domingo, 28 de agosto de 2011

Mujeres transgresoras y héroas; LO QUE PASA EN LA CAMA PASA EN LA PLAZA

ZyanyaM


La guerrera con compasión, Nausicaa

Hoy con la penetración de la cultura asiática en el mundo es común que la gente hable del Calendario chino, el yoga o el manga japonés, pero en mi adolescencia China, India y Japón eran los confines de la tierra, ahí donde terminaba el mundo.  
Todos miraban hacia el norte. Los más aristócratas se sentían franceses o ingleses y, los mediáticos y más alternativos, soñaban con la vida allende el norte del Río Bravo.  Yo imaginaba la India y los héroes mitológicos. Supongo que está temprana confusión de identidad se la debo a dos objetos. El primero un libro, el tomo número I —mitos y religiones de todas las culturas— de una enciclopedia italiana; el segundo, mi gusto precoz por el anime. 

LA ENCICLOPEDIA:
El Imperialismo europeo, que desde el siglo XVIII le gusta guardar el infinito y la mortal barbarie en papel encuadernado, llegó a mi casa una noche en los brazos de mi jovencísimo padre. Él era un chaval, le decía su hermano mayor, y como casi todos los mexicanos universitarios de los 70', mi padre soñaba con devenir un Ilustrado y tener hijos ilustrados. Mis padres solían llegar a la casa con tesoros venidos de lejos, libros las más de las veces, pero esa vez mi padre atracó en nuestra isla provinciana con el Imperialismo encuadernado en cuatro tomos con pasta roja. Tres de los cuatro tomos eran Imperialismo puro, se especificaban las razas, los cereales, la cultura y la industria europea y, por supuesto, la superioridad de unos hombres blancos sobre otros.

Astro Boy de Osamu Tezuka

EL ANIME:
Muy lejos de mi casa y unos lustros antes, Japón inundaba el mercado infantil y televisivo con personajes de ojos grandes katanas e historias lacrimógenas. El anime alimentaba las fantasías infantiles de Japón, una isla muy lejana de la mía. Muy pronto, sin embargo, cual Marines el anime desembarcó en la televisión latinoamericana confundiéndose con la producción occidental. Ahí estaban numerosos y su fuerza calaba. ¿Quién no recuerda a Heidi o a Candy; a Los caballeros del Zodiaco,  Dragon Ball o al Astro boy remasterizado?


El héroe niño de los siete cakras del dragón

Yo no fui la excepción, mi hora televisiva se la dedicaba a la "Princesa caballero"; como traducirían en América Latina, a finales de los 70, Ribbon no kishi de Osamu Tesuka. Para muchos el padre del manga en Japón.  
La princesa era mujer y hombre en un mismo cuerpo.  Cuenta la historia que, en tiempos antes de su nacimiento, un duende travieso le había dado un corazón de hombre ya teniendo uno de mujer.  Esta dualidad de origen, incluso antes de su nacimiento, se vería agudizada cuando el padre, temiendo un problema de sucesión por falta de un heredero varón, la cría y educa como un caballero.  
Como Sáfiro, la princesa caballero, yo creía guardar dentro de mí cuerpo, corazones antagónicos; uno de mujer y otro de hombre, uno de india michoacana y otro de blanca...  Inconsolable, me encerraba en mi cuarto a leer y ahí en los libros de mitología huía literalmente de los límites impuestos por la casa y la historia nacional. Después a los 13 años, al leer mitos Vedas para niños intentaría hacerme vegetariana, sin demasiada ortodoxia porque mis padres no lo permitirían.  
Fue así como el tomo I de la Enciclopedia italiana, encuadernada en rojo sandía, me regalaría las llaves para huir pero también para viajar. Supe, desde muy temprana edad, que existían muchas religiones, más allá del catolicismo, y muchas realidades, más allá de mi ciudad, mi calle, mi casa y mi cuarto.




La princesa caballero

Increíblemente la influencia de la princesa caballero fue más tajante que las mitologías que más tarde devoraría. Ella alimentó mis primeras rebeldías, con ella me atreví a soñar un mundo más allá de los confines patriarcales donde las mujeres, es decir yo, eran héroas y libres. Su valor no se fundamentaba en un vientre fértil, ni siquiera en las chichis, las nalgas o las redondeces exigidas, pues la princesa Sáfiro era casi andrógina. Fue tan importante la ensoñación producida por esa caricatura que a mi hija, quien deseaba ser princesa en espera o durmiente como el mercado lo imponía, le compré una espada que pidió en su tercer cumpleaños.  Cuando sus amiguitos de la plaza, se burlaron de ella, señalándole que sólo los niños podían tener espadas, le susurré al oído que ella era una princesa caballero; que podía usar vestidos y espadas al mismo tiempo. Así, a sus tres añitos, vestida de princesa, se debatía a espadazos con los niños gritando "soy la princesa caballero". La inteligencia no está peleada con la femineidad, como durante tantos años nos repitieron.



Osamu Tezuka
Pero los regalos de Osamu Tezuka van más lejos.  Hoy sé que la princesa caballero está considerada el manga fundador del género Shojo, y el primero en introducir el tema de la androginía, el trasvestismo y trascendencias femeninas más allá de las convenciones.
Esto sería irrelevante si las héroas de Hayao Miyasaki, que hoy me hacen llorar y me suscitan movimiento y trascendencia, no fueran a su vez inspiradas por el genio de mi infancia; Tezuka.  



Como la princesa Sáfiro, las personajas de Hayao Miyasaki son fuertes y valientes, pelean contra el mal y sonríen. Además, justamente por ser hembras, tienen un contacto privilegiado con la naturaleza, el agua y el viento. Son mujeres brujas, guerreras, madres, chamanas, héroas, que a pesar de su poder están llenas de compasión por los otros; de amor por el elegido, el amante, el amigo e incluso por el enemigo.  

En estos momentos en que el patriarcalismo acecha con sus leyes, sus miedos, su verticalidad y sus imposiciones, e intenta encerrarme en los convencionalismo sociales; personajas como Chihiro, Sophie, Nausicaa o la princesa Mononoke, me recuerdan que el camino de la héroa está lleno de silencios autoimpuestos, de largas travesías, de compasión, de luchas y confianza en sí misma.


Howl's afirmando un sentido a su vida 

1 comentario:


  1. Maravilloso e inspirador artículo.

    Lo he disfrutado enormemente.

    Un abrazo.

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