye.
En cambio, el quehacer humano, el arte o la creación, son
repetitivos en sí. En esta época industrial y mecanicista donde cada objeto es
la reproducción de otro y cada identidad mediática es sustituible e
intercambiable, el acto de la repetición aparentemente indiferenciada se vuelve
más evidente. Y es que la repetición se refrenda como gesto o literalidad, como
pequeño plagio, especie de duplicación, copia o imitación, que al repetirse
descontextualiza y suscita miradas diferenciadas. Puede ser una obra repetida
hasta la saciedad pero la mirada, siempre cambiante, la convierte en singular y
por lo tanto diferente. En su diferencia propone desafíos y vislumbres.
Atlas
of Maritime Charts (The Catalan Atlas), detail of Mansā Mūsā, Abraham Cresque, 1375. Courtesy of the Bibliothéque nationale de France and the Block Museum. |
II. las parodias de la modernidad
Cervantes
al parodiar la literatura épica de caballería y el discurso ideal caballeresco propuso
un nuevo mundo que hoy llamamos Modernidad. Aunado a ello vislumbró
posibilidades futuras al satirizar la realidad ambivalente de sus contemporáneos,
que aún no se habían enterado que la Edad Media estaba muerta. Algo parecido le
sucedió a las buenas consciencias europeas con un referéndum llamado Brexit y
una elección presidencial llamada Trump en el corazón del Imperio occidental.
El primer discurso ganó al parodiar, reverencialmente, los
chauvinismos de una Europa de postguerra; el nacionalismo, tipo de Gaulle, se
impuso en una Inglaterra pauperizada y añorante de la riqueza proveniente de
las estructuras coloniales del ‘Commonwealth’. El segundo, un hombre de copete
amarillo llamado Trump, a lo largo de toda la campaña presidencial, fue una
mala parodia del discurso xenófobo, racista, conservador y utilitario de Adolf
Hitler, el líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, mejor conocido
como nazismo.
En ambos casos la parodia revela una fisura de las estructuras
coloniales. Pienso en la inconformidad del hombre blanco —barbado, monoteísta
(de preferencia cristiano), ilustrado, con propiedad privada y refrigerador
lleno— que se siente desplazado. Este tipo de hombre acostumbrado a mandar entre
indios, negros, nativos y hembras se ha visto intercambiado en el mundo laboral,
vía las nuevas tecnologías, por hombres y mujeres de color, con otras
religiones y otras especias en la comida. Muy posiblemente estas parodias
vislumbren una época moribunda que nos negamos a abandonar.
Pero regresemos al loco de Cervantes, que es un caballero y no un
loco marítimo —cabe recordar que a los locos, tocados por lo divino, no se les
podía matar. Para deshacerse de los locos extranjeros, los locales eran
arropados por la ciudad, los habitantes los despedían entre rituales y los
encargaban al mar—. Don Quijote está loco, sí, pero su locura no es grotesca
como la del gigante Pantagruel, esa
novela de François Rabelais de tono burlesco que compite por ser la primera
novela moderna de occidente. Occidental y moderna, que muy bien podrían ser
sinónimos, porque la novela más
antigua de la historia, el Genji
Monogatari, apareció en Japón alrededor del año 1000 y fue escrita por una
mujer, es más, por una cortesana llamada Murasaki Shikibu.
Ilustraciones para el Genji Monogatari, atribuidas a Tosa Mitsuoki (1617–1691) |
La
locura del Quijote tampoco es necia ni estúpida pues proviene de los libros, ese
artefacto tan valorado por la burguesía y el Estado nacional. En efecto, este
hombre ha leído tantas aventuras épicas que quiere igualarlas en la realidad,
como todos los soñadores del siglo XX que hicieron de sus ideales, cuasi
caballerescos, luchas armadas, revoluciones y algunos, como el recientemente
fallecido Fidel Castro, concretudes isleñas cotidianas. ¿Acaso no, la mayoría
de los movimientos de postguerra idealistas eran andares virtuosos, en busca de
‘desfacer entuertos’? ¿No se parecían estos movimientos, teológicos o laicos pero
siempre revolucionarios, a la voluntad melancólica del quijote guiada por
Aristóteles?
Cual Quijote, alimentado por los libros de caballería, el hombre
moderno como Cortés, dejó el barco por el caballo para conquistar y sitiar
nuevas ciudades; virtuoso cual franciscano, salvó almas chiquitas evangelizando
a los indios poseídos por el demonio; clasificador al más puro estilo aristotélico
los organizó bajo la encomienda. Es decir que al caballero, al conquistador, al
terrateniente, al civilizado, al empresario, al político, al educado; en
síntesis, al hombre cristiano de acción le correspondía el trabajo de pueblos
enteros, sometidos o bárbaros, para su manutención. Así nació la modernidad hoy
en crisis.
La familia Burrón de paseo por la Alameda (2010), homenaje en la calle Regina, Centro Histórico a Gabriel Vargas (1915-2010) y su tira cómica La familia Burrón, parodia al mural "Sueño de una tarde dominical" de Diego Rivera |
III. la parodia de lo original
En 1605
apareció la primera parte del caballero manchego,
titulada El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. En 1614, dado el éxito de la obra convertida
en un verdadero bestseller de la época, aparece un Segundo
tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de La Mancha, escrito por un tal licenciado Alonso
Fernández de Avellaneda. No es la única imitación que hubo del personaje
quijotesco pero sí la más importante y posiblemente la única prologada por Lope
de Vega, archienemigo de Cervantes. Al año, picoteado por los intentos de plagio, Cervantes
publica la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615).
Ya desde aquel
entonces la repetición era polémica pero no castigada con el señalamiento de
poco original, poco creativo o el pueril copión. No es culpa del Quijote que
caminaba solo por el mundo, ni tampoco consecuencia de su publicación, pero siglos
después los románticos hablarán de Cervantes en términos de genialidad y de la
obra como una creación de índole original. De hecho al iniciar el siglo XXI, en
un insípido 2002, el Club Noruego del Libro establecería democráticamente que El quijote era “el mejor trabajo
literario jamás escrito”. Olvidaban esos 54 escritores de diferentes
nacionalidades que, muy posiblemente, la historia de la literatura sea en
realidad un libro infinito escrito por muchas manos, como insinuara el escritor
argentino Jorge Luis Borges a lo largo de su obra.
El panóptico, que todo lo ve |
Este fantasma de
lo original que recorre la creación, también divide el conocimiento y el
quehacer creativo entre la alta y la baja cultura; entre la poesía mayor y la
lírica menor; entre lo refinado y lo popular; entre electores educados y votantes
ignorantes; entre políticos ilustrados como Hillary y vulgares como Trump;
entre hombres sabios que trabajan y mujeres que crían y cocinan. Esta
fantasmagoría no es otra cosa más que la episteme vertical que gobierna el
mundo moderno y lo divide jerárquicamente en lo bueno de los de arriba que
saben y lo malo de los de abajo ignorantes. Bienvenidos a la modernidad y sus
cárceles panópticas que todo ven, todo señalan y todo castigan… diría Foucault.
Empero, también habría que decir que esta episteme vertical donde, unos pocos
doctos saben, deciden y acumulan en nombre de los muchos empobrecidos, ha sido
mortalmente herida por las redes sociales que imponen horizontalidad en los
vínculos y las ideas. Estamos frente al derrumbamiento de todo un sistema,
culturalmente dominante, que muchos definen como postmodernidad.
El término no me
convence por muchas razones que implicarían otro texto, lo indudable es que
muchas de las características de la llamada postmodernidad se inscriben entre ironías,
sátiras o parodias. Por ello, no hay necesidad de rasgarse las vestiduras
frente al instante político, es breve y al fin y al cabo una repetición de
otras crisis, de otros finales de época. Cervantes nunca lo pensó, no escribió
para anunciar la modernidad, ni para demostrar su originalidad. Escribió, como
todos los que escriben, por terquedad, por necesidad, por la búsqueda de una
belleza en el lenguaje que de sentido a los días que se suceden. Y sin embargo,
su Quijote, parodia de una modernidad anunciada, hoy revela, entre parodias
literarias y políticas, nuevos tiempos; ni mejores ni peores, sólo nuevos.
Zyanya Mariana
México-Tenochtitlán, Diciembre y
2016
Otras colaboraciones en Capitel, revista Trimestral:
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