lunes, 7 de enero de 2019

Solsticio 2010


"Huipil de la malinche", algunos especialistas, sin embargo lo consideran del siglo XVIII


Este año mi hija cumplió 7 años.  La burbuja invisible que nos envolvía y nos hacía un sólo ser se quebró con su cumpleaños, entre buñuelos y niños. Yo volví a ser una persona y ella una otra que camina de mi mano. La burbuja de filamentos eclosionó en miles de hilos invisibles que nos unen a ella, mi bultito sagrado, y a mi.  Supongo que cada año, o cada ciertos instantes, los hilos se irán quebrando uno a uno, hasta el último hilo invisible que se rasgará cuando mi aliento se extinga.  Entonces sólo entonces la memoria, la de ella, podrá ver el huipil invisible que día tras día, sus manos y las mías, fueron tejiendo.

Sólo tengo una hija, sólo tengo un huipil de madre-hija, pero no podría tejerlo sin la experiencia que me han dado otros huipiles invisibles que he tejido con cada uno de ustedes.  Algunos empezaron en mi infancia y siguen tejiéndose, otros llegaron en la universidad y hoy se tejen con hilos japoneses, gringos hechos en Miami e incluso de otras latitudes. Algunas otros son muy nuevos, pero con hilos igualmente valiosos.  Otros están llenos de palabras que se convierten en libros venidos del sur, y este se teje entre promesas, vaivenes y xoconostles. Algunos son pequeños pero brillantes porque llegaron a mi vida un día que me colmaron de hilos y luego, por bifurcaciones de la vida, se fueron a seguir sus caminos.  Otros están ahí, tejiéndose lenta pero ritmícamente.  Sin todos esos huipiles y esos hilos que ustedes me han dado, no sólo sería incapaz de tejer el huipil de mi hija, si no la trama y la urdimbre de mi propia existencia.  Muchas gracias por existir.
Les deseo un año lleno de hilos para sus propios huipiles, un  2011 donde encontremos suficiente de lo deseado y que los dioses nos sean propicios.
Un enero y 2011

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