lunes, 7 de enero de 2019

Solsticio 2009

Los colores de Oaxaca, detalle, 1996
Rodolfo Morales (1925-2001)

A mediados de diciembre me mandaron con el traumatólogo, un accidente de auto. La cabeza había serpenteado en el respaldo del asiento, veloz, sin aparentes consecuencias. Así los días hasta que los músculos sitiaron la columna y el cuello. Nada grave decían días después las radiografías, algunas indicaciones de cuidado, a lo mucho.  Sin embargo esa tarde por simple fue luminosa, el médico, un hombre canoso y sonriente, me explicaba con paciencia el funcionamiento del cuerpo mientras me indicaba movimientos para detectar el dolor o las lesiones. El doctor García más que un traumatólogo  parecía un contador de cuentos, un encantador que de repente dijo: "Todas las profesiones tienen sus vacíos. Por ejemplo, los médicos necesitan mucho por eso se dedican la vida a dar, o los psicólogos que por falta de cordura se dedican a curar las locuras de los otros."  Entonces como niña chiquita frente al abuelo sabio pregunté: "¿Y los escritores?- Esos, respondió dulcemente, viven en las profundidades de las cuales sólo pueden salir escribiendo."
Siguiendo esa lógica salgo entonces de las profundidades invernales, del equinoccio de diciembre, cuando los días son más cortos y las noches más largas, para decirles gracias por un año más de andanzas. Y es que este tiempo, entre equinoccio y equinoccio, ha pasado lentamente lleno de días simples... de simples llamadas telefónicas venidas de lugares remotos donde viven hermanas siempre añoradas; de simples talleres mecánicos donde voy a mirar los espejos de un tal Jorge, especie de hermano amado... lleno también de reencuentros, simples reencuentros: algunos con hombres altos de miradas septuagenarias que de vez en vez me envuelven con vientos paternales; otros venidos de Oaxaca con nombres de Fuego y otros más cotidianos con nombres familiares como el de cuñada, puros reencuentros simples.  Ha sido un año también lleno de vergüenzas, vergüenzas simples, porque uno no fue lo que los otros esperaban o porque los otros no fueron lo que esperábamos... con las vergüenzas llegaron algunas despedidas en el mejor de los casos, o el desencuentro. Hubo un adiós importante, un fin de ciclo, un perdón y muchos pequeños encuentros... uno venido del África negra y profunda, otro con trufas de chocolate y paredes azules, aquel con piñatas sandinistas, este con amores a primera vista y trabajo, aquella entre notarías y mujeres admiradas y algunos otros más colmados de abrazos y rutas cotidianas. Fue un año lleno de cosas simples que como son simples iré olvidando en los rincones de mi memoria o depositándolas como sedimento de otros tiempos llenos de días hermosamente simples...
Antes de olvidarlos quiero agradecerles y desearles, más allá de las fiestas de temporada, días venideros aFortunados y Simples.
Un enero y 2010

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