ZM 2019
La caricia, el cardenal y la monja"(1912)/ Egon Shiele ( 1890-1918), |
Mientras el rey está en su diván,
mi nardo exhala su perfume.
Mi amado es para mí una bolsita de mirra
que descansa entre mis pechos.
Mi amado es para mí un racimo de alheña
en las viñas de Engadí.
Cantar de los cantares
EL AMOR ES UNA IDEA
El amor
es una idea, un mito cambiante que siempre ha estado íntimamente vinculado a oikos y a polis. Lo sabían los griegos, y los romanos que solían decir “lo
que pasa en la cama pasa en la plaza”, pues las ideas del amor se gestan en la
casa a través de las estructuras económicas elementales de alimentación,
cuidado y sobrevivencia (oikos), y se
expanden a la ciudad, al ágora, a la organización social (polis), donde se convierten en concepto, en debate, en chisme y en
deseo. En la plaza, en el mercado, en los lavaderos y en las cocinas, entre
habladurías, aprendemos a desear al nombrado, al prohibido, al amante de moda.
Dentro de la cultura del trigo, lo que hoy conocemos como occidente
(incluyo las élites de los países occidentalizados o colonizados), la idea de
amor ha variado mucho desde el siglo XVI. Cortés y sus huestes pensaban que el
amor era como las novelas de caballería, consistía en entender, conquistar y
destruir. Lo hizo con la esclava Malinalli que le regalara el gordo de
Zempoala; la entendió y usó la gran inteligencia de la joven para sus
propósitos, la conquistó y la convirtió en Doña Marina, esposa legítima y primera
dama novohispana, mientras la destruía como indígena nahuált. Lo mismo hizo con
Tenochtitlán.
Con Cortés, Pizarro y la conquista de un continente el amor cambió.
Se impuso la estructura colonial y el sistema de encomienda: muchos hombres y
tierras bajo un solo encomendero; muchos sirvientes y una esposa bajo la ley de
un solo patriarca, en la casa o en el burdel. Y como en el caso de la
encomienda, los muchos sometidos y penetrados eran diferentes al patriarca: un
hombre, blanco, barbado, de credo cristiano que creía en la naturaleza de la
esclavitud y del hombre sobre la mujer.
Muchacha desnuda tumbada con las piernas abiertas (1914) / Egon Schiele. |
La llegada de la Ilustración en el XVIII, no modificó la estructura
económica y política, pero para el siglo XIX, con las revoluciones el antes
patriarca se convirtió en un ciudadano, la encomienda en un Estado nacional
imperialista que sometía naciones lejanas (Asia, África y América Latina) y el
amor se encerró en la familia burguesa.
A la usanza del Estado nacional, la familia burguesa tenía que
someter las diferencias, las otredades. Por ello, unió en una sola idea de amor
tres entidades distintas: el deseo, el sexo y el matrimonio. El matrimonio es un
contrato de bienes y obligaciones, políticas y económicas, entre dos familias
que se vuelven una; el sexo es un impulso vinculado a lo biológico; el deseo,
en cambio, es una máquina de proyecciones, de fantasmagorías y miedos sociales.
Para poder unir estas tres entidades tan diferentes en una sola
idea de amor, la cultura occidental revivió los poemas místicos que los
trovadores cantaban en las cortes de Aquitania en el siglo XII. En sus cantos,
estos nómadas de la palabra, comparaban el deseo por el caballero, o la dama
amada, al deseo arrebatado que los místicos tienen por lo divino. El orgasmo
era un éxtasis corporal comparable a la experiencia de unión con lo sagrado. Se
le llamó romanticismo, y fue una idea muy poderosa. Si el credo cristiano se transformó
en una moral ilustrada y civilizatoria que era capaz de matar y morir por la
nación naciente, el enamorado romántico era capaz de matar y morir en nombre
del amor. Amor y nación se confundieron.
El abrazo (amantes II), 1917, Egon Shiele |
La cultura occidental dividió al mundo en naciones civilizadas y
naciones salvajes, lo mismo hizo el amor romántico. Se podía amar dentro de la
ley, es decir dentro del matrimonio, o fuera de ella con un amor salvaje y
prohibido. A principios del siglo XX, el patriarca vivía ambos amoríos, en su
juventud se casaba dentro de la ley y una vez casado tenía permiso social para
experimentar vínculos más bárbaros. En México, fue casi una institución de la
clase política y empresarial la casa chica y la familia bastarda.
Fue hasta la Segunda Guerra Europea (40-45), cuando patriarcas, y
padres de familia, ingleses y franceses se enfrentaban a patriarcas, y padres
de familia, alemanes e italianos, que a su vez asesinaban, en campos de
concentración, a patriarcas judíos, padres de familia acompañados por sus
familias construidas bajo el amparo de todas las leyes. Estas matanzas,
eficientes y con ganancias, cuestionaron la moral ilustrada y nos recordaron
que lo personal es político. La crisis de la familia patriarcal eclosionó junto
a los nacionalismos.
Hoy, que el Estado nación occidental está fraccionado por las corporaciones, la familia burguesa y el poder del patriarca se fragmentan. Hoy, no sólo se desintegra el estado imperialista europeo y aparecen millonarios franceses futbolistas de origen magrebí, o subsahariano, y alcaldes londinenses de origen paquistaní,; sino que se deshila la familia heteronormativa y aparecen las mujeres que no sólo son madres y los hijos que no sólo son heterosexuales. Más aún, las parejas de hoy, oscilan entre relaciones de inversión que deben dar ganancias, o por lo menos rendimientos; y la experiencia de la vacuidad nihilista, donde el otro, hombre, mujer o quimera, debe completarnos, llenarnos y entendernos como si fuera un dios. Empero, el otro y el uno, son sólo mortales con deseos insatisfechos y las relaciones que se entablan rápidamente se convierten en fracasos enumerables.
"La familia" Egon Shiele, 1918 |
Hoy, que el Estado nación occidental está fraccionado por las corporaciones, la familia burguesa y el poder del patriarca se fragmentan. Hoy, no sólo se desintegra el estado imperialista europeo y aparecen millonarios franceses futbolistas de origen magrebí, o subsahariano, y alcaldes londinenses de origen paquistaní,; sino que se deshila la familia heteronormativa y aparecen las mujeres que no sólo son madres y los hijos que no sólo son heterosexuales. Más aún, las parejas de hoy, oscilan entre relaciones de inversión que deben dar ganancias, o por lo menos rendimientos; y la experiencia de la vacuidad nihilista, donde el otro, hombre, mujer o quimera, debe completarnos, llenarnos y entendernos como si fuera un dios. Empero, el otro y el uno, son sólo mortales con deseos insatisfechos y las relaciones que se entablan rápidamente se convierten en fracasos enumerables.
En pleno siglo XXI, no sabemos si amar
como indican las leyes corporativas, normadas bajo la égida de la ganancia, o
amar como átomos anhelantes que van de uno en otro sin sentido. Somos una
sociedad moribunda y no es casual la figura del zombie reverberada hasta la nausea
en las películas y series, ni la depresión y soledad como plagas venideras. No
es casual, tampoco, el ascenso de nacionalismos autoritarios que pretenden
regresar a una mística heteropatriarcal y nacional. Patadas de ahogado, de una organización
económica y política que, tarde o temprano, sucumbirá frente a la real crisis
ecológica. Quizás deberíamos replantearnos nuevas organizaciones económicas; nuevos
mitos donde amar al otro diferente y cambiante, sin salvación, y a la tierra húmeda,
sin ganancia y progreso, tengan sentido y sendero.
Zyanya Mariana
México Tenochtitlán Noviembre 12 y 2018
Este texto se publicó originalmente en la Revista Trimestral Universitaria, Capitel #15, enero 2017, dedicada al tema: El amor.
Otras colaboraciones en Capitel, revista Trimestral:Zyanya Mariana
México Tenochtitlán Noviembre 12 y 2018
Este texto se publicó originalmente en la Revista Trimestral Universitaria, Capitel #15, enero 2017, dedicada al tema: El amor.
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