|
"Huipil de la malinche", algunos especialistas, sin embargo lo consideran del siglo XVIII |
Este año mi hija cumplió 7 años. La burbuja invisible
que nos envolvía y nos hacía un sólo ser se quebró con su cumpleaños, entre
buñuelos y niños. Yo volví a ser una persona y ella una otra que camina
de mi mano. La burbuja de filamentos eclosionó en miles de hilos
invisibles que nos unen a ella, mi bultito sagrado, y a mi. Supongo que
cada año, o cada ciertos instantes, los hilos se irán quebrando uno a uno,
hasta el último hilo invisible que se rasgará cuando mi aliento se extinga.
Entonces sólo entonces la memoria, la de ella, podrá ver el huipil
invisible que día tras día, sus manos y las mías, fueron tejiendo.
Sólo
tengo una hija, sólo tengo un huipil de madre-hija, pero no podría tejerlo sin
la experiencia que me han dado otros huipiles invisibles que he tejido con cada
uno de ustedes. Algunos empezaron en mi infancia y siguen tejiéndose,
otros llegaron en la universidad y hoy se tejen con hilos japoneses, gringos
hechos en Miami e incluso de otras latitudes. Algunas otros son muy
nuevos, pero con hilos igualmente valiosos. Otros están llenos de
palabras que se convierten en libros venidos del sur, y este se teje entre
promesas, vaivenes y xoconostles. Algunos son pequeños pero brillantes
porque llegaron a mi vida un día que me colmaron de hilos y luego, por
bifurcaciones de la vida, se fueron a seguir sus caminos. Otros están
ahí, tejiéndose lenta pero ritmícamente. Sin todos esos huipiles y esos
hilos que ustedes me han dado, no sólo sería incapaz de tejer el huipil de mi
hija, si no la trama y la urdimbre de mi propia existencia. Muchas
gracias por existir.
Les deseo un año lleno de hilos para sus propios huipiles,
un 2011 donde encontremos suficiente de lo deseado y que los dioses nos
sean propicios.
Un enero y 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario