martes, 12 de marzo de 2013

3.- Antología poética; Carlos & Zyanya




"El tiempo es el mejor antologista, 
o el único, tal vez."
Jorge Luis Borges




Sabes, le decía; sentada en el café de un barrio donde pasan los bellos y las bellas para ser admirados, -todas las mujeres terminan siendo la misma mujer y todos los hombres el mismo hombre, la única diferencia es el poema que inspiran.  Y eso, añadí displicente, tiene que ver más con el instante que con la persona.  

ZM en Charlas de café



D.H. Laurence (1885-1930)
Inglaterra, Europa
@CarlosAzar





LA GLORIA DE DIJON


Cuando por la mañana se levanta
Me quedo tendido para verla;
Extiende la toalla bajo la ventana
Y es atrapada por los rayos del sol
Haciendo relucir sus blancos hombros,
En tanto en sus costados suavemente
Una dorada sombra cintila cuando ella
Se inclina por la esponja, y oscilantes
Sus pechos florecidos se columpian
como amarillas rosas de Gloria de Dijon.
Se rocía con el agua, y sus hombros
Destellan como plata, se estremecen
Como rosas mojadas, y yo escucho
El eco de la lluvia al desgranar sus pétalos.
De frente al pleno sol de la ventana
Se reconcentra su dorada sombra
pliegue tras pliegue, hasta lograr que brille
tan suavemente cual la rosa de la gloria.


D.H. Lawrence



D.H. Laurence & Frieda













Pablo Neruda (1904-1973)
Chile,
@ZyanyaMariana




RANGOON 1927
En Rangoon era tarde para mí.
Todo lo habían hecho:
una ciudad
de sangre,
sueño y oro.
El río que bajaba
de la selva salvaje
a la ciudad caliente,
a las calles leprosas
en donde un hotel blanco para blancos
y una pagoda de oro para gente dorada
era cuanto
pasaba
y no pasaba.
Rangoon, gradas heridas
por los escupitajos
del betel,
las doncellas birmanas
apretando al desnudo
la seda
como si el fuego acompañase
con lenguas de amaranto
la danza, la suprema
danza:
el baile de los pies hacia el Mercado,
el ballet de las piernas por las calles.
Suprema luz que abrió sobre mi pelo
un globo cenital, entró en mis ojos
y recorrió en mis venas
los últimos rincones de mi cuerpo
hasta otorgarse la soberanía
de un amor desmedido y desterrado.
Fue así, la encontré cerca
de los buques de hierro
junto a las aguas sucias
de Martabán: miraba
buscando hombre:
ella también tenía
color duro de hierro,
su pelo era de hierro,
y el sol pegaba en ella como en una herradura.

Era mi amor que yo no conocía.
Yo me senté a su lado
sin mirarla
porque yo estaba solo
y no buscaba río ni crepúsculo,
no buscaba abanicos,
ni dinero ni luna,
sino mujer, quería
mujer para mis manos y mi pecho,
mujer para mi amor, para mi lecho,
mujer plateada, negra, puta o pura,
carnívora celeste, anaranjada,
no tenía importancia,
la quería para amarla y no amarla
la quería para plato y cuchara,
la quería de cerca, tan de cerca
que pudiera morderle los dientes con mis besos,
la quería fragante a mujer sola,
la deseaba con olvido ardiente.
Ella tal vez quería
o no quería lo que yo quería,
pero allí en Martabán, junto al agua de hierro,
cuando llegó la noche, que allí sale del río,
como una red repleta de pescados inmensos,
yo y ella caminamos juntos a sumergirnos
en el placer amargo de los desesperados.


Pablo Neruda


Matilde Urrutia & Pablo Neruda













No hay comentarios:

Publicar un comentario