"El tiempo es el mejor
antologista,
o el único, tal vez."
Jorge Luis Borges
Sabes, le decía; sentada en el café de un barrio donde pasan los bellos y las bellas para ser admirados, -todas las mujeres terminan siendo la misma mujer y todos los hombres el mismo hombre, la
única diferencia es el poema que inspiran. Y eso, añadí displicente, tiene que ver más con el instante que con la persona.
ZM en Charlas de café
D.H. Laurence (1885-1930) Inglaterra, Europa @CarlosAzar |
LA GLORIA DE DIJON
Cuando por la mañana
se levanta
Me quedo tendido para
verla;
Extiende la toalla
bajo la ventana
Y es atrapada por los
rayos del sol
Haciendo relucir sus
blancos hombros,
En tanto en sus
costados suavemente
Una dorada sombra
cintila cuando ella
Se inclina por la
esponja, y oscilantes
Sus pechos florecidos
se columpian
como amarillas rosas
de Gloria de Dijon.
Se rocía con el agua,
y sus hombros
Destellan como plata,
se estremecen
Como rosas mojadas, y
yo escucho
El eco de la lluvia
al desgranar sus pétalos.
De frente al pleno
sol de la ventana
Se reconcentra su
dorada sombra
pliegue tras pliegue,
hasta lograr que brille
tan suavemente cual
la rosa de la gloria.
D.H. Lawrence
D.H. Laurence & Frieda |
Pablo Neruda (1904-1973) Chile, @ZyanyaMariana |
RANGOON 1927
En Rangoon era tarde
para mí.
Todo lo habían hecho:
una ciudad
de sangre,
sueño y oro.
El río que bajaba
de la selva salvaje
a la ciudad caliente,
a las calles leprosas
en donde un hotel
blanco para blancos
y una pagoda de oro
para gente dorada
era cuanto
pasaba
y no pasaba.
Rangoon, gradas
heridas
por los escupitajos
del betel,
las doncellas
birmanas
apretando al desnudo
la seda
como si el fuego
acompañase
con lenguas de
amaranto
la danza, la suprema
danza:
el baile de los pies
hacia el Mercado,
el ballet de las
piernas por las calles.
Suprema luz que abrió
sobre mi pelo
un globo cenital,
entró en mis ojos
y recorrió en mis
venas
los últimos rincones
de mi cuerpo
hasta otorgarse la
soberanía
de un amor desmedido
y desterrado.
Fue así, la encontré
cerca
de los buques de
hierro
junto a las aguas
sucias
de Martabán: miraba
buscando hombre:
ella también
tenía
color duro de hierro,
su pelo era de
hierro,
y el sol pegaba en
ella como en una herradura.
Era mi amor que yo no
conocía.
Yo me senté a su lado
sin mirarla
porque yo estaba solo
y no buscaba río ni
crepúsculo,
no buscaba abanicos,
ni dinero ni luna,
sino mujer, quería
mujer para mis manos
y mi pecho,
mujer para mi amor,
para mi lecho,
mujer plateada,
negra, puta o pura,
carnívora celeste, anaranjada,
no tenía importancia,
la quería para amarla
y no amarla
la quería para plato
y cuchara,
la quería de cerca,
tan de cerca
que pudiera morderle
los dientes con mis besos,
la quería fragante a
mujer sola,
la deseaba con olvido
ardiente.
Ella tal vez quería
o no quería lo que yo
quería,
pero allí en Martabán,
junto al agua de hierro,
cuando llegó la
noche, que allí sale del río,
como una red repleta
de pescados inmensos,
yo y ella caminamos
juntos a sumergirnos
en el placer amargo
de los desesperados.
Pablo Neruda
Matilde Urrutia & Pablo Neruda |
No hay comentarios:
Publicar un comentario