sábado, 23 de febrero de 2019

Capitel 7: Parodias pese a todo

ZM 2016


Miguel de Cervantes, 1547-1616

La parodia es una obra
en la que el parodista parodia lo parodiado
Papernoi



PARODIAS PESE A TODO*



I- parodias e ideales

Michel Foucault, en su Historia de la locura, sostiene que la novela de Miguel Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, anuncia el nacimiento de la Edad Moderna. El filósofo francés añade que lo hace burlándose de los ideales caballerescos y utilizando una estructura paródica.

Por un lado, al escribir ideales caballerescos me refiero a esa institución de creación eclesiástica que durante el siglo XI soñaba con elevar al guerrero, con caballo y cuna noble, a los ideales cristianos. El sueño era formar las milicias de cristo (miles christi) defensoras de los pobres y los humildes. En realidad fue un ordenamiento estamental que legitimó, con todas las miserias humanas, las estructuras jerárquicas de finales de la Edad Media.
Aleppo, casco antiguo siglo XX, antes del bombardeo
De hecho en su mejor momento alimentó las cruzadas (Alepo, hoy destruida por la guerra, fue dos veces asediada por los cruzados). Decadente, inspiró la caballería galante y el amor cortés (el primero se convirtió en atavismos machistas y patriarcales, todavía vigentes hoy, el segundo fue explotado por el cine romántico Hollywoodense). Ya desaparecida engendró un espíritu vitalista, vinculado a las cosas del mundo, en la espiritualidad de Ignacio de Loyola; fundador en el siglo XVI de la Compañía de Jesús, la orden moderna por excelencia.



Mapa otomano de Aleppo, 1600
Es decir que la idea de un caballero cristiano que sabe discernir, entre lo justo y el mal, es una vieja conjetura legitimadora de las estructuras coloniales; aparecidas primero en América y posteriormente en África y Asia. Que si hoy, un puñado de Estados occidentales se siente con el derecho de bombardear Alepo, y sus naciones con derecho de rechazar las migraciones producidas por esa guerra, muy posiblemente se deba a una herencia que descontextualiza los ideales caballerescos y los repite utilitariamente contra musulmanes, autoritarios o no.


Aleppo bombardeada, 2011-2016


Por otro lado, la estructura paródica alude a un discurso, canónico o popular, que se repite. Si el Quijote es hoy una lectura canónica con derivaciones en la cultura popular (nadie lo lee pero todos lo citan), sus fuentes, las novelas de caballería, eran claramente populares. Esta repetición, reverencial o burlona, implica un hacer humano. En efecto, la naturaleza no se repite, en constante cambio, muere y resurge a partir de determinados ciclos que producen la sensación de infinito. La rutina (idea humana) no existe en la vida cotidiana, ni en el devenir del hombre sujeto a la ley severa. Aún, lo aparentemente repetitivo sin sentido o rutinario, en realidad, es cambiante; como el pie de Heráclito en el agua que fluye.

En cambio, el quehacer humano, el arte o la creación, son repetitivos en sí. En esta época industrial y mecanicista donde cada objeto es la reproducción de otro y cada identidad mediática es sustituible e intercambiable, el acto de la repetición aparentemente indiferenciada se vuelve más evidente. Y es que la repetición se refrenda como gesto o literalidad, como pequeño plagio, especie de duplicación, copia o imitación, que al repetirse descontextualiza y suscita miradas diferenciadas. Puede ser una obra repetida hasta la saciedad pero la mirada, siempre cambiante, la convierte en singular y por lo tanto diferente. En su diferencia propone desafíos y vislumbres.

 Atlas of Maritime Charts (The Catalan Atlas),
detail of Mansā Mūsā, Abraham Cresque, 1375.
Courtesy of the Bibliothéque nationale de France and the Block Museum.



II. las parodias de la modernidad

Cervantes al parodiar la literatura épica de caballería y el discurso ideal caballeresco propuso un nuevo mundo que hoy llamamos Modernidad. Aunado a ello vislumbró posibilidades futuras al satirizar la realidad ambivalente de sus contemporáneos, que aún no se habían enterado que la Edad Media estaba muerta. Algo parecido le sucedió a las buenas consciencias europeas con un referéndum llamado Brexit y una elección presidencial llamada Trump en el corazón del Imperio occidental.

El primer discurso ganó al parodiar, reverencialmente, los chauvinismos de una Europa de postguerra; el nacionalismo, tipo de Gaulle, se impuso en una Inglaterra pauperizada y añorante de la riqueza proveniente de las estructuras coloniales del ‘Commonwealth’. El segundo, un hombre de copete amarillo llamado Trump, a lo largo de toda la campaña presidencial, fue una mala parodia del discurso xenófobo, racista, conservador y utilitario de Adolf Hitler, el líder del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, mejor conocido como nazismo.

En ambos casos la parodia revela una fisura de las estructuras coloniales. Pienso en la inconformidad del hombre blanco —barbado, monoteísta (de preferencia cristiano), ilustrado, con propiedad privada y refrigerador lleno— que se siente desplazado. Este tipo de hombre acostumbrado a mandar entre indios, negros, nativos y hembras se ha visto intercambiado en el mundo laboral, vía las nuevas tecnologías, por hombres y mujeres de color, con otras religiones y otras especias en la comida. Muy posiblemente estas parodias vislumbren una época moribunda que nos negamos a abandonar.

Pero regresemos al loco de Cervantes, que es un caballero y no un loco marítimo —cabe recordar que a los locos, tocados por lo divino, no se les podía matar. Para deshacerse de los locos extranjeros, los locales eran arropados por la ciudad, los habitantes los despedían entre rituales y los encargaban al mar—. Don Quijote está loco, sí, pero su locura no es grotesca como la del gigante Pantagruel, esa novela de François Rabelais de tono burlesco que compite por ser la primera novela moderna de occidente. Occidental y moderna, que muy bien podrían ser sinónimos, porque la novela más antigua de la historia, el Genji Monogatari, apareció en Japón alrededor del año 1000 y fue escrita por una mujer, es más, por una cortesana llamada Murasaki Shikibu. 

Ilustraciones para el Genji Monogatari, atribuidas a Tosa Mitsuoki (1617–1691)


La locura del Quijote tampoco es necia ni estúpida pues proviene de los libros, ese artefacto tan valorado por la burguesía y el Estado nacional. En efecto, este hombre ha leído tantas aventuras épicas que quiere igualarlas en la realidad, como todos los soñadores del siglo XX que hicieron de sus ideales, cuasi caballerescos, luchas armadas, revoluciones y algunos, como el recientemente fallecido Fidel Castro, concretudes isleñas cotidianas. ¿Acaso no, la mayoría de los movimientos de postguerra idealistas eran andares virtuosos, en busca de ‘desfacer entuertos’? ¿No se parecían estos movimientos, teológicos o laicos pero siempre revolucionarios, a la voluntad melancólica del quijote guiada por Aristóteles?

Cual Quijote, alimentado por los libros de caballería, el hombre moderno como Cortés, dejó el barco por el caballo para conquistar y sitiar nuevas ciudades; virtuoso cual franciscano, salvó almas chiquitas evangelizando a los indios poseídos por el demonio; clasificador al más puro estilo aristotélico los organizó bajo la encomienda. Es decir que al caballero, al conquistador, al terrateniente, al civilizado, al empresario, al político, al educado; en síntesis, al hombre cristiano de acción le correspondía el trabajo de pueblos enteros, sometidos o bárbaros, para su manutención. Así nació la modernidad hoy en crisis.

La familia Burrón de paseo por la Alameda (2010),
homenaje en la calle Regina, Centro Histórico a Gabriel Vargas (1915-2010) y su tira cómica La familia Burrón,
parodia al mural "Sueño de una tarde dominical" de Diego Rivera



III. la parodia de lo original

En 1605 apareció la primera parte del caballero manchego, titulada El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. En 1614, dado el éxito de la obra convertida en un verdadero bestseller de la época, aparece un Segundo tomo del ingenioso hidalgo don Quixote de La Mancha, escrito por un tal licenciado Alonso Fernández de Avellaneda. No es la única imitación que hubo del personaje quijotesco pero sí la más importante y posiblemente la única prologada por Lope de Vega, archienemigo de Cervantes. Al año, picoteado por los intentos de plagio, Cervantes publica la Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615).

Ya desde aquel entonces la repetición era polémica pero no castigada con el señalamiento de poco original, poco creativo o el pueril copión. No es culpa del Quijote que caminaba solo por el mundo, ni tampoco consecuencia de su publicación, pero siglos después los románticos hablarán de Cervantes en términos de genialidad y de la obra como una creación de índole original. De hecho al iniciar el siglo XXI, en un insípido 2002, el Club Noruego del Libro establecería democráticamente que El quijote era “el mejor trabajo literario jamás escrito”. Olvidaban esos 54 escritores de diferentes nacionalidades que, muy posiblemente, la historia de la literatura sea en realidad un libro infinito escrito por muchas manos, como insinuara el escritor argentino Jorge Luis Borges a lo largo de su obra. 


El panóptico, que todo lo ve

Este fantasma de lo original que recorre la creación, también divide el conocimiento y el quehacer creativo entre la alta y la baja cultura; entre la poesía mayor y la lírica menor; entre lo refinado y lo popular; entre electores educados y votantes ignorantes; entre políticos ilustrados como Hillary y vulgares como Trump; entre hombres sabios que trabajan y mujeres que crían y cocinan. Esta fantasmagoría no es otra cosa más que la episteme vertical que gobierna el mundo moderno y lo divide jerárquicamente en lo bueno de los de arriba que saben y lo malo de los de abajo ignorantes. Bienvenidos a la modernidad y sus cárceles panópticas que todo ven, todo señalan y todo castigan… diría Foucault. Empero, también habría que decir que esta episteme vertical donde, unos pocos doctos saben, deciden y acumulan en nombre de los muchos empobrecidos, ha sido mortalmente herida por las redes sociales que imponen horizontalidad en los vínculos y las ideas. Estamos frente al derrumbamiento de todo un sistema, culturalmente dominante, que muchos definen como postmodernidad.

El término no me convence por muchas razones que implicarían otro texto, lo indudable es que muchas de las características de la llamada postmodernidad se inscriben entre ironías, sátiras o parodias. Por ello, no hay necesidad de rasgarse las vestiduras frente al instante político, es breve y al fin y al cabo una repetición de otras crisis, de otros finales de época. Cervantes nunca lo pensó, no escribió para anunciar la modernidad, ni para demostrar su originalidad. Escribió, como todos los que escriben, por terquedad, por necesidad, por la búsqueda de una belleza en el lenguaje que de sentido a los días que se suceden. Y sin embargo, su Quijote, parodia de una modernidad anunciada, hoy revela, entre parodias literarias y políticas, nuevos tiempos; ni mejores ni peores, sólo nuevos.



Zyanya Mariana

México-Tenochtitlán, Diciembre y 2016


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